Fortalezas y debilidades de una persona
Te explicamos cuáles son las fortalezas y debilidades de una persona, cómo impactan en la vida individual y en las relaciones sociales.
¿Cuáles son las fortalezas y debilidades de una persona (ejemplos)?
Cuando hablamos de las fortalezas y debilidades de una persona, nos estamos refiriendo respectivamente a los aspectos más deseables, valorados y socialmente apreciados de su personalidad, y a los aspectos menos deseables, valorados y socialmente apreciados. Dicho de otro modo, nos estamos refiriendo a los rasgos más positivos y negativos de su forma de ser.
Es importante entender que lo que entendemos como fortaleza o como debilidad depende en buena medida de un contexto social, cultural e histórico determinado, ya que los valores por los que las distintas sociedades humanas se rigen dependen de su bagaje cultural y además van cambiando conforme pasa el tiempo.
Así, lo que en una cultura o momento histórico puede considerarse positivo, puede ser negativo en otros contextos; aunque también existen valores muy fundamentales que tienden a ser compartidos por todas las culturas en todos los momentos históricos.
En el caso de las personas, sus fortalezas y debilidades se evidencian de acuerdo a su capacidad de reaccionar de una manera determinada ante ciertas situaciones. Si dicha reacción es tenida por positiva o deseable, será una fortaleza; si no, será una debilidad. Las primeras le abrirán puertas y le ayudarán a cumplir sus metas propuestas; las segundas en cambio supondrán obstáculos a superar en dicho camino.
A continuación presentamos una lista de ejemplos contrapuestos de fortalezas y debilidades de una persona: el primer ítem se corresponde con la fortaleza y el segundo con la debilidad.
Ver también: Antivalores
Resiliencia / Derrotismo
La resiliencia es la capacidad de convertir experiencias negativas o dolorosas en aprendizajes que faciliten las labores del futuro, es decir, a la capacidad de aprender de las experiencias indeseables para convertirlas en una herramienta personal. Una persona resiliente, así, extrae las enseñanzas de aquello que le acontece, para que no le vuelva a suceder, y continúa su camino.
En cambio, el derrotismo se puede entender como la entrega a la derrota, es decir, la rendición ante los obstáculos o las experiencias negativas. Las personas derrotistas no logran asimilar lo malo que les sucede, sino que ello los aplasta, los paraliza y les impide continuar su camino, ya que les arrebata la fe de que un panorama mejor sea posible en el futuro inmediato.
Las personas derrotistas se quedan continuamente sin energía, y suelen rendirse con facilidad ante los primeros contratiempos.
Optimismo / Pesimismo
El optimismo se trata de la fe en que el porvenir sea mejor que el pasado, por eso es un valor en la mayoría de las culturas. Las personas optimistas abrazan los cambios y emprenden proyectos, es decir, son más dadas a la actividad y la resiliencia, dado que no pierden la esperanza de que el mañana sea mejor que hoy.
Su contrapartida, el pesimismo, es todo lo contrario: el convencimiento de que los mejores tiempos quedaron atrás y de que todo futuro posible irá siempre a mal, de modo que no conviene esforzarse tanto en emprender cosas nuevas, o en hacer cambios, porque todo podría salir irremediablemente mal. Muchas veces las personas pesimistas tienden a ser más pasivas, a mirar con desconfianza el futuro y a adoptar actitudes cínicas y conformistas.
Empatía / Apatía
Las personas empáticas son aquellas que se ponen en el lugar emocional de los demás, o sea, que son compasivas y están dispuestas a conectar con los sentimientos de los demás. Esto hace que sean más generosas y que sean muy valoradas socialmente, pues la empatía genera en los demás un sentido de agradecimiento.
Lo contrario es la apatía, que consiste en responder con indiferencia o, inclusive, con hostilidad a las necesidades de los demás. Las personas apáticas son aquellas que se niegan a pactar con el otro, que establecen barreras entre ellos y las emociones ajenas, y que por lo general no se motivan respecto a las causas colectivas.
Disciplina / Indisciplina
La disciplina es uno de los grandes valores de la humanidad, puesto en práctica en ambientes tan distintos como el militar, el profesional o el artístico. Las personas disciplinadas son aquellas que son capaces de sostener una práctica o una conducta a lo largo del tiempo, ya que poseen importantes márgenes de autocontrol.
La disciplina es lo que nos permite enfocarnos y no desviarnos de la meta, a pesar de lo tentadoras que puedan ser las alternativas, pues sabemos que de otro modo tardaremos más en conseguir lo que queremos.
La indisciplina es, en cambio, simplemente la falta de disciplina. La indisciplina es la incapacidad para conservar el rumbo fijo durante mucho rato, o para hacer el esfuerzo necesario para que las metas se cumplan. Las personas indisciplinadas son propensas a la procrastinación, a interrumpir los deberes para buscar placeres inmediatos, y en general tienden a cumplir sus metas de manera más lenta y desorganizada.
Responsabilidad / Irresponsabilidad
Alguien responsable es quien enfrenta las consecuencias de sus actos, es decir, quien da la cara y se hace cargo, para bien y para mal. Este es otro de los grandes valores que profesa la humanidad, y es un rasgo muy deseado en cualquier tipo de relación: personal, laboral, amorosa, etc. Las personas responsables admiten sus faltas y no intentan achacárselas a otros, incluso cuando ello implique tener que enfrentar consecuencias desagradables.
Por el contrario, las personas irresponsables son aquellas en las que resulta más complicado confiar, dado que no son propensas a hacerse cargo de sus propias decisiones, sino que buscan cómo echarle la culpa a los demás, o buscan huir de las responsabilidades en vez de plantarles cara.
La irresponsabilidad se manifiesta, sobre todo, cuando las consecuencias de las propias acciones son desagradables, ya que las consecuencias placenteras son mucho más fáciles de manejar.
Honestidad / Deshonestidad
Este caso es similar al anterior, pero tiene más que ver con el compromiso de la persona con la verdad. Una persona honesta es aquella que prefiere la verdad por encima de los engaños, incluso cuando ello significa renunciar a recompensas que no le corresponden legítimamente, o asumir situaciones desagradables. Una persona honesta es aquella que le devuelve a otro su billetera sin sacarle el dinero que lleva dentro.
En cambio, la deshonestidad representa la preferencia por el engaño que por la verdad, sobre todo cuando ello implica el beneficio personal: adquirir recompensas que no se han merecido, o evadir castigos que se merecen. Por eso, es una debilidad ampliamente criticada en las culturas y religiones. Una persona deshonesta es capaz de mentir, fingir o disimular la verdad, y en general son personas en las que es muy difícil volver a confiar.
Tolerancia / Intolerancia
La tolerancia es la capacidad para convivir con los demás, a sabiendas de que tienen -como todo el mundo tiene, también nosotros mismos- aspectos desagradables, pesados o difíciles de sobrellevar. Las personas tolerantes dejan que los demás sean como son, y procuran tener actitudes pacientes en situaciones sociales demandantes.
Mientras que las personas intolerantes son aquellas que se muestran incapaces de semejante paciencia, y que responden con hostilidad, frustración o rabia ante las situaciones en que los demás no se adecúan a la norma, o a lo que uno esperaría de ellos, o incluso en los casos en que la diferencia entre personas, religiones o culturas se hace manifiesta.
La intolerancia, más que una debilidad, puede llegar a ser un peligro, pues las personas pueden perder el control y caer en el fanatismo y en la violencia.
Autoconfianza / Inseguridad
Como su nombre lo indica, la autoconfianza es la confianza en uno mismo, y se manifiesta en la seguridad con la que llevemos a cabo nuestras acciones. Una persona con autoconfianza inspirará a las demás a seguirla, a escucharla y a darle valor a sus comentarios, siempre y cuando dicha autoconfianza no se exceda y acabe siendo soberbia o prepotencia.
Por el lado contrario, la inseguridad consiste en cuestionar todo aquello que se sabe, se realiza o se dice, y a menudo es fruto de una baja autoestima, ya que las personas inseguras se sienten en minusvalía, en desventaja, frente a los demás.
Lo peor es que en muchas ocasiones esas personas inseguras saben hacer las cosas mejor que nadie, pero su actitud y su autosabotaje es tal, que nadie les presta atención o las toma en serio, reforzando así la sensación de minusvalía que a su vez causa más inseguridad.
Tenacidad / Conformismo
La tenacidad es una propiedad de los metales, que les permite mantener su forma a pesar de que haya fuerzas actuando sobre ellos. Metafóricamente, se convierte en la capacidad de las personas de insistir en lo que quieren, de permanecer en la carrera hasta terminarla y de no renunciar, no abandonar, no ceder. A estas personas se les dice “tenaces” y suelen, por el solo hecho de ser incansables, obtener las metas que se proponen.
Por el contrario, el conformismo supone la aceptación de buenas a primeras de que uno no es capaz de hacer algo, o de que uno no tendrá lo que quiere, o de que ciertas metas están fuera de nuestro alcance, incluso cuando no lo estén.
Las metas que una persona tenaz consigue por su insistencia, quizá estén también al alcance de una persona conformista, pero esta última prefiere hacer el mínimo esfuerzo y no insistir en aquello que no se le haya dado fácilmente.
Paciencia / Impaciencia
La paciencia es un valor ensalzado por muchas religiones, y comprendida como una mezcla de tolerancia, tenacidad y estoicidad, es decir, como la capacidad de aguardar por lo que se quiere sin desesperarse ni frustrarse, o de tolerar situaciones desagradables sin ceder a los impulsos agresivos. Las personas pacientes saben esperar a que lleguen las recompensas o a que las cosas desagradables pasen.
Al contrario, las personas impacientes no saben esperar, ceden fácilmente ante la angustia y la desesperación, porque quieren que todo se resuelva inmediatamente. Como en la gran mayoría de los casos las cosas no suelen depender de nuestra voluntad únicamente, son personas que sufren mucho y que dicho sufrimiento conduce a la irritabilidad, la hostilidad o la derrota.
Versatilidad / Rigidez
Una persona versátil es aquella que, enfrentada a necesidades de diferente naturaleza, sabe adaptarse a cada una. O sea, una persona flexible, puede ocupar diferentes lugares y desempeñar diferentes tareas, puesto que está más comprometida con la obtención de resultados y con el aprendizaje, que con otros tipos de emociones. Por ejemplo, un jugador de béisbol versátil es aquel que se siente cómodo jugando en diferentes posiciones.
Mientras tanto, las personas rígidas son aquellas que se muestran inflexibles ante situaciones que no se adapten a sus nociones preconcebidas, es decir, que en lugar de adaptarse y fluir con la situación, esperan que la situación se corrija para adaptarse a sus pensamientos.
En general son personas muy comprometidas con una noción muy estricta de “verdad” o “justicia” o que sienten un apego excesivo por las normas y las leyes. Esto en sí mismo no tendría que ser algo malo, pero la realidad es compleja y las situaciones muchas veces requieren de adaptabilidad y fluidez, y las personas rígidas carecen de dichos talentos.
Compromiso / Indiferencia
Cuando hablamos de compromiso, nos referimos a lo que coloquialmente se refiere como “ponerse la camiseta del equipo”, o sea, emprender una causa colectiva como si fuera personal, lo cual es fundamental a la hora de trabajar en colectivo. Una persona comprometida es aquella que asume con importancia las causas con las que se ha involucrado.
Lo contrario es una persona indiferente, que demuestra poco o nulo interés en las causas colectivas o en la labor en la que se involucra, y que al final todo lo reduce a su bienestar individual o sus deseos individuales. Las personas indiferentes no suelen apasionarse con proyectos grupales, ni abrazar como propias ideas colectivas, ya sea por egoísmo, apatía u otros motivos personales.
Proactividad / Reactividad
La proactividad es la potencia para generar nuevos escenarios, para proponer ideas o para emprender acciones, sin otro motivador que la propia voluntad y el propio compromiso. Una persona proactiva es aquella a la que no hace falta decirle qué hacer, porque o bien lo está averiguando, o está tomando decisiones por su cuenta, pero está comprometida con resolver el problema. Son personas, digamos, propensas a la acción.
Por lo tanto, la reactividad es todo lo opuesto: la necesidad de un estímulo externo para emprender una acción. Las personas reactivas, por ende, necesitan de supervisión o asistencia continua, ya que poseen bajas tasas de iniciativa, o mucho miedo al fracaso, o muy poco compromiso con la causa, y prefieren por lo tanto reaccionar a los demás, que emprender por propia cuenta algún tipo de acciones. Se trata, de algún modo, de una forma de pasividad.
Determinación / Indecisión
La determinación es la capacidad de tomar decisiones de manera rápida y clara, enfocada y pertinente. Una persona determinada sabe lo que quiere, y toma decisiones en base a ello, ya sea que lo obtenga (y se entusiasme) o no (y se decepcione).
En cambio, una persona indecisa o indeterminada es aquella a la que le cuesta mucho expresar lo que quiere, a menudo porque no lo tiene nada claro.
A la hora de decidir suelen demorar, arrepentirse, consultar continuamente a los demás y es muy habitual que acaben dejándose llevar por la masa, o permitiendo que el contexto determine la situación en lugar de su propia voluntad. Visto así, es difícil que se muestren satisfechas o entusiastas, pues casi nunca obtienen lo que quieren.
Eficiencia / Ineficiencia
La eficiencia es la capacidad de llevar a cabo una tarea de la mejor manera posible, esto es, con el menor derroche de recursos y dentro de los tiempos aceptables para ello.
Aunque la eficiencia de una persona en una determinada tarea no está únicamente determinada por su actitud (por ejemplo, si no tiene las herramientas adecuadas, es muy difícil ser eficiente), se puede entender también la eficiencia como una disposición a hacer las cosas lo mejor posible dados los recursos que se tengan.
Por el contrario, la ineficiencia se traduce en la realización de las tareas de un modo costoso, demorado, que saca poco o nulo provecho de los recursos disponibles, y a menudo hace que los procesos se entorpezcan en lugar de agilizarse. De nuevo, la ineficiencia puede verse afectada por condiciones objetivas, pero en general tiene que ver con la capacidad personal para sacar provecho a los recursos con los que se cuenta.
Benevolencia / Severidad
La benevolencia es la posibilidad de empatizar con el otro, especialmente cuando ello implica el incumplimiento de sus tareas o la decepción de nuestras expectativas. Por lo tanto, se trata de una fortaleza en casos de jefatura o liderazgo, pues un superior comprensivo tiende a gozar del afecto y el compromiso de sus subordinados, aunque siempre pueda haber excepciones a la regla.
En cambio, la severidad implica una actitud de inflexibilidad y rigidez ante los fracasos o las demoras del otro, lo cual en un puesto de liderazgo se traduce en fomentar el miedo, el rencor y la rabia entre los subordinados.
A una persona severa le importan poco los atenuantes o las condiciones que rigen el cumplimiento de una tarea: sólo le importa que se cumpla, y está dispuesta a castigar al responsable si ello no ocurre, sin dar segundos chances. Se trata de personas con niveles de exigencia a menudo inalcanzables.
Gratitud / Ingratitud
La gratitud se entiende como la disposición a reconocer la ayuda recibida, o a valorar en su justa medida las ventajas que se poseen.
Este es uno de los valores más universalmente fomentados por la religión, y en tiempos modernos por la autoayuda, ya que una actitud agradecida frente a la vida hace más llevaderos los contratiempos, dado que están siempre a la luz de las cosas buenas de las que se disfruta. Así, una persona agradecida está pronta a reconocer a los demás lo que han hecho por ella, creando circuitos positivos entre su éxito y el ajeno.
El caso contrario, de la ingratitud, es una forma de mala voluntad o de incapacidad para reconocer que no todo lo que se tiene o se logra es fruto del propio esfuerzo, sino que hubo terceros involucrados en el propio éxito. Las personas ingratas carecen de humildad, y no son propensas a devolver los favores recibidos, por lo que tienden a quedarse rápidamente sin aliados.
Humildad / Prepotencia
La humildad es un valor muy fomentado en la tradición filosófica y religiosa Occidental, que consiste en atribuirse uno mismo el justo lugar que merece, sin pretender ser mejor de lo que se es, y estar dispuesto a reconocer y aceptar las propias limitaciones.
Las personas humildes se muestran en paz consigo mismas, y no necesitan de la admiración de los demás a grado tal de traicionar sus valores o de sobreestimar sus logros. Este tipo de gente suele ser bienvenida en todos los grupos y a su alrededor se forman vínculos basados en la honestidad, más que en las apariencias.
En cambio, alguien prepotente, o sea, arrogante, soberbio, es una persona con una visión de sí mismo más gloriosa de lo que realmente es, o que no tiene empacho en fanfarronear de lo propio, sin importarle cómo eso haga sentir a los demás.
Las personas prepotentes, en general, están compensando sensaciones de minusvalía o inferioridad que no se animan a confesar y enfrentar, y al sentirse continuamente en desventaja, tienden a mostrarse mejores de lo que son. Esto hace que se muestren irritables, frustrados o intolerantes con la competencia, y que puedan desmoronarse si alguien o alguna situación amenaza con desenmascararlos, pues en el fondo andan disfrazados por la vida.
Prudencia / Temeridad
La prudencia es la actitud atenta y cautelosa ante un escenario desconocido o riesgoso. Las personas prudentes tienden a sopesar el peligro y a tomar precauciones antes de actuar, por lo que corren menos riesgos y caminan sobre lo seguro. Si bien la prudencia en exceso puede llegar a entorpecer la acción, en general la gente prudente obtiene mejores resultados.
Por el contrario, la temeridad es la incapacidad para calcular bien los riesgos, que hace que la gente se arroje al peligro sin estar preparada.
Las personas temerarias corren riesgos innecesariamente, se enfrentan a las situaciones sin estar listos para ellas, a menudo víctimas de un exceso de confianza o simplemente de impaciencia. Aunque las cosas les puedan salir eventualmente bien, en general lo harán siempre de un modo inesperado, con consecuencias imprevisibles.
Concentración / Dispersión
La concentración es una capacidad fundamental para llevar a cabo cualquier tarea del mejor modo posible, y que consiste en enfocar la mente en una tarea, obviando las distracciones y las demás tareas por hacer. Sin concentración es imposible aprender, y las personas con mayor capacidad de concentración tienden a profundizar más en las cosas que las personas dispersas.
Por otro lado, la dispersión es la incapacidad para concentrarse en una sola cosa, continuamente saltando de una a otra, de un tema a otro, de una tarea a la siguiente, sin ton ni son. Las personas dispersas tienden a demorar muchísimo más en la realización de una tarea, ya que emprenden varias a la vez y avanzan lentamente en todas, a menudo sin un plan o un método, sino a través del puro caos mental.
Experiencia / Inexperiencia
La experiencia se puede entender como el aprendizaje acumulado con el tiempo, obtenido de la realidad misma y no de la formación educativa.
Una persona experimentada en un área es alguien que ha vivido muchas situaciones similares o que se ha desempeñado durante mucho tiempo en ella, y que por lo tanto tiene el know-how (“saber hacer”) necesario para adaptarse rápidamente a nuevas tareas similares. Por esa razón, los trabajadores experimentados son mejor cotizados que los inexpertos.
En cambio, la inexperiencia es la falta de experiencia. Es propia de las personas jóvenes, o de personas que incursionan por primera vez en campos y áreas determinadas, y es una debilidad que, por fortuna, se resuelve sola con el tiempo.
Autonomía / Dependencia
Entendemos la autonomía como la capacidad para gobernarse a sí mismo, o sea, la capacidad para tomar decisiones de manera independiente, de emprender tareas sin necesidad de supervisión continua y, en general, la capacidad para obrar de manera independiente.
La autonomía no debe confundirse con la temeridad o con la soberbia, sin embargo: una persona autónoma no tiene inconveniente en consultar a quienes más saben sobre una cosa, pero luego tenderá a tomar las decisiones informadas por propia cuenta.
Al contrario, la dependencia es la falta o ausencia de autonomía, que impide a las personas conducirse de manera independiente y las obliga a consultar de manera continua a los demás. Una persona dependiente tendrá problemas para tomar sus decisiones y por lo general demostrará poca iniciativa, poca tenacidad y altos índices de reactividad.
Carisma / Antipatía
No todo el mundo nació para ser un líder, pero todos tenemos en alguna medida cierto grado de carisma, que es la capacidad de entrar en sintonía con los demás, o sea, de caerles bien, de hacerlos que nos sigan en algo. Las personas carismáticas, por lo tanto, poseen mucho de ese talento, y son idóneas para conducir grupos, promover iniciativas y ocupar posiciones de liderazgo. Tienen lo que se conoce popularmente como “don de gentes”.
Por el contrario, las personas antipáticas tienen bajos índices de carisma, o sea, tienden a caer mal a los demás. A estas personas, por ende, les resultará siempre más difícil ocupar puestos de liderazgo, ya que la gente será más resistente a su autoridad y tenderá a exigir mayores demostraciones de lo que dice, puesto que la confianza fluye más fácilmente hacia las personas carismáticas.
Trabajo en equipo / Individualidad
En general, la capacidad de trabajo en equipo es considerada una fortaleza, sobre todo en el ámbito laboral. Se traduce, como su nombre lo indica, en la facilidad para formar parte de un colectivo, o sea, para integrar un engranaje social. Las personas propensas al trabajo en equipo son menos competitivas, más comprensivas y en general más sociables que las personas con altos niveles de individualismo.
Por lo tanto, el individualismo es la dificultad para el trabajo en equipo, ya sea por elevados niveles de perfeccionismo, de competitividad o de celos, o simplemente por preferencias personales.
Esto no es necesariamente una debilidad en todos los aspectos de la vida, pero en la gran mayoría de las situaciones laborales sí. Por ejemplo, una cosa es que estemos escribiendo una novela y no aceptemos intromisiones de nadie, y otra muy distinta es que integremos un equipo de profesionales y no queramos colaborar con el avance conjunto de la organización, sino que insistamos en hacerlo en solitario.
Sigue con: Dimensiones del ser humano
Referencias
- “Fortaleza” en el Diccionario de la Lengua de la Real Academia Española.
- “Debilidad” en el Diccionario de la Lengua de la Real Academia Española.
- “Fortalezas personales” en el Instituto Europeo de Psicología Positiva.
- “Debilidad” en la Asociación Educar para el Desarrollo Humano.