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Voluntad

Te explicamos qué es la voluntad, su sentido en la filosofía, en el derecho y su relación con el deber. Además, la fuerza de voluntad.

¿Qué es la voluntad?

La voluntad es la capacidad de un individuo de tomar decisiones y organizar su propia conducta, es decir, de disponer de sí mismo con autonomía. Por ende, las cosas que realizamos con voluntad son aquellas que hacemos con plena intención de hacerlas, al contrario de lo que hacemos involuntariamente.

Esta palabra proviene del latín voluntas, derivado del verbo vollo (“querer”), por lo que está íntimamente vinculada con el deseo, es decir, con lo que nos gustaría hacer o conseguir, y, por lo tanto, con aquello que nos proponemos. Por eso hablamos de “buena voluntad” o “mala voluntad” cuando se hacen las cosas, para decir que fueron hechas pensando en hacer el bien o en que salgan bien, o por el contrario, en hacer el mal o sin importar cómo salgan.

También es común referirse a la “última voluntad” o testamento: un documento en el que se especifican los deseos de una persona que ha fallecido, en especial en lo que a sus bienes y su dinero respecta. O también de la “voluntad divina”, que vendría a ser el mandato de Dios, o sea, lo que Dios desea que ocurra y que, por ende, debe ocurrir.

La voluntad está vinculada siempre a la conciencia, a la lucidez y a las decisiones propias, de modo que aquello que se realiza bajo estado de coacción, o bajo el efecto de sustancias, no se considera llevado a cabo de manera voluntaria. La voluntad es necesariamente una expresión de la subjetividad de las personas.

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Fuerza de voluntad

La fuerza de voluntad es la capacidad de sostener una conducta deseada o de insistir hasta que algo que uno desea se materialice. En otras palabras, es la tenacidad, la insistencia, la determinación. Las personas con mucha fuerza de voluntad son capaces de tomar y sostener decisiones de manera voluntaria y firme, sin demasiados titubeos y arrepentimientos, y sobre todo sin flaquear y desistir antes de haber logrado el cometido.

Por ejemplo, se requiere mucha fuerza de voluntad para cambiar los propios hábitos por otros, ya que una vez que uno está acostumbrado a hacer algo de manera sostenida, cuesta mucho interrumpir la tradición y fundar una nueva. Por eso los fumadores, por poner un ejemplo, tienen tanta dificultad para romper el hábito, incluso sabiendo que les resulta nocivo a ellos y a sus personas cercanas.

A mayor fuerza de voluntad, más fácil será romper y/o sostener hábitos. Sin embargo, la fuerza de voluntad está vinculada con los niveles de energía psíquica, de modo que no siempre se tiene la misma capacidad de ejercer la voluntad propia. Se sabe que la mala alimentación, la falta de sueño y la intranquilidad emocional tienen un impacto importante en la fuerza de voluntad disponible.

Voluntad en filosofía

La voluntad ha sido desde épocas antiguas un elemento central en las reflexiones filosóficas de la humanidad. El propio Platón (c. 427-347 a. C.) en la Antigua Grecia hablaba de ella como la sede de la responsabilidad individual. Por su parte, su discípulo Aristóteles (384-322 a. C.) relacionó la voluntad con la ética, vinculándola la virtud.

Este sería el fundamento del pensamiento cristiano posterior, cuya doctrina proponía que Dios dotó a los seres humanos de libre albedrío, o sea, de autonomía y voluntad propia para que vivieran su vida, y por ende los juzgaría al final de la misma.

De allí que, en esta tradición filosófica, la idea de la voluntad está íntimamente vinculada con la de libertad, ya que sólo se ejerce la voluntad cuando somos libres de elegir por nosotros mismos.

Pensadores posteriores como René Descartes (1596-1650) añaden que sólo se puede hacer elecciones conscientes cuando se dispone de la información completa para juzgar, de manera que la voluntad, cuando más ilustrada o educada, más libre es. Este es el ideal del Renacimiento y de la Ilustración nacidos en Europa.

Otros filósofos como Baruch de Spinoza (1632-1677), Immanuel Kant (1724-1804) y Arthur Schopenhauer (1788-1860) le dedicaron a la voluntad mucha de su obra, llegando este último a postular que es “la realidad última” que subyace al mundo de los sentidos.

Por su parte, el francés Jean-Jacques Rousseau (1712-1778) propuso en El Contrato Social el concepto de la “voluntad general”, que vendría a ser la voluntad del pueblo, desplazando así en importancia la voluntad del rey, que tradicionalmente se consideraba como mandato divino, por la voz de las masas, en las que reside el poder en la democracia moderna.

Como podemos ver, es un concepto ampliamente discutido en la filosofía de Occidente, y del que hoy en día se siguen ocupando la Filosofía analítica y la psicología.

Voluntad y deber

En las consideraciones filosóficas del alemán Immanuel Kant, la voluntad era siempre medida con lo que él bautizó como Imperativos categóricos, que son mandamientos autónomos del individuo, sin que medien en ellos ninguna ideología o religión, y que rige el comportamiento humano en sus manifestaciones más diferentes.

De esa manera, Kant propone diferenciar entre la voluntad que actúa por deber y la voluntad que actúa según el deber, esto es, entre quienes siguen las reglas porque están temerosos del castigo, o porque les han sido impuestas de manera externa, y aquellos que eligen seguir las reglas, es decir, que optan por actuar conforme a lo establecido por las normas.

Así, Kant indaga en la naturaleza de la ética y de lo bueno, a partir de la noción de voluntad. Concluye que la voluntad “santa”, o sea, la que actúa sin verse afectada por inclinaciones o por tendencias individuales, no es buena porque actúa por deber, sino que “actúa por deber porque es buena”.

Voluntad en derecho

En el mundo jurídico, se piensa la voluntad como la intención humana, a partir de la idea de que todo ciudadano es capaz de asumir libremente lo que hace y discernir las consecuencias jurídicas que ello tendría.

De hecho, una de las cosas que todo juicio penal busca determinar es cuál fue la voluntad del acusado, más allá de si cometió o no cometió efectivamente el delito; un delito cometido con plena voluntad de cometerlo es siempre más grave que uno cometido de manera accidental o coaccionada. El concepto de voluntad, sin embargo, se usa para los actos jurídicos unilaterales, mientras que en los bilaterales se emplea el de consentimiento.

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Referencias