Lengua y literatura

Poemas del Renacimiento de Autores Destacados


Algunos de los poemas del Renacimiento más conocidos son la épica de Orlando Furioso del italiano Ludovico Ariosto, los sonetos de los poetas franceses de La Pléyade, la oda Vida Retirada del fray español Luis de León o El Mundo es un Escenario de William Shakespeare.

El Renacimiento fue un movimiento social, político e intelectual que transformó los valores y visiones del mundo luego del oscurantismo y decadencia de la edad media. Se ubica entre los siglos XIV y XVII.

Tras superar la época en la que todo aspecto y expresión de la sociedad giraba en torno a la figura feudal y a la figura de la iglesia, el cambio se dirigió hacia el redescubrimiento del ser humano virtuoso, compasivo, honorable y como el centro de la vida.

Todo esto contradecía siglos de oscurantismo medieval en donde el catolicismo romano tenía al hombre como un ser pecador, que debía buscar la redención de Dios sola y exclusivamente a través de la iglesia.

Los intelectuales en ciudades como Florencia, comenzaron a emular a los grandes filósofos y artistas de la era clásica pre-cristiana, y del experimento surgieron novedosas y revolucionarias expresiones artísticas.

Para la literatura, la invención de la imprenta en la misma época definitivamente impulsó a escritores, dramaturgos y poetas a escribir con la seguridad de que sus obras serían reproducidas en mucha cantidad y en menos tiempo, y al alcance de más personas.

Los siguientes poemas están agrupados en algunos autores de los cuatro países más influyentes del Renacimiento europeo.

Índice del artículo

Poemas renacentistas de Italia

La Divina Comedia. Dante Alighieri

Fue una obra extensa escrita en poesía. La descripción del infierno, purgatorio y el paraíso son el mejor ejemplo de la tendencia religiosa medieval que aún estaba a inicios del siglo XIV.

Sin embargo se dice que fue el primer indicio literario de cambio del enfoque, ya que las motivaciones y acciones de los personajes mostraron dimensiones humanas profundas y reflexivas nunca antes ilustradas.

Algunos la consideran la obra literaria de transición entre la edad media y el Renacimiento. El peso de los valores humanos en la obra tuvo un gran impacto en la época, tanto como los temas y conceptos relacionados con la cristiandad.

Cancionero. Francesco Petrarca

Obra lírica que contiene una colección de 366 poemas centrados en el amor idealizado hacia una dama de nombre Laura. Fueron compuestos en el siglo XIV y publicados en 1470.

Este poeta, quien también fue un renombrado filósofo, es considerado el padre del humanismo; y fue el primero en acuñar el término “Edad Oscura” para describir época que hoy conocemos como el medio evo o edad media.

La forma de los textos del Cancionero es el soneto. La estructura conocida como “soneto Petrarca” debe su nombre gracias a la fama que este autor le dio con sus poemas

Orlando furioso. Ludovico Ariosto

Es una extensa epopeya o poema épico considerado un sucesor de las historias de caballería típicas de la edad media, pero con el indiscutible tono y enfoque humanista del Renacimiento. Fue publicada a inicios del siglo XVI.

Cuenta con 46 cantos compuestos en octavas y describe los conflictos entre cristianos y musulmanes del ciclo Carolingio.

El personaje principal, Orlando, es el mismo protagonista del poema épico “El Cantar de Roldán” del siglo XI.

Soneto a Laura. Francesco Petrarca

A una joven bajo un verde laurel

Amor lloraba, y yo con él gemía…

Bendito sea el año, el punto, el día…

El que su arte infinita y providencia…

En la muerte de Laura

Fue el día en que del sol palidecieron…

Los que en mis rimas sueltas…

Mi loco afán está tan extraviado…

Mis venturas se acercan lentamente…

No tengo paz ni puedo hacer la guerra…

Porque una hermosa en mí quiso vengarse…

Si con suspiros de llamaros trato…

Si el fuego con el fuego no perece…

¡Quién vio ventura tal, cuando de uno. Francesco Petrarca

¡Quién vio ventura tal, cuando de uno

del par de ojos que más bello yo auguro,

viéndolo de dolor malo y oscuro,

llegó luz que hizo el mío enfermo y bruno!

Volviendo a deshacer así el ayuno

de ver a la que aquí sola procuro,

me fue Cielo y Amor hoy menos duro,

por más que todo don cuento y reúno;

pues de ojo diestro (o sol mejor dijera)

de ella encontró en el diestro mío hospicio

el mal que me deleita y no me ulcera;

que, como si tuviera alas y juicio,

casi cometa fue de la alta esfera;

y la Piedad para llegar le daba indicio.

¡quién vio ventura tal cuando de uno!

Orlando furioso (fragmento). Francesco Petrarca

Las damas, héroes, armas, el decoro,

amor, audaces obras ahora canto

del tiempo en que pasó de África el moro

cruzando el mar, y a Francia sumió en llanto,

siguiendo el juvenil furor a coro

de Agramante su rey, que henchido, y cuánto,

quiso vengar la muerte de Troyano

en Carlomagno, emperador romano.

Diré también de Orlando paladino

cosa no dicha nunca en prosa o rima,

pues loco y en furor de amor devino

hombre que antes gozó por sabio estima;

si de esa que me trae casi en tal tino

que el poco ingenio a ras a ras me lima,

me es concedido verso limpio y neto

que me baste a cumplir cuanto hoy prometo.

Poemas renacentistas de Francia

Sonetos para Helena. Pierre de Ronsard

Es un cancionero petrarquista de poemas líricos muy elegantes dedicados a Helena de Surgére. Se dio a conocer fácilmente por el renombre que tenía el autor como líder de un grupo de 7 poetas franceses asociados bajo el nombre griego de La Péyade.

Este grupo es considerado responsable de la introducción más intelectual, pura y autoconsciente del renacimiento en la literatura francesa. El cancionero fue publicado en 1574.

Las Añoranzas. Joachim du Bellay

Es una recopilación de 191 sonetos sobre la nostalgia al país. Du Bellay los compuso mientras vivió en Roma entre 1553 y 1557. Fue publicado en 1558. Este poeta también formó parte de La Pléyade.

Elegías. Louise Labé

Son tres poemas de lamentación, aflicción y tristeza que forman parte de la colección del libro Euvres, junto con dos textos en prosa y 24 sonetos de la poeta. Fueron publicados en 1555.

Poemas renacentistas de España

El renacimiento en relación a las artes en España se le denomina como Siglo de Oro español.

A la Vida Retirada. Fray Luis de León

Es un poema lírico escrito como una oda al aislamiento del mundo y la vida simple. Su estructura es de estanzas de 5 versos compuestos con un lenguaje muy sobrio y concentrado.

¡Qué descansada vida
la del que huye del mundanal ruïdo,
y sigue la escondida
senda, por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido;

Que no le enturbia el pecho
de los soberbios grandes el estado,
ni del dorado techo
se admira, fabricado
del sabio Moro, en jaspe sustentado!

No cura si la fama
canta con voz su nombre pregonera,
ni cura si encarama
la lengua lisonjera
lo que condena la verdad sincera.

¿Qué presta a mi contento
si soy del vano dedo señalado;
si, en busca deste viento,
ando desalentado
con ansias vivas, con mortal cuidado?

¡Oh monte, oh fuente, oh río,!
¡Oh secreto seguro, deleitoso!
Roto casi el navío,
a vuestro almo reposo
huyo de aqueste mar tempestuoso.

Un no rompido sueño,
un día puro, alegre, libre quiero;
no quiero ver el ceño
vanamente severo
de a quien la sangre ensalza o el dinero.

Despiértenme las aves
con su cantar sabroso no aprendido;
no los cuidados graves
de que es siempre seguido
el que al ajeno arbitrio está atenido.

Vivir quiero conmigo,
gozar quiero del bien que debo al cielo,
a solas, sin testigo,
libre de amor, de celo,
de odio, de esperanzas, de recelo.

Del monte en la ladera,
por mi mano plantado tengo un huerto,
que con la primavera
de bella flor cubierto
ya muestra en esperanza el fruto cierto.

Y como codiciosa
por ver y acrecentar su hermosura,
desde la cumbre airosa
una fontana pura
hasta llegar corriendo se apresura.

Y luego, sosegada,
el paso entre los árboles torciendo,
el suelo de pasada
de verdura vistiendo
y con diversas flores va esparciendo.

El aire del huerto orea
y ofrece mil olores al sentido;
los árboles menea
con un manso ruïdo
que del oro y del cetro pone olvido.

Téngase su tesoro
los que de un falso leño se confían;
no es mío ver el lloro
de los que desconfían
cuando el cierzo y el ábrego porfían.

La combatida antena
cruje, y en ciega noche el claro día
se torna, al cielo suena
confusa vocería,
y la mar enriquecen a porfía.

A mí una pobrecilla
mesa de amable paz bien abastada
me basta, y la vajilla,
de fino oro labrada
sea de quien la mar no teme airada.

Y mientras miserable-
mente se están los otros abrazando
con sed insacïable
del peligroso mando,
tendido yo a la sombra esté cantando.

A la sombra tendido,
de hiedra y lauro eterno coronado,
puesto el atento oído
al son dulce, acordado,
del plectro sabiamente meneado.

Soliloquios amorosos de un alma a Dios. Lope de Vega

Son una serie de 7 poemas con el estilo típico de la Edad de Oro; monólogos líricos largos con versos cortos donde con pocas palabras se trasmite mucho significado.

Los temas están plagados con referencias tanto religiosas como paganas. Los 4 primeros se publicaron en 1612, y la compilación de los 7 en 1626. A continuación se muestran los soliloquios tercero, cuarto, sexto y séptimo, que serán los leídos.

SOLILOQUIO TERCERO

Manso Cordero ofendido,

puesto en una Cruz por mi,

que mil veces os vendí,

después que fuisteis vendido.

Dadme licencia, Señor,

para que, deshecho en llanto,

pueda en vuestro rostro santo

llorar lágrimas de amor.

¿Es posible, vida mía,

que tanto mal os causé,

que os dejé, que os olvidé,

ya que vuestro amor sabía?

Tengo por dolor más fuerte,

que el veros muerto por mi,

el saber que os ofendí,

cuando supe vuestra muerte.

Que antes que yo la supiera,

tanto dolor os causara,

alguna disculpa hallara,

pero después, no pudiera.

¡Ay de mi, que sin razón

pasé la flor de mis años,

en medio de los engaños

de aquella ciega afición!

¿Qué de locos desatinos

por mis sentidos pasaron,

mientras que no me miraron,

Sol, vuestros ojos divinos!

Lejos anduve de Vos,

hermosura celestial,

lejos, y lleno de mal,

como quien vive sin Dios.

Mas no me haber acercado

antes de ahora, sería

ver que seguro os tenía,

porque estábades clavado.

Que a fe que si yo supiera

que os podíades huir,

que yo os viniera a seguir,

primero que me perdiera.

¡Oh piedad desconocida

de mi loco desconcierto,

que adónde Vos estáis muerto,

esté segura mi vida!

¡Pero qué fuera de mi,

si me hubiérades llamado

en medio de mi pecado

al tribunal que ofendí!

Bendigo vuestra piedad,

pues me llamáis a que os quiera,

como si de mi tuviera

vuestro amor necesidad.

Vida mía, ¿Vos a mi

en qué me habéis menester,

si a Vos os debo mi ser,

cuanto soy, y cuanto fui?

¿Para qué puedo importaros,

si soy lo que Vos sabéis?

¿qué necesidad tenéis?

¿qué cielo tengo que daros?

¿Qué gloria buscáis aquí?

pues sin Vos, mi bien eterno,

todo parezco un infierno,

¡mirad cómo entráis en mi!

Pero ¿quien puede igualar

a vuestro divino amor?

como Vos amáis, Señor,

¿qué Serafín puede amar?

Yo os amo, Dios soberano,

no como Vos merecéis,

pero cuanto Vos sabéis

que cabe en sentido humano.

Hallo tanto que querer,

y estoy tan tierno por Vos,

que si pudiera ser Dios,

os diera todo mi ser.

Toda el alma de Vos llena

me saca de mi, Señor,

dejadme llorar de amor,

como otras veces de pena.

SOLILOQUIO CUARTO

De mi descuido, Señor,

dicen que tenéis cuidado,

pues si a Dios cuidado he dado,

¿cómo no le tengo amor?

Yo pensaba que os amaba,

no más de porque os quería;

quien tales obras hacía,

lejos de amaros estaba.

Deciros amores yo,

qué importa en tantos errores,

obras, Señor, son amores,

que buenas palabras, no.

¡Ay, Señor, cuando seré

tal como Vos deseáis!

si no os amo, y Vos me amáis,

¿de mi y de Vos, qué diré?

Diré de Vos, que sois Dios,

y de mi, que no soy hombre,

que aun no merece este nombre

el que no os conoce a Vos.

¡Ay ciegos errores míos!

Abridme, Señor, los ojos,

para ver vuestros enojos,

y entender mis desvaríos.

Dadme bien a conocer

lo que va de Vos a mi,

no miréis a lo que fui,

sino a lo que puedo ser.

No me escondáis vuestra cara,

Cristo, Juez Soberano,

clavada tenéis la mano,

y a las espaldas la vara.

Cuanto mi pecado admira,

templa el ser Vos el remedio,

poned vuestra Cruz en medio

de mi culpa, y vuestra ira.

Si estáis, mi vida, enojado,

y sois fuerte como Dios,

dejadme esconder de Vos

en vuestro mismo costado.

Mas si lo que Job respondo,

y ha de guardarme el Infierno,

¿cómo yo, mi bien eterno,

en vuestro pecho me escondo?

Mas dejadme entrar allí,

que si allí me halláis, mi Dios,

lastimaros fuera a Vos

el no perdonarme a mi.

Vida de toda mi vida,

no de toda, que fue loca,

pero vida desta poca

a Vos tan tarde ofrecida.

Véisme aquí, dulce Señor,

enamorado, y corrido

del tiempo que no he tenido

a vuestra hermosura amor.

Queredme, pues tanto os quiero,

no aguardéis a que mañana

me vuelva ceniza vana,

que lleve el viento ligero.

Que si entonces me buscáis,

por dicha no me hallaréis,

pues que Vos solo sabéis

el término que me dais.

Siendo tan fiera mi culpa,

parece que os hago fieros,

perdonad si es ofenderos,

daros la vida en disculpa.

Vos sabéis su brevedad,

y yo se que os ofendí,

Vos sabéis lo que hay en mi,

y yo se vuestra piedad.

No por tener confianza,

mas porque la Fe me muestra,

que en la misma sangre vuestra

se ha de poner la esperanza.

Si no templáis los enojos,

tomad, Señor entre tanto

este presente de llanto

en el plato de mis ojos.

SOLILOQUIO SEXTO

Ojos ciegos, y turbados,

si pecados son venenos,

¿como estáis claros, y buenos,

después que lloráis pecados?

Si mis pecados lloráis,

que el alma lavar desea,

y es una cosa tan fea,

¿cómo tan claros estáis?

No se qué sienta de vos,

que después que habéis llorado,

tan claros habéis quedado,

que osasteis mirar a Dios.

En la Cruz debió de ser

donde su costado aplica

el agua, que clarifica

los ojos, que le han de ver.

Y aunque por lanza sacada,

no es lance que merecistes,

pues siempre que le ofendistes,

le distes otra lanzada.

Mas ya los tengo, Señor,

en dos mares anegados,

ya lloran por mis pecados,

ya lloran por vuestro amor.

Si por miraros dejaron,

echo de ver que también

por ellos gané mi bien,

pues que llorando os hallaron.

Llorar por satisfacción

de mis culpas, justo es,

pero tiene el interés

de conquistar el perdón.

Que las lágrimas, que van

a vuestra Sangre Divina,

saben correr la cortina

de los enojos que os dan.

Y importándome, Señor,

tanto el verlos perdonados,

más que llorar mis pecados,

me sabe llorar de amor.

Pésame de no tener

gran caudal para llorar,

por mi, de puro pesar,

por Vos, de puro placer.

Prestadme, fuentes y ríos,

vuestras eternas corrientes,

aunque en estas cinco fuentes

las hallan los ojos míos.

Ya, Jesús, mi corazón

no sabe más de llorar,

que le ha convertido en mar,

el mar de vuestra Pasión.

Hay unos hombres tan raros,

que se sustentan de olor,

¡oh quien viviera, Señor,

de llorar y de miraros!

Y cuando del llanto en calma,

por falta de humor quedase,

¡quien por de dentro llorase

desde los ojos al alma!

Para llorar he pensado,

¡oh celestial hermosura!

que no hay mejor coyuntura,

que veros descoyuntado.

¡Ay Dios, si os amara yo

al paso que os ofendí!

mi amor me dice que si,

y mis pecados, que no.

Si tanta pena es perderos,

y tanta gloria es ganaros,

cuando supe imaginaros,

¿cómo no supe quereros?

¡Oh gloria de mi esperanza,

¿cómo fue tal mi rudeza,

que dejase la firmeza,

y buscase la mudanza?

Mas lloraré de tal suerte

mis pecados, Cristo mío,

que mi vida vuelta en río,

corra hasta el mar de la muerte.

SOLILOQUIO SÉPTIMO

Hoy para rondar la puerta

de vuestro santo costado,

Señor, un alma ha llegado

de amores de un muerto, muerta.

Asomad el corazón,

Cristo, a esa dulce ventana,

oiréis de mi voz humana

una divina canción.

Cuando de Egipto salí,

y el mar del mundo pasé,

dulces versos os canté,

mil alabanzas os di.

Mas ahora que en Vos veo

la Tierra de Promisión,

deciros una canción

que os enamore, deseo.

Muerto estáis, por eso os pido

el corazón descubierto:

Para perdonar, despierto;

para castigar, dormido.

Si decís que está velando,

cuando Vos estáis durmiendo,

¿quien duda, que estáis oyendo

a quien os canta llorando?

Y aunque él se duerma, Señor,

el amor vive despierto:

Que no es el amor el muerto,

Vos sois el muerto de amor.

Que si la lanza, mi Dios,

el corazón pudo herir,

no pudo el amor morir,

que es tan vida como Vos.

Corazón de mi esperanza,

la puerta tenéis estrecha,

que a otros pintan con flecha,

y a vos os pintan con lanza.

Mas porque la lanza os cuadre,

un enamorado dijo,

que a no haber puerta en el Hijo,

¿por donde se entrará al Padre?

Anduve de puerta en puerta

cuando a Vos no me atreví,

pero en ninguna pedí,

que la hallase tan abierta.

Pues como abierto os he visto,

a Dios quise entrar por Vos,

que nadie se atreve a Dios,

sin poner delante a Cristo.

Y aun ese lleno de heridas,

porque sienta el Padre Eterno,

que os cuestan, Cordero tierno,

tanta sangre nuestras vidas.

Vuestra Madre fue mi Estrella,

que, siendo Huerto cerrado,

a vuestro abierto costado

todos llegamos por ella.

Ya con ansias del amor

que ese costado me muestra,

para ser estampa vuestra,

quiero abrazaros, Señor.

La cabeza imaginé

defendieran las espinas,

y hallé mil flores divinas,

con que el desmayo pasé.

Porque ya son mis amores

tan puros, y ardientes rayos,

que me han de matar desmayos,

si no me cubrís de flores.

Cuando a mi puerta salí

a veros, Esposo mío,

coronada de rocío

toda la cabeza os vi.

Mas hoy, que a la vuestra llego,

con tanta sangre salís,

que parece que decís:

Socórreme, que me anego.

Ya voy a vuestros abrazos

puesto que descalza estoy,

bañada en lágrimas voy,

desclavad, Jesús, los brazos.

A Dulcinea del Toboso. Miguel de Cervantes Saavedra

Es un poema lírico de los muchos insertados dentro de su novela destacada Don Quijote de la Mancha, en un intento de ilustrar parte de los valores de la caballería medieval; el del amor idealizado hacia las doncellas.

¡Oh, quién tuviera, hermosa Dulcinea,

por más comodidad y más reposo,

a Miraflores puesto en el Toboso,

y trocara sus Londres con tu aldea!

¡Oh, quién de tus deseos y librea

alma y cuerpo adornara, y del famoso

caballero que hiciste venturoso

mirara alguna desigual pelea!

¡Oh, quién tan castamente se escapara

del señor Amadís como tú hiciste

del comedido hidalgo don Quijote!

Que así envidiada fuera, y no envidiara,

y fuera alegre el tiempo que fue triste,

y gozara los gustos sin escotes.

Galatea. Miguel de Cervantes

Tanto cuanto el amor convida y llama

al alma con sus gustos de apariencia,

tanto más huye su mortal dolencia

quien sabe el nombre que le da la fama.

Y el pecho opuesto a su amorosa llama,

armado de una honesta resistencia,

poco puede empecerle su inclemencia,

poco su fuego y su rigor le inflama.

Segura está, quien nunca fue querida

ni supo querer bien, de aquella lengua

que en su deshonra se adelgaza y lima;

mas si el querer y el no querer da mengua,

¿en qué ejercicios pasará la vida

la que más que al vivir la honra estima?

Coplas del alma que pena por ver a Dios. San Juan de la Cruz

Vivo sin vivir en mí

y de tal manera espero,

que muero porque no muero.

I

En mí yo no vivo ya,

y sin Dios vivir no puedo;

pues sin él y sin mí quedo,

este vivir ¿qué será?

Mil muertes se me hará,

pues mi misma vida espero,

muriendo porque no muero.

II

Esta vida que yo vivo

es privación de vivir;

y así, es continuo morir

hasta que viva contigo.

Oye, mi Dios, lo que digo:

que esta vida no la quiero,

que muero porque no muero.

III

Estando ausente de ti

¿qué vida puedo tener,

sino muerte padecer

la mayor que nunca vi?

Lástima tengo de mí,

pues de suerte persevero,

que muero, porque no muero.

IV

El pez que del agua sale

aun de alivio no carece,

que en la muerte que padece

al fin la muerte le vale.

¿Qué muerte habrá que se iguale

a mi vivir lastimero,

pues si más vivo más muero?

V

Cuando me pienso aliviar

de verte en el Sacramento,

háceme más sentimiento

el no te poder gozar;

todo es para más penar

por no verte como quiero,

y muero porque no muero.

Cantar de la alma. San Juan de la Cruz

¡Qué bien sé yo la fonte que mana y corre,

aunque es de noche!.

I

Aquella eterna fonte está ascondida.

¡Que bien sé yo do tiene su manida

aunque es de noche!

II

Su origen no lo sé pues no le tiene

mas sé que todo origen della viene

aunque es de noche.

III

Sé que no puede ser cosa tan bella,

y que cielos y tierra beben della

aunque es de noche.

IV

Bien sé que suelo en ella no se halla

y que ninguno puede vadealla

aunque es de noche.

V

Su claridad nunca es escurecida

y sé que toda luz de ella es venida

aunque es de noche.   

VI

Sée ser tan caudalosos sus corrientes,

que infiernos cielos riegan y a las gentes

aunque es de noche.

VII

El corriente que nace desta fuente

bien sé que es tan capaz y omnipotente

aunque es de noche.

Una vida retirada (fragmento). Fray Luis de León

¡Qué descansada vida

la del que huye del mundanal ruido,

y sigue la escondida

senda, por donde han ido

los pocos sabios que en el mundo han sido;

Que no le enturbia el pecho

de los soberbios grandes el estado,

ni del dorado techo

se admira, fabricado

del sabio Moro, en jaspe sustentado!

No cura si la fama

canta con voz su nombre pregonera,

ni cura si encarama

la lengua lisonjera

lo que condena la verdad sincera…

Del mundo y su vanidad (fragmento). Fray Luís de León

Los que tenéis en tanto

la vanidad del mundanal ruïdo,

cual áspide al encanto

del Mágico temido,

podréis tapar el contumaz oído.

Porque mi ronca musa,

en lugar de cantar como solía,

tristes querellas usa,

y a sátira la guía

del mundo la maldad y tiranía.

Escuchen mi lamento

los que, cual yo, tuvieren justas quejas,

que bien podrá su acento

abrasar las orejas,

rugar la frente y enarcar las cejas.

Mas no podrá mi lengua

sus males referir, ni comprehendellos,

ni sin quedar sin mengua

la mayor parte dellos,

aunque se vuelven lenguas mis cabellos.

Pluguiera a Dios que fuera

igual a la experiencia el desengaño,

que daros le pudiera,

porque, si no me engaño,

naciera gran provecho de mi daño.

No condeno del mundo

la máquina, pues es de Dios hechura;

en sus abismos fundo

la presente escritura,

cuya verdad el campo me asegura.

A una señora pasada la mocedad. Fray Luís de León

   Elisa, ya el preciado

cabello que del oro escarnio hacía

la nieve ha variado.

¡Ay! ¿yo no te decía:

“recoge, Elisa, el pie, que vuela el día?”

   Ya los que prometían

durar en tu servicio eternamente,

ingratos se desvían

por no mirar la frente

con rugas afeada, el negro diente.

   ¿Qué tienes del pasado

tiempo sino dolor? ¿cuál es el fruto

que tu labor te ha dado,

si no es tristeza y luto

y el alma hecha sierva a vicio bruto?

   ¿Qué fe te guarda el vano

por quien tú no guardaste la debida

a tu bien soberano?

¿por quién mal proveída

perdiste de tu seno la querida

   prenda? ¿por quién velaste?

¿por quién ardiste en celos? ¿por quién uno

el cielo fatigaste

con gemido importuno?

¿por quién nunca tuviste acuerdo alguno

   de ti mesma? Y agora

rico de tus despojos, más ligero

que el ave huye, y adora

a Lida el lisonjero:

tú queda entregada al dolor fiero.

   ¡Oh cuánto mejor fuera

el don de la hermosura que del cielo

te vino, a cuyo era

habello dado en velo

santo, guardado bien del polvo y suelo!

   Mas ahora no hay tardía;

tanto nos es el cielo piadoso

mientras que dura el día;

el pecho hervoroso

en breve del dolor saca reposo…

Nata te turbe. Santa Teresa de Jesús

Nada te turbe,

nada te espante,

todo se pasa,

Dios no se muda,

La paciencia,

 todo lo alcanza,

Quien a Dios tiene,

 nada le falta.

Sólo Dios basta.

¿Qué mandáis a hacer de mi? (fragmento). Santa Teresa de Jesús

Vuestra soy, para vos nací:

¿qué mandáis hacer de mi?

Soberana Majestad,

eterna sabiduría,

Bondad buena al alma mía;

Dios, Alteza, un Ser, Bondad:

la gran vileza mirad,

que hoy os canta amor así:

¿qué mandáis hacer de mi?

Vuestra soy, pues me criastes,

vuestra pues me redimistes,

vuestra, pues que me sufristes,

vuestra pues que me llamastes.

vuestra, porque me esperastes,

vuestra pues no me perdí,

¿qué mandáis hacer de mi?

¿Qué mandáis, pues, buen Señor,

que haga tan vil criado?

¿Cuál oficio le habéis dado

a este esclavo pecador?

veisme aquí, mi dulce amor,

amor dulce veisme aquí:

¿qué mandáis hacer de mi?

Veis aquí mi corazón,

yo le pongo en vuestra palma;

mi cuerpo, mi vida y alma,

mis entrañas y afición.

Dulce esposo y redención,

pues por vuestra me ofrecí,

¿qué mandáis hacer de mi?

Dadme muerte, dadme vida;

dad salud o enfermedad,

honra o deshonra me dad,

dadme guerra o paz crecida,

flaqueza o fuerza cumplida,

que a todo digo que sí:

¿qué mandáis hacer de mi?

Dadme riqueza o pobreza,

dad consuelo o desconsuelo,

dadme alegría o tristeza,

dadme inferno o dadme cielo,

vida dulce, sol sin velo,

pues del todo me rendí:

¿qué mandáis hacer de mi?…

Sonetos. Garcilaso de la Vega

I

Cuando me paro a contemplar mi’stado

y a ver los pasos por dó me han traído,

hallo, según por do anduve perdido,

que a mayor mal pudiera haber llegado;

más cuando del camino’stó olvidado,

a tanto mal no sé por dó he venido;

sé que me acabo, y más he yo sentido

ver acabar conmigo mi cuidado.

Yo acabaré, que me entregué sin arte

a quien sabrá perderme y acabarme

si quisiere, y aún sabrá querello;

que pues mi voluntad puede matarme,

la suya, que no es tanto de mi parte,

pudiendo, ¿qué hará sino hacello?

A la tristeza. Juan Boscán

Tristeza, pues yo soy tuyo,

tú no dejes de ser mía;

mira bien que me destruyo,

sólo en ver que el alegría

presume de hacerme suyo.

¡Oh tristeza!

que apartarme de contigo

es la más alta crueza

que puedes usar conmigo.      

No huyas ni seas tal

que me apartes de tu pena;

soy tu tierra natural,

no me dejes por la ajena

do quizá te querrán mal.

Pero di,

ya que estó en tu compañía:

¿Cómo gozaré de ti,

que no goce de alegría?      

Que el placer de verte en mí

no hay remedio para echallo.

¿Quién jamás estuvo así?

Que de ver que en ti me hallo

me hallo que estoy sin ti.

¡Oh ventura!

¡Oh amor, que tú heciste

que el placer de mi tristura

me quitase de ser triste!      

Pues me das por mi dolor

el placer que en ti no tienes,

porque te sienta mayor,

no vengas, que si no vienes,

entonces vernás mejor.

pues me places,

vete ya, que en tu ausencia

sentiré yo lo que haces

mucho más que en tu presencia.

La ausencia. Juan Boscán

Quien dice que la ausencia causa olvido

merece ser de todos olvidado.

El verdadero y firme enamorado

está, cuando está ausente, más perdido.      

Aviva la memoria su sentido;

la soledad levanta su cuidado;

hallarse de su bien tan apartado

hace su desear más encendido.      

No sanan las heridas en él dadas,

aunque cese el mirar que las causó,

si quedan en el alma confirmadas.      

Que si uno está con muchas cuchilladas,

porque huya de quien lo acuchilló,

no por eso serán mejor curadas.

La cabellera cortada. Gutierre de Cetina

¿Son éstos los rubísimos cabellos

que ya bajando en trenzas elegantes,

ya llovidos de perlas y diamantes,

ya al aura sueltos, eran siempre bellos?

¡Ah!

¿Quién los pudo separar de aquellos

vivos marfiles que ceñían antes,

del más bello de todos los semblantes,

de sus hermanos más felices que ellos?

Médico indocto, ¿fue el remedio solo

que hallaste, el arrancar con vil tijera

tan rico pelo de tan noble frente?

Pero sin duda te lo impuso Apolo

para que así no quede cabellera

que con la suya competir intente.

No miréis más. Gutierre de Cetina

No miréis más, señora,

con tan grande atención esa figura,

no os mate vuestra propia hermosura.

Huid, dama, la prueba

de lo que puede en vos la beldad vuestra.

Y no haga la muestra

venganza de mi mal piadosa y nueva.

El triste caso os mueva

del mozo convertido entre las flores

en flor, muerto de amor de sus amores.

Poemas renacentistas de Inglaterra

Gracias al gusto de la Reina Isabel I por el teatro y la literatura, muchos escritores tuvieron una plataforma socio-política bastante libre y flexible para desarrollar su creatividad artística entre los siglos XVI y XVII.

Esto permitió que la sociedad en el Renacimiento inglés conociera las obras de muchos escritores y poetas, a través del teatro o de las publicaciones.

Lo parlamentos de las obras de teatro en Inglaterra eran escritas en alguna clase de verso, generalmente poema lírico.

Del pastor apasionado a su amor. Christopher Marlowe 

Es uno de los poemas de amor escritos en inglés más conocidos y uno de los primeros ejemplos del estilo pastoril de poesía británica del final del Renacimiento.

Ilustra el estilo de vida sencillo del campo entre los rebaños, las cosechas y los cambios de estación. El poema fue publicado en 1599, seis años luego del fallecimiento de Marlowe.

Ven a vivir conmigo y sé mi amor,
y probaremos todos los placeres
que los montes, los valles y los campos,
y las abruptas cumbres nos ofrezcan.

Allí nos sentaremos en las rocas
a observar los rebaños y pastores,
junto a un riachuelo tenue, en cuyos saltos
músicas aves cantan madrigales.

Allí te tejeré un lecho de rosas
y un sinfín de fragantes ramilletes
y te haré una corona y un vestido
todo en hojas de mirto fabricado.

Te haré un tapado con la mejor lana
que nos puedan brindar nuestras ovejas,
y hermosas zapatillas para el frío
que han de tener hebillas de oro puro.

Un cinturón de paja y tiernos brotes,
con broches de coral y tachas de ámbar:
y si tales placeres te persuaden,
ven a vivir conmigo y sé mi amor.

Argénteos platos para los manjares,
igual de hermosos que los de los dioses,
en mesa de marfil serán dispuestos
para ti y para mí, todos los días.

En primavera, los pastores jóvenes
te halagarán con cantos y con bailes;
si conmueven tu alma estas delicias,
ven a vivir conmigo y sé mi amor.

El Paraíso Perdido. John Milton

Es un extenso poema épico narrativo escrito en verso blanco, considerado la obra maestra del autor y un ícono de la literatura inglesa del Renacimiento.

Trata sobre la caída de Adan y Eva de la gracia de Dios, pero no como una desgracia sino como una bendición.

Inspirado por épicas clásicas como La Odisea, La Ilíada y La Eneida, se esmeró en concretar una obra de similar brillo artístico en su idioma materno. Fue publicado en 1667.

Poemas renacentistas de Alemania

En Alemania, por aquel entonces Sacro Imperio Germánico, el Renacimiento estuvo condicionado por la Reforma Protestante y la invención de la imprenta en el siglo XV, siendo una revolución que se extendió pronto por Europa y el resto del mundo. Antes, el movimiento literario estuvo marcado por la estética nórdica, la cual perduró hasta el siglo XVI.

El Renacimiento alemán destacó por desvincularse del arte clásico como ocurría en el resto de Europa, centrándose en la renovación humanística que estaba provocando la Reforma Protestante iniciada por Martín Lutero.

Algunos de sus autores más destacados fueron Hans Sachs, Ulrich von Hutten, Johann Fischart, Jörg Wickram, Konrad Celtis o Sebastian Brant.

La nave de los locos. Sebastian Brant

Esta es mi nave de los locos
de la locura es el espejo.
Al mirar el retrato oscuro
todos se van reconociendo.
Y al contemplarse todos saben
que ni somos ni fuimos cuerdos,
y que no debemos tomarnos
por eso que nunca seremos.
No hay un hombre sin una grieta,
y nadie puede pretenderlo;
nadie está exento de locura,
nadie vive del todo cuerdo.

Elogio de la mosca (extractos). Luciano de Samósata

Mas quiero referirme al aspecto más
extraordinario de su naturaleza. Es éste el
único dato que Platón omite en su tratado
acerca del alma y su inmortalidad. Cuando
muere una mosca, resucita si se la cubre de
ceniza, operándose en ella una palingenesia y
segunda vida desde un principio, de modo
que todos pueden quedar completamente
convencidos de que también su alma es inmortal.

Es tan fuerte, que cuando pica atraviesa no
sólo la piel del hombre, sino la del buey y la
del caballo, y hasta al elefante daña
penetrando en sus arrugas y lacerándolo con
su trompa en proporción a su tamaño.

La fuente de la juventud. Hans Sachs

Me dije en sueños: vale Dios,
también eres viejo, sesenta y dos;
te vas para abajo en cuerpo y cara,
¿cómo piensas ti si no te sentaras
pronto en la fuente de la juventud
que la vieja piel también sudaras tú?
Si de todos mis vestidos me despojo,
en el sueño todo esto tengo a ojo;
a la fuente de la juventud fuime a bañar;
para quitarme las penas de la edad.

Al entrar en ella me desperté
y reíme de mi rejuvenecer;
pensé: llevaré en mis viejos días
la vieja piel que antes tenía,
no hay yerba que en la tierra crezca
que a mí, Hans Sachs, me rejuvenezca.

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Referencias

  1. The Editors of Encyclopædia Britannica (2017). Renaissance. Encyclopædia Britannica. Encyclopædia Britannica, inc. Recuperado de britannica.com.
  2. New World Encyclopedia (2008). Italian Renaissance. Recuperado de   newworldencyclopedia.org.
  3. Bamber Gascoigne (2001). History of French Literature. History of the World Recuperado de  historyworld.net.
  4. EducaLab. La poesía del Renacimiento. Recuperado de roble.pntic.mec.es.
  5. The Literature Network. Renaissance Literature. Recuperado de  online-literature.com.
  6. PoetrySoup. Famous Poets database. Recuperado de poetrysoup.com.
  7. Poem Hunter. Poets database. Recuperado de poemhunter.com.