Lengua y literatura

33 Poemas del Modernismo de Grandes Autores


Los poemas del Modernismo son composiciones que utilizan recursos literarios propios de la poesía, enmarcados en el movimiento literario denominado Modernismo. Algunos de sus representantes más reconocidos son José Martí, Amado Nervo, Ernesto Noboa o Eduardo Marquina.

El Modernismo fue un movimiento literario que se dio entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX y fue el primero que surgió en América y se propagó hacia Europa, explicado esto en gran medida por los movimientos independentistas que se suscitaron en el continente durante esos años.

En el Modernismo, la poesía jugó un papel protagónico, ya que a través de ella se pudieron expresar las nuevas ideas cosmopolitas y las tendencias creativas de la época, que desdeñaban las directrices establecidas por el Realismo y el Naturalismo.

El Modernismo fue entonces una corriente literaria marcada por la rebeldía, la innovación y el espíritu libertario.

Lista de poemas de los autores más famosos del Modernismo

Canto de Esperanza

Un gran vuelo de cuervos mancha el azul celeste.
Un soplo milenario trae amagos de peste.
Se asesinan los hombres en el extremo Este.
¿Ha nacido el apocalíptico Anticristo?
              
Se han sabido presagios y prodigios se han visto
y parece inminente el retorno de Cristo.
La tierra está preñada de dolor tan profundo
que el soñador, imperial meditabundo,
sufre con las angustias del corazón del mundo.
              
Verdugos de ideales afligieron la tierra,
en un pozo de sombra la humanidad se encierra
con los rudos molosos del odio y de la guerra.
¡Oh, Señor Jesucristo! por qué tardas, qué esperas
para tender tu mano de luz sobre las fieras
y hacer brillar al sol tus divinas banderas!
              
Surge de pronto y vierte la esencia de la vida
sobre tanta alma loca, triste o empedernida,
que amante de tinieblas tu dulce aurora olvida.
Ven, Señor, para hacer la gloria de Ti mismo.
              
Ven con temblor de estrellas y horror de cataclismo,
ven a traer amor y paz sobre el abismo.
Y tu caballo blanco, que miró el visionario,
pase. Y suene el divino clarín extraordinario.
Mi corazón será brasa de tu incensario.

Rubén Darío  (Nicaragua)

Que el amor no admite cuerdas reflexiones

Señora, Amor es violento,
y cuando nos transfigura
nos enciende el pensamiento
la locura.

No pidas paz a mis brazos
que a los tuyos tienen presos:
son de guerra mis abrazos
y son de incendio mis besos;
y sería vano intento
el tornar mi mente obscura
si me enciende el pensamiento
la locura.

Clara está la mente mía
de llamas de amor, señora,
como la tienda del día
o el palacio de la aurora.
Y el perfume de tu ungüento
te persigue mi ventura,
y me enciende el pensamiento
la locura.

Mi gozo tu paladar
rico panal conceptúa,
como en el santo Cantar:
Mel et lac sub lingua tua.
La delicia de tu aliento
en tan fino vaso apura,
y me enciende el pensamiento
la locura.

Rubén Darío (Nicaragua)

Y te busqué por pueblos…

Y te busqué por pueblos,
Y te busqué en las nubes,
Y para hallar tu alma,
Muchos lirios abrí, lirios azules.

Y los tristes llorando me dijeron: 
¡Oh, qué dolor tan vivo! 
¡Que tu alma ha mucho tiempo que vivía 
En un lirio amarillo!

Mas dime ¿cómo ha sido? 
¿Yo mi alma en mi pecho no tenía? 
Ayer te he conocido, 
Y el alma que aquí tengo no es la mía.

José Martí (Cuba)

Siempre que hundo la mente en libros graves…

Siempre que hundo la mente en libros graves 
La saco con un haz de luz de aurora: 
Yo percibo los hilos, la juntura, 
La flor del Universo: yo pronuncio 
Pronta a nacer una inmortal poesía. 
No de dioses de altar ni libros viejos 
No de flores de Grecia, repintadas 
Con menjurjes de moda, no con rastros 
De rastros, no con lívidos despojos 
Se amansará de las edades muertas: 
Sino de las entrañas exploradas 
Del Universo, surgirá radiante 
Con la luz y las gracias de la vida. 
Para vencer, combatirá primero: 
E inundará de luz, como la aurora.

José Martí (Cuba)

Para entonces

Quiero morir cuando decline el día,
en alta mar y con la cara al cielo,
donde parezca sueño la agonía,
y el alma, un ave que remonta el vuelo.

No escuchar los últimos instantes,
ya con el cielo y con el mar a solas,
más voces ni plegarias sollozantes
que el majestuoso tumbo de las olas.

Morir cuando la luz, triste, retira
sus áureas redes de la onda verde,
y ser como ese sol que lento expira:
algo muy luminoso que se pierde.

Morir, y joven: antes que destruya
el tiempo aleve la gentil corona;
cuando la vida dice aún: soy tuya,
aunque sepamos bien que nos traiciona.

Manuel Gutiérrez Nájera (México)

El Primer Beso

Yo ya me despedía… y palpitante
cerca mi labio de tus labios rojos,
«Hasta mañana», susurraste;
yo te miré a los ojos un instante
y tú cerraste sin pensar los ojos
y te di el primer beso: alcé la frente
iluminado por mi dicha cierta.

Salí a la calle alborozadamente
mientras tú te asomabas a la puerta
mirándome encendida y sonriente.
Volví la cara en dulce arrobamiento,
y sin dejarte de mirar siquiera,
salté a un tranvía en raudo movimiento;
y me quedé mirándote un momento
y sonriendo con el alma entera,
y aún más te sonreí… Y en el tranvía
a un ansioso, sarcástico y curioso,
que nos miró a los dos con ironía,
le dije poniéndome dichoso:
-«Perdóneme, Señor esta alegría.»

Amado Nervo (México)

En Paz

Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;

porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;
que si extraje la miel o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
cuando planté rosales, coseché siempre rosas.

…Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:
¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!

Hallé sin duda largas noches de mis penas;
mas no me prometiste tú sólo noches buenas;
y en cambio tuve algunas santamente serenas…

Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!

Amado Nervo (México)

Los Ojos del Crepúsculo

Como en un fondo de agua ligera, honda y tranquila,
En lo azul de la tarde reposan las campañas.
Y a la estrella que entreabre su lúcida pupila,
La sombra de la noche le tiembla en las pestañas.

Una obscuridad leve va alisando la hierba
Con la habitual caricia de la mano en el pelo;
Y en su última mirada lleva la tierra al cielo,
La sumisa dulzura del ojo de la cierva.

El azul de la tarde quieta es el cielo mismo
Que a la tierra desciende, con deliquio tan blando,
Que parece que en ella se aclarara su abismo,
Y que en su alma profunda se estuviera mirando.

Y cuaja en el rocío que a la vera del soto
Lloran los ojos negros de la hierba nocturna;
Y contempla en el seno del agua taciturna,
Y dilata más lentos los párpados del loto.

Y cristaliza, a modo de témpanos, los muros
De la casita blanca que con su puerta mira
La paz de las praderas; y suavemente expira
En la noble tristeza de tus ojos obscuros.

Leopoldo Lugones (Argentina)

A los gauchos (fragmento)

Raza valerosa y dura

que con pujanza silvestre

dio a la patria en garbo ecuestre

su primitiva escultura.

Una terrible ventura

va a su sacrificio unida,

como despliega la herida

que al toro desfonda el cuello,

en el raudal del degüello

la bandera de la vida.

Es que la fiel voluntad

que al torvo destino alegra,

funde en vino la uva negra

de la dura adversidad.

Y en punto de libertad

no hay satisfacción más neta,

que medírsela completa

entre riesgo y corazón,

con tres cuartas de facón

y cuatro pies de cuarteta.

En la hora del gran dolor

que a la historia nos paría,

así como el bien del día

trova el pájaro cantor,

la copla del payador

anunció el amanecer,

y en el fresco rosicler

que pintaba el primer rayo,

el lindo gaucho de Mayo

partió para no volver…

Autor: Leopoldo Lugones

Un poco de cielo y un poco de lago

Un poco de cielo y un poco de lago

donde pesca estrellas el grácil bambú,

y al fondo del parque, con íntimo halago,

la noche que mira como miras tú.

Florece en los lirios de tu poesía,

la cándida luna que sale del mar.

Y en flébil delirio de azul melodía,

te infunde una vaga congoja de amar.

Los dulces suspiros que tu alma perfuman,

te dan, como a ella, celeste ascensión.

La noche.tus ojos.un poco de Schumann

y mis manos llenas de tu corazón.

Autor: Leopoldo Lugones

A l m a   c h i l e n a (fragmentos)

Todo calla, todo calla…

Sólo desde el mar, del dique

llega un resplandor de hornalla

y redobla la metralla

del martillo junto al pique.

………………

Son los trabajos del dique…

Es el formidable cántico,

el clarinazo, el repique

del martillo junto al pique

en que se halla el trasatlántico.

………………

Son los rotos de alto rango.

¿Son de dónde? Nadie sabe:

uno recuerda que en Tango

hundió el cuchillo hasta el mango

por cierto asuntillo grave…

………………

Y el maipino Juan María,

Juan José, Pancho Cabrera,

huasos que fueron un día,

hoy ya en la secretaría

de un Centro de Unión Obrera.

……………….

Todos temple de machete.

Cada uno un buen muchacho

con el buen humor de siete,

que arroja como un cohete

la pulla o el dicharacho.

…………………

Autor: Carlos Pezoa Veliz 

A una morena

Tienes ojos de abismo, cabellera

llena de luz y sombra, como el río

que deslizando su caudal bravío,

al beso de la luna reverbera.

Nada más cimbrador que tu cadera,

rebelde a la presión del atavío…

Hay en tu sangre perdurable estío

y en tus labios eterna primavera.

Bello fuera fundir en tu regazo

el beso de la muerte con tu brazo…

Espirar como un dios, lánguidamente,

teniendo tus cabellos por guirnalda,

para que al roce de una carne ardiente

se estremezca el cadáver en tu falda…

Autor: Carlos Pezoa Véliz

A la memoria de Josefina

1

De lo que fue un amor, una dulzura

sin par, hecha de ensueño y de alegría,

sólo ha quedado la ceniza fría

que retiene esta pálida envoltura.

La orquídea de fantástica hermosura,

la mariposa en su policromía

rindieron su fragancia y gallardía

al hado que fijó mi desventura.

Sobre el olvido mi recuerdo impera;

de su sepulcro mi dolor la arranca;

mi fe la cita, mi pasión la espera,

y la vuelvo a la luz, con esa franca

sonrisa matinal de primavera:

¡Noble, modesta, cariñosa y blanca!

2

Que te amé sin rival, tú lo supiste

y lo sabe el Señor; nunca se liga

la errátil hiedra a la floresta amiga

como se unió tu ser a mi alma triste.

En mi memoria tu vivir persiste

con el dulce rumor de una cantiga,

y la nostalgia de tu amor mitiga

mi duelo, que al olvido se resiste.

Diáfano manantial que no se agota,

vives en mí, y a mi aridez austera

tu frescura se mezcla gota a gota.

Tú fuiste a mi desierto la palmera,

a mi piélago amargo, la gaviota,

¡y  sólo morirás cuando yo muera!

Autor: Guillermo Valencia 

Hay un instante del crepúsculo…

Hay un instante del crepúsculo

en que las cosas brillan más,

fugaz momento palpitante

de una morosa intensidad.

Se aterciopelan los ramajes,

pulen las torres su perfil,

burila un ave su silueta

sobre el plafondo de zafir.

Muda la tarde, se concentra

para el olvido de la luz,

y la penetra un don suave

de melancólica quietud,

como si el orbe recogiese

todo su bien y su beldad,

toda su fe, toda su gracia

contra la sombra que vendrá…

Mi ser florece en esa hora

de misterioso florecer;

llevo un crepúsculo en el alma,

de ensoñadora placidez;

en él revientan los renuevos

de la ilusión primaveral,

y en él me embriago con aromas

de algún jardín que hay ¡más allá!…

Autor: Guillermo Valencia

En ti pensaba, en tus cabellos

En ti pensaba, en tus cabellos

que el mundo de la sombra envidiaría,

y puse un punto de mi vida en ellos

y quise yo soñar que tú eras mía.

Ando yo por la tierra con los ojos

alzados -¡oh, mi afán!- a tanta altura

que en ira altiva o míseros sonrojos

encendiólos la humana criatura.

Vivir: -Saber morir; así me aqueja

este infausto buscar, este bien fiero,

y todo el Ser en mi alma se refleja,

y buscando sin fe, de fe me muero.

Autor: José Martí

Yo soy un hombre sincero (fragmento)

Yo soy un hombre sincero

De donde crece la palma,

Y antes de morirme quiero

Echar mis versos del alma.

Yo vengo de todas partes,

Y hacia todas partes voy:

Arte soy entre las artes,

En los montes, monte soy.

Yo sé los nombres extraños

De las yerbas y las flores,

Y de mortales engaños,

Y de sublimes dolores.

Yo he visto en la noche oscura

Llover sobre mi cabeza

Los rayos de lumbre pura

De la divina belleza.

Alas nacer vi en los hombros

De las mujeres hermosas:

Y salir de los escombros,

Volando las mariposas.

He visto vivir a un hombre

Con el puñal al costado,

Sin decir jamás el nombre

De aquella que lo ha matado.

Rápida, como un reflejo,

Dos veces vi el alma, dos:

Cuando murió el pobre viejo,

Cuando ella me dijo adiós.

Temblé una vez -en la reja,

A la entrada de la viña,-

Cuando la bárbara abeja

Picó en la frente a mi niña.

Gocé una vez, de tal suerte

Que gocé cual nunca: -cuando

La sentencia de mi muerte

Leyó el alcaide llorando.

Oigo un suspiro, a través

De las tierras y la mar,

Y no es un suspiro, -es

Que mi hijo va a despertar.

Si dicen que del joyero

Tome la joya mejor,

Tomo a un amigo sincero

Y pongo a un lado el amor.

Autor: José Martí

Canto de otoño

Bien: ya lo sé! La Muerte está sentada

A mis umbrales: cautelosa viene,

Porque sus llantos y su amor no apronten

En mi defensa, cuando lejos viven

Padres e hijo. Al retornar ceñudo

De mi estéril labor, triste y oscura,

Con que a mi casa de invierno abrigo,

De pie sobre las hojas amarillas,

En la mano fatal la flor del sueño,

La negra toca en alas rematada,

Avido el rostro, trémulo la miro

Cada tarde aguardándome a mi puerta.

En mi hijo pienso, y de la dama oscura

Huyo sin fuerzas, devorado el pecho

De un frenético amor! Mujer más bella

No hay que la Muerte! Por un beso suyo

Bosques espesos de laureles varios,

Y las adelfas del amor, y el gozo

De remembrarme mis niñeces diera!

…Pienso en aquel a quien mi amor culpable

Trajo a vivir, y, sollozando, esquivo

De mi amada los brazos; mas ya gozo

De la aurora perenne el bien seguro.

Oh, vida, adiós! Quien va a morir, va muerto.

Autor: José Martí

Romanza de verano (fragmento)

Mediodía de verano -oro y azul- que pones                     

tanta nueva alegría, tanta ansiedad secreta,                    

¡como un florecimiento sobre los corazones!                  

Bajo la brisa inquieta                    

el parque rumoroso de nidos y canciones,         

es como un armonioso corazón de poeta.                         

Sed de amor en las almas, que humedece los ojos,                      

la divina locura de divinos excesos,                       

en los cálices rojos                        

en los labios traviesos,

como tábanos de oro, ¡revolotean los besos!                  

Por las sendas brillantes,                            

las mullidas arenas,                       

las parejas amantes                      

entretejen con hilos de los dulces instantes

el manto de las horas propicias y serenas…                      

pasan rondas frágiles, ramilletes fragantes                       

de románticas rubias y ardorosas morenas.                      

Autor: Ernesto Noboa

A mi madre

Para calmar las horas graves

del calvario del corazón

tengo tus tristes manos suaves

que se posan como dos aves

sobre la cruz de mi aflicción.

Para aliviar las horas tristes

de mi callada soledad

me basta… ¡saber que tú existes!

y me acompañas y me asistes

y me infundes serenidad.

Cuando el áspid del hastío me roe,

tengo unos libros que son en

las horas cruentas mirra, aloe,

de mi alma débil el sostén:

Heine, Samain, Laforgue, Poe

y, sobre todo, ¡mi Verlaine!

Y así mi vida se desliza

-sin objeto ni orientación-

doliente, callada, sumisa,

con una triste resignación,

entre un suspiro, una sonrisa,

alguna ternura imprecisa

y algún verdadero dolor…

Autor: Ernesto Noboa

Ego sum

Amo todo lo extraño, amo todo lo exótico;
lo equívoco y morboso, lo falso y lo anormal:
tan sólo calmar pueden mis nervios de neurótico
la ampolla de morfina y el frasco de cloral.

Amo las cosas mustias, aquel tinte clorótico
de hampones y rameras, pasto del hospital.
En mi cerebro enfermo, sensitivo y caótico,
como araña poeana, teje su red el mal.

No importa que los otros me huyan. El aislamiento
es propicio a que nazca la flor del sentimiento:
el nardo del ensueño brota en la soledad.
No importa que me nieguen los aplausos humanos
si me embriaga la música de los astros lejanos
y el batir de mis alas sobre la realidad.

Autor: Ernesto Noboa

Salmo de amor

¡Dios te bendiga, amor, porque eres bella!

¡Dios te bendiga, amor, porque eres mía!

¡Dios te bendiga, amor, cuando te miro!

¡Dios te bendiga, amor, cuando me miras!

¡Dios te bendiga si me guardas fe;

si no me guardas fe, Dios te bendiga!

¡Hoy que me haces vivir, bendita seas;

cuando me hagas morir, seas bendita!

Bendiga Dios tus pasos hacia el bien,

tus pasos hacia el mal, Dios los bendiga!

¡Bendiciones a ti cuando me acoges;

bendiciones a ti cuando me esquivas!

!Bendígate la luz de la mañana

que al despertarte hiere tus pupilas;

bendígate la sombra de la noche,

que en su regazo te hallará dormida!

¡Abra los ojos para bendecirte,

antes de sucumbir, el que agoniza!

¡Si al herir te bendice el asesino,

que por su bendición Dios le bendiga!

¡Bendígate el humilde a quien socorras!

¡Bendígante, al nombrarte, tus amigas!

¡Bendígante los siervos de tu casa!

¡Los complacidos deudos te bendigan!

¡Te dé la tierra bendición en flores,

y el tiempo en copia de apacibles días,

y el mar se aquiete para bendecirte,

y el dolor se eche atrás y te bendiga!

¡Vuelva a tocar con el nevado lirio

Gabriel tu frente, y la declare ungida!

¡Dé el cielo a tu piedad don de milagro

y sanen los enfermos a tu vista!

¡Oh querida mujer!… ¡Hoy que me adoras,

todo de bendiciones es el día!

¡Yo te bendigo, y quiero que conmigo

Dios y el cielo y la tierra te bendigan!

Autor: Eduardo Marquina

Melancolía

A ti, por quien moriría,

me gusta verte llorar.

En el dolor eres mía

en el placer te me vas.

Autor: Eduardo Marquina

¿Llorar? ¡Para qué!

Este es el libro de mi dolor:

lágrima a lágrima lo formé;

una vez hecho, te juro, por

Cristo, que nunca más lloraré.

¿Llorar? ¡Por qué!

Serán mis rimas como el rielar

de una luz íntima, que dejaré

en cada verso; pero llorar,

¡eso ya nunca! ¿Por quién? ¿Por qué?

Serán un plácido florigelio,

un haz de notas que regaré,

y habrá una risa por cada arpegio…

¿Pero una lágrima? ¡Qué sacrilegio!

Eso ya nunca. ¿Por quién? ¿Por qué?

Autor: Amado Nervo

Autobiografía

¿Versos autobiográficos? Ahí están mis canciones,

allí están mis poemas: yo, como las naciones

venturosas, y a ejemplo de la mujer honrada,

no tengo historia: nunca me ha sucedido nada,

¡oh, noble amiga ignota!, que pudiera contarte.

Allá en mis años mozos adiviné del Arte

la armonía y el ritmo, caros al musageta,

y, pudiendo ser rico, preferí ser poeta.

-¿Y después?

-He sufrido, como todos, y he amado.

¿Mucho?

 -Lo suficiente para ser perdonado…

Autor: Amado Nervo

España

Dejad que siga y bogue la galera

bajo la tempestad, sobre las olas:

va con rumbo a una Atlántida española,

en donde el porvenir calla y espera.

No se apague el rencor ni el odio muera

ante el pendón que el bárbaro enarbola:

si un día la justicia estuvo sola,

lo sentirá la humanidad entera.

Y bogue entre las olas espumeantes,

y bogue la galera que ya ha visto

cómo son las tormentas de inconstantes.

Que la raza está en pie y el brazo listo,

que va en el barco el capitán Cervantes,

y arriba flota el pabellón de Cristo.

Autor: Rubén Darío (Nicaragua)

El país del sol

Junto al negro palacio del rey de la isla de Hierro (¡Oh, cruel, horrible, destierro!) ¿Cómo es que

tú, hermana armoniosa, haces cantar al cielo gris, tu pajarera de ruiseñores, tu formidable caja musical?

¿No te entristece recordar la primavera en que oíste a un pájaro divino y tornasol

en el país del sol?

En el jardín del rey de la isla de Oro (¡oh, mi ensueño que adoro!) fuera mejor que tú, armoniosa

hermana, amaestrases tus aladas flautas, tus sonoras arpas; tú que naciste donde más lindos nacen el clavel de sangre y la rosa de arrebol,

en el país del sol

O en el alcázar de la reina de la isla de Plata (Schubert, solloza la Serenata…) pudieras también, hermana

armoniosa, hacer que las místicas aves de tu alma alabasen, dulce, dulcemente, el claro de luna, los vírgenes lirios, la monja paloma y el cisne marqués. La mejor plata se funde en un ardiente crisol,

en el país del sol

Vuelve, pues a tu barca, que tiene lista la vela (resuena, lira, Céfiro, vuela) y parte, armoniosa

hermana, a donde un príncipe bello, a la orilla del mar, pide liras, y versos y rosas, y acaricia sus rizos de

oro bajo un regio y azul parasol,

en el país del sol.

Autor: Rubén Darío

Divina psiquis (fragmento)

I

¡Divina Psiquis, dulce mariposa invisible

que desde los abismos has venido a ser todo

lo que en mi ser nervioso y en mi cuerpo sensible

forma la chispa sacra de la estatua de lodo!

Te asomas por mis ojos a la luz de la tierra

y prisionera vives en mí de extraño dueño:

te reducen a esclava mis sentidos en guerra

y apenas vagas libre por el jardín del sueño.

Sabia a la Lujuria que sabes antiguas ciencias,

te sacudes a veces entre imposibles muros,

y más allá de todas las vulgares conciencias

exploras los recodos más terribles y obscuros.

Y encuentras sombra y duelo. Que sombra y duelo encuentres

bajo la viña en donde nace el vino del Diablo.

Te posas en los senos, te posas en los vientres

que hicieron a Juan loco e hicieron cuerdo a Pablo.

A Juan virgen, ya Pablo militar y violento;

a Juan que nunca supo del supremo contacto;

a Pablo el tempestuoso que halló a Cristo en el viento,

ya Juan ante quien Hugo se queda estupefacto.

Autor: Rubén Darío

Nocturno de la copla callejera (fragmento)

Tiempo ha quemé mis naves

como el conquistador,

y me lancé al trajín de la aventura

de un corazón en otro corazón;

pero…

confieso yo

que he tenido también mi noche triste.

¡Oh noche triste en que llorando estoy!

¡Oh noche en que, vagando

por los barrios oscuros de aspecto evocador,

donde en casas humildes sueña el romanticismo

de vírgenes enfermas de Luna y de canción,

me ha interrumpido el paso

una copla escapada por el hueco traidor

de una ventana, a sólo

clavárseme a mitad del corazón…

Y la copla a mí vino

lanzada, entre el rezongo de un viejo acordeón,

por algún mozalbete presumido

según era el descaro de su engolada voz.

Autor: Santos Chocano

Orquídeas

Ánforas de cristal, airosas galas

de enigmáticas formas sorprendentes,

diademas propias de apolíneas frentes,

adornos dignos de fastuosas salas.

En los nudos de un tronco hacen escalas;

y ensortijan sus tallos de serpientes,

hasta quedar en la altitud pendientes,

a manera de pájaros sin alas.

Tristes como cabezas pensativas,

brotan ellas, sin torpes ligaduras

de tirana raíz, libres y altivas;

porque también, con lo mezquino en guerra,

quieren vivir, como las almas puras,

sin un solo contacto con la tierra.

Autor: Santo Chocano

Madrecita

Madrecita, madrecita

Blanca flor de cantarrana

Suave encanto de mi vida

Dulce amor que nunca engaña.

Quien te mira ya te admira

Espejo que no se empaña

La virtud bien aprendida

De sufrir siempre callada

Arañita laboriosa

Que en el rincón de montaña

Su telita laboriosa.

En silencio teje y guarda

Una vida encantadora

De ternura delicada

De paciencia bondadosa

Dulce amor que nunca engaña.

Autor: Rómulo Gallegos

En un abanico

Pobre verso condenado              

a mirar tus labios rojos

y en la lumbre de tus ojos

quererse siempre abrasar.           

Colibrí del que se aleja

el mirto que lo provoca

y ve de cerca tu boca              

y no la puede besar.

Autor: Manuel Gutiérrez Nájera

El crepúsculo de amatista

El crepúsculo, de amatista, se torna
Azul más y más intenso,
El farol llena de un tenue fulgor verde
Los árboles de la avenida.

El viejo piano interpreta una melodía
Serena y lenta y jovial;
Ella se encorva sobre las teclas amarillentas,
E inclina así su cabeza.

Tímidos pensamientos, ojos serios y abiertos
Y manos que vagan mientras escuchan…
El crepúsculo Se torna azul aún más oscuro
Con reflejos de amatista.

Autor: James Joyce

Cobardía

Pasó con su madre. ¡Qué rara belleza!
¡Qué rubios cabellos de trigo garzul!
¡Qué ritmo en el paso! ¡Qué innata realeza
de porte! ¡Qué formas bajo el fino tul…!
Pasó con su madre. Volvió la cabeza:
¡me clavó muy hondo su mirar azul!

Quedé como en éxtasis…
Con febril premura,
«¡Síguela!», gritaron cuerpo y alma al par.
…Pero tuve miedo de amar con locura,
de abrir mis heridas, que suelen sangrar,
¡y no obstante toda mi sed de ternura,
cerrando los ojos, la deje pasar!

Autor: Amado Nervo

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Referencias

  1. Literatura española del Modernismo y Modernismo (literatura en español). Recuperado de es.wikipedia.org
  2. Poemas de Rubén Darío. Recuperados de poesiaspoemas.com y amor.com.mx
  3. Poema de Amado Nervo. Recuperado de amor.com.mx
  4. Poema de Manuel Gutiérrez Nájera. Recuperado de ciudadseva.com
  5. Poemas de José Martí. Recuperados de amediavoz.com y frasesypoemas.com
  6. Poema de Leopoldo Lugones. Recuperado de poesi.as.