26 Poemas del Realismo de los Autores Más Importantes
Los poemas del realismo fueron el exponente de una corriente literaria se impulsó en Europa a mediados del siglo XIX, debido al agotamiento natural que estaba presentando la corriente predecesora: el Romanticismo.
En el realismo se mantuvieron ciertos cánones románticos como el costumbrismo, pero se alejó de lo imaginativo y trivial para volver hacia una mirada más objetiva del mundo: presentar la sociedad tal cual era, incluso con sus defectos. Esto último fue ganando terreno y esta corriente derivó en otra llamada Naturalismo.
Si bien en el campo literario, el género que más se cultivó fue la novela –que se entregaba por partes en los diarios europeos- la poesía también encontró su lugar de la mano de destacados autores de la época.
Lista de poemas de autores importantes del realismo
Doloras
Amor y gloria
¡Sobre arena y sobre viento
lo ha fundado el cielo todo!
Lo mismo el mundo de el lodo
que el mundo del sentimiento.
De amor y gloria el cimiento
sólo aire y arena son.
¡Torres con que la ilusión
mundo y corazones llena;
las del mundo sois arena,
y aire las del corazón!
Autor: Ramón de Campoamor
El reino de los beodos
Tuvo un reino una vez tantos beodos,
que se puede decir que lo eran todos,
en el cual por ley justa se previno:
-Ninguno cate el vino.-
Con júbilo el mas loco
aplaudióse la ley, por costar póco:
acatarla después, ya es otro paso;
pero en fin, es el caso
que la dieron un sesgo muy distinto,
creyendo que vedaba sólo el tinto,
y del modo más franco
se achisparon después con vino blanco.
Extrañado que el pueblo no la entienda.
El Senado a la ley pone una enmienda,
y a aquello de: Ninguno cate el vino,
añadió, blanco, al parecer, con tino.
Respetando la enmienda el populacho,
volvió con vino tinto a estar borracho,
creyendo por instinto ¡mas qué instinto!
que el privado en tal caso no era el tinto.
Corrido ya el Senado,
en la segunda enmienda, de contado
-Ninguno cate el vino,
sea blanco, sea tinto,- les previno;
y el pueblo, por salir del nuevo atranco,
con vino tinto entonces mezcló el blanco;
hallando otra evasión de esta manera,
pues ni blanco ni tinto entonces era.
Tercera vez burlado,
-
Mas ¡cuánto un pueblo rebelado fragua!
¿Creeis que luégo lo mezcló con agua?
Dejando entonces el Senado el puesto,
de ese modo al cesar dió un manifiesto:
La ley es red, en la que siempre se halla
descompuesta una malla,
por donde el ruín que en su razón no fía,
se evade suspicaz… ¡Qué bien decía!
Y en lo demás colijo
que debiera decir, si no lo dijo:
Jamás la ley enfrena
al que a su infamia su malicia iguala:
si se ha de obedecer, la mala es buena;
mas si se ha de eludir, la buena es mala.
Autor: Ramón de Campoamor
A Voltaire
Eres ariete formidable: nada
Resiste a tu satánica ironía.
Al través del sepulcro todavía
Resuena tu estridente carcajada.
Cayó bajo tu sátira acerada
Cuanto la humana estupidez creía,
Y hoy la razón no más sirve de guía
A la prole de Adán regenerada.
Ya solo influye en su inmortal destino
La libre religión de las ideas;
Ya la fe miserable a tierra vino;
Ya el Cristo se desploma; ya las teas
Alumbran los misterios del camino;
Ya venciste, Voltaire. ¡Maldito seas!
Autor: Gaspar Nuñez de Arce
El Ama (Fragmento)
Yo aprendí en el hogar en qué se funda
la dicha más perfecta,
y para hacerla mía
quise yo ser como mi padre era
y busqué una mujer como mi madre
entre las hijas de mi hidalga tierra.
Y fui como mi padre, y fue mi esposa
viviente imagen de la madre muerta.
¡Un milagro de Dios, que ver me hizo
otra mujer como la santa aquella!
Compartían mis únicos amores
la amante compañera,
la patria idolatrada,
la casa solariega,
con la heredada historia,
con la heredada hacienda.
¡Qué buena era la esposa
y qué feraz la tierra!
¡Qué alegre era mi casa
y qué sana mi hacienda,
y con qué solidez estaba unida
la tradición de la honradez a ellas!
Una sencilla labradora, humilde,
hija de oscura castellana aldea;
una mujer trabajadora, honrada,
cristiana, amable, cariñosa y seria,
trocó mi casa en adorable idilio
que no pudo soñar ningún poeta.
¡Oh, cómo se suaviza
el penoso trajín de las faenas
cuando hay amor en casa
y con él mucho pan se amasa en ella
para los pobres que a su sombra viven,
para los pobres que por ella bregan!
¡Y cuánto lo agradecen, sin decirlo,
y cuánto por la casa se interesan,
y cómo ellos la cuidan,
y cómo Dios la aumenta!
Todo lo pudo la mujer cristiana,
logrólo todo la mujer discreta.
La vida en la alquería
giraba en torno a ella
pacífica y amable,
monótona y serena…
¡Y cómo la alegría y el trabajo
donde está la virtud se compenetran!
Lavando en el regato cristalino
cantaban las mozuelas,
y cantaba en los valles el vaquero,
y cantaban los mozos en las tierras,
y el aguador camino de la fuente,
y el cabrerillo en la pelada cuesta…
¡Y yo también cantaba,
que ella y el campo hiciéronme poeta!
Cantaba el equilibrio
de aquel alma serena
como los anchos cielos,
como los campos de mi amada tierra;
y cantaba también aquellos campos,
los de las pardas, onduladas cuestas,
los de los mares de enceradas mieses,
los de las mudas perspectivas serias,
los de las castas soledades hondas,
los de las grises lontananzas muertas…
El alma se empapaba
en la solemne clásica grandeza
que llenaba los ámbitos abiertos
del cielo y de la tierra.
¡Qué placido el ambiente,
qué tranquilo el paisaje, qué serena
la atmósfera azulada se extendía
por sobre el haz de la llanura inmensa!
La brisa de la tarde
meneaba, amorosa, la alameda,
los zarzales floridos del cercado,
los guindos de la vega,
las mieses de la hoja,
la copa verde de la encina vieja…
¡Monorrítmica música del llano,
qué grato tu sonar, qué dulce era!
La gaita del pastor en la colina
lloraba las tonadas de la tierra,
cargadas de dulzuras,
cargadas de monótonas tristezas,
y dentro del sentido
caían las cadencias
como doradas gotas
de dulce miel que del panal fluyeran.
La vida era solemne;
puro y sereno el pensamiento era;
sosegado el sentir, como las brisas;
mudo y fuerte el amor, mansas las penas
austeros los placeres,
raigadas las creencias,
sabroso el pan, reparador el sueño,
fácil el bien y pura la conciencia.
¡Qué deseos el alma
tenía de ser buena,
y cómo se llenaba de ternura
cuando Dios le decía que lo era!
Autor: José María Gabriel y Galán
¡Ecce Homo!
Hace ya veinticuatro años
que vivo solo conmigo
y hace cuatro que deseo
divorciarme de mí mismo.
Todo cuanto me rodea
me causa profundo hastío,
y si entro en mí, me da espanto
y me da horror lo que miro…
Mi cabeza es vasto caos
caliginoso y sombrío
del que nunca saldrá un mundo,
y es mi corazón un circo
en que luchan como fieras
mis virtudes y mis vicios.
Sin una estrella en mi cielo,
en negra noche camino;
busco flores y hallo abrojos,
celeste aroma percibo,
corro a él, y, al correr, ciego,
mis pies hallan el vacío;
imposible es detenerme,
caigo rodando a un abismo,
logro agarrarme a una rosa…
¡y se desprende conmigo!
Hoy ni amar ni sentir puedo…
¡Oh! cuando pienso que he sido
feliz…, que podría serlo…
Un día, día maldito,
una ansia de saber loca,
hizo probar a mi espíritu
la, por vedada, incitante
fruta del árbol prohibido
del bien y del mal… ¡La ciencia
me arrojó del paraíso!
Cruel ella, en microscopios
mis ojos ha convertido;
la que otros ven agua pura
llena de infusorios miro,
y donde hallan amor ellos
sólo descubro egoísmo.
Hay quien de noche, en el bosque,
se encanta ante el puro brillo
de una luz que entre las hojas
del césped se abre camino;
yo no, no puedo encantarme
y a aquella luz me aproximo,
hasta encontrar el gusano…
¡y hago en el mundo lo mismo!
Y si me causa la vida
aburrimiento y fastidio,
sólo al pensar en la muerte
me vienen escalofríos.
Mal si vivo, y peor si muero,
ved si estaré divertido…
Si los seres de la tierra
viven todos cual yo vivo,
¡como hay Dios (si lo hay) no entiendo
para qué habremos nacido!…
¡Maldita sea mi suerte
y el día sea maldito
en que me enviaron al mundo
sin consultarlo conmigo!…
Autor: Joaquín María Bartrina
La Patria
I.
Queriendo yo un día
Saber qué es la Pátria,
Me dijo un anciano
Que mucho la amaba:
«La Patria se siente;
No tienen palabras
Que claro la expliquen
Las lenguas humanas.
»Allí, donde todas
Las cosas nos hablan
Con voz que hasta el fondo
Penetra del alma;
»Allí, donde empieza
La breve jornada
Que al hombre en el mundo
Los cielos señalan;
»Allí, donde el canto
Materno arrullaba
La cuna que el Ángel
Veló de la guarda;
»Allí, donde en tierra
Bendita y sagrada
De abuelos y padres
Los restos descansan;
»Allí, donde eleva
Su techo la casa
De nuestros mayores…
Allí está la Pátria.
II.
»El valle profundo,
La ruda montaña
Que vieron alegre
Correr nuestra infancia;
»Las viejas ruïnas
De tumbas y de aras
Que mantos hoy visten
De hiedra y de zarza;
»El árbol que frutos
Y sombra nos daba
Al són armonioso
Del ave y del aura;
»Recuerdos, amores,
Tristeza, esperanzas,
Que fuentes han sido
De gozos y lágrimas;
»La imágen del templo,
La roca y la playa
Que ni años ni ausencias
Del ánimo arrancan;
»La voz conocida,
La jóven que pasa,
La flor que has regado,
Y el campo que labras;
»Ya en dulce concierto,
Ya en notas aisladas,
Oirás que te dicen:
Aquí está la Pátria.
III.
»El suelo que pisas
Y ostenta las galas
Del arte y la industria
De toda tu raza,
»No es obra de un dia
Que el viento quebranta;
Labor es de siglos
De penas y hazañas.
»En él tuvo orígen
La fe que te inflama;
En él tus afectos
Más nobles se arraigan:
»En él han escrito
Arados y espadas,
Pinceles y plumas,
Buriles y hazañas,
»Anales sombríos,
Historias que encantan
Y en rasgos eternos
Tu pueblo retratan.
»Y tanto á su vida
La tuya se enlaza,
Cual se une en un árbol
Al tronco la rama.
»Por eso presente
O en zonas lejanas,
Doquiera contigo
Va siempre la Pátria.
IV.
»No importa que al hombre,
Su tierra sea ingrata,
Que el hambre la aflija,
Que pestes la invadan;
»Que viles verdugos
La postren esclava,
Rompiendo las leyes
Más justas y santas;
»Que noches eternas
Las brumas le traigan,
Y nunca los astros
Su luz deseada;
»Pregunta al proscrito,
Pregunta al que vaga
Por ella sin techo,
Sin paz y sin calma;
»Pregunta si pueden
Jamas olvidarla,
Si en sueño y vigilia
Por ella no claman!
»No existe, á sus ojos,
Más bella morada,
Ni en campo ni en cielo
Ninguna le iguala.
»Quizá unidos todos
Se digan mañana:
«Mi Dios es el tuyo,
Mi Pátria tu Pátria.»
Autor: Ventura Ruiz Aguilera
Receta para un nuevo arte
Mézclense sin concierto, a la ventura,
el lago, la neurosis, el delirio,
Titania, el sueño, Satanás, el lirio,
la libélula, el ponche y la escultura;
disuélvanse en helénica tintura
palidez auroral y luz de cirio,
dese a Musset y a Baudelaire martirio,
y lengua y rima pónganse en tortura.
Pasad después la mezcolanza espesa
por alambique a la sesera vana
de un bardo azul de la última remesa
y tendréis esa jerga soberana
que es Góngora vestido a la francesa
y pringado en compota americana.
Autor: Emilio Ferrari
La vida humana
Velas de amor en golfos de ternura
vuela mi pobre corazón al viento
y encuentra, en lo que alcanza, su tormento,
y espera, en lo que no halla, su ventura,
viviendo en esta humana sepultura
engañar el pesar es mi contento,
y este cilicio atroz del pensamiento
no halla un linde entre el genio y la locura.
¡Ay! en la vida ruin que al loco embarga,
y que al cuerdo infeliz de horror consterna,
dulce en el nombre, en realidad amarga,
sólo el dolor con el dolor alterna,
y si al contarla a días es muy larga,
midiéndola por horas es eterna.
Autor: Ramón de Campoamor
Más cerca de ti
Más cerca de ti me siento
cuanto más huyo de ti,
pues tu imagen es en mí
sombra de mi pensamiento.
Nunca, aunque estés quejumbrosa,
tus quejas puedo escuchar,
pues como eres tan hermosa,
no te oigo, te miro hablar.
Ten paciencia, corazón,
que es mejor, a lo que veo,
deseo sin posesión
que posesión sin deseo.
Porque en dulce confianza
contigo una vez hablé,
toda la vida pasé
hablando con mi esperanza.
Vuélvemelo hoy a decir,
pues, embelesado, ayer
te escuchaba sin oír
y te miraba sin ver.
Tras ti cruzar un bulto
vi por la alfombra;
ciego, el puñal sepulto…
y era tu sombra.
¡Cuánto, insensato,
te amo, que hasta de celos
tu sombra mato!
AL OÍDO (1)
Déjame penetrar por este oído
camino de mi bien el más derecho,
y en el rincón más hondo de tu pecho
deja que labre mi amoroso nido.
Feliz eternamente y escondido
viviré de ocuparlo satisfecho …
¡De tantos mundos como Dios ha hecho
este espacio no más a Dios le pido!
Ya no codicio fama dilatada
ni el aplauso que sigue a la victoria
ni la gloria de tantos codiciada …
quiero cifrar mi fama en tu memoria;
quiero encontrar mi aplauso en tu mirada;
y en tus brazos de amor toda mi gloria.
Autor: Adelardo López
La cita
¡Es ella!… Amor sus pasos encamina …
Siento el blando rumor de su vestido …
Cual cielo por el rayo dividido,
mi espíritu de pronto se ilumina.
Mil ansias, con la dicha repentina,
se agitan en mi pecho conmovido,
cual bullen los polluelos en el nido
cuando la tierna madre se avecina.
¡Mi bien! ¡Mi amor!: ¡Por la encendida y clara
mirada de tus ojos, con anhelo
penetra el alma, de tu ser avara! …
¡Ay! ¡Ni el ángel caído más consuelo
pudiera disfrutar, si penetrara
segunda vez en la región del cielo!
Autor: Adelardo López
A mi musa
¡Oh Musa, que en el combate
de la vida, no has tenido,
a tu honor rindiendo culto,
lisonjas para el magnate
injurias para el vencido,
ni aplausos para el tumulto!
Como en días de pelea,
si la lástima no embota
ni embarga tu pensamiento,
hoy alza tu canto, y sea
un gemido cada nota
y cada estrofa un lamento.
Ante el inmenso quebranto
de la hermosa Andalucía,
da curso a tu angustia fiera;
pero no te impida el llanto
proclamar ¡oh Musa mía!
la verdad, siempre severa.
Tus sentimientos acalla,
porque el celo inmoderado
al mísero desvanece,
y en esta humana batalla
quien adula al desgraciado
no le anima: le envilece.
Dile más bien: «—¡Adelante!
Cumple tu ruda faena
y llora, pero trabaja;
que el varón firme y constante
los estragos de su pena
con el propio esfuerzo ataja.
»No estés al pie de las ruinas,,
como inútil pordiosero,
indolente y abatido,
y al volver las golondrinas
labrarán en el alero
de tu nueva casa el nido.
»Ara, siembra, reedifica,
lucha contra la corriente
del infortunio en que vives,
y enaltece y santifica
con el sudor de tu frente
Ia dádiva que recibes».
Háblale así, Musa honrada,
y en tu noble magisterio
nunca profanes tu lira,
con la adulación menguada,
con el torpe vituperio
ni con la baja mentira.
Autor: Gaspar Nuñez
Ante una pirámide de Egipto
Quiso imponer al mundo su memoria
un rey, en su soberbia desmedida,
y por miles de esclavos construida
erigió esta pirámide mortuoria.
¡Sueño estéril y vano! Ya la historia
no recuerda su nombre ni su vida,
que el tiempo ciego en su veloz corrida
dejó la tumba y se llevó la gloria.
El polvo que en el hueco de su mano
contempla absorto el caminante ¿ha sido
parte de un siervo o parte del tirano?
¡Ah! todo va revuelto y confundido,
que guarda Dios para el orgullo humano
solo una eternidad: la del olvido.
Autor: Gaspar Nuñes
Fotografías
¡Pantoja, ten valor! Rompe la valla:
luce, luce en tarjeta y en membrete
y cabe el toro que enganchó a Pepete
date a luz en las tiendas de quincalla.
Eres un necio. -Cierto.- Pero acalla
tu pudor y la duda no te inquiete.
¿Qué importa un necio más donde se mete
con pueril presunción tanta morralla?
¡Valdrás una peseta, buen Pantoja!
No valen mucho más rostros y nombres
que la fotografía al mundo arroja.
Enséñanos tu cara y no te asombres:
deja a la edad futura que recoja,
tantos retratos y tan pocos hombres.
Autor: Gaspar Nuñez de Arce
El embargo
Señol jues, pasi usté más alanti
y que entrin tos esos,
no le dé a usté ansia
no le dé a usté mieo…
Si venís antiayel a afligila
sos tumbo a la puerta. ¡Pero ya s’ha muerto!
¡Embargal, embargal los avíos,
que aquí no hay dinero:
lo he gastao en comías pa ella
y en boticas que no le sirvieron;
y eso que me quea,
porque no me dio tiempo a vendello,
ya me está sobrando,
ya me está gediendo!
Embargal esi sacho de pico,
y esas jocis clavás en el techo,
y esa segureja
y ese cacho e liendro…
¡Jerramientas, que no quedi una!
¿Ya pa qué las quiero?
Si tuviá que ganalo pa ella,
¡cualisquiá me quitaba a mí eso!
Pero ya no quio vel esi sacho,
ni esas jocis clavás en el techo,
ni esa segureja
ni ese cacho e liendro…
¡Pero a vel, señol jues: cuidaíto
si alguno de ésos
es osao de tocali a esa cama
ondi ella s’ha muerto:
la camita ondi yo la he querío
cuando dambos estábamos güenos;
la camita ondi yo la he cuidiau,
la camita ondi estuvo su cuerpo
cuatro mesis vivo
y una nochi muerto!
¡Señol jues: que nenguno sea osao
de tocali a esa cama ni un pelo,
porque aquí lo jinco
delanti usté mesmo!
Lleváisoslo todu,
todu, menus eso,
que esas mantas tienin
suol de su cuerpo…
¡y me güelin, me güelin a ella
ca ves que las güelo!…
Autor: Jose Maria Gabriel y Galan
A Cándida
¿Quieres, Cándida saber
cuál es la niña mejor?
Pues medita con amor
lo que ahora vas a leer.
La que es dócil y obediente,
la que reza con fe ciega,
con abandono inocente.
la que canta, la que juega.
La que de necias se aparta,
la que aprende con anhelo
cómo se borda un pañuelo,
cómo se escribe una carta.
La que no sabe bailar
y sí rezar el rosario
y lleva un escapulario
al cuello, en vez de un collar.
La que desprecia o ignora
los desvaríos mundanos;
la que quiere a sus hermanos;
y a su madrecita adora.
La que llena de candor
canta y ríe con nobleza;
trabaja, obedece y reza…
¡esa es la niña mejor!
II
¿Quieres saber, Candidita,
tú, que aspirarás al cielo,
cuál es perfecto modelo
de cristiana jovencita?
La que a Dios se va acercando,
la que, al dejar de ser niña,
con su casa se encariña
y la calle va olvidando.
La que borda escapularios
en lugar de escarapelas;
la que lee pocas novelas
y muchos devocionarios.
La que es sencilla y es buena
y sabe que no es desdoro,
después de bordar en oro
ponerse a guisar la cena.
La que es pura y recogida,
la que estima su decoro
como un preciado tesoro
que vale más que su vida.
Esa humilde jovencita,
noble imagen del pudor,
es el modelo mejor
que has de imitar, Candidita.
III
¿Y quieres, por fin, saber
cuál es el tipo acabado,
el modelo y el dechado
de la perfecta mujer?
La que sabe conservar
su honor puro y recogido:
la que es honor del marido
y alegría del hogar.
La noble mujer cristiana
de alma fuerte y generosa,
a quien da su fe piadosa
fortaleza soberana.
La de sus hijos fiel prenda
y amorosa educadora;
la sabia administradora
de su casa y de su hacienda.
La que delante marchando,
lleva la cruz más pesada
y camina resignada
dando ejemplo y valor dando.
La que sabe padecer,
la que a todos sabe amar
y sabe a todos llevar
por la senda del deber.
La que el hogar santifica,
la que a Dios en él invoca,
la que todo cuanto toca
lo ennoblece y dignifica.
La que mártir sabe ser
y fe a todos sabe dar,
y los enseña a rezar
y los enseña a crecer.
La que de esa fe a la luz
y al impulso de su ejemplo
erige en su casa un templo
al trabajo y la virtud…
La que eso de Dios consiga
es la perfecta mujer,
¡y así tienes tú que ser
para que Dios te bendiga!
Autor: José María Gabriel y Galán
La patria
Queriendo yo un día
Saber qué es la Pátria,
Me dijo un anciano
Que mucho la amaba:
«La Patria se siente;
No tienen palabras
Que claro la expliquen
Las lenguas humanas.
»Allí, donde todas
Las cosas nos hablan
Con voz que hasta el fondo
Penetra del alma;
»Allí, donde empieza
La breve jornada
Que al hombre en el mundo
Los cielos señalan;
»Allí, donde el canto
Materno arrullaba
La cuna que el Ángel
Veló de la guarda;
Allí, donde en tierra
Bendita y sagrada
De abuelos y padres
Los restos descansan;
»Allí, donde eleva
Su techo la casa
De nuestros mayores.
Allí está la Pátria.
II.
»El valle profundo,
La ruda montaña
Que vieron alegre
Correr nuestra infancia;
»Las viejas ruïnas
De tumbas y de aras
Que mantos hoy visten
De hiedra y de zarza;
»El árbol que frutos
Y sombra nos daba
Al són armonioso
Del ave y del aura;
»Recuerdos, amores,
Tristeza, esperanzas,
Que fuentes han sido
De gozos y lágrimas;
»La imágen del templo,
La roca y la playa
Que ni años ni ausencias
Del ánimo arrancan;
»La voz conocida,
La jóven que pasa,
La flor que has regado,
Y el campo que labras;
»Ya en dulce concierto,
Ya en notas aisladas,
Oirás que te dicen:
Aquí está la Pátria.
III.
»El suelo que pisas
Y ostenta las galas
Del arte y la industria
De toda tu raza,
»No es obra de un dia
Que el viento quebranta;
Labor es de siglos
De penas y hazañas.
»En él tuvo orígen
La fe que te inflama;
En él tus afectos
Más nobles se arraigan:
»En él han escrito
Arados y espadas,
Pinceles y plumas,
Buriles y hazañas,
»Anales sombríos,
Historias que encantan
Y en rasgos eternos
Tu pueblo retratan.
[ pág. ]
»Y tanto á su vida
La tuya se enlaza,
Cual se une en un árbol
Al tronco la rama.
»Por eso presente
O en zonas lejanas,
Doquiera contigo
Va siempre la Pátria.
IV.
»No importa que al hombre,
Su tierra sea ingrata,
Que el hambre la aflija,
Que pestes la invadan;
»Que viles verdugos
La postren esclava,
Rompiendo las leyes
Más justas y santas;
»Que noches eternas
Las brumas le traigan,
Y nunca los astros
Su luz deseada;
»Pregunta al proscrito,
Pregunta al que vaga
Por ella sin techo,
Sin paz y sin calma;
»Pregunta si pueden
Jamas olvidarla,
Si en sueño y vigilia
Por ella no claman!
»No existe, á sus ojos,
Más bella morada,
Ni en campo ni en cielo
Ninguna le iguala.
»Quizá unidos todos
Se digan mañana:
«Mi Dios es el tuyo,
Mi Pátria tu Pátria.»
Autor: Ventura Ruiz Aguilera.
Receta para un nuevo arte
Mézclense sin concierto, a la ventura,
el lago , la neurosis, el delirio ,
Titania, el sueño, Satanás , el lirio ,
la libélula , el ponche y la escultura;
disuélvanse en helénica tintura
palidez auroral y luz de cirio ,
dese a Musset y a Baudelaire martirio,
y lengua y rima pónganse en tortura.
Pasad después la mezcolanza espesa
por alambique a la sesera vana
de un bardo azul de la última remesa
y tendréis esa jerga soberana
que es Góngora vestido a la francesa
y pringado en compota americana.
Autor: Emilio Ferrari
La nueva estética
Un día, sobre asuntos de la clase,
firmaron las gallinas un uckase,
y desde el Sinaí del gallinero
promulgaron su ley al mundo entero.
Disponíase allí, por de contado,
que el vuelo de las águilas robusto
debe ser condenado
como un cursi lirismo de mal gusto;
que, en vez de labrar nidos en la altura,
se escarbe, sin cesar, en la basura;
que, para dilatar los horizontes,
ras con ras decapítense los montes,
y dejando al nivel todo Himalaya,
del muladar que su corral domina,
en adelante, no haya
más vuelos que los vuelos de gallina.
Esto el volátil bando
decretó, la invención cacareando.
Mas, a pesar del alboroto, infiero
que la gente después, según costumbre,
siguió admirando al águila en la cumbre
y echando las gallinas al puchero.
Autor: Emilio Ferrari
A mi beldad
Bartrina no cree en la amistad:
«Desengañado del amor, mi anhelo
en la amistad buscó dulce consuelo
y mi vida partí con fe sincera;
no (digo mal: partí), se la di entera
a un amigo -que lo era me creía.-
Pero un día llegó ¡terrible día!,
le tuve de pesar en la balanza
del interés, y aquel amigo mío
a quien quería yo con tanto exceso,
cedió a una onza de peso».
Autor: Joaquin Mario Bartrina
Mis cuatro muertes
Bartrina no cree en la lealtad conyugal:
«Ante una imagen sagrada
con el corazón ansioso,
con el alma desgarrada,
por la salud de su esposo
ruega triste una casada.
Y no su salud desea
por ser a su amor leal;
la quiere porque a la tal
el llanto la pone fea
y el luto le sienta mal».
Autor: Joaquin María Bartrina
92 Epístola (Fragmento)
No arrojará cobarde el limpio acero
mientras oiga el clarín de la pelea,
soldado que su honor conserve entero;
ni del piloto el ánimo flaquea
porque rayos alumbren su camino
y el golfo inmenso alborotarse vea.
¡Siempre luchar! . . . del hombre es el destino;
y al que impávido lucha, con fe ardiente,
le da la gloria su laurel divino.
Por sosiego suspira eternamente;
pero ¿dónde se oculta, dónde mana
de esta sed inmortal la ansiada fuente? . . .
En el profundo valle, que se afana
cuando del ario la estación florida
lo viste de verdura y luz temprana;
en las cumbres salvajes, donde anida
el águila que pone junto al cielo
su mansión de huracanes combatida,
el límite no encuentra de su anhelo;
ni porque esclava suya haga la suerte,
tras íntima inquietud y estéril duelo.
Aquel sólo el varón dichoso y fuerte será,
que viva en paz con su conciencia
hasta el sueño apacible de la muerte.
¿Qué sirve el esplendor, qué la opulencia,
la oscuridad, ni holgada medianía,
si a sufrir el delito nos sentencia?
Choza del campesino, humilde y fría,
alcázar de los reyes, corpulento,
cuya altitud al monte desafía,
bien sé yo que, invisible como el viento,
huésped que el alma hiela, se ha sentado
de vuestro hogar al pie el remordimiento.
¿Qué fue del corso altivo, no domado
hasta asomar de España en las fronteras
cual cometa del cielo desgajado?
El poder que le dieron sus banderas
con asombro y terror de las naciones
¿colmó sus esperanzas lisonjeras? . . .
Cayó; y entre los bárbaros peñones
de su destierro, en las nocturnas horas
le acosaron fatídicas visiones;
y diéronle tristeza las auroras,
y en el manso murmullo de la brisa
voces oyó gemir acusadoras.
Más conforme recibe y más sumisa
la voluntad de Dios, el alma bella
que abrojos siempre lacerada pisa.
Francisco, así pasar vimos aquella
que te arrulló en sus brazos maternales,
y hoy, vestida de luz, los astros huella:
que al tocar del sepulcro los umbrales,
bañó su dulce faz con dulce rayo
la alborada de goces inmortales.
Autor: Ventura Ruíz Aguilera
Te Quiero
Te quiero sin explicaciones,
llamando amor a mis sentimientos
y besando tu boca para emocionarme,
te quiero sin motivos y con motivos,
te quiero por ser tú.
Es bonito decir te quiero,
pero más bonito es decir te quiero,
lo siento y te lo demostraré.
No tengo alas para ir al cielo,
pero tengo palabras para decir…
te Quiero.
El amor no es sólo un sentimiento.
Es también un arte.
Autor: Honoré de Balzac
Los amigos
En el tabaco, en el café, en el vino,
al borde de la noche se levantan
como esas voces que a lo lejos cantan
sin que se sepa qué, por el camino.
Livianamente hermanos del destino,
dióscuros, sombras pálidas, me espantan
las moscas de los hábitos, me aguantan
que siga a flote entre tanto remolino.
Los muertos hablan más pero al oído,
y los vivos son mano tibia y techo,
suma de lo ganado y lo perdido.
Así un día en la barca de la sombra,
de tanta ausencia abrigará mi pecho
esta antigua ternura que los nombra.
Autor: Julio Cortázar.
Juicio final
¡Ay de vosotros los tristes
Que en tan proceloso mar
Luchando con las tormentas
Sin esperanza bogais;
Sabiendo por vuestro daño
Que de la ruta al final
Solo será vuestro premio
La cruda muerte y no mas!
Y vos los que en sueños vagos
De eterna felicidad
Creeis de vuelo en muriendo
Sobre los aires pasar,
¿Qué galardón, miserables,
Por fé tan ciega esperais,
Si está entre Dios y los hombres
Mediando la eternidad?
¿Y a dónde vos, engañados
En tan ciega confusión,
Caminais, hermanos mios,
Treguas prestando al dolor?
Si vais como yo marchando
Lleno de fe el corazón,
Creyendo tras el sepulcro
Pasar a vida mejor,
Doblad como yo la frente,
Tened el paso veloz,
Que por sentencia del mismo
Para nosotros no hay Dios.
Mas no, seguid vuestra senda
Al mágico resplandor,
Con que la dulce esperanza
Vuestra niñez alumbró;
Y ¡oh! ¡si afanado corriendo
De vuestras huellas en pos
Por su destello alentado
Pudiera seguiros yo!
Autor: Ramón de Campoamor.
A América
¡Esta es España! Atónita y herida
bajo el peso brutal de su infortunio,
inerte yace la matrona augusta
que en otros siglos fatigó a la fama.
La que surcó los mares procelosos
buscándote atrevida en el misterio,
hasta que un día, deslumhrando al mundo,
surgiste, como Venus, de las ondas.
Cegada por tu espléndida hermosura,
al engarzarte en su imperial diadema
España te oprimió; mas no la culpes,
porque ¿cuándo la bárbara conquista
justa y humana fué? También clemente
te dio su sangre, su robusto idioma,
sus leyes y su Dios. ¡Te lo dio todo,
menos la libertad! pues mal pudiera
darte el único bien que no tenía.
Contémplala vencida y humillada
por la doblez y el oro, y si te mueven
a generosa lástima sus males,
el trágico desplome de una gloria
que es también tuya, acórrela en su duelo.
¡Es tu madre infeliz! No la abandone
tu amor, en tan inmensa desventura.
Autor: Gaspar Núñez de Arce.
En el arroyo
Cuando a poco, de tropel,
corrió el pueblo hacia el rapaz,
ya, de un salto, alzabase el,
ensangrentada la piel,
pero radiante la faz.
Leiase en sus miradas
el celestial apetito
de esas venturas soñadas
allá en las noches heladas
de desamparo infinito.
Parecia despertar
a un destino superior,
y con ansia adivinar
el abrigo del hogar,
las caricias del amor.
El angel que en el dormía,
las luminosas escalas
entre sus sueños veía,
y, esperanzado, batía
por vez postrera, las alas.
No bien, roto y polvoriento,
se halló en pie, con paso lento
junto a la dama se puso,
y descubrióse un momento,
embarazado y confuso.
Tendiendole ella una mano
del fino guante ceñida,
corrió a estrecharsela ufano,
y fue a darle un sobrehumano,
un primer beso en su vida.
Pero al asirla, sintió,
con el roce de la seda,
algo frio, el beso ahogó,
y en las suyas oprimió
la viI paga: una moneda.
Aun vió a la dama, anhelante,
volver, temblando, la adusta,
pálida faz un instante;
oyó en seguida, vibrante,
el restallar de la fusta;
fue con ira y desconsuelo
perdiendo de vista el coche,
alzó los puños al cielo,
tiró el oro contra el suelo …
y tuvo hambre aquella noche.
Autor: Emilio Ferrari.
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Referencias
- Literatura española del Realismo. Recuperado de es.wikipedia.org.
- El Realismo Español. Carácterísticas, Autores y Obras. Recuperado de uma.es.
- Autores destacados del Realismo español. Recuperado de masterlengua.com.
- D. Ramón de Campoamor. Recuperado de los-poetas.com.
- Doloras. Recuperado de poemasde.net.
- “¡Ecce Homo!”, un poema de Joaquín María Bartrina. Recuperado de caminoivars.com.
- José María Gabriel y Galán. Recuperado de poemas-del-alma.com.
- La Patria. Recuperado de sabalete.es.
- Emilio Ferrari. Recuperado de poeticas.es.