Lengua y literatura

33 Poemas de 4 Estrofas de Grandes Autores


Te dejamos una lista de poemas de cuatro estrofas de grandes autores como Pablo Neruda, Mario Benedetti, Gustavo Adolfo Bécquer, Federico García Lorca, Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez, José Martí, Lope de Vega y otros.

Un poema es una composición que utiliza los recursos literarios propios de la poesía. Puede estar escrita de diferentes formas, pero generalmente es en verso.

Esto quiere decir, que está compuesto por frases u oraciones escritas en líneas separadas y que se agrupan en secciones llamadas estrofas. Cada una de estas líneas suelen tener rima entre sí, o sea, un sonido de vocales similar, sobre todo en la última palabra de las líneas.

La longitud de los poemas puede ser ilimitada y no está regido por ninguna norma. Existen poemas de una sola línea y otros que pueden llenar varias páginas.

Pero se podría decir que una extensión estándar es la que tiene 4 estrofas, ya que es una longitud que permite desarrollar suficientemente la idea que se quiere transmitir.

Es común asociar la poesía con el amor y el romanticismo, pero es bueno aclarar que puede escribirse un poema sobre cualquier tema. Sin embargo, la poesía lleva intrínseca la intención de comunicar una idea estilizada, sublime y bella.

La poesía contemporánea tiene muchas licencias que a veces no permiten encajar a los poemas en una estructura determinada. De esta forma, encontramos poemas en prosa, sin rima, con versos o estrofas asimétricas, etcétera.

Lista de poemas de 4 estrofas de autores famosos

Cuerpo de Mujer

Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos,
te pareces al mundo en tu actitud de entrega.
Mi cuerpo de labriego salvaje te socava
y hace saltar el hijo del fondo de la tierra

Fui solo como un túnel. De mí huían los pájaros
y en mí la noche entraba su invasión poderosa.
Para sobrevivirme te forjé como un arma,
como una flecha en mi arco, como una piedra en mi honda.

Pero cae la hora de la venganza, y te amo.
Cuerpo de piel, de musgo, de leche ávida y firme.
Ah los vasos del pecho! Ah los ojos de ausencia!
Ah las rosas del pubis! Ah tu voz lenta y triste!

Cuerpo de mujer mía, persistirá en tu gracia.
Mi sed, mi ansia sin límite, mi camino indeciso!
Oscuros cauces donde la sed eterna sigue,
y la fatiga sigue, y el dolor infinito.

Autor: Pablo Neruda

Viceversa

Tengo miedo de verte, necesidad de verte,

esperanza de verte, desazones de verte.

Tengo ganas de hallarte, preocupación de hallarte,

certidumbre de hallarte, pobres dudas de hallarte.

Tengo urgencia de oírte, alegría de oírte,

buena suerte de oírte y temores de oírte.

O sea resumiendo, estoy jodido y radiante,

quizá más lo primero que lo segundo y también viceversa.

Autor: Mario Benedetti

Para que los leas con tus ojos grises

Para que los leas con tus ojos grises,
para que los cantes con tu clara voz,
para que llenen de emoción tu pecho,
hice mis versos yo.

Para que encuentren en tu pecho asilo
y les des juventud, vida, calor,
tres cosas que yo no puedo darles,
hice mis versos yo.

Para hacerte gozar con mi alegría,
para que sufras tú con mi dolor,
para que sientas palpitar mi vida,
hice mis versos yo.

Para poder poner ante tus plantas
la ofrenda de mi vida y de mi amor,
con alma, sueños rotos, risas, lágrimas,
hice mis versos yo.

De: Gustavo Adolfo Bécquer

Malagueña

La muerte
entra y sale
de la taberna.

Pasan caballos negros
y gente siniestra
por los hondos caminos
de la guitarra.

Y hay un olor a sal
y a sangre de hembra,
en los nardos febriles
de la marina.

La muerte
entra y sale,
y sale y entra
la muerte de la taberna.

Autor: Federico García Lorca

Despedida

Si muero,
dejad el balcón abierto.

El niño come naranjas.
(Desde mi balcón lo veo).

El segador siega el trigo.
(Desde mi balcón lo siento).

¡Si muero,
dejad el balcón abierto!

Autor: Federico García Lorca

Viejas Canciones

I
A la hora del rocío,
de la niebla salen
sierra blanca y prado verde.
¡El sol en los encinares!
Hasta borrarse en el cielo,
suben las alondras.
¿Quién puso plumas al campo?
¿Quién hizo alas de tierra loca?
Al viento sobre la sierra,
tiene el águila dorada
las anchas alas abiertas.
Sobre la picota
donde nace el río,
sobre el lago de turquesa
y los barrancos de verdes pinos;
sobre veinte aldeas,
sobre cien caminos…
Por los senderos del aire,
señora águila,
¿dónde vais a todo vuelo tan de mañana?

II
Ya había un albor de luna
en el cielo azul.
¡La luna en los espartales,
cerca de Alicún!
Redonda sobre el alcor,
y rota en las turbias aguas
del Guadiana menor.
Entre Úbeda y Baeza
—loma de las dos hermanas:
Baeza, pobre y señora;
Úbeda, reina y gitana—.
Y en el encinar,
¡luna redonda y beata,
siempre conmigo a la par!

III
Cerca de Úbeda la grande,
cuyos cerros nadie verá,
me iba siguiendo la luna
sobre el olivar.
Una luna jadeante,
siempre conmigo a la par.
Yo pensaba: ¡bandoleros
de mi tierra!, al caminar
en mi caballo ligero.
¡Alguno conmigo irá!
Que esta luna me conoce
y, con el miedo, me da
el orgullo de haber sido
alguna vez capitán.

IV
En la sierra de Quesada
hay un águila gigante,
verdosa, negra y dorada,
siempre las alas abiertas.
Es de piedra y no se cansa.
Pasado Puerto Lorente,
entre las nubes galopa
el caballo de los montes.
Nunca se cansa: es de roca.
En el hondón del barranco
se ve al jinete caído,
que alza los brazos al cielo.
Los brazos son de granito.
Y allí donde nadie sube,
hay una virgen risueña
con un río azul en brazos.
Es la Virgen de la Sierra.

Autor: Antonio Machado

Propósito Primaveral

A Vargas Vila.

A saludar me ofrezco y a celebrar me obligo
tu triunfo, Amor, al beso de la estación que llega 
mientras el blanco cisne del lago azul navega
en el mágico parque de mis triunfos testigo.

Amor, tu hoz de oro ha segado mi trigo;
por ti me halaga el suave son de la flauta griega,
y por ti Venus pródiga sus manzanas me entrega
y me brinda las perlas de las mieles del higo.

En el erecto término coloco una corona 
en que de rosas frescas la púrpura detona;
y en tanto canta el agua bajo el boscaje oscuro,

junto a la adolescente que en el misterio inicio 
apuraré, alternando con tu dulce ejercicio,
las ánforas de oro del divino Epicuro.

Autor: Rubén Darío

Sombra de humo

¡Sombra de humo cruza el prado!
¡Y que se va tan de prisa!
¡No da tiempo a la pesquisa
de retener lo pasado!

Terrible sombra de mito
que de mi propio me arranca,
¿es acaso una palanca
para hundirse en lo infinito?

Espejo que me deshace
mientras en él me estoy viendo,
el hombre empieza muriendo
desde el momento en que nace.

El haz del alma te ahuma
del humo al irse a la sombra,
con su secreto te asombra
y con su asombro te abruma.

Autor: Miguel de Unamuno

Rima 1

¿Por qué esos lirios que los hielos matan?
¿Por qué esas rosas a que agosta el sol?
¿Por qué esos pajarillos que sin vuelo
se mueren en plumón?

¿Por qué derrocha el cielo tantas vidas
que no son de otras nuevas eslabón?
¿Por qué fue dique de tu sangre pura
tu pobre corazón?

¿Por qué no se mezclaron nuestras sangres
del amor en la santa comunión?
¿Por qué tú y yo, Teresa de mi alma
no dimos granazón?

¿Por qué, Teresa, y para qué nacimos?
¿Por qué y para qué fuimos los dos?
¿Por qué y para qué es todo nada?
¿Por qué nos hizo Dios?

Autor: Miguel de Unamuno

Niña morena y ágil

Niña morena y ágil, el sol que hace las frutas,
el que cuaja los trigos, el que tuerce las algas, 
hizo tu cuerpo alegre, tus luminosos ojos
y tu boca que tiene la sonrisa del agua.

Un sol negro y ansioso se te arrolla en las hebras
de la negra melena, cuando estiras los brazos. 
Tú juegas con el sol como con un estero
y él te deja en los ojos dos oscuros remansos.

Niña morena y ágil, nada hacia ti me acerca.
Todo de ti me aleja, como del mediodía. 
Eres la delirante juventud de la abeja, 
la embriaguez de la ola, la fuerza de la espiga.

Mi corazón sombrío te busca, sin embargo,
y amo tu cuerpo alegre, tu voz suelta y delgada. 
Mariposa morena dulce y definitiva,
como el trigal y el sol, la amapola y el agua.

Autor: Pablo Neruda

Una rosa y milton

De las generaciones de las rosas 
que en el fondo del tiempo se han perdido 
quiero que una se salve del olvido, 
una sin marca o signo entre las cosas

que fueron. El destino me depara 
este don de nombrar por vez primera 
esa flor silenciosa, la postrera 
rosa que Milton acercó a su cara,

sin verla. Oh tú bermeja o amarilla 
o blanca rosa de un jardín borrado, 
deja mágicamente tu pasado

inmemorial y en este verso brilla, 
oro, sangre o marfil o tenebrosa 
como en sus manos, invisible rosa.

Autor: Jorge Luis Borges

Lo que en sonor verso y dulce rima

Los que en sonoro verso y dulce rima
hacéis conceto de escuchar poeta
versificante en forma de estafeta,
que a toda dirección número imprima,

oíd de un caos la materia prima
no culta como cifras de receta,
que en lengua pura, fácil, limpia y neta,
yo invento, Amor escribe, el tiempo lima.

Estas, en fin, reliquias de la llama
dulce que me abrasó, si de provecho
no fueren a la venta, ni a la fama,

sea mi dicha tal, que, a su despecho,
me traiga en el cartón quien me desama
que basta por laurel su hermoso pecho.

Autor: Lope de Vega

La lluvia

Bruscamente la tarde se ha aclarado 
Porque ya cae la lluvia minuciosa. 
Cae o cayó. La lluvia es una cosa 
Que sin duda sucede en el pasado. 

Quien la oye caer ha recobrado 
El tiempo en que la suerte venturosa 
Le reveló una flor llamada rosa 
Y el curioso color del colorado. 

Esta lluvia que ciega los cristales 
Alegrará en perdidos arrabales 
Las negras uvas de una parra en cierto 

Patio que ya no existe. La mojada 
Tarde me trae la voz, la voz deseada, 
De mi padre que vuelve y que no ha muerto.

Autor: Jorge Luis Borges

A las flores

Estas que fueron pompa y alegría
despertando al albor de la mañana,
a la tarde serán lástima vana
durmiendo en brazos de la noche fría.

Este matiz que al cielo desafía,
Iris listado de oro, nieve y grana,
será escarmiento de la vida humana:
¡tanto se emprende en término de un día!

A florecer las rosas madrugaron,
y para envejecerse florecieron:
cuna y sepulcro en un botón hallaron.

Tales los hombres sus fortunas vieron:
en un día nacieron y espiraron;
que pasados los siglos, horas fueron.

Autor: Calderón de la Barca

Duerme tranquilo

Dijiste la palabra que enamora
A mis oídos. Ya olvidaste. Bueno.
Duerme tranquilo. Debe estar sereno
Y hermoso el rostro tuyo a toda hora.

Cuando encanta la boca seductora
Debe ser fresca, su decir ameno;
Para tu oficio de amador no es bueno
El rostro ardido del que mucho llora.

Te reclaman destinos más gloriosos
Que el de llevar, entre los negros pozos
De las ojeras, la mirada en duelo.

¡Cubre de bellas víctimas el suelo!
Más daño al mundo hizo la espada fatua
De algún bárbaro rey Y tiene estatua

Autor: Alfonsino Storni

Soneto 1

Cuando me paro a contemplar mi estado
y a ver los pasos por dó me ha traído,
hallo, según por do anduve perdido,
que a mayor mal pudiera haber llegado;

mas cuando del camino estoy olvidado,
a tanto mal no sé por dó he venido:
sé que me acabo, y mas he yo sentido
ver acabar conmigo mi cuidado.

Yo acabaré, que me entregué sin arte
a quien sabrá perderme y acabarme,
si quisiere, y aun sabrá querello:

que pues mi voluntad puede matarme,
la suya, que no es tanto de mi parte,
pudiendo, ¿qué hará sino hacello?

Autor: Garcilaso de Vega

Gozo del tacto

Estoy vivo y toco.

Toco, toco, toco.

Y no, no estoy loco.

 

Hombre, toca, toca

lo que te provoca:

seno, pluma, roca,

 

pues mañana es cierto

que ya estarás muerto,

tieso, hinchado, yerto.

 

Toca, toca, toca,

¡qué alegría loca!

Toca. Toca. Toca

Autor: Damaso Alonso

A una nariz

Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una nariz sayón y escriba,
érase un peje espada muy barbado.

Era un reloj de sol mal encarado,
érase una alquitara pensativa,
érase un elefante boca arriba,
era Ovidio Nasón más narizado.

Érase un espolón de una galera,
érase una pirámide de Egipto,
las doce Tribus de narices era.

Érase un naricísimo infinito,
muchísimo nariz, nariz tan fiera
que en la cara de Anás fuera delito.

Autor: Francisco de Quevedo

Encuentro

Me tropecé contigo en primavera,
una tarde de sol, delgada y fina,
y fuiste en mi espalda enredadera,
y en mi cintura, lazo y serpentina.

Me diste la blandura de tu cera,
y yo te di la sal de mi salina.
Y navegamos juntos, sin bandera,
por el mar de la rosa y de la espina.

Y después, a morir, a ser dos ríos
sin adelfas, oscuros y vacíos,
para la boca torpe de la gente…. 

Y por detrás, dos lunas, dos espadas,
dos cinturas, dos bocas enlazadas
y dos arcos de amor de un mismo puente.

Autor: Rafel de León

Al pasar la medianoche

Al pasar la medianoche 
y romper en llanto la Niña, 
las cien bestias despertaron 
y el establo se hizo vivo.. 

Y se fueron acercando 
y alargaron hasta el Niño 
como un bosque sacudido. 

Bajó un buey su aliento al rostro 
y se lo exhaló sin ruido, 
y sus ojos fueron tiernos, 
como llenos de rocío… 

Una oveja lo frotaba 
contra su vellón suavísimo, 
y las manos le lamían, 
en cuclillas, dos cabritos… 

Autor: Gabriela Mistral

Yo soy un hombre sincero

Yo soy un hombre sincero

De donde crece la palma,

Y antes de morirme quiero

Echar mis versos del alma.

 

Yo vengo de todas partes,

Y hacia todas partes voy:

Arte soy entre las artes,

En los montes, monte soy.

 

Yo sé los nombres extraños

De las yerbas y las flores,

Y de mortales engaños,

Y de sublimes dolores.

 

Yo he visto en la noche oscura

Llover sobre mi cabeza

Los rayos de lumbre pura

De la divina belleza.

Autor: José Martí

Amor constante más allá de la muerte

Cerrar podrá mis ojos la postrera
Sombra que me llevare el blanco día,
Y podrá desatar esta alma mía
Hora, a su afán ansioso lisonjera;

Mas no de esotra parte en la ribera
Dejará la memoria, en donde ardía:
Nadar sabe mi llama el agua fría,
Y perder el respeto a ley severa.

Alma, a quien todo un Dios prisión ha sido,
Venas, que humor a tanto fuego han dado,
Médulas, que han gloriosamente ardido,

Su cuerpo dejará, no su cuidado;
Serán ceniza, mas tendrá sentido;
Polvo serán, mas polvo enamorado.

Autor: Francisco de Quevedo

Octubre

Estaba echado yo en la tierra, enfrente 
el infinito campo de Castilla,
que el otoño envolvía en la amarilla
dulzura de su claro sol poniente.

Lento, el arado, paralelamente
abría el haza oscura, y la sencilla 
mano abierta dejaba la semilla
en su entraña partida honradamente 

Pensé en arrancarme el corazón y echarlo,
pleno de su sentir alto y profundo,
el ancho surco del terruño tierno,
a ver si con partirlo y con sembrarlo,

la primavera le mostraba al mundo
el árbol puro del amor eterno.

Autor: Juan Ramón Jiménez

Piedra negra sobre una piedra blanca

Me moriré en París con aguacero, 
un día del cual tengo ya el recuerdo. 
Me moriré en París —y no me corro— 
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.

Jueves será, porque hoy, jueves, que proso 
estos versos, los húmeros me he puesto 
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto, 
con todo mi camino, a verme solo.

César Vallejo ha muerto, le pegaban 
todos sin que él les haga nada; 
le daban duro con un palo y duro

también con una soga; son testigos los días jueves y los huesos húmeros, 
la soledad, la lluvia, los caminos…

Autor: César Vallejo

Qué tengo yo que mi amistad procuras

¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta cubierto de rocío
pasas las noches del invierno escuras?

¡Oh cuánto fueron mis entrañas duras,
pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío,
si de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!

¡Cuántas veces el Ángel me decía:
«Alma, asómate agora a la ventana,
verás con cuánto amor llamar porfía»!

¡Y cuántas, hermosura soberana,
«Mañana le abriremos», respondía,
para lo mismo responder mañana!

Autor: Lope de Vega

Rima LII

Olas gigantes que os rompéis bramando 
en las playas desiertas y remotas, 
envuelto entre la sábana de espumas, 
¡llevadme con vosotras! 

Ráfagas de huracán que arrebatáis 
del alto bosque las marchitas hojas, 
arrastrado en el ciego torbellino, 
¡llevadme con vosotras! 

Nube de tempestad que rompe el rayo 
y en fuego ornáis las sangrientas orlas, 
arrebatado entre la niebla oscura, 
¡llevadme con vosotras!. 

Llevadme, por piedad, a donde el vértigo 
con la razón me arranque la memoria. 
¡Por piedad! ¡Tengo miedo de quedarme 
con mi dolor a solas!.

Autor: Lope de Vega

En fin a vuestras manos he venido

En fin a vuestras manos he venido,
do sé que he de morir tan apretado
que aun aliviar con quejas mi cuidado
como remedio me es ya defendido;

mi vida no sé en qué se ha sostenido
si no es es en haber sido yo guardado
para que solo en mí fuese probado
cuánto corta una espada en un rendido.

Mis lágrimas han sido derramadas
donde la sequedad y el aspereza
dieron mal fruto deltas, y mi suerte:

¡basten las que por vos tengo lloradas;
no os venguéis más de mí con mi flaqueza;
allá os vengad, señora, con mi muerte!

Autor: Garcilaso de Vega

Lo que dejé por ti

Dejé por ti mis bosques, mi perdida 
arboleda, mis perros desvelados, 
mis capitales años desterrados 
hasta casi el invierno de la vida.

Dejé un temblor, dejé una sacudida, 
un resplandor de fuegos no apagados, 
dejé mi sombra en los desesperados 
ojos sangrantes de la despedida.

Dejé palomas tristes junto a un río, 
caballos sobre el sol de las arenas, 
dejé de oler la mar, dejé de verte.

Dejé por ti todo lo que era mío. Dame tú, Roma, a cambio de mis penas, 
tanto como dejé para tenerte.

Hijas del viento

Han venido.
Invaden la sangre.
Huelen a plumas,
a carencia,
a llanto.
Pero tú alimentas al miedo
y a la soledad
como a dos animales pequeños
perdidos en el desierto.

Han venido
a incendiar la edad del sueño.
Un adiós es tu vida.
Pero tú te abrazas
como la serpiente loca de movimiento
que sólo se halla a sí misma
porque no hay nadie.

Tú lloras debajo de tu llanto,
tú abres el cofre de tus deseos
y eres más rica que la noche.

Pero hace tanta soledad
que las palabras se suicidan.

Autor: Alejandra Pizarnik

Verso

Uno cava en el verso,
hunde la pluma en él
hasta que corren las primeras gotas
de sangre por la página.

Pero el verso no corre.
Se queda ahí, parado.
Nadie lo lee o conoce.

Se escucha el ay de imprenta
que multiplica el verso
por mil o cinco mil.

Ya impreso,
la burla es más graciosa:
otras mil veces no será leído.

Autor: Eduardo Lizalde

Cúbreme, amor, el cielo de la boca

Cúbreme, amor, el cielo de la boca
con esa arrebatada espuma extrema,
que es jazmín del que sabe y del que quema,
brotado en punta de coral de roca.

Alóquemelo, amor, su sal, aloca
Tu lancinante aguda flor suprema,
Doblando su furor en la diadema
del mordiente clavel que la desboca.

¡Oh ceñido fluir, amor, oh bello
borbotar temperado de la nieve
por tan estrecha gruta en carne viva,

para mirar cómo tu fino cuello
se te resbala, amor, y se te llueve
de jazmines y estrellas de saliva!

Autor: Rafael Alberti

La mujer fuerte

Me acuerdo de tu rostro que se fijó en mis días,
mujer de saya azul y de tostada frente,
que en mi niñez y sobre mi tierra de ambrosía
vi abrir el surco negro en un abril ardiente.

Alzaba en la taberna, honda, la copa impura
el que te apegó un hijo al pecho de azucena,
y bajo ese recuerdo, que te era quemadura,
caía la simiente de tu mano, serena.

Segar te vi en enero los trigos de tu hijo,
y sin comprender tuve en ti los ojos fijos,
agrandados al par, de maravilla y llanto.

Y el lodo de tus pies todavía besara,
porque entre cien mundanas no he encontrado tu cara
¡y aun te sigo en los surcos la sombra con mi canto!

Autor: Gabriela Mistral

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Referencias

  1. Poema y sus elementos: estrofa, verso, rima. Recuperado de portaleducativo.net
  2. Poema. Recuperado de es.wikipedia.org
  3. Veinte poemas de amor y una canción desesperada. Recuperado de albalearning.com
  4. Poemas de amor de Mario Benedetti. Recuperado de norfipc.com
  5. Rima XCIII: Para que los leas con tus ojos grises. Recuperado de ciudadseva.com
  6. “Despedida” y “Malagueña”. Recuperados de poesi.as
  7. Viejas Canciones. Recuperado de buscapoemas.net
  8. Poemas de Rubén Darío. Recuperado de los-poetas.com.