Lengua y literatura

36 poemas de reflexión originales y famosos (y su significado)


Reflexionar es necesario en la vida si quieres aprender de tus experiencias y la de los demás. Sin ella no podemos aprender de los errores que cometemos, avanzar en nuestras metas, desarrollar nuestras relaciones personales o tomar mejores decisiones.

Los siguientes poemas de reflexión te ayudarán precisamente a reflexionar y a observar la opinión de numerosos autores. Tratan sobre distintos temas reflexivos; la vida, el amor, la muerte, la felicidad, la amistad, Dios y otros.

La primera parte está dedicada a poemas de autores famosos, como Jorge Manrique, José Saramago, Rubén Dario o Víctor Hugo. La segunda parte son poemas originales de nuestro autor.

Poemas de reflexión de autores famosos

“Dentro de mí…” (José Martí)

Dentro de mí hay un león enfrenado:
De mi corazón he labrado sus riendas:
Tú me lo rompiste: cuando lo vi roto
Me pareció bien enfrenar a la fiera.

Antes, cual la llama que en la estera prende,
Mi cólera ardía, lucía y se apagaba:
Como del león generoso en la selva
La fiebre se enciende; lo ciega y se calma.

Pero, ya no puedes: las riendas le he puesto
Y al juicio he subido en el león a caballo:
La furia del juicio es tenaz: ya no puedes.
Dentro de mí hay un león enfrenado.

  • Reflexión: el león interior, la fuerza y fortaleza interior.

“Consejo” (Antonio Machado)

Este amor que quiere ser
acaso pronto será;
pero ¿cuándo ha de volver
lo que acaba de pasar?
Hoy dista mucho de ayer.
¡Ayer es Nunca jamás!

Moneda que está en la mano
quizá se deba guardar:
la monedita del alma
se pierde si no se da.

  • Reflexión: el amor que fue y que ya no es, valorar lo que tenemos y no perderlo.

“Triste, muy tristemente” (Rubén Dario)

Un día estaba yo triste, muy tristemente
viendo cómo caía el agua de una fuente.

Era la noche dulce y argentina. Lloraba
la noche. Suspiraba la noche. Sollozaba
la noche. Y el crepúsculo en su suave amatista,
diluía la lágrima de un misterioso artista.

Y ese artista era yo, misterioso y gimiente,
que mezclaba mi alma al chorro de la fuente.

  • Reflexión: el poeta expresa su tristeza, desilusión, desamor.

“Casida del llanto” (Federico García Lorca)

He cerrado mi balcón
porque no quiero oír el llanto
pero por detrás de los grises muros
no se oye otra cosa que el llanto.

Hay muy pocos ángeles que canten,
hay muy pocos perros que ladren,
mil violines caben en la palma de mi mano.
Pero el llanto es un perro inmenso,
el llanto es un ángel inmenso,
el llanto es un violín inmenso,
las lágrimas amordazan al viento
y no se oye otra cosa que el llanto.

  • Reflexión: el llanto es algo que no se puede silenciar.

“Yo no tengo soledad” (Gabriela Mistral)

Es la noche desamparo
de las sierras hasta el mar.
Pero yo, la que te mece,
¡yo no tengo soledad!

Es el cielo desamparo
si la Luna cae al mar.
Pero yo, la que te estrecha,
¡yo no tengo soledad!

Es el mundo desamparo
y la carne triste va.
Pero yo, la que te oprime,
¡yo no tengo soledad!

  • Reflexión: la soledad tiene un significado para cada persona, para algunas no existe.

“Identidad” (Amado Nervo)

El que sabe que es uno con Dios, logra el Nirvana:
un Nirvana en que toda tiniebla se ilumina;
vertiginoso ensanche de la conciencia humana,
que es sólo proyección de la Idea Divina
en el Tiempo…

El fenómeno, lo exterior, vano fruto
de la ilusión, se extingue: ya no hay pluralidad,
y el yo, extasiado, abísmase por fin en lo absoluto,
¡y tiene como herencia toda la eternidad!

  • Reflexión: dependemos de Dios y él también está en nuestra consciencia.

“El remordimiento” (Jorge Luis Borges)

He cometido el peor de los pecados
que un hombre puede cometer. No he sido
feliz. Que los glaciares del olvido
me arrastren y me pierdan, despiadados.

Mis padres me engendraron para el juego
arriesgado y hermoso de la vida,
para la tierra, el agua, el aire, el fuego.
Los defraudé. No fui feliz. Cumplida

no fue su joven voluntad. Mi mente
se aplicó a las simétricas porfías
del arte, que entreteje naderías.

Me legaron valor. No fui valiente.
No me abandona. Siempre está a mi lado
La sombra de haber sido un desdichado.

  • Reflexión: el remordimiento, la pena por no ser feliz y la importancia de ser valiente e intentar serlo.

“Sobrevivientes” (Mario Benedetti)

Cuando en un accidente
una explosión
un terremoto
un atentado
se salvan cuatro o cinco
creemos
insensatos
que derrotamos a la muerte

pero la muerte nunca
se impacienta
seguramente porque
sabe mejor que nadie
que os sobrevivientes
también muerten.

  • Reflexión: nadie escapa de la muerte.

“Cazador” (Federico García Lorca)

¡Alto pinar!
Cuatro palomas por el aire van.

Cuatro palomas
vuelan y tornan.
Llevan heridas
sus cuatro sombras.

¡Bajo pinar!
Cuatro palomas en la tierra están.

  • Reflexión: contra el cazador que mata las palomas.

“Sorpresa” (Federico García Lorca)

Muerto se quedó en la calle
con un puñal en el pecho.
No lo conocía nadie.

¡Cómo temblaba el farol!
Madre.
¡Cómo temblaba el farolito
de la calle!

Era madrugada. Nadie
pudo asomarse a sus ojos
abiertos al duro aire.

Que muerto se quedó en la calle
que con un puñal en el pecho
y que no lo conocía nadie.

  • Reflexión: las personas que matan y que no son identificadas.

“Memento” (Federico García Lorca)

Cuando yo me muera,
enterradme con mi guitarra
bajo la arena.

Cuando yo me muera,
entre los naranjos
y la hierbabuena.

Cuando yo me muera,
enterradme si queréis
en una veleta.

¡Cuando yo me muera!

  • Reflexión: la muerte tranquila, la que él quería, aunque el final de Lorca fue distinto, violento y triste.

“Corderito mío” (Gabriela Mistral)

Corderito mío,
suavidad callada:
mi pecho es tu gruta
de musgo afelpada.

Carnecita blanca,
tajada de luna:
lo he olvidado todo
por hacerme cuna.

Me olvidé del mundo
y de mí no siento
más que el pecho vivo
con que te sustento.

Y sé de mí sólo
que en mí te recuestas.
Tu fiesta, hijo mío,
apagó las fiestas.

  • Reflexión: el amor de madre, la ternura de ese amor.

“Desvelada” (Gabriela Mistral)

Como soy reina y fui mendiga, ahora
vivo en puro temblor de que me dejes,
y te pregunto, pálida, a cada hora:
«¿Estás conmigo aún? ¡Ay, no te alejes!»

Quisiera hacer las marchas sonriendo
y confiando ahora que has venido;
pero hasta en el dormir estoy temiendo
y pregunto entre sueños: «¿No te has ido?».

  • Reflexión: el miedo a perder a la persona amada.

“Si una espina me hiere…” (Amado Nervo)

¡Si una espina me hiere, me aparto de la espina,
…pero no la aborrezco! Cuando la mezquindad
envidiosa en mí clava los dardos de su inquina,
esquívase en silencio mi planta, y se encamina,
hacia más puro ambiente de amor y caridad.

¿Rencores? ¡De qué sirven! ¡Qué logran los rencores!
Ni restañan heridas, ni corrigen el mal.
Mi rosal tiene apenas tiempo para dar flores,
y no prodiga savias en pinchos punzadores:
si pasa mi enemigo cerca de mi rosal,

se llevará las rosas de más sutil esencia;
y si notare en ellas algún rojo vivaz,
¡será el de aquella sangre que su malevolencia
de ayer, vertió, al herirme con encono y violencia,
y que el rosal devuelve, trocada en flor de paz!

  • Reflexión: el sufrimiento por amor y su superación.

“Sueño despierto” (José Martí)

Yo sueño con los ojos
Abiertos, y de día
Y noche siempre sueño.
Y sobre las espumas
Del ancho mar revuelto,
Y por entre las crespas
Arenas del desierto
Y del león pujante,
Monarca de mi pecho,
Montado alegremente
Sobre el sumiso cuello,?
Un niño que me llama
Flotando siempre veo!

Reflexión: soñar despierto.

“Lo perdido” (Jorge Luis Borges)

¿Dónde estará mi vida, la que pudo
haber sido y no fue, la venturosa
o la de triste horror, esa otra cosa
que pudo ser la espada o el escudo

y que no fue? ¿Dónde estará el perdido
antepasado persa o el noruego,
dónde el azar de no quedarme ciego,
dónde el ancla y el mar, dónde el olvido

de ser quien soy? ¿Dónde estará la pura
noche que al rudo labrador confía
el iletrado y laborioso día,

según lo quiere la literatura?
Pienso también en esa compañera
que me esperaba, y que tal vez me espera.

Reflexión: lo que fue y ya no es, lo que estuvo en nuestra vida y ya no está, lo que se ha perdido.

“Tengo miedo de ti” (Elías Nandino)

Tengo miedo de ti,

de mí,

del mundo, del aire,

del amor, de la sombra.

Tengo miedo de todo.

¡Tengo miedo del miedo!

Tengo miedo a caer

sin nombre,

sin memoria y sin cuerpo,

en la eternidad

del olvido y del silencio.

 

¿Para qué soy

si para siempre dejaré de serlo?

  • Reflexión: el miedo que se experimenta ante distintas cosas de la vida.

“Quien no estuviere en presencia” (Jorge Manrique)

Quien no estuviere en presencia,

no tenga fe en confianza,

pues son olvido y mudanza

las condiciones de ausencia.

 

Quien quisiere ser amado,

trabaje por ser presente,

que cuan presto fuere ausente,

tan presto será olvidado:

y pierda toda esperanza

quien no estuviere en presencia,

pues son olvido y mudanza

las condiciones de ausencia.

  • Reflexión: la presencia, estar en el presente para ser amado, el olvido.

“El tiempo no para” (José Saramago)

Pues el tiempo no para, poco importa

Que los días vividos nos acerquen

El vaso de agua amarga colocado

Donde la sed de vida se exaspera.

No contemos los días que pasaron:

Fue hoy cuando nacimos, sólo ahora

La vida ha comenzado, y, lejos aún,

La muerte ha de cansarse en nuestra espera.

  • Reflexión: vivir el presente, el paso del tiempo, disfrutar de la vida.

“Al límite” (Karmelo Iribarren)

Tienes veinte años,

tienes a la vida

por el cuello

a tu merced;

pero no es suficiente,

quieres más.

 

Conozco

esa sensación.

Y te deseo mucha suerte,

la vas a necesitar.

  • Reflexión: la fuerza que se siente en la juventud y a la vez la poca experiencia que se tiene.

“Mi amiga la soledad” (Luis Alfonso Ramos)

Hoy te quiero dar gracias a ti,

Aunque para muchos seas lo peor

Tu mi amiga la soledad,

Me ayudas a reflexionar sin rencor.

Me has enseñado muchas cosas,

A extrañar, a querer, a valorar

Quizás seas la única que me escuches

Y yo sé que eres la que nunca me va abandonar.

Tú eres uno de mis motivos para escribir versos,

Gracias por estar siempre conmigo

Y te debo una flor, un abrazo

Por estar siempre aquí con mi dolor.

  • Reflexión: valorar la soledad, sus beneficios.

“Amo, amas…” (Rubén Darío)

Amar, amar, amar, amar siempre, con todo

el ser y con la tierra y con el cielo,

con lo claro del sol y lo oscuro del lodo:

amar por toda ciencia y amar por todo anhelo.

 

Y cuando la montaña de la vida

nos sea dura y larga y alta y llena de abismos,

amar la inmensidad que es de amor encendida

¡y arder en la fusión de nuestros pechos mismos!

  • Reflexión: amar con intensidad y siempre.

“No volveré a ser joven” (Jaime Gil de Biedma)

Que la vida iba en serio

uno lo empieza a comprender más tarde

—como todos los jóvenes, yo vine

a llevarme la vida por delante.

 

Dejar huella quería

y marcharme entre aplausos

—envejecer, morir, eran tan solo

las dimensiones del teatro.

 

Pero ha pasado el tiempo

y la verdad desagradable asoma:

—envejecer, morir,

es el único argumento de la obra.

  • Reflexión: la vida pasa y la vejez llega. Cuando uno es joven, piensa que no llegará.

“En mi dolor pusisteis…” (Abraham Valdelomar)

En mi dolor pusisteis vuestro cordial consuelo;

en vuestro hogar mis penas encontraron un nido;

para mi soledad, vuestras almas han sido

como dos alas blancas bajo la paz del cielo.

 

Dios os pague la sombra que me dio vuestro pecho,

y el vino generoso que me dio vuestra mesa,

y aquella dulce paz de vuestras almas, y esa

serenidad de lago que disteis a mi pecho.

 

Por el beso de amor, por el pan de cariño,

por el trino del ave, por el llanto del niño,

por los dulces poemas que vuestro hogar me dio,

 

dirá mi corazón esta prez cotidiana,

al morir el crepúsculo y al nacer la mañana:

que el Señor os bendiga como os bendigo yo…

  • Reflexión: agradecimiento, amor y aprecio del autor hacia una persona querida en su vida.

“Soneto X” (William Shakespeare)

Qué descaro decir que amas a alguien

Cuando tan negligente eres contigo;

Di si quieres que muchas te desean,

Pero es más que evidente que no amas.

 

Pues un odio tan cruento te domina

Que atentas sin piedad contra ti mismo

Y entregas tu morada al deterioro

En vez de preservarla dignamente.

 

Cambiaré de opinión cuando tú cambies

Y el dulce amor, no el odio, sea tu huésped

Sé igual que tu figura, amena y grácil,

 

O al menos sé gentil con tu persona.

Por mi amor, tu imagen multiplica,

Y en ti perdurará, o en lo que es tuyo.

  • Reflexión: la importancia de quererse a uno mismo para amar a otros.

“¡Nunca insulten a la mujer caída!…” (Víctor Hugo)

¡Nunca insulten a la mujer caída!

Nadie sabe qué peso la agobió,

ni cuántas luchas soportó en la vida,

¡hasta que al fin cayó!

 

¿Quién no ha visto mujeres sin aliento

asirse con afán a la virtud,

y resistir del vicio el duro viento

con serena actitud?

 

Gota de agua pendiente de una rama

que el viento agita y hace estremecer;

¡perla que el cáliz de la flor derrama,

y que es lodo al caer!

 

Pero aún puede la gota peregrina

su perdida pureza recobrar,

y resurgir del polvo, cristalina,

y ante la luz brillar.

 

Dejen amar a la mujer caída,

dejen al polvo su vital calor,

porque todo recobra nueva vida

con la luz y el amor.

  • Reflexión: la mujer que por algún motivo ha caído a un momento bajo de su vida, se puede recuperar y no hay que agobiarla o criticarla.

Poemas de reflexión originales

“Vida de ahora” (Juan Ortiz)

Te miro y me asombro, vida de ahora,

más rápida que de costumbre,

con un afán de cambiar nombres por números

y una obsesión por que todo sea perfecto.

 

Nos dejaste atrás,

con los huesos y la piel falibles,

con nuestros verbos finitos entre cada vez menos años;

vas muy rápido, sueño extraño.

Te pido para llevar,

porque vivirte no alcanza,

hay que buscar la plata para el respiro siguiente,

y el casero no me olvida,

me recuerda verde,

contante y sonante,

para pagar su café y sus lujos;

y mi jefe,

vida de ahora,

que sí te conoce,

no se agrada mucho cuando te busco,

porque el bolsillo se le achica un poco,

y porque él sabe en este retorno no me correspondía conocerte.

 

Vida de ahora, eres un espejo difuso,

me paro frente a ti

y nada me da para tenerte,

todo me falta,

salvo la muerte.

  • Reflexión: la extrañeza hacia la vida presente.

“Al Dios de mis padres” (Juan Ortiz)

Te conocí en dos tiempos;

primero,

coronado por las luces de la voz de mi vieja,

te vi en sus ojos, en la mesa,

en la ropa y el calzado,

en Felipe Veda tocando la puerta con una bolsa de pescados.

 

Eras un don que no faltaba,

sonrisa inesperada al acabar el día

después del café de las seis

porque se suponía que esa noche tocaba irse en blanco,

pero llegaba el pan, la mortadela, y tú de nuevo en los ojos de mi madre.

 

La vez segunda que te conocí

me visitaste en la hoja que hoy me recibe,

viniste para hablar de él,

la ausencia necesaria para ser el hombre que hoy te escribe;

me costó leerte entonces,

comprender lo que decías,

pero el mar y los días hicieron tolerable todo,

y fuiste el Padre que en gaviotas respondía,

en botes de hojalata,

en la red que remendaba para cerrarme a mí por dentro.

 

Hallarte allí,

en lo sagrado de las horas,

me dio certeza de tu cercanía;

nube bajo techo en las soledades de mi cuarto,

sardina curiosa en la orilla de la casa,

yo te vi,

colibrí tierno en las cayenas de entonces,

y te veo ahora cuando ella me mira

y nuestra hija sonríe al vernos de la mano.

  • Reflexión: no importa que tan mal estén las cosas, Dios siempre provee.

“Muerte que me esperas” (Juan Ortiz)

No supe de ti sino luego del naufragio,

José no volvió,

ni Pedro el de Camucha,

fue entonces que entendí el quiebre, la lucha,

lo de irse a tu puerta,

bajo el mar, bajo tierra,

con la sangre negra y el cuerpo roto.

 

Después del hundimiento,

te repartiste en cada lugar,

cada paisaje te tenía allí,

declarando ausencias,

codiciando el silencio de mi nombre.

 

Conocerte dio paso a lo finito,

después de creerme inmortal en los brazos de mi madre,

no pude más que seguir con tu barca vigilante,

en la acera, las orillas, incluso en la habitación;

escapar resulta un sueño cíclico,

una mentira mientras aguardo a ver si tras tu cuerpo realmente está el descanso.

  • Reflexión: conocer la muerte tras una experiencia.

“Amor, ¡ay de quien te nombra!” (Juan Ortiz)

Amor, ¡ay de quien te nombra!,

de quien te siente es esta piel quebradiza y mortal,

miel de los días idos en la sombra.

 

Amor, escuela de los días,

letra dada a los pobres y ricos

para comprar de todo en los azules,

en los recónditos laureles de la noche.

 

Amor, ¡ay de quien te nombra!,

y si es octubre y las raíces crecen donde no se espera,

en los países olvidados donde todo asombra.

Amor, túnel de los cielos que deja ver a Dios,

desde aquí, este espacio acordado y roído por el respiro,

por nosotros,

el algo que pasa en la acera

y que toma sentido cuando te tiene el cuerpo.

 

Amor, ¡ay de quien te nombra!,

de quien se atreve a no ser escombro,

y sonríe, y desconoce la muerte en cada segundo que estás,

amor, voz serena de las alondras.

  • Reflexión: de los problemas que la misma humanidad (la vida) interpone a los que se atreven a amar.

“La amistad, bastón de los días” (Juan Ortiz)

La amistad es el bastón,

un soporte para andar

en esta vida de pesar,

de pruebas y dolor.

El amigo es apoyo, guía,

columna fundacional

que hace llevadero el mal,

es bastón de los días.

 

Al amigo le debemos

la sonrisa que visita

al morir la margarita

y perecer los azulejos.

 

Amistad, sí, el bastón,

si la hallas, apréciala bien,

pues un amigo es el amén

que cura el mal de un corazón.

  • Reflexión: la importancia de la amistad y sus ventajas en la vida.

“Diálogos con la muerte” (Juan Ortiz)

No recuerdo cuándo te supe,

solo sé que estabas allí,

entre los materos de mi vieja hurgando los helechos,

las orquídeas,

yo te veía,

pero luego te ibas como si jamás hubieses estado.

 

Y así habías sido,

espectro del tiempo,

dueña del reloj que es mío,

al que miras y adoras con sus agujas culminando minuciosamente mi mortaja.

 

Yo iba por el nailon,

los anzuelos,

la carnada,

y me escapaba con las sombras de la noche,

y tú palidecías en un olvido infranqueable,

porque mi estampa frente al mar,

con mis ojos perdidos,

era más que inmortal,

como con ella en el amor,

en cada pasión que me ha confinado la piel con sus resplandores.

 

Pero volver de allí,

regresar de las aguas te cedía como una llave que abría no sé qué puerta y te mostrabas por instantes para recordar que me iría;

mirabas mi reloj,

sonreías,

y de pronto la procesión era yo.

 

Y allí voy,

contigo a cuestas,

he aprendido a convivir con tu cuerpo repentino;

cuando creo que estás muy presente,

voy a los oficios a aniquilarte,

al amor,

a la vida;

sigo sabiéndote,

sí,

sé que cada día es una cuadra menos hasta tu casa,

pero,

mientras pueda,

te tendré allí,

sepultada entre olvidos;

no te asombre,

pues,

que al encontrarnos esté distraído,

haciendo lo impensable: no pensarte;

y te toque llevarme como a nadie nunca:

repleto por completo de sonrisas en la osamenta.

  • Reflexión: los sentimientos y pensamientos del autor sobre la muerte.

“La voz de Dios” (Juan Ortiz)

Nunca di tanta certeza a la premisa que reza que somos producto de la voz de Dios,

nunca como ahora.

Hoy por hoy,

el día amanece con su aliento más rotundo diciendo:

“Buenos días papi,

buenos días mami”,

y el poder del café queda atrás,

y la mujer a la que amo se ilumina en la cocina más que las lumbres que reciben la masa de sus manos,

y algo en mí se enciende en el sillón,

frente al monitor.

Dios,

en ese estado,

puede ser olvidadizo,

así que a veces le digo:

“¿Y mi abrazo de buenos días?”,

y entonces viene y el amanecer se concreta corazón con corazón,

y el abrazo es la llave real de los días,

y ante él el sol es apenas un adorno,

una luz de Navidad que como puede calienta el leve espacio que le ha tocado.

 

Los días transcurren así,

Él,

el amor,

va y dibuja lo que ve,

va y baila lo que oye,

va y sonríe por el chiste de la hormiga,

y descifra el cuento en el techo de madera,

mientras nosotros,

simples mortales,

presenciamos al cielo en su mayor esplendor recorrer cada recoveco de la casa con su incansable curiosidad.

 

A veces me apago por lo cruento de estos días,

por saber la realidad que nos circunda,

y la sonrisa mengua detrás de la máscara obligada,

y salir por víveres se vuelve un sepelio donde la muerte va en todos aguardando las alegrías para tumbarlas con su dosis de cordura.

Y retorno cenizo,

y sé que ella lo sabe,

entonces viene y me trae un tesoro dibujado en papel,

y me explica su significado,

y de la nada el piso se ve cubierto de la piel gris que tenía hace poco.

 

Yo agradezco esa estrella colorida que me es cedida y regreso,

tranquilo,

al monitor.

Tras los asombros por los augurios oscuros que a veces trae la noche,

cuando tiemblo por mi condición finita,

por los lobos que circundan,

el despertar viene en su sonrisa,

entonces Dios recita su mantra protector sobre nosotros y nos dice:

“Buenos días papi,

buenos días mami”,

y la vida comienza de nuevo.

  • Reflexión: sobre el poder del amor de los hijos para hacernos ver lo bonito de la vida, pese a las penas.

“El número que quieren que sea” (Juan Ortiz)

Suena Chopin,

su “Nocturne” número 6 me indica que aún existo,

aquí, en alguna parte del sillón,

el piano retumba en algo,

la sangre va a donde debe,

la respiración hace lo suyo.

Si no fuera por él en este instante

la noticia me hubiese convencido de que la cifra de fallecidos en ese otro atentado

en aquél país parecido a este es eso: un número,

y seguiría yo,

tecleando,

viendo más y más montos,

estimaciones,

apreciaciones,

como sí de arena inerte se tratase,

y ni una lágrima saldría,

porque los números no sangran,

no tienen dolientes,

son signos que ayudan a calcular,

más nada,

y de eso hablan las noticias,

pero ahora,

el “Nocturne” número 8 me retumba más adentro,

reanima al hombre dormido,

y el llanto teclea por mí,

por el padre, la madre, el hijo que se ha ido con su nombre y apellido,

con sus dolientes,

alguien que amaba y reía por allá por esa otra tierra,

y que quizá escuchaba Chopin y se sabía único y viviente también,

y se condolía por quienes se iban y se les mentaba como un algo,

un dígito más para las estadísticas,

para la fosa tecnológica sin afectos en donde quieren meternos.

 

He llegado al “Nocturne” número 9,

la melancolía ha menguado en algo,

no soy el mismo de la canción pasada,

y persisto en mi proclama de no ser un número más,

y te digo,

hermano, hermana, que te has ido en la desgracia,

hay una lágrima que te guardo,

un nombre que te tengo,

una endecha,

un poema para verte partir tranquilo,

en mí tienes un doliente que te supo carne y querencia más allá de las estancias virtuales,

un hombre que se resiste a ser el número que quieren que sea.

  • Reflexión: un reclamo a lo insensibles que nos han vuelto los medios respecto al dolor ajeno. Una resistencia a no ser una estadística más, sino un humano que siente y piensa.

“Habito esta hoja” (Juan Ortiz)

Habito esta hoja de ayer para ti,

la lleno de uveros y rancherías,

de yaques, guayacanes y araguaneyes,

de semerucos y pitigüeyes que espero pruebes algún día.

 

Habito esta hoja de ayer para hacerme presente,

te hablo de mi vieja y sus remedios,

le incluyo benditos sortilegios para alivianar tus pasos,

porque abunda, amada, el pelmazo que reparte infortunios

y te quiero libre como las tirritas del pueblo que te espera.

 

Habito esta hoja, todo, menos callado,

porque me ha tocado volar escombros,

andar por espinos, desventuras que procurarán no serte ajenas,

y quiero que sepas,

en este amor que te guardo, que se me hace corto para la vida,

que ellos son un aderezo brusco, sin sabor, pero necesario

para los que la luz se ha placido en alzar sobre la mesa,

más allá del monte y la salina,

copo de sal necesaria,

polo doliente mío.

Habito esta hoja, cercana y transeúnte,

para que cantes los azules que te dejo,

con los nuestros, cayena indetenible,

y rememores el frente de la casa de Gloria,

y en tu corazón siempre esté Honorina;

habito esta hoja con guitarra en mano,

con el mundo andado en un peñero simple,

rumbo a mis islas,

siempre a ellas, hija mía,

sonriente,

para no faltarte ni un día.

  • Reflexión: sobre lo pasajero de la vida y lo que un padre quiere dejar de recuerdos a su hija.

“De la vejez ineludible” (Juan Ortiz)

A todos toca ir a tus caminos,

ser luna menguante en vida,

existencia dividida,

grano rumbo al molino.

Bendito el hombre que te conoce

tras superar la guerra en la ida,

fortuna que de salud goce,

con cama techo y comida.

No me he levantado y ya apareces,

con tus grises y resquebrajos,

vejez ineludible, certera,

corona al final de la carrera.

  • Reflexión: la llegada inevitable de la vejez.

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