Lengua y literatura

60 poemas tristes sobre la vida, amor y soledad [Cortos]


Sentirse triste es algo normal en la vida y de hecho es positivo en muchas ocasiones. Cuando estás triste, es la forma del organismo de decirte que es necesario hacer algún cambio en la situación que te hace sentir esa emoción.

Por tanto, cuando te encuentras triste no te sientas culpable y no te presiones para sentirte feliz. Date un tiempo y tómatelo con tranquilidad; si con el tiempo no te sientes mejor, podrás pedir ayuda o cambiar la circunstancia que te hace sentirte así.

En los siguientes poemas tristes comprenderás cómo sentían esta emoción autores de la poesía universal. En la primera parte encontrarás autores como Mario Benedetti, Julio Cortázar o Charles Bukowski. En la segunda parte encontrarás poemas originales de nuestro autor.

Índice del artículo

Poemas tristes famosos

“Tristes guerras” (Miguel Hernández)

Tristes guerras

si no es amor la empresa.

Tristes, tristes.

 

Tristes armas

si no son las palabras.

Tristes, tristes.

 

Tristes hombres

si no mueren de amores.

Tristes, tristes.

“Rima XXX” (Gustavo Adolfo Bécquer)

Asomaba a sus ojos una lágrima

y a mis labios una frase de perdón…

Habló el orgullo y se enjugó su llanto,

y la frase en mis labios expiró.

 

Yo voy por un camino, ella por otro;

pero al pensar en nuestro mutuo amor,

yo digo aún: “¿Por qué callé aquel día?”

y ella dirá: “¿Por qué no lloré yo?”.

“Estoy cansado” (Luís Cernuda)

Estar cansado tiene plumas,

tiene plumas graciosas como un loro,

plumas que desde luego nunca vuelan,

mas balbucean igual que loro.

 

Estoy cansado de las casas,

prontamente en ruinas sin un gesto;

estoy cansado de las cosas,

con un latir de seda vueltas luego de espaldas.

 

Estoy cansado de estar vivo,

aunque más cansado sería es estar muerto;

estoy cansado del estar cansado

entre plumas ligeras sagazmente,

plumas del loro aquel tan familiar o triste,

el loro aquel del siempre estar cansado.

“La madre triste” (Gabriela Mistral)

Duerme, duerme, dueño mío,

sin zozobra, sin temor,

aunque no se duerma mi alma,

aunque no descanse yo.

 

Duerme, duerme y en la noche

seas tú menos rumor

que la hoja de la hierba,

que la seda del vellón.

 

Duerma en ti la carne mía,

mi zozobra, mi temblor.

En ti ciérrense mis ojos:

¡duerma en ti mi corazón!

“¡Oh, sí!” (Charles Bukowski)

Hay cosas peores

que estar solo

pero a menudo toma décadas

darse cuenta de ello

y más a menudo

cuando esto ocurre

es demasiado tarde

y no hay nada peor

que

un demasiado tarde.

“Tu espejo es un sagaz” (Mario Benedetti)

Tu espejo es un sagaz
te sabe poro a poro
te desarruga el ceño
te bienquiere

te pule las mejillas
te despeina los años
o te mira a los ojos
te bienquiere

te depura los gestos
te pone la sonrisa
te transmite confianza
te bienquiere

hasta que sin aviso
sin pensarlo dos veces
se descuelga del clavo
te destroza.

“Despedida” (Jorge Luis Borges)

Entre mi amor y yo han de levantarse
trescientas noches como trescientas paredes
y el mar será una magia entre nosotros.

No habrá sino recuerdos.
Oh tardes merecidas por la pena,
noches esperanzadas de mirarte,
campos de mi camino, firmamento
que estoy viendo y perdiendo…
Definitiva como un mármol
entristecerá tu ausencia otras tardes.

“La tarde está muriendo” (Antonio Machado)

Como un hogar humilde que se apaga.

Allá, sobre los montes,

Quedan algunas brasas.

Y ese árbol roto en el camino blanco

Hace llorar de lástima.

¡Dos ramas en el tronco herido, y una

Hoja marchita y negra en cada rama!

¿Lloras?… Entre los álamos de oro,

Lejos, la sombra del amor te aguarda.

“Yo no puedo tenerte ni dejarte” (Sor Juana Inés de la Cruz)

Yo no puedo tenerte ni dejarte,

ni sé por qué, al dejarte o al tenerte,

se encuentra un no sé qué para quererte

y muchos sí sé qué para olvidarte.

 

Pues ni quieres dejarme ni enmendarte,

yo templaré mi corazón de suerte

que la mitad se incline a aborrecerte

aunque la otra mitad se incline a amarte.

 

Si ello es fuerza querernos, haya modo,

que es morir el estar siempre riñendo:

no se hable más en celo o en sospecha,

 

y quien da la mitad, no quiera el todo;

y cuando me la estás allá haciendo,

sabe que estoy haciendo la desecha.

“Llagas de amor” (Federico García Lorca)

Esta luz, este fuego que devora.

Este paisaje gris que me rodea.

Este dolor por una sola idea.

Esta angustia de cielo, mundo y hora.

 

Este llanto de sangre que decora

lira sin pulso ya, lúbrica tea.

Este peso del mar que me golpea.

Este alacrán que por mi pecho mora.

 

Son guirnalda de amor, cama de herido,

donde sin sueño, sueño tu presencia

entre las ruinas de mi pecho hundido.

 

Y aunque busco la cumbre de prudencia,

me da tu corazón valle tendido

con cicuta y pasión de amarga ciencia.

“Amor” (Pablo Neruda)

Mujer, yo hubiera sido tu hijo, por beberte

la leche de los senos como de un manantial,

por mirarte y sentirte a mi lado y tenerte

en la risa de oro y la voz de cristal.

 

Por sentirte en mis venas como Dios en los ríos

y adorarte en los tristes huesos de polvo y cal,

porque tu ser pasara sin pena al lado mío

y saliera en la estrofa —limpio de todo mal—.

 

Cómo sabría amarte, mujer, cómo sabría

amarte, amarte como nadie supo jamás!

Morir y todavía amarte más.

Y todavía amarte más y más.

“Quisiera estar solo en el Sur” (Luís Cernuda)

Quizá mis lentos ojos no verán más el Sur

de ligeros paisajes dormidos en el aire,

con cuerpos a la sombra de ramas como flores

o huyendo en un galope de caballos furiosos.

 

El sur es un desierto que llora mientras canta,

y esa voz no se extingue como pájaro muerto;

hacia el mar encamina sus deseos amargos

abriendo un eco débil que vive lentamente.

 

En el sur tan distante quiero estar confundido.

La lluvia allí no es más que una rosa entreabierta,

su niebla misma ríe, risa blanca en el viento.

Su oscuridad, su luz son bellezas iguales.

“Lo fatal” (Rubén Darío)

Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo,

y más la piedra dura porque esa ya no siente,

pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,

ni mayor pesadumbre que la vida consciente.

 

Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,

y el temor de haber sido y un futuro terror…

Y el espanto seguro de estar mañana muerto,

y sufrir por la vida y por la sombra y por

 

lo que no conocemos y apenas sospechamos,

y la carne que tienta con sus frescos racimos,

y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,

¡y no saber a dónde vamos,

ni de dónde venimos!…

“Músico llanto en lágrimas sonoras” (Francisco de Quevedo)

Músico llanto en lágrimas sonoras

llora monte doblado en cueva fría,

y destilando líquida armonía,

hace las peñas cítaras canoras.

 

Ameno y escondido a todas horas,

en mucha sombra alberga poco día:

no admite su silencio compañía,

sólo a ti, solitario, cuando lloras.

 

Son tu nombre, color, y voz doliente,

señas más que de pájaro, de amante:

puede aprender dolor de ti un ausente.

 

Estudia en tu lamento y tu semblante

gemidos este monte y está frente:

y tienes mi dolor por estudiante.

“Ojos de ayer” (Juan Ramón Jiménez)

¡Ojos que quieren

mirar alegres

Y miran tristes!

 

¡Ay, no es posible

que un muro viejo

dé brillos nuevos;

que un seco tronco

(abra otras hojas)

abra otros ojos

que estos, que quieren

mirar alegres

y miran tristes!

 

¡Ay, no es posible!

“Desmayarse, atreverse, estar furioso” (Lope de Vega)

Desmayarse, atreverse, estar furioso

áspero, tierno, liberal, esquivo,

alentado, mortal, difunto, vivo,

leal, traidor, cobarde y animoso;

 

no hallar fuera del bien centro y reposo,

mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,

enojado, valiente, fugitivo,

satisfecho, ofendido, receloso;

 

huir el rostro al claro desengaño,

beber veneno por licor süave,

olvidar el provecho, amar el daño;

 

creer que un cielo en un infierno cabe,

dar la vida y el alma a un desengaño;

esto es amor, quien lo probó lo sabe.

“Bendita” (Amado Nervo)

Bendita seas, porque me hiciste

amar la muerte, que antes temía.

Desde que de mi lado te fuiste,

amo la muerte cuando estoy triste;

si estoy alegre, más todavía.

 

En otro tiempo, su hoz glacial

me dio terrores; hoy, es amiga.

¡Y la presiento tan maternal!…

Tú realizaste prodigio tal.

¡Dios te bendiga! ¡Dios te bendiga!

“Mañana lenta” (Dámaso Alonso)

Mañana lenta,

cielo azul,

campo verde,

tierra vinariega.

Y tú, mañana, que me llevas.

carreta

demasiado lenta,

carreta demasiado llena

de mi hierba nueva,

temblorosa y fresca,

que ha de llegar —sin darme cuenta—

seca.

“Dulce Tortura” (Alfonsina Storni)

Polvo de oro en tus manos fue mi melancolía

Sobre tus manos largas desparramé mi vida;

Mis dulzuras quedaron a tus manos prendidas;

Ahora soy un ánfora de perfumes vacía.

 

Cuánta dulce tortura quietamente sufrida

Cuando, picada el alma de tristeza sombría,

Sabedora de engaños, me pasada los días

¡Besando las dos manos que me ajaban la vida!

“Ars Magna” (Leopoldo María Panero)

Qué es la magia, preguntas

en una habitación a oscuras.

Qué es la nada, preguntas,

saliendo de la habitación.

Y qué es un hombre saliendo de la nada,

y volviendo solo a la habitación.

“Casa Abierta” (Theodore Roethke)

Mis secretos gritan fuerte.

No tengo necesidad de lengua.

Mi corazón ofrece hospitalidad,

Mis puertas se abren libremente.

Una épica de los ojos

Mi amor, sin ningún disfraz.

 

Mis verdades están todas previstas,

Esta angustia revelada a sí misma.

Estoy desnudo hasta los huesos,

Con la desnudez me escudo.

Lo que uso es el mí mismo:

Conservo sobrio el espíritu.

 

La ira permanecerá,

Los actos dirán la verdad

En lenguaje exacto y puro

Detengo la engañadora boca:

La furia reduce mi más claro grito

A una agonía tonta.

“Silencio” (Octavio Paz)

Así como del fondo de la música

brota una nota

Que mientras vibra crece y se adelgaza

Hasta que en otra música enmudece,

brota del fondo del silencio,

otro silencio, aguda torre, espada,

y sube y crece y nos suspende

y mientras sube caen

recuerdos, esperanzas,

las pequeñas mentiras y las grandes,

y queremos gritar y en la garganta

se desvanece el grito:

desembocamos al silencio

en donde los silencios enmudecen.

“El futuro” (Julio Cortázar)

Y sé muy bien que no estarás.

No estarás en la calle, en el murmullo que brota de noche

de los postes de alumbrado, ni en el gesto

de elegir el menú, ni en la sonrisa

que alivia los completos de los subtes,

ni en los libros prestados ni en el hasta mañana.

 

No estarás en mis sueños,

en el destino original de mis palabras,

ni en una cifra telefónica estarás

o en el color de un par de guantes o una blusa.

Me enojaré amor mío, sin que sea por ti,

y compraré bombones pero no para ti,

me pararé en la esquina a la que no vendrás,

y diré las palabras que se dicen

y comeré las cosas que se comen

y soñaré las cosas que se sueñan

y sé muy bien que no estarás,

ni aquí adentro, la cárcel donde aún te retengo,

ni allí fuera, este río de calles y de puentes.

No estarás para nada, no serás ni recuerdo,

y cuando piense en ti pensaré un pensamiento

que oscuramente trata de acordarse de ti.

“Queja” (Alfonsina Storni)

Señor, mi queja es ésta,

Tú me comprenderás;

De amor me estoy muriendo,

Pero no puedo amar.

 

Persigo lo perfecto

En mí y en los demás,

Persigo lo perfecto

Para poder amar.

 

Me consumo en mi fuego,

¡Señor, piedad, piedad!

De amor me estoy muriendo,

¡Pero no puedo amar!

“Últimas Golondrinas” (Mario Benedetti)

Sabes

Gustavo Adolfo

en cualquier año de éstos

ya no van a volver

las golondrinas

ni aún las pertinaces

las del balcón

las tuyas

 

es lógico

están hartas

de tanto y tanto alarde

migratorio

de tanto y tanto cruce

sobre el mar y retórica

y pretextos

y alcores

 

su tiempo ya pasó

lo reconocen

y a mitad de su ida

o de su vuelta

oscuras

cursilíneas

tiernitas de alas largas

se dejarán caer

como buscando

cada una su ola

terminal.

“Alba” (Federico García Lorca)

Mi corazón oprimido

Siente junto a la alborada

El dolor de sus amores

Y el sueño de las distancias.

La luz de la aurora lleva

Semilleros de nostalgias

Y la tristeza sin los ojos

De la médula del alma.

La gran tumba de la noche

Su negro velo levanta

Para ocultar con el día

La inmensa cumbre estrellada.

 

¡Qué haré yo sobre estos campos

Cogiendo niños y ramas

Rodeado de la aurora

Y llena de noche el ama!

¡Qué haré si tienes tus ojos

Muertos a las luces claras

Y no ha de sentir mi carne

El calor de tus miradas!

¿Por qué te perdí por siempre

En aquella tarde clara?

Hoy mi pecho está reseco

Como una estrella apagada.

“Indolencia” (Alfonsina Storni)

A pesar de mí misma te amo; eres tan vano

como hermoso, y me dice, vigilante, el orgullo:

« ¿Para esto elegías? Gusto bajo es el tuyo;

no te vendas a nada, ni a un perfil de romano»

 

Y me dicta el deseo, tenebroso y pagano,

de abrirte un ancho tajo por donde tú murmullo

vital fuera colado… Sólo muerto mi arrullo

más dulce te envolviera, buscando boca y mano.

 

¿Salomé rediviva? Son más pobres mis gestos.

Ya para cosas trágicas malos tiempos son éstos.

Yo soy la que incompleta vive siempre su vida.

 

Pues no pierde su línea por una fiesta griega

y al acaso indeciso, ondulante, se pliega

con los ojos lejanos y el alma distraída.

“Oda a la tristeza” (Pablo Neruda)

Tristeza, escarabajo,

de siete patas rotas,

huevo de telaraña,

rata descalabrada,

esqueleto de perra:

Aquí no entras.

No pasa.

Ándate.

Vuelve

al sur con tu paraguas,

vuelve

al norte con tus dientes de culebra.

Aquí vive un poeta.

La tristeza no puede

entrar por estas puertas.

Por las ventanas

entre el aire del mundo

las rojas rosas nuevas,

las banderas bordadas

del pueblo y sus victorias.

No puedes.

Aquí no entras.

Sacude

tus alas de murciélago,

yo pisaré las plumas

que caen de tu mano

yo barreré los trozos

de tu cadáver hacia

las cuatro puntas del viento,

yo te torceré el cuello,

te coseré los ojos,

cortaré tu mortaja

y enterraré, tristeza, tus huesos roedores

bajo la primavera de un manzano.

“Tristezas de la luna” (Charles Baudelaire)

Esta noche la luna sueña con más pereza,

Cual si fuera una bella hundida entre cojines

Que acaricia con mano discreta y ligerísima,

Antes de adormecerse, el contorno del seno.

 

Sobre el dorso de seda de deslizantes nubes,

Moribunda, se entrega a prolongados éxtasis,

Y pasea su mirada sobre visiones blancas,

Que ascienden al azul igual que floraciones.

 

Cuando sobre este globo, con languidez ociosa,

Ella deja rodar una furtiva lágrima,

Un piadoso poeta, enemigo del sueño,

 

De su mano en el hueco, coge la fría gota

como un fragmento de ópalo de irisados reflejos.

Y la guarda en su pecho, lejos del sol voraz.

“Tú, que nunca serás” (Alfonsina Storni)

Sábado fue, y capricho el beso dado,

capricho de varón, audaz y fino,

mas fue dulce el capricho masculino

a este mi corazón, lobezno alado.

 

No es que crea, no creo, si inclinado

sobre mis manos te sentí divino,

y me embriagué. Comprendo que este vino

no es para mí, mas juega y rueda el dado.

Yo soy esa mujer que vive alerta,

tú el tremendo varón que se despierta

en un torrente que se ensancha en río,

 

Y más se encrespa mientras corre y poda.

Ah, me resisto, más me tiene toda,

tú, que nunca serás del todo mío.

“Curriculum” (Mario Benedetti)

El cuento es muy sencillo

usted nace

contempla atribulado

el rojo azul del cielo

el pájaro que emigra

el torpe escarabajo

que su zapato aplastará

que su zapato aplastará

valiente

 

usted sufre

reclama por comida

y por costumbre

por obligación

llora limpio de culpas

extenuado

hasta que el sueño lo descalifica

 

usted ama

se transfigura y ama

por una eternidad tan provisoria

que hasta el orgullo se le vuelve tierno

y el corazón profético

se convierte en escombros

 

usted aprende

y usa lo aprendido

para volverse lentamente sabio

para saber que al fin el mundo es esto

en su mejor momento una nostalgia

en su peor momento un desamparo

y siempre siempre

un lío

 

entonces

usted muere.

“Tengo miedo” (Pablo Neruda)

Tengo miedo. La tarde es gris y la tristeza

del cielo se abre como una boca de muerto.

Tiene mi corazón un llanto de princesa

olvidada en el fondo de un palacio desierto.

 

Tengo miedo —Y me siento tan cansado y pequeño

que reflojo la tarde sin meditar en ella.

(En mi cabeza enferma no ha de caber un sueño

así como en el cielo no ha cabido una estrella.)

 

Sin embargo en mis ojos una pregunta existe

y hay un grito en mi boca que mi boca no grita.

¡No hay oído en la tierra que oiga mi queja triste

abandonada en medio de la tierra infinita!

 

Se muere el universo de una calma agonía

sin la fiesta del Sol o el crepúsculo verde.

Agoniza Saturno como una pena mía,

la Tierra es una fruta negra que el cielo muerde.

 

Y por la vastedad del vacío van ciegas

las nubes de la tarde, como barcas perdidas

que escondieran estrellas rotas en sus bodegas.

 

Y la muerte del mundo cae sobre mi vida.

“Al triste” (Jorge Luis Borges)

Ahí está lo que fue: la tercera espada

del sajón y su métrica de hierro,

los mares y las islas del destierro

del hijo de Laertes, la dorada

luna del persa y los sin fin jardines

de la filosofía y de la historia,

El oro sepulcral de la memoria

y en la sombra el olor de los jazmines.

Y nada de eso importa. El resignado

ejercicio del verso no te salva

ni las aguas del sueño ni la estrella

que en la arrasada noche olvida el alba.

Una sola mujer es tu cuidado,

igual a las demás, pero que es ella.

“Se ha vuelto llanto este dolor ahora” (Jaime Sabines)

Se ha vuelto llanto este dolor ahora

y es bueno que así sea.

Bailemos, amemos, Melibea.

 

Flor de este viento dulce que me tiene,

rama de mi congoja:

desátame, amor mío, hoja por hoja,

 

mécete aquí en mis sueños,

te arropo con mi sangre, ésta es tu cuna:

déjame que te bese una por una,

 

mujeres tú, mujer, coral de espuma.

 

Rosario, sí, Dolores cuando Andrea,

déjame que te llore y que te vea.

 

Me he vuelto llanto nada más ahora

y te arrullo, mujer, llora que llora.

“Viceversa” (Mario Benedetti)

Tengo miedo de verte

necesidad de verte

esperanza de verte

desazones de verte

 

tengo ganas de hallarte

preocupación de hallarte

certidumbre de hallarte

pobres dudas de hallarte

 

tengo urgencia de oírte

alegría de oírte

buena suerte de oírte

y temores de oírte

 

o sea

resumiendo

estoy jodido

y radiante

quizá más lo primero

que lo segundo

y también

viceversa.

“Vuela la noche antigua de erecciones” (Rafael Alberti)

Vuela la noche antigua de erecciones,

Muertas, como las manos, a la aurora.

Un clavel prolongado desmejora,

Hasta empalidecerlos, los limones.

 

Contra lo oscuro cimbran esquilones,

Y émbolos de una azul desnatadora

Mueven entre la sangre batidora

Un vertido rodar de cangilones.

 

Cuando el cielo se arranca su armadura

Y en un errante nido de basura

Le grita un ojo al sol recién abierto.

 

Futuro en las entrañas sueña el trigo,

Llamando al hombre para ser testigo…

Mas ya el hombre a su lado duerme muerto.

“Boca de llanto, me llaman” (Jaime Sabines)

Boca de llanto, me llaman

tus pupilas negras,

me reclaman. Tus labios

sin ti me besan.

¡Cómo has podido tener

la misma mirada negra

con esos ojos

que ahora llevas!

 

Sonreíste. ¡Qué silencio,

qué falta de fiesta!

¡Cómo me puse a buscarte

en tu sonrisa, cabeza

de tierra,

labios de tristeza!

 

No lloras, no llorarías

aunque quisieras;

tienes el rostro apagado

de las ciegas.

 

Puedes reír. Yo te dejo

reír, aunque no puedas.

“La vida se me va, quién sabe a dónde” (Pär Lagerkvist)

La vida se me va… Quién sabe a dónde

con la luz parte… Sigilosamente

de mí se aleja sin decir a dónde.

 

Lo mismo que un amigo

que me abandona sin decir palabra,

que me abandona en soledad conmigo.

 

Si le pregunto: ¿A dónde vas, a dónde?

se sonríe no más, plácidamente,

sin dejar de partir quién sabe a dónde.

 

Le grito con angustia:

Mírame aquí, viviente, vivo. ¿A dónde

quieres que te siga? —Y con risa mustia,

“Tú no eres yo”— doliente me responde.

“Tú me has llenado de dolor la mente” (Guido Cavalcanti)

Tú me has llenado de dolor la mente,

tanto que el alma se esfuerza por partir

y los suspiros del corazón doliente

muestran a los ojos que no puedo más.

Amor, que tu gran valor siente,

dice; “Lamento que debas morir

por esta cruel dama que no parece

oír que habla la piedad por ti”.

Voy como el que está afuera de la vida,

que a la vista parece un hombre

tallado en piedra, bronce o madera,

más camina sólo por costumbre

y en el corazón lleva la herida

que es señal de muerte verdadera.

“La lenta máquina del desamor” (Julio Cortázar)

La lenta máquina del desamor

La lenta máquina del desamor,

los engranajes del reflujo,

los cuerpos que abandonan las almohadas,

las sábanas, los besos,

y de pie ante el espejo interrogándose

cada uno a sí mismo,

ya no mirándose entre ellos,

ya no desnudos para el otro,

ya no te amo,

mi amor.

“Retratarme para darte la foto” (Gloria Fuertes)

No es suficiente no poderte mirar hondo,

no basta con los dedos señalarte la risa.

No es nada olerte el pelo,

ver tu danza,

escucharte la voz

ponerla en cinta.

No es suficiente no, soñar contigo

rezar para que vivas,

retratarme para darte la foto,

escribirte en la noche

con obsesión pensar en tus maneras…

¡No es suficiente no, darte la vida,

ni decir a la gente que te quiero,

ni entregar al mendigo mis ahorros,

ni quemar el pasado es suficiente!

“Te sigo extrañando” (Mario Benedetti)

No sabes cómo necesito tu voz;

necesito tus miradas

aquellas palabras que siempre me llenaban,

necesito tu paz interior;

necesito la luz de tus labios

¡Ya no puedo… seguir así!

… Ya… No puedo

mi mente no quiere pensar

no puede pensar nada más que en ti.

Necesito la flor de tus manos

aquella paciencia de todos tus actos

con aquella justicia que me inspiras

para lo que siempre fue mi espina

mi fuente de vida se ha secado

con la fuerza del olvido…

me estoy quemando;

aquello que necesito ya lo he encontrado

pero aun ¡Te sigo extrañando!

“Ausencia” (Jorge Luis Borges)

Habré de levantar la vasta vida

que aún ahora es tu espejo:

cada mañana habré de reconstruirla.

Desde que te alejaste,

cuántos lugares se han tornado vanos

y sin sentido, iguales

a luces en el día.

Tardes que fueron nicho de tu imagen,

músicas en que siempre me aguardabas,

palabras de aquel tiempo,

yo tendré que quebrarlas con mis manos.

¿En qué hondonada esconderé mi alma

para que no vea tu ausencia

que como un sol terrible, sin ocaso,

brilla definitiva y despiadada?

Tu ausencia me rodea

como la cuerda a la garganta,

el mar al que se hunde.

“Campo” (Antonio Machado)

La tarde está muriendo

Como un hogar humilde que se apaga.

 

Allá, sobre los montes,

Quedan algunas brasas.

 

Y ese árbol roto en el camino blanco

Hace llorar de lástima.

 

¡Dos ramas en el tronco herido, y una

Hoja marchita y negra en cada rama!

 

¿Lloras?… Entre los álamos de oro,

Lejos, la sombra del amor te aguarda.

“Si mis manos pudieran deshojar” (Federico García Lorca)

Yo pronuncio tu nombre

En las noches oscuras

Cuando vienen los astros

A beber en la luna

Y duermen los ramajes

De las frondas ocultas.

Y yo me siento hueco

De pasión y de música.

Loco reloj que canta

Muertas horas antiguas.

 

Yo pronuncio tu nombre,

En esta noche oscura,

Y tu nombre me suena

Más lejano que nunca.

Más lejano que todas las estrellas

Y más doliente que la mansa lluvia.

 

¿Te querré como entonces

Alguna vez? ¿Qué culpa

Tiene mi corazón?

Si la niebla se esfuma

¿Qué otra pasión me espera?

¿Será tranquila y pura?

¡Si mis dedos pudieran

deshojar a la luna!

“Llueve” (Gabriel García Márquez)

Llueve en este poema

Eduardo Carranza.

 

Llueve. La tarde es una

hoja de niebla. Llueve.

La tarde está mojada

de tu misma tristeza.

A veces viene el aire

con su canción. A veces

Siento el alma apretada

contra tu voz ausente.

 

Llueve. Y estoy pensando

en ti. Y estoy soñando.

Nadie vendrá esta tarde

a mi dolor cerrado.

Nadie. Solo tu ausencia

que me duele en las horas.

Mañana tu presencia regresará en la rosa.

 

Yo pienso cae la lluvia

nunca como las frutas.

Niña como las frutas,

grata como una fiesta

hoy está atardeciendo

tu nombre en mi poema.

 

A veces viene el agua

a mirar la ventana

Y tú no estás

A veces te presiento cercana.

 

Humildemente vuelve

tu despedida triste.

Humildemente y todo

humilde: los jazmines

los rosales del huerto

 

y mi llanto en declive.

Oh, corazón ausente:

qué grande es ser humilde.

“Seré tuya sin ti” (Ernestina de Champourcín)

Seré tuya sin ti el día que los sueños

alejen de mi senda tu mente creadora,

el día que tu sed

no pueda limitarse al hueco de mis manos.

 

¡Seré tuya aún sin ti! Dejaré de merecerte

en la cuna encendida que tejieron mis besos.

Se borrará en tus labios la forma de los míos,

y el cielo de tu vida

tendrá un color distinto al de mi corazón.

 

Pero sabré ser tuya sin nublar tu camino

con la huella indecisa de mi andar solitario.

Me ceñiré a tu sombra, y anudada por ella,

te iré dando en silencio lo más puro de mí.

 

¡Con qué amarga dulzura repetiré, ya sola,

esos gestos antiguos que pulió tu mirada!

Me seguirás teniendo igual que me quisiste

y acunaré en secreto tu amor eternizado.

“Olvido” (Carlos Medellín)

Se me olvidó tu nombre,

no recuerdo

si te llamabas luz o enredadera,

pero sé que eras agua

porque mis manos tiemblan cuando llueve.

 

Se me olvidó tu rostro, tu pestaña

y tu piel por mi boca transitada

cuando caímos bajo los cipreses

vencidos por el viento,

pero sé que eras Luna

porque cuando la noche se aproxima

se me rompen los ojos

de tanto querer verte en la ventana.

 

Se me olvidó tu voz, y tu palabra,

pero sé que eras música

porque cuando las horas se disuelven

entre los manantiales de sangre

mi corazón te canta.

“Me declaro vencido” (Miquel Martí i Pol)

Me declaro vencido. Los años que me quedan

los malviviré en penumbra. Cada mañana

deshojaré una rosa, la misma,

y con tinta evanescente escribiré un verso

débil y nostálgico en cada pétalo.

Os lego mi sombra en testamento:

es lo más perdurable y sólido que tengo,

y los cuatro palmos de mundo tranquilo

que creo cada día con la mirada.

Cuando muera, cavad un profundo hoyo

y enterradme en él de pie, frente al mediodía,

que el sol, al salir, me ciegue el fondo de los ojos.

Así la gente que me vea exclamará:

Mirad, un muerto con la mirada viva.

“El pequeño dolor” (José Ángel Buesa)

Mi dolor es pequeño,

pero aún así bendigo este dolor,

que es como no soñar después de un sueño,

o es como abrir un libro y encontrar una flor.

 

Déjame que bendiga

mi pequeño dolor,

que no sabe crecer como la espiga,

porque la espiga crece sin amor.

 

Y déjame cuidar como una rosa

este dolor que nace porque sí,

este dolor pequeño, que es la única cosa

que me queda de ti.

Poemas tristes originales

“Pandemia” (Juan Ortiz)

Jueza definitiva,

ladrona del aliento,

llegaste a dictar la sentencia total

y nada pudo redimirnos.

 

“¡Encierro y muerte!”,

dijiste,

y las calles se poblaron de tu áspera neblina,

y la ansiedad se nos hizo casa,

y los viejos se fueron sin derecho a despedirse;

llegaste,

respiro trunco,

con lección amarga

y, lo más duro:

un encuentro obligado con nosotros mismos.

“Emigrar” (Juan Ortiz)

Emigrar es volverse un país,

una nación ajena a todo sobre la tierra;

pasar al otro plano,

entonces,

se hace simple,

como brincar de una muerte a otra.

“Fuimos” (Juan Ortiz)

Fuimos una canción oportuna

en el tiempo de las melancolías.

Sí,

eso fuimos.

“Ser nadie” (Juan Ortiz)

Borrar las huellas primero que la muerte,

hacerse algo tan minúsculo

que no se pueda caber en un recuerdo.

 

Ser algo así como ese respiro que te acaba de dar vida

y tú, ni pendiente.

 

Volverse ese vacío es magia.

Ser esa nada es volver al principio

y abrazar la alegría de no ser partícipe de ninguna historia.

Algún descanso habrá.

 

Desaparecer los pasos,

de eso se trata, ser nadie.

“Café de ausencias” (Juan Ortiz)

De vez en cuando

serás mi café de ausencias,

tú y tu voz de mil tierras,

el recuerdo al que recurra

para herir de nostalgia mi noche,

para no conciliar el sueño.

“Diálisis” (Juan Ortiz)

La vida me abandona,

yo le ayudo mientras puedo.

Va,

se limpia de mí que soy muerte,

su casa,

y regresa por la otra puerta

para sufrir ambos hasta el próximo abandono.

“Despierto” (Juan Ortiz)

No sé adónde iba a la hora del sueño,

si fuera pluma quizá,

o comienzo,

o escondite en los juegos de infancia.

Una mujer de madera pasaba siempre,

como una puerta estrecha,

enjaulándome los ojos al cerezo.

 

Yo era un desaparecido en linchamiento,

un cuerpo de escombros escudriñando el piso.

De eso hace ya un incendio en el patio,

una espera en la otra casa,

una permanencia en los matorrales…

en realidad, no sé,

ya estoy despierto.

“El disfraz que nadie quiere” (Juan Ortiz)

Hoy llevo el disfraz que nadie quiere,

vestido de hombre extraño,

de ojos perdidos en un paisaje que no está,

el atuendo gris de un emigrante;

el miedo es mío,

la incertidumbre.

Este día pasará,

y mi traje mañana no amanecerá distinto.

 

Soy emigrante,

el Cristo para purgar las culpas de las estirpes de este Sur tan lejano al sueño de Bolívar;

la excusa perfecta para todos los males,

el estigma que nadie llevar consigo.

“Al final de este todo” (Juan Ortiz)

Al final de este todo,

frente a la muerte y su nuevo incierto inicio,

quedarán las hojas dispersas donde se anduvo,

canciones pálidas sobre los aires,

tumbas bordeando los corazones,

y más nada,

absolutamente nada que nos haga recordar que estuvimos.

Olvido seremos al final de este todo.

“Lo que una vez fue su cuerpo” (Juan Ortiz)

Hoy todo se ha espantado

—me dije creyendo hablar con ella—,

los vapores y las ausencias,

las polillas satisfechas con mis olvidos,

y todo lo que recuerda los noviembres,

sus esquirlas

y esa sombra fragmentada

entre las cayenas que ocupan

lo que una vez fue su cuerpo.

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