60 poemas tristes sobre la vida, amor y soledad [Cortos]
Sentirse triste es algo normal en la vida y de hecho es positivo en muchas ocasiones. Cuando estás triste, es la forma del organismo de decirte que es necesario hacer algún cambio en la situación que te hace sentir esa emoción.
Por tanto, cuando te encuentras triste no te sientas culpable y no te presiones para sentirte feliz. Date un tiempo y tómatelo con tranquilidad; si con el tiempo no te sientes mejor, podrás pedir ayuda o cambiar la circunstancia que te hace sentirte así.
En los siguientes poemas tristes comprenderás cómo sentían esta emoción autores de la poesía universal. En la primera parte encontrarás autores como Mario Benedetti, Julio Cortázar o Charles Bukowski. En la segunda parte encontrarás poemas originales de nuestro autor.
Índice del artículo
- 1 Poemas tristes famosos
- 1.1 “Tristes guerras” (Miguel Hernández)
- 1.2 “Rima XXX” (Gustavo Adolfo Bécquer)
- 1.3 “Estoy cansado” (Luís Cernuda)
- 1.4 “La madre triste” (Gabriela Mistral)
- 1.5 “¡Oh, sí!” (Charles Bukowski)
- 1.6 “Tu espejo es un sagaz” (Mario Benedetti)
- 1.7 “Despedida” (Jorge Luis Borges)
- 1.8 “La tarde está muriendo” (Antonio Machado)
- 1.9 “Yo no puedo tenerte ni dejarte” (Sor Juana Inés de la Cruz)
- 1.10 “Llagas de amor” (Federico García Lorca)
- 1.11 “Amor” (Pablo Neruda)
- 1.12 “Quisiera estar solo en el Sur” (Luís Cernuda)
- 1.13 “Lo fatal” (Rubén Darío)
- 1.14 “Músico llanto en lágrimas sonoras” (Francisco de Quevedo)
- 1.15 “Ojos de ayer” (Juan Ramón Jiménez)
- 1.16 “Desmayarse, atreverse, estar furioso” (Lope de Vega)
- 1.17 “Bendita” (Amado Nervo)
- 1.18 “Mañana lenta” (Dámaso Alonso)
- 1.19 “Dulce Tortura” (Alfonsina Storni)
- 1.20 “Ars Magna” (Leopoldo María Panero)
- 1.21 “Casa Abierta” (Theodore Roethke)
- 1.22 “Silencio” (Octavio Paz)
- 1.23 “El futuro” (Julio Cortázar)
- 1.24 “Queja” (Alfonsina Storni)
- 1.25 “Últimas Golondrinas” (Mario Benedetti)
- 1.26 “Alba” (Federico García Lorca)
- 1.27 “Indolencia” (Alfonsina Storni)
- 1.28 “Oda a la tristeza” (Pablo Neruda)
- 1.29 “Tristezas de la luna” (Charles Baudelaire)
- 1.30 “Tú, que nunca serás” (Alfonsina Storni)
- 1.31 “Curriculum” (Mario Benedetti)
- 1.32 “Tengo miedo” (Pablo Neruda)
- 1.33 “Al triste” (Jorge Luis Borges)
- 1.34 “Se ha vuelto llanto este dolor ahora” (Jaime Sabines)
- 1.35 “Viceversa” (Mario Benedetti)
- 1.36 “Vuela la noche antigua de erecciones” (Rafael Alberti)
- 1.37 “Boca de llanto, me llaman” (Jaime Sabines)
- 1.38 “La vida se me va, quién sabe a dónde” (Pär Lagerkvist)
- 1.39 “Tú me has llenado de dolor la mente” (Guido Cavalcanti)
- 1.40 “La lenta máquina del desamor” (Julio Cortázar)
- 1.41 “Retratarme para darte la foto” (Gloria Fuertes)
- 1.42 “Te sigo extrañando” (Mario Benedetti)
- 1.43 “Ausencia” (Jorge Luis Borges)
- 1.44 “Campo” (Antonio Machado)
- 1.45 “Si mis manos pudieran deshojar” (Federico García Lorca)
- 1.46 “Llueve” (Gabriel García Márquez)
- 1.47 “Seré tuya sin ti” (Ernestina de Champourcín)
- 1.48 “Olvido” (Carlos Medellín)
- 1.49 “Me declaro vencido” (Miquel Martí i Pol)
- 1.50 “El pequeño dolor” (José Ángel Buesa)
- 2 Poemas tristes originales
- 2.1 “Pandemia” (Juan Ortiz)
- 2.2 “Emigrar” (Juan Ortiz)
- 2.3 “Fuimos” (Juan Ortiz)
- 2.4 “Ser nadie” (Juan Ortiz)
- 2.5 “Café de ausencias” (Juan Ortiz)
- 2.6 “Diálisis” (Juan Ortiz)
- 2.7 “Despierto” (Juan Ortiz)
- 2.8 “El disfraz que nadie quiere” (Juan Ortiz)
- 2.9 “Al final de este todo” (Juan Ortiz)
- 2.10 “Lo que una vez fue su cuerpo” (Juan Ortiz)
- 3 Temas de interés
Poemas tristes famosos
“Tristes guerras” (Miguel Hernández)
Tristes guerras
si no es amor la empresa.
Tristes, tristes.
Tristes armas
si no son las palabras.
Tristes, tristes.
Tristes hombres
si no mueren de amores.
Tristes, tristes.
“Rima XXX” (Gustavo Adolfo Bécquer)
Asomaba a sus ojos una lágrima
y a mis labios una frase de perdón…
Habló el orgullo y se enjugó su llanto,
y la frase en mis labios expiró.
Yo voy por un camino, ella por otro;
pero al pensar en nuestro mutuo amor,
yo digo aún: “¿Por qué callé aquel día?”
y ella dirá: “¿Por qué no lloré yo?”.
“Estoy cansado” (Luís Cernuda)
Estar cansado tiene plumas,
tiene plumas graciosas como un loro,
plumas que desde luego nunca vuelan,
mas balbucean igual que loro.
Estoy cansado de las casas,
prontamente en ruinas sin un gesto;
estoy cansado de las cosas,
con un latir de seda vueltas luego de espaldas.
Estoy cansado de estar vivo,
aunque más cansado sería es estar muerto;
estoy cansado del estar cansado
entre plumas ligeras sagazmente,
plumas del loro aquel tan familiar o triste,
el loro aquel del siempre estar cansado.
“La madre triste” (Gabriela Mistral)
Duerme, duerme, dueño mío,
sin zozobra, sin temor,
aunque no se duerma mi alma,
aunque no descanse yo.
Duerme, duerme y en la noche
seas tú menos rumor
que la hoja de la hierba,
que la seda del vellón.
Duerma en ti la carne mía,
mi zozobra, mi temblor.
En ti ciérrense mis ojos:
¡duerma en ti mi corazón!
“¡Oh, sí!” (Charles Bukowski)
Hay cosas peores
que estar solo
pero a menudo toma décadas
darse cuenta de ello
y más a menudo
cuando esto ocurre
es demasiado tarde
y no hay nada peor
que
un demasiado tarde.
“Tu espejo es un sagaz” (Mario Benedetti)
Tu espejo es un sagaz
te sabe poro a poro
te desarruga el ceño
te bienquiere
te pule las mejillas
te despeina los años
o te mira a los ojos
te bienquiere
te depura los gestos
te pone la sonrisa
te transmite confianza
te bienquiere
hasta que sin aviso
sin pensarlo dos veces
se descuelga del clavo
te destroza.
“Despedida” (Jorge Luis Borges)
Entre mi amor y yo han de levantarse
trescientas noches como trescientas paredes
y el mar será una magia entre nosotros.
No habrá sino recuerdos.
Oh tardes merecidas por la pena,
noches esperanzadas de mirarte,
campos de mi camino, firmamento
que estoy viendo y perdiendo…
Definitiva como un mármol
entristecerá tu ausencia otras tardes.
“La tarde está muriendo” (Antonio Machado)
Como un hogar humilde que se apaga.
Allá, sobre los montes,
Quedan algunas brasas.
Y ese árbol roto en el camino blanco
Hace llorar de lástima.
¡Dos ramas en el tronco herido, y una
Hoja marchita y negra en cada rama!
¿Lloras?… Entre los álamos de oro,
Lejos, la sombra del amor te aguarda.
“Yo no puedo tenerte ni dejarte” (Sor Juana Inés de la Cruz)
Yo no puedo tenerte ni dejarte,
ni sé por qué, al dejarte o al tenerte,
se encuentra un no sé qué para quererte
y muchos sí sé qué para olvidarte.
Pues ni quieres dejarme ni enmendarte,
yo templaré mi corazón de suerte
que la mitad se incline a aborrecerte
aunque la otra mitad se incline a amarte.
Si ello es fuerza querernos, haya modo,
que es morir el estar siempre riñendo:
no se hable más en celo o en sospecha,
y quien da la mitad, no quiera el todo;
y cuando me la estás allá haciendo,
sabe que estoy haciendo la desecha.
“Llagas de amor” (Federico García Lorca)
Esta luz, este fuego que devora.
Este paisaje gris que me rodea.
Este dolor por una sola idea.
Esta angustia de cielo, mundo y hora.
Este llanto de sangre que decora
lira sin pulso ya, lúbrica tea.
Este peso del mar que me golpea.
Este alacrán que por mi pecho mora.
Son guirnalda de amor, cama de herido,
donde sin sueño, sueño tu presencia
entre las ruinas de mi pecho hundido.
Y aunque busco la cumbre de prudencia,
me da tu corazón valle tendido
con cicuta y pasión de amarga ciencia.
“Amor” (Pablo Neruda)
Mujer, yo hubiera sido tu hijo, por beberte
la leche de los senos como de un manantial,
por mirarte y sentirte a mi lado y tenerte
en la risa de oro y la voz de cristal.
Por sentirte en mis venas como Dios en los ríos
y adorarte en los tristes huesos de polvo y cal,
porque tu ser pasara sin pena al lado mío
y saliera en la estrofa —limpio de todo mal—.
Cómo sabría amarte, mujer, cómo sabría
amarte, amarte como nadie supo jamás!
Morir y todavía amarte más.
Y todavía amarte más y más.
“Quisiera estar solo en el Sur” (Luís Cernuda)
Quizá mis lentos ojos no verán más el Sur
de ligeros paisajes dormidos en el aire,
con cuerpos a la sombra de ramas como flores
o huyendo en un galope de caballos furiosos.
El sur es un desierto que llora mientras canta,
y esa voz no se extingue como pájaro muerto;
hacia el mar encamina sus deseos amargos
abriendo un eco débil que vive lentamente.
En el sur tan distante quiero estar confundido.
La lluvia allí no es más que una rosa entreabierta,
su niebla misma ríe, risa blanca en el viento.
Su oscuridad, su luz son bellezas iguales.
“Lo fatal” (Rubén Darío)
Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura porque esa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.
Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido y un futuro terror…
Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombra y por
lo que no conocemos y apenas sospechamos,
y la carne que tienta con sus frescos racimos,
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,
¡y no saber a dónde vamos,
ni de dónde venimos!…
“Músico llanto en lágrimas sonoras” (Francisco de Quevedo)
Músico llanto en lágrimas sonoras
llora monte doblado en cueva fría,
y destilando líquida armonía,
hace las peñas cítaras canoras.
Ameno y escondido a todas horas,
en mucha sombra alberga poco día:
no admite su silencio compañía,
sólo a ti, solitario, cuando lloras.
Son tu nombre, color, y voz doliente,
señas más que de pájaro, de amante:
puede aprender dolor de ti un ausente.
Estudia en tu lamento y tu semblante
gemidos este monte y está frente:
y tienes mi dolor por estudiante.
“Ojos de ayer” (Juan Ramón Jiménez)
¡Ojos que quieren
mirar alegres
Y miran tristes!
¡Ay, no es posible
que un muro viejo
dé brillos nuevos;
que un seco tronco
(abra otras hojas)
abra otros ojos
que estos, que quieren
mirar alegres
y miran tristes!
¡Ay, no es posible!
“Desmayarse, atreverse, estar furioso” (Lope de Vega)
Desmayarse, atreverse, estar furioso
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;
no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;
huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor süave,
olvidar el provecho, amar el daño;
creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño;
esto es amor, quien lo probó lo sabe.
“Bendita” (Amado Nervo)
Bendita seas, porque me hiciste
amar la muerte, que antes temía.
Desde que de mi lado te fuiste,
amo la muerte cuando estoy triste;
si estoy alegre, más todavía.
En otro tiempo, su hoz glacial
me dio terrores; hoy, es amiga.
¡Y la presiento tan maternal!…
Tú realizaste prodigio tal.
¡Dios te bendiga! ¡Dios te bendiga!
“Mañana lenta” (Dámaso Alonso)
Mañana lenta,
cielo azul,
campo verde,
tierra vinariega.
Y tú, mañana, que me llevas.
carreta
demasiado lenta,
carreta demasiado llena
de mi hierba nueva,
temblorosa y fresca,
que ha de llegar —sin darme cuenta—
seca.
“Dulce Tortura” (Alfonsina Storni)
Polvo de oro en tus manos fue mi melancolía
Sobre tus manos largas desparramé mi vida;
Mis dulzuras quedaron a tus manos prendidas;
Ahora soy un ánfora de perfumes vacía.
Cuánta dulce tortura quietamente sufrida
Cuando, picada el alma de tristeza sombría,
Sabedora de engaños, me pasada los días
¡Besando las dos manos que me ajaban la vida!
“Ars Magna” (Leopoldo María Panero)
Qué es la magia, preguntas
en una habitación a oscuras.
Qué es la nada, preguntas,
saliendo de la habitación.
Y qué es un hombre saliendo de la nada,
y volviendo solo a la habitación.
“Casa Abierta” (Theodore Roethke)
Mis secretos gritan fuerte.
No tengo necesidad de lengua.
Mi corazón ofrece hospitalidad,
Mis puertas se abren libremente.
Una épica de los ojos
Mi amor, sin ningún disfraz.
Mis verdades están todas previstas,
Esta angustia revelada a sí misma.
Estoy desnudo hasta los huesos,
Con la desnudez me escudo.
Lo que uso es el mí mismo:
Conservo sobrio el espíritu.
La ira permanecerá,
Los actos dirán la verdad
En lenguaje exacto y puro
Detengo la engañadora boca:
La furia reduce mi más claro grito
A una agonía tonta.
“Silencio” (Octavio Paz)
Así como del fondo de la música
brota una nota
Que mientras vibra crece y se adelgaza
Hasta que en otra música enmudece,
brota del fondo del silencio,
otro silencio, aguda torre, espada,
y sube y crece y nos suspende
y mientras sube caen
recuerdos, esperanzas,
las pequeñas mentiras y las grandes,
y queremos gritar y en la garganta
se desvanece el grito:
desembocamos al silencio
en donde los silencios enmudecen.
“El futuro” (Julio Cortázar)
Y sé muy bien que no estarás.
No estarás en la calle, en el murmullo que brota de noche
de los postes de alumbrado, ni en el gesto
de elegir el menú, ni en la sonrisa
que alivia los completos de los subtes,
ni en los libros prestados ni en el hasta mañana.
No estarás en mis sueños,
en el destino original de mis palabras,
ni en una cifra telefónica estarás
o en el color de un par de guantes o una blusa.
Me enojaré amor mío, sin que sea por ti,
y compraré bombones pero no para ti,
me pararé en la esquina a la que no vendrás,
y diré las palabras que se dicen
y comeré las cosas que se comen
y soñaré las cosas que se sueñan
y sé muy bien que no estarás,
ni aquí adentro, la cárcel donde aún te retengo,
ni allí fuera, este río de calles y de puentes.
No estarás para nada, no serás ni recuerdo,
y cuando piense en ti pensaré un pensamiento
que oscuramente trata de acordarse de ti.
“Queja” (Alfonsina Storni)
Señor, mi queja es ésta,
Tú me comprenderás;
De amor me estoy muriendo,
Pero no puedo amar.
Persigo lo perfecto
En mí y en los demás,
Persigo lo perfecto
Para poder amar.
Me consumo en mi fuego,
¡Señor, piedad, piedad!
De amor me estoy muriendo,
¡Pero no puedo amar!
“Últimas Golondrinas” (Mario Benedetti)
Sabes
Gustavo Adolfo
en cualquier año de éstos
ya no van a volver
las golondrinas
ni aún las pertinaces
las del balcón
las tuyas
es lógico
están hartas
de tanto y tanto alarde
migratorio
de tanto y tanto cruce
sobre el mar y retórica
y pretextos
y alcores
su tiempo ya pasó
lo reconocen
y a mitad de su ida
o de su vuelta
oscuras
cursilíneas
tiernitas de alas largas
se dejarán caer
como buscando
cada una su ola
terminal.
“Alba” (Federico García Lorca)
Mi corazón oprimido
Siente junto a la alborada
El dolor de sus amores
Y el sueño de las distancias.
La luz de la aurora lleva
Semilleros de nostalgias
Y la tristeza sin los ojos
De la médula del alma.
La gran tumba de la noche
Su negro velo levanta
Para ocultar con el día
La inmensa cumbre estrellada.
¡Qué haré yo sobre estos campos
Cogiendo niños y ramas
Rodeado de la aurora
Y llena de noche el ama!
¡Qué haré si tienes tus ojos
Muertos a las luces claras
Y no ha de sentir mi carne
El calor de tus miradas!
¿Por qué te perdí por siempre
En aquella tarde clara?
Hoy mi pecho está reseco
Como una estrella apagada.
“Indolencia” (Alfonsina Storni)
A pesar de mí misma te amo; eres tan vano
como hermoso, y me dice, vigilante, el orgullo:
« ¿Para esto elegías? Gusto bajo es el tuyo;
no te vendas a nada, ni a un perfil de romano»
Y me dicta el deseo, tenebroso y pagano,
de abrirte un ancho tajo por donde tú murmullo
vital fuera colado… Sólo muerto mi arrullo
más dulce te envolviera, buscando boca y mano.
¿Salomé rediviva? Son más pobres mis gestos.
Ya para cosas trágicas malos tiempos son éstos.
Yo soy la que incompleta vive siempre su vida.
Pues no pierde su línea por una fiesta griega
y al acaso indeciso, ondulante, se pliega
con los ojos lejanos y el alma distraída.
“Oda a la tristeza” (Pablo Neruda)
Tristeza, escarabajo,
de siete patas rotas,
huevo de telaraña,
rata descalabrada,
esqueleto de perra:
Aquí no entras.
No pasa.
Ándate.
Vuelve
al sur con tu paraguas,
vuelve
al norte con tus dientes de culebra.
Aquí vive un poeta.
La tristeza no puede
entrar por estas puertas.
Por las ventanas
entre el aire del mundo
las rojas rosas nuevas,
las banderas bordadas
del pueblo y sus victorias.
No puedes.
Aquí no entras.
Sacude
tus alas de murciélago,
yo pisaré las plumas
que caen de tu mano
yo barreré los trozos
de tu cadáver hacia
las cuatro puntas del viento,
yo te torceré el cuello,
te coseré los ojos,
cortaré tu mortaja
y enterraré, tristeza, tus huesos roedores
bajo la primavera de un manzano.
“Tristezas de la luna” (Charles Baudelaire)
Esta noche la luna sueña con más pereza,
Cual si fuera una bella hundida entre cojines
Que acaricia con mano discreta y ligerísima,
Antes de adormecerse, el contorno del seno.
Sobre el dorso de seda de deslizantes nubes,
Moribunda, se entrega a prolongados éxtasis,
Y pasea su mirada sobre visiones blancas,
Que ascienden al azul igual que floraciones.
Cuando sobre este globo, con languidez ociosa,
Ella deja rodar una furtiva lágrima,
Un piadoso poeta, enemigo del sueño,
De su mano en el hueco, coge la fría gota
como un fragmento de ópalo de irisados reflejos.
Y la guarda en su pecho, lejos del sol voraz.
“Tú, que nunca serás” (Alfonsina Storni)
Sábado fue, y capricho el beso dado,
capricho de varón, audaz y fino,
mas fue dulce el capricho masculino
a este mi corazón, lobezno alado.
No es que crea, no creo, si inclinado
sobre mis manos te sentí divino,
y me embriagué. Comprendo que este vino
no es para mí, mas juega y rueda el dado.
Yo soy esa mujer que vive alerta,
tú el tremendo varón que se despierta
en un torrente que se ensancha en río,
Y más se encrespa mientras corre y poda.
Ah, me resisto, más me tiene toda,
tú, que nunca serás del todo mío.
“Curriculum” (Mario Benedetti)
El cuento es muy sencillo
usted nace
contempla atribulado
el rojo azul del cielo
el pájaro que emigra
el torpe escarabajo
que su zapato aplastará
que su zapato aplastará
valiente
usted sufre
reclama por comida
y por costumbre
por obligación
llora limpio de culpas
extenuado
hasta que el sueño lo descalifica
usted ama
se transfigura y ama
por una eternidad tan provisoria
que hasta el orgullo se le vuelve tierno
y el corazón profético
se convierte en escombros
usted aprende
y usa lo aprendido
para volverse lentamente sabio
para saber que al fin el mundo es esto
en su mejor momento una nostalgia
en su peor momento un desamparo
y siempre siempre
un lío
entonces
usted muere.
“Tengo miedo” (Pablo Neruda)
Tengo miedo. La tarde es gris y la tristeza
del cielo se abre como una boca de muerto.
Tiene mi corazón un llanto de princesa
olvidada en el fondo de un palacio desierto.
Tengo miedo —Y me siento tan cansado y pequeño
que reflojo la tarde sin meditar en ella.
(En mi cabeza enferma no ha de caber un sueño
así como en el cielo no ha cabido una estrella.)
Sin embargo en mis ojos una pregunta existe
y hay un grito en mi boca que mi boca no grita.
¡No hay oído en la tierra que oiga mi queja triste
abandonada en medio de la tierra infinita!
Se muere el universo de una calma agonía
sin la fiesta del Sol o el crepúsculo verde.
Agoniza Saturno como una pena mía,
la Tierra es una fruta negra que el cielo muerde.
Y por la vastedad del vacío van ciegas
las nubes de la tarde, como barcas perdidas
que escondieran estrellas rotas en sus bodegas.
Y la muerte del mundo cae sobre mi vida.
“Al triste” (Jorge Luis Borges)
Ahí está lo que fue: la tercera espada
del sajón y su métrica de hierro,
los mares y las islas del destierro
del hijo de Laertes, la dorada
luna del persa y los sin fin jardines
de la filosofía y de la historia,
El oro sepulcral de la memoria
y en la sombra el olor de los jazmines.
Y nada de eso importa. El resignado
ejercicio del verso no te salva
ni las aguas del sueño ni la estrella
que en la arrasada noche olvida el alba.
Una sola mujer es tu cuidado,
igual a las demás, pero que es ella.
“Se ha vuelto llanto este dolor ahora” (Jaime Sabines)
Se ha vuelto llanto este dolor ahora
y es bueno que así sea.
Bailemos, amemos, Melibea.
Flor de este viento dulce que me tiene,
rama de mi congoja:
desátame, amor mío, hoja por hoja,
mécete aquí en mis sueños,
te arropo con mi sangre, ésta es tu cuna:
déjame que te bese una por una,
mujeres tú, mujer, coral de espuma.
Rosario, sí, Dolores cuando Andrea,
déjame que te llore y que te vea.
Me he vuelto llanto nada más ahora
y te arrullo, mujer, llora que llora.
“Viceversa” (Mario Benedetti)
Tengo miedo de verte
necesidad de verte
esperanza de verte
desazones de verte
tengo ganas de hallarte
preocupación de hallarte
certidumbre de hallarte
pobres dudas de hallarte
tengo urgencia de oírte
alegría de oírte
buena suerte de oírte
y temores de oírte
o sea
resumiendo
estoy jodido
y radiante
quizá más lo primero
que lo segundo
y también
viceversa.
“Vuela la noche antigua de erecciones” (Rafael Alberti)
Vuela la noche antigua de erecciones,
Muertas, como las manos, a la aurora.
Un clavel prolongado desmejora,
Hasta empalidecerlos, los limones.
Contra lo oscuro cimbran esquilones,
Y émbolos de una azul desnatadora
Mueven entre la sangre batidora
Un vertido rodar de cangilones.
Cuando el cielo se arranca su armadura
Y en un errante nido de basura
Le grita un ojo al sol recién abierto.
Futuro en las entrañas sueña el trigo,
Llamando al hombre para ser testigo…
Mas ya el hombre a su lado duerme muerto.
“Boca de llanto, me llaman” (Jaime Sabines)
Boca de llanto, me llaman
tus pupilas negras,
me reclaman. Tus labios
sin ti me besan.
¡Cómo has podido tener
la misma mirada negra
con esos ojos
que ahora llevas!
Sonreíste. ¡Qué silencio,
qué falta de fiesta!
¡Cómo me puse a buscarte
en tu sonrisa, cabeza
de tierra,
labios de tristeza!
No lloras, no llorarías
aunque quisieras;
tienes el rostro apagado
de las ciegas.
Puedes reír. Yo te dejo
reír, aunque no puedas.
“La vida se me va, quién sabe a dónde” (Pär Lagerkvist)
La vida se me va… Quién sabe a dónde
con la luz parte… Sigilosamente
de mí se aleja sin decir a dónde.
Lo mismo que un amigo
que me abandona sin decir palabra,
que me abandona en soledad conmigo.
Si le pregunto: ¿A dónde vas, a dónde?
se sonríe no más, plácidamente,
sin dejar de partir quién sabe a dónde.
Le grito con angustia:
Mírame aquí, viviente, vivo. ¿A dónde
quieres que te siga? —Y con risa mustia,
“Tú no eres yo”— doliente me responde.
“Tú me has llenado de dolor la mente” (Guido Cavalcanti)
Tú me has llenado de dolor la mente,
tanto que el alma se esfuerza por partir
y los suspiros del corazón doliente
muestran a los ojos que no puedo más.
Amor, que tu gran valor siente,
dice; “Lamento que debas morir
por esta cruel dama que no parece
oír que habla la piedad por ti”.
Voy como el que está afuera de la vida,
que a la vista parece un hombre
tallado en piedra, bronce o madera,
más camina sólo por costumbre
y en el corazón lleva la herida
que es señal de muerte verdadera.
“La lenta máquina del desamor” (Julio Cortázar)
La lenta máquina del desamor
La lenta máquina del desamor,
los engranajes del reflujo,
los cuerpos que abandonan las almohadas,
las sábanas, los besos,
y de pie ante el espejo interrogándose
cada uno a sí mismo,
ya no mirándose entre ellos,
ya no desnudos para el otro,
ya no te amo,
mi amor.
“Retratarme para darte la foto” (Gloria Fuertes)
No es suficiente no poderte mirar hondo,
no basta con los dedos señalarte la risa.
No es nada olerte el pelo,
ver tu danza,
escucharte la voz
ponerla en cinta.
No es suficiente no, soñar contigo
rezar para que vivas,
retratarme para darte la foto,
escribirte en la noche
con obsesión pensar en tus maneras…
¡No es suficiente no, darte la vida,
ni decir a la gente que te quiero,
ni entregar al mendigo mis ahorros,
ni quemar el pasado es suficiente!
“Te sigo extrañando” (Mario Benedetti)
No sabes cómo necesito tu voz;
necesito tus miradas
aquellas palabras que siempre me llenaban,
necesito tu paz interior;
necesito la luz de tus labios
¡Ya no puedo… seguir así!
… Ya… No puedo
mi mente no quiere pensar
no puede pensar nada más que en ti.
Necesito la flor de tus manos
aquella paciencia de todos tus actos
con aquella justicia que me inspiras
para lo que siempre fue mi espina
mi fuente de vida se ha secado
con la fuerza del olvido…
me estoy quemando;
aquello que necesito ya lo he encontrado
pero aun ¡Te sigo extrañando!
“Ausencia” (Jorge Luis Borges)
Habré de levantar la vasta vida
que aún ahora es tu espejo:
cada mañana habré de reconstruirla.
Desde que te alejaste,
cuántos lugares se han tornado vanos
y sin sentido, iguales
a luces en el día.
Tardes que fueron nicho de tu imagen,
músicas en que siempre me aguardabas,
palabras de aquel tiempo,
yo tendré que quebrarlas con mis manos.
¿En qué hondonada esconderé mi alma
para que no vea tu ausencia
que como un sol terrible, sin ocaso,
brilla definitiva y despiadada?
Tu ausencia me rodea
como la cuerda a la garganta,
el mar al que se hunde.
“Campo” (Antonio Machado)
La tarde está muriendo
Como un hogar humilde que se apaga.
Allá, sobre los montes,
Quedan algunas brasas.
Y ese árbol roto en el camino blanco
Hace llorar de lástima.
¡Dos ramas en el tronco herido, y una
Hoja marchita y negra en cada rama!
¿Lloras?… Entre los álamos de oro,
Lejos, la sombra del amor te aguarda.
“Si mis manos pudieran deshojar” (Federico García Lorca)
Yo pronuncio tu nombre
En las noches oscuras
Cuando vienen los astros
A beber en la luna
Y duermen los ramajes
De las frondas ocultas.
Y yo me siento hueco
De pasión y de música.
Loco reloj que canta
Muertas horas antiguas.
Yo pronuncio tu nombre,
En esta noche oscura,
Y tu nombre me suena
Más lejano que nunca.
Más lejano que todas las estrellas
Y más doliente que la mansa lluvia.
¿Te querré como entonces
Alguna vez? ¿Qué culpa
Tiene mi corazón?
Si la niebla se esfuma
¿Qué otra pasión me espera?
¿Será tranquila y pura?
¡Si mis dedos pudieran
deshojar a la luna!
“Llueve” (Gabriel García Márquez)
Llueve en este poema
Eduardo Carranza.
Llueve. La tarde es una
hoja de niebla. Llueve.
La tarde está mojada
de tu misma tristeza.
A veces viene el aire
con su canción. A veces
Siento el alma apretada
contra tu voz ausente.
Llueve. Y estoy pensando
en ti. Y estoy soñando.
Nadie vendrá esta tarde
a mi dolor cerrado.
Nadie. Solo tu ausencia
que me duele en las horas.
Mañana tu presencia regresará en la rosa.
Yo pienso cae la lluvia
nunca como las frutas.
Niña como las frutas,
grata como una fiesta
hoy está atardeciendo
tu nombre en mi poema.
A veces viene el agua
a mirar la ventana
Y tú no estás
A veces te presiento cercana.
Humildemente vuelve
tu despedida triste.
Humildemente y todo
humilde: los jazmines
los rosales del huerto
y mi llanto en declive.
Oh, corazón ausente:
qué grande es ser humilde.
“Seré tuya sin ti” (Ernestina de Champourcín)
Seré tuya sin ti el día que los sueños
alejen de mi senda tu mente creadora,
el día que tu sed
no pueda limitarse al hueco de mis manos.
¡Seré tuya aún sin ti! Dejaré de merecerte
en la cuna encendida que tejieron mis besos.
Se borrará en tus labios la forma de los míos,
y el cielo de tu vida
tendrá un color distinto al de mi corazón.
Pero sabré ser tuya sin nublar tu camino
con la huella indecisa de mi andar solitario.
Me ceñiré a tu sombra, y anudada por ella,
te iré dando en silencio lo más puro de mí.
¡Con qué amarga dulzura repetiré, ya sola,
esos gestos antiguos que pulió tu mirada!
Me seguirás teniendo igual que me quisiste
y acunaré en secreto tu amor eternizado.
“Olvido” (Carlos Medellín)
Se me olvidó tu nombre,
no recuerdo
si te llamabas luz o enredadera,
pero sé que eras agua
porque mis manos tiemblan cuando llueve.
Se me olvidó tu rostro, tu pestaña
y tu piel por mi boca transitada
cuando caímos bajo los cipreses
vencidos por el viento,
pero sé que eras Luna
porque cuando la noche se aproxima
se me rompen los ojos
de tanto querer verte en la ventana.
Se me olvidó tu voz, y tu palabra,
pero sé que eras música
porque cuando las horas se disuelven
entre los manantiales de sangre
mi corazón te canta.
“Me declaro vencido” (Miquel Martí i Pol)
Me declaro vencido. Los años que me quedan
los malviviré en penumbra. Cada mañana
deshojaré una rosa, la misma,
y con tinta evanescente escribiré un verso
débil y nostálgico en cada pétalo.
Os lego mi sombra en testamento:
es lo más perdurable y sólido que tengo,
y los cuatro palmos de mundo tranquilo
que creo cada día con la mirada.
Cuando muera, cavad un profundo hoyo
y enterradme en él de pie, frente al mediodía,
que el sol, al salir, me ciegue el fondo de los ojos.
Así la gente que me vea exclamará:
Mirad, un muerto con la mirada viva.
“El pequeño dolor” (José Ángel Buesa)
Mi dolor es pequeño,
pero aún así bendigo este dolor,
que es como no soñar después de un sueño,
o es como abrir un libro y encontrar una flor.
Déjame que bendiga
mi pequeño dolor,
que no sabe crecer como la espiga,
porque la espiga crece sin amor.
Y déjame cuidar como una rosa
este dolor que nace porque sí,
este dolor pequeño, que es la única cosa
que me queda de ti.
Poemas tristes originales
“Pandemia” (Juan Ortiz)
Jueza definitiva,
ladrona del aliento,
llegaste a dictar la sentencia total
y nada pudo redimirnos.
“¡Encierro y muerte!”,
dijiste,
y las calles se poblaron de tu áspera neblina,
y la ansiedad se nos hizo casa,
y los viejos se fueron sin derecho a despedirse;
llegaste,
respiro trunco,
con lección amarga
y, lo más duro:
un encuentro obligado con nosotros mismos.
“Emigrar” (Juan Ortiz)
Emigrar es volverse un país,
una nación ajena a todo sobre la tierra;
pasar al otro plano,
entonces,
se hace simple,
como brincar de una muerte a otra.
“Fuimos” (Juan Ortiz)
Fuimos una canción oportuna
en el tiempo de las melancolías.
Sí,
eso fuimos.
“Ser nadie” (Juan Ortiz)
Borrar las huellas primero que la muerte,
hacerse algo tan minúsculo
que no se pueda caber en un recuerdo.
Ser algo así como ese respiro que te acaba de dar vida
y tú, ni pendiente.
Volverse ese vacío es magia.
Ser esa nada es volver al principio
y abrazar la alegría de no ser partícipe de ninguna historia.
Algún descanso habrá.
Desaparecer los pasos,
de eso se trata, ser nadie.
“Café de ausencias” (Juan Ortiz)
De vez en cuando
serás mi café de ausencias,
tú y tu voz de mil tierras,
el recuerdo al que recurra
para herir de nostalgia mi noche,
para no conciliar el sueño.
“Diálisis” (Juan Ortiz)
La vida me abandona,
yo le ayudo mientras puedo.
Va,
se limpia de mí que soy muerte,
su casa,
y regresa por la otra puerta
para sufrir ambos hasta el próximo abandono.
“Despierto” (Juan Ortiz)
No sé adónde iba a la hora del sueño,
si fuera pluma quizá,
o comienzo,
o escondite en los juegos de infancia.
Una mujer de madera pasaba siempre,
como una puerta estrecha,
enjaulándome los ojos al cerezo.
Yo era un desaparecido en linchamiento,
un cuerpo de escombros escudriñando el piso.
De eso hace ya un incendio en el patio,
una espera en la otra casa,
una permanencia en los matorrales…
en realidad, no sé,
ya estoy despierto.
“El disfraz que nadie quiere” (Juan Ortiz)
Hoy llevo el disfraz que nadie quiere,
vestido de hombre extraño,
de ojos perdidos en un paisaje que no está,
el atuendo gris de un emigrante;
el miedo es mío,
la incertidumbre.
Este día pasará,
y mi traje mañana no amanecerá distinto.
Soy emigrante,
el Cristo para purgar las culpas de las estirpes de este Sur tan lejano al sueño de Bolívar;
la excusa perfecta para todos los males,
el estigma que nadie llevar consigo.
“Al final de este todo” (Juan Ortiz)
Al final de este todo,
frente a la muerte y su nuevo incierto inicio,
quedarán las hojas dispersas donde se anduvo,
canciones pálidas sobre los aires,
tumbas bordeando los corazones,
y más nada,
absolutamente nada que nos haga recordar que estuvimos.
Olvido seremos al final de este todo.
“Lo que una vez fue su cuerpo” (Juan Ortiz)
Hoy todo se ha espantado
—me dije creyendo hablar con ella—,
los vapores y las ausencias,
las polillas satisfechas con mis olvidos,
y todo lo que recuerda los noviembres,
sus esquirlas
y esa sombra fragmentada
entre las cayenas que ocupan
lo que una vez fue su cuerpo.