Lengua y literatura

25 bonitos poemas sobre la vida


Los poemas sobre la vida son reflexiones que los poetas hacen sobre el bien más preciado que tenemos, la vida. Porque la vida puede ser hermosa, pero también insoportable y demoledora. A través de la poesía, los poetas nos regalan su pensamiento y nos transmiten su sabiduría.

A lo largo de los siglos, muchos poetas han escrito acerca de la vida, sobre su propia percepción, que a fuerza de poética se convierte en universal, lo que permite que nos sintamos identificados con los poemas.

A continuación, dejamos una lista de poemas de vida que hablan de la concepción de felicidad y del paso del tiempo, de algunos extraordinarios poetas como Pablo Neruda, Walt Whitman, Rumi, Constantin Kavafis, Jorge Manrique o Miguel Hernández, entre muchos otros gigantes de la literatura universal.

Lista de poemas sobre la vida

1. “Carpe Diem”, de Walt Whitman

No dejes que termine el día sin haber crecido un poco,

sin haber sido un poco más feliz,

sin haber alimentado tus sueños.

No te dejes vencer por el desaliento.

No permitas que nadie te quite el derecho de expresarte que es casi un deber.

No abandones tus ansias de hacer de tu vida algo extraordinario…

No dejes de creer que las palabras, la risa y la poesía

sí pueden cambiar el mundo…

Somos seres, humanos, llenos de pasión.

La vida es desierto y también es oasis.

Nos derriba, nos lastima, nos convierte en protagonistas de nuestra propia historia…

Pero no dejes nunca de soñar,

porque solo a través de sus sueños puede ser libre el hombre.

No caigas en el peor error, el silencio.

La mayoría vive en un silencio espantoso.

No te resignes…

No traiciones tus creencias. Todos necesitamos aceptación,

pero no podemos remar en contra de nosotros mismos.

Eso transforma la vida en un infierno.

Disfruta el pánico que provoca tener la vida por delante…

Vívela intensamente, sin mediocridades.

Piensa que en ti está el futuro y en enfrentar tu tarea con orgullo, impulso y sin miedo.

Aprende de quienes pueden enseñarte…

No permitas que la vida te pase por encima sin que la vivas…

2. “Dormí y soñé que…”, de Rabindranath Tagore

Dormí y soñé que la vida era alegría.

Desperté y vi que la vida era servicio.

Serví y descubrí que en el servicio se encuentra la alegría.

¡Qué forma tan breve y tan poética de subrayar

la importancia del servicio!

3. “Ética”, de Yalal ad-Din Muhammad Rumi

El Día de la Resurrección, Dios preguntará,

“Durante esta estancia que te di en la tierra,

¿qué has producido para Mí?

¿Con qué trabajo llegaste al fin de tu vida?

¿En aras de qué comida consumiste tu fuerza?

¿En qué gastaste el brillo de tus ojos?

¿En qué disipaste tus cinco sentidos?

Usaste tus ojos, tus oídos y tu intelecto

y las sustancias celestiales sin adulterar,

¿y qué compraste de la tierra?

Te di manos y pies como pala y pico

para arar el campo de las obras buenas,

¿cuándo comenzaron a actuar por sí mismos?”.

4. “Ítaca”, de Constantino Kavafis

Cuando emprendas tu viaje a Ítaca

pide que el camino sea largo,

lleno de aventuras, lleno de experiencias.

No temas a los lestrigones ni a los cíclopes

ni al colérico Poseidón,

seres tales jamás hallarás en tu camino,

si tu pensar es elevado, si selecta

es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.

Ni a los lestrigones ni a los cíclopes

ni al salvaje Poseidón encontrarás,

si no los llevas dentro de tu alma,

si no los yergue tu alma ante ti.

Pide que el camino sea largo.

Que muchas sean las mañanas de verano

en que llegues –¡con qué placer y alegría!–

a puertos nunca vistos antes.

Detente en los emporios de Fenicia

y hazte con hermosas mercancías,

nácar y coral, ámbar y ébano

y toda suerte de perfumes sensuales,

cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.

Ve a muchas ciudades egipcias

a aprender, a aprender de sus sabios.

Ten siempre a Ítaca en tu mente.

Llegar allí es tu destino.

Mas no apresures nunca el viaje.

Mejor que dure muchos años

y atracar, viejo ya, en la isla,

enriquecido de cuanto ganaste en el camino

sin aguantar a que Ítaca te enriquezca.

Ítaca te brindó tan hermoso viaje.

Sin ella no habrías emprendido el camino.

Pero no tiene ya nada que darte.

Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado.

Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,

entenderás ya qué significan las Ítacas.

5. “No te rindas”, de Mario Benedetti

No te rindas, aún estás a tiempo

de alcanzar y comenzar de nuevo,

aceptar tus sombras, enterrar tus miedos,

liberar el lastre, retomar el vuelo.

No te rindas que la vida es eso,

continuar el viaje,

perseguir tus sueños,

destrabar el tiempo,

correr los escombros, y destapar el cielo.

No te rindas, por favor, no cedas,

aunque el frío queme,

aunque el miedo muerda,

aunque el sol se esconda y se calle el viento,

aún hay fuego en tu alma,

aún hay vida en tus sueños,

porque la vida es tuya y tuyo también el deseo,

porque lo has querido y porque yo te quiero.

Porque existe el vino y el amor, es cierto,

porque no hay heridas que no cure el tiempo,

abrir las puertas, quitar los cerrojos,

abandonar las murallas que te protegieron.

Vivir la vida y aceptar el reto,

recuperar la risa, ensayar el canto,

bajar la guardia y extender las manos,

desplegar las alas e intentar de nuevo,

celebrar la vida y retomar los cielos.

No te rindas, por favor, no cedas,

aunque el frío queme,

aunque el miedo muerda,

aunque el sol se ponga y se calle el viento,

aún hay fuego en tu alma,

aún hay vida en tus sueños,

porque cada día es un comienzo nuevo,

porque esta es la hora y el mejor momento,

porque no estás sola, porque yo te quiero.

6. “Oda a la vida”, de Pablo Neruda

La noche entera

con un hacha

me ha golpeado el dolor,

pero el sueño

pasó lavando como un agua oscura

piedras ensangrentadas.

Hoy de nuevo estoy vivo.

De nuevo

te levanto,

vida,

sobre mis hombros.

Oh vida, copa clara,

de pronto

te llenas

de agua sucia,

de vino muerto,

de agonía, de pérdidas,

de sobrecogedoras telarañas,

y muchos creen

que ese color de infierno

guardarás para siempre.

No es cierto.

Pasa una noche lenta,

pasa un solo minuto

y todo cambia.

Se llena

de transparencia

la copa de la vida.

El trabajo espacioso

nos espera.

De un solo golpe nacen las palomas.

Se establece la luz sobre la tierra.

Vida, los pobres

poetas

te creyeron amarga,

no salieron contigo

de la cama

con el viento del mundo.

Recibieron los golpes

sin buscarte,

se barrenaron

un agujero negro

y fueron sumergiéndose

en el luto

de un pozo solitario.

No es verdad, vida,

eres

bella

como la que yo amo

y entre los senos tienes

olor a menta.

Vida,

eres

una máquina plena,

felicidad, sonido

de tormenta, ternura

de aceite delicado.

Vida,

eres como una viña:

atesoras la luz y la repartes

transformada en racimo.

El que de ti reniega

que espere

un minuto, una noche,

un año corto o largo,

que salga

de su soledad mentirosa,

que indague y luche, junte

sus manos a otras manos,

que no adopte ni halague

a la desdicha,

que la rechace dándole

forma de muro,

como a la piedra los picapedreros,

que corte la desdicha

y se haga con ella

pantalones.

La vida nos espera

a todos

los que amamos

el salvaje

olor a mar y menta

que tiene entre los senos.

7. “Instantes”, poema atribuido a Jorge Luis Borges, de Don Herold o Nadine Stair

Si pudiera vivir nuevamente mi vida,

en la próxima trataría de cometer más errores.

No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más.

Sería más tonto de lo que he sido,

de hecho tomaría muy pocas cosas con seriedad.

Sería menos higiénico.

Correría más riesgos,

haría más viajes,

contemplaría más atardeceres,

subiría más montañas, nadaría más ríos.

Iría a más lugares adonde nunca he ido,

comería más helados y menos habas,

tendría más problemas reales y menos imaginarios.

Yo fui una de esas personas que vivió sensata

y prolíficamente cada minuto de su vida;

claro que tuve momentos de alegría.

Pero si pudiera volver atrás trataría

de tener solamente buenos momentos.

Por si no lo saben, de eso está hecha la vida,

solo de momentos; no te pierdas el ahora.

Yo era uno de esos que nunca

iba a ninguna parte sin un termómetro,

una bolsa de agua caliente,

un paraguas y un paracaídas;

si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano.

Si pudiera volver a vivir

comenzaría a andar descalzo a principios

de la primavera

y seguiría descalzo hasta concluir el otoño.

Daría más vueltas en calesita,

contemplaría más amaneceres,

y jugaría con más niños,

si tuviera otra vez vida por delante.

Pero ya ven, tengo 85 años…

y sé que me estoy muriendo.

8. “¿Qué es la vida?”, de Patricio Aguilar 

¿Qué es la vida?

La vida es

una gota de rocío

al amanecer;

que se desvanece

en el cielo

al mediodía.

Cae en lluvia

al atardecer;

para fundirse

con el mar

al anochecer.

9. “La vida es sueño”, fragmento, de Pedro Calderón de la Barca

Es verdad, pues: reprimamos

esta fiera condición,

esta furia, esta ambición,

por si alguna vez soñamos.

Y sí haremos, pues estamos

en mundo tan singular,

que el vivir solo es soñar;

y la experiencia me enseña,

que el hombre que vive, sueña

lo que es, hasta despertar.

Sueña el rey que es rey, y vive

con este engaño mandando,

disponiendo y gobernando;

y este aplauso, que recibe

prestado, en el viento escribe

y en cenizas le convierte

la muerte (¡desdicha fuerte!):

¡que hay quien intente reinar

viendo que ha de despertar

en el sueño de la muerte!

Sueña el rico en su riqueza,

que más cuidados le ofrece;

sueña el pobre que padece

su miseria y su pobreza;

sueña el que a medrar empieza,

sueña el que afana y pretende,

sueña el que agravia y ofende,

y en el mundo, en conclusión,

todos sueñan lo que son,

aunque ninguno lo entiende.

Yo sueño que estoy aquí,

destas prisiones cargado;

y soñé que en otro estado

más lisonjero me vi.

¿Qué es la vida? Un frenesí.

¿Qué es la vida? Una ilusión,

una sombra, una ficción,

y el mayor bien es pequeño;

que toda la vida es sueño,

y los sueños, sueños son.

10. “Rubayiat”, fragmento, de Omar Khayyam

I

Todos saben que jamás murmuré una oración.

Todos saben también que jamás traté de disimular mis defectos.

Ignoro si existen una Justicia y una Misericordia.

Si las hay, estoy en paz, porque siempre fui sincero.

II

¿Qué vale más? ¿Examinar nuestra conciencia sentados en una taberna

o prosternarnos en una mezquita con el alma ausente?

No me preocupa saber si tenemos un Dios

ni el destino que nos reserva.

III

Sé compasivo con los bebedores. No olvides que tú tienes otros defectos.

Si quieres alcanzar la paz y la serenidad,

piensa en los desheredados de la vida y en los pobres que viven en el infortunio.

Entonces te sentirás feliz.

IV

Procede en forma tal que tu prójimo no se sienta humillado con tu sabiduría.

Domínate, domínate. Jamás te abandones a la ira.

Si quieres conquistar la paz definitiva,

sonríe al Destino que se ensaña contigo y nunca te ensañes con nadie.

V

Puesto que ignoras lo que te reserva el mañana, esfuérzate por ser feliz hoy.

Toma un cántaro de vino, siéntate a la luz de la luna

y bebe pensando en que mañana

quizá la luna te busque inútilmente.

VI

De cuando en cuando los hombres leen el Corán, el libro por excelencia.

¿Pero quién es el que a diario se deleita con su lectura?

En el borde de todos los cálices colmados de vino,

triunfa cincelada una secreta verdad que debemos saborear.

VII

Nuestro tesoro es el vino y nuestro palacio la taberna.

La sed y la embriaguez son nuestras fieles compañeras.

Ignoramos el miedo porque sabemos que nuestras almas, nuestros corazones, nuestros cálices

y nuestras vestes manchadas, nada tienen que temer del polvo, del agua ni del fuego.

VIII

Confórmate en este mundo con pocos amigos.

No busques propiciar la simpatía que alguien te inspiró

Antes de estrechar la mano de un hombre,

piensa si ella no ha de golpearte un día.

IX

Antaño, este jarrón era un pobre enamorado

que sufría ante la indiferencia de una mujer.

El asa del borde era el brazo

que ceñía el cuello de su bienamada.

X

¡Cuán pobre el corazón que no sabe amar,

que no puede embriagarse de amor! Si no amas,

¿cómo te explicas la luz cegadora del sol

y la más leve claridad que trae la luna?

XI

Toda mi juventud retoña hoy. ¡Sírveme vino!

No importa cuál… ¡No soy exigente!

En verdad, al mejor lo encontraré

tan amargo como la vida.

XII

Sabes que no tienes poder sobre tu destino.

¿Por qué esa incertidumbre del mañana ha de causarte miedo?

Si eres sabio, goza del momento presente.

¿El porvenir? ¿Qué te puede traer el porvenir?

XIII

He aquí la estación inefable, la estación de la esperanza,

la estación en que las almas sedientas de otras almas buscan una quietud perfumada.

Cada flor, ¿es acaso la blanca mano de Moisés?

Cada brisa, ¿es acaso el tibio aliento de Jesús?

XIV

No anda seguro por el Sendero el hombre que no ha recogido el fruto de la verdad.

Si pudo cosecharlo del árbol de la Ciencia,

sabe que los días pasados y los días por venir

en nada se distinguen del alucinante primer día de la Creación.

XV

Más allá de los límites de la Tierra, más allá del límite Infinito,

buscaba yo el Cielo y el Infierno.

Pero una voz severa me advirtió:

“El Cielo y el Infierno están en ti”.

XVI

Nada me aflige ya. ¡Levántate para ofrecerme vino!

Tu boca esta noche, es la más bella rosa del mundo… ¡Escancia vino!

¡Que sea carmín como tus mejillas y haga leves movimientos

como ligeros son tus bucles!

XVII

La brisa de la primavera refresca el cuerpo de las rosas.

Y en la sombra azulada del jardín, acaricia también el cuerpo de mi amada.

A pesar de la plenitud que gozamos, olvido nuestro pasado.

¡Tan seductora es la caricia del Presente!

XVIII

¿Insistiré aún en colmar de piedras el Océano?

Solo desprecio siento por los libertinos y los devotos. Khayyám:

¿Quién puede afirmarte que irás al Cielo o al Infierno? Ante todo: ¿Qué entenderemos por tales palabras?

¿Conoces a alguien que haya visitado estas regiones misteriosas?

XIX

¡Aunque bebedor, ignoro quién te modeló, ánfora inmensa!

Solo sé que eres capaz de contener tres medidas de vino y que un día

la Muerte te romperá. Entonces me preguntaré largo tiempo por qué fuiste creada,

por qué fuiste feliz y porqué no eres más que polvo.

XX

Fugaces son nuestros días y huyen

como el agua de los ríos y los vientos del desierto.

Empero, dos días me dejan indiferentes:

El que ayer murió y el que mañana no ha nacido.

XXI

¿Cuándo nací? ¿Cuándo moriré?

Nadie recuerda el día de su nacimiento ni es capaz de prever el de su muerte.

¡Ven dócil, bien amada!

Quiero olvidar en la embriaguez el dolor de nuestra ignorancia.

XXII

Khayyám, cosiendo las tiendas de la sabiduría,

cayó en la hoguera del Dolor y fue convertido en cenizas.

El ángel Azrael separó las cuerdas de su tienda.

La Muerte le ofrendó su gloria por una canción.

XXIII

¿Por qué te angustia, Khayyám, el excesivo pecar?

Inútil es tu tristeza.

¿Qué hay después de la Muerte?

La Nada o la Misericordia.

XXIV

En los monasterios, las sinagogas y las mezquitas

hallan refugio los débiles temerosos del Infierno.

Pero el hombre que ha experimentado el poder de Dios,

no cultiva en su corazón las malas semillas del miedo y de la súplica.

XXV

Suelo ir a sentarme en primavera, a la riba de un campo florecido.

Cuando una esbelta doncella me ofrece su cáliz de vino,

no pienso para nada en mi salud.

En verdad, valdría menos que un perro si tuviese tan grosera preocupación.

XXVI

El mundo inabarcable: Un grano de polvo en el espacio.

Toda la ciencia del hombre: Las palabras.

Los pueblos, las bestias y las flores de siete climas son sombras.

La Nada es el fruto de tu constante meditación.

XXVII

Demos por supuesto que hayas resuelto el enigma de la Creación. Pero, ¿conoces tu destino?

Demos por supuesto que hayas despojado de todas sus vestes a la verdad, pero,

¿conoces tu destino? Demos por supuesto que hayas sido feliz durante cien años

y que cien otros te esperen todavía. Pero, ¿conoces tu destino?

XXVIII

Convéncete bien de esto: Un día tu alma dejará el cuerpo

y serás arrastrado tras un velo fluctuante entre el mundo y lo incognoscible.

Mientras esperas, ¡sé feliz!

No sabes cuál es tu origen e ignoras cuál es tu destino.

XXIX

Los mayores sabios y filósofos

caminaron en las tinieblas de la ignorancia.

Con todo fueron la lumbre de su época.

Pero, ¿qué hicieron? Pronunciar algunas frases y luego dormitar.

XXX

Me dijo el corazón: “Quiero conocer, quiero aprender.

¡Instrúyeme tú, Khayyám, que tanto has estudiado!”.

Al pronunciar la primera letra del alfabeto, me replicó el corazón:

“Ahora ya sé, Uno es la primera cifra del número que nunca tiene fin”.

XXXI

Nadie puede comprender lo inefable.

Nadie es capaz de ver lo que se oculta detrás de lo aparente.

Todas nuestras moradas son provisionales, salvo la última:

La morada de la tierra. ¡Bebe vino! ¡Basta de inútiles palabras!

XXXII

La vida no es más que un juego monótono

en el que con certeza encontrarás dos premios:

El dolor y la muerte. ¡Feliz el niño que murió al poco de nacer!

¡Más feliz aún aquel que no tocó el mundo!

XXXIII

En la feria que atraviesas, no procures encontrar algún amigo.

Tampoco busques sólido refugio.

Con ánimo valiente, acepta el dolor sin la esperanza de un remedio inexistente.

Sonríe ante la desgracia y no le pidas a nadie que te sonría: perderás el tiempo.

XXXIV

Gira la rueda de la fortuna sin reparar en los pronósticos de los sabios.

Renuncia a la vanidad de contar los astros y medita mejor sobre esta certeza:

Has de morir, no volverás a soñar y los gusanos del sepulcro

o los perros vagabundos devorarán lo que quede de tu cuerpo.

XXXV

Cuando tuve sueño, la Sabiduría me dijo:

Las rosas de la Felicidad no perfuman el sueño de nadie.

En vez de abandonarte a este hermano de la Muerte, ¡bebe vino!

¡Tienes la eternidad para dormir!

XXXVI

El Creador del mundo y las estrellas se excedió cuando determinó,

que el dolor habría de existir entre los hombres.

Labios como rubíes, guedejas embalsamadas:

¿Qué número alcanzasteis en la tierra?

XXXVII

Imposible observar el cielo. ¡Llevo en los ojos un cendal de lágrimas!

Gráciles chispas son las hogueras del Infierno

frente a las llamas que me consumen.

El Paraíso para mí, no es más que un instante de paz.

XXXVIII

Sueño sobre la tierra, sueño bajo la tierra,

cuerpos que yacen.

Por doquiera es la nada. Desierto de la nada.

Seres que llegan. Seres que se extinguen.

XXXIX

Viejo mundo cruzado al galope

por el caballo blanco del día y el caballo negro de la Noche:

¡Eres el lúgubre palacio donde cien Djemchids soñaron con la gloria

y cien Bahrâms con el amor soñaron, para despertar todos con dolor y en llanto!

XL

El viento sur secó la rosa a la que el ruiseñor cantaba sus alabanzas.

¿Debemos llorar por su muerte o por nuestra supervivencia?

Cuando la Muerte seque nuestras faces,

otras rosas lucirán sus gracias.

XLI

Renuncia a la recompensa que merecías. Sé feliz.

No te lamentes por nada. No anheles nada.

Lo que te ha de suceder,

escrito está en el Libro que hojea al azar el viento de la Eternidad.

XLII

Cuando oigo que divagan acerca de los gozos reservados a los elegidos,

me limito a exclamar: “Yo solo confío en el vino.

¡Moneda constante y nada de promesas!

El ruido del tambor, solo a la distancia se hace agradable…”.

XLIII

¡Bebe vino! Lograrás la vida eterna.

El vino es el único capaz de restituirte la juventud.

¡Divina estación de las rosas, del vino y de los buenos amigos!

¡Goza del instante fugitivo de tu vida!

XLIV

¡Bebe vino!

Largo será el tiempo que habrás de dormir

bajo tierra sin compañía de mujer y sin amigo.

Oye este secreto: los tulipanes secos ya no resucitan.

XLV

En voz baja dijo la arcilla

al alfarero que la amasaba:

“No olvides que alguna vez fui como tú.

¡No me maltrates!”.

XLVI

Alfarero, si eres prudente,

¡Cuídate de no estropear la arcilla con que fue amasado Adán!

Adivino sobre tu torno la mano de Féridun y el corazón de Khosrou.

¿Qué pretendes hacer?

XLVII

El tulipán extrae su púrpura

de la sangre de un emperador muerto.

Y la violeta nace del lunar

que adornaba las facciones de un adolescente.

XLVIII

Hace infinidad de siglos que se suceden crepúsculos y auroras.

Hace infinidad de siglos que los astros trazan su ronda.

Amasa la tierra con cuidado, acaso el terrón que vas a aplastar

fue antaño el ojo lánguido de un adolescente.

XLIX

Acaso brotan de los labios yertos de una mujer

las raíces del narciso tembloroso al borde del arroyo.

¡Roza con leve pie el césped que hunden tus pasos!

Quizá nació de las cenizas de hermosos rostros donde triunfó el brillo de rojos tulipanes.

L

Vi ayer a un alfarero trabajando.

Modelaba los flancos y las asas de un cántaro.

El barro amasado eran

cráneos de sultanes y manos de mendigos.

LI

El bien y el mal luchan por obtener la primacía en este mundo.

El cielo no es responsable de la gloria o la desgracia que el destino nos depara.

Ni le agradezcas ni le acuses.

Está lejos tanto de tus goces como de tus penas.

LII

Si sembraste en tu corazón la semilla del Amor,

no fue inútil tu vida.

Tampoco si intentaste escuchar la voz de Dios.

Y menos aún, si con sonrisa ligera ofrendaste al placer tu cáliz.

LIII

¡Actúa con prudencia, viajero!

Peligroso es el camino que transitas y afilada la daga del Destino.

No te hartes con las almendras dulces.

Contienen veneno.

LIV

Un jardín, una cimbreante doncella, un cántaro de vino,

mi deseo y mi amargura:

He aquí mi Paraíso y mi Infierno.

Pero ¿quién ha recorrido el Cielo o el Infierno?

LV

Tú, cuyas mejillas eclipsan a la eglantina de los campos;

tú, cuyo rostro finge un ídolo chino:

¿Sabes acaso que tu mirar aterciopelado trocó

al rey de Babilonia en alfil que huye de la reina?

LVI

La vida continúa. ¿Qué queda de Balk y de Bagdad?

El menor toque es fatal a la rosa demasiado vivaz.

Bebe vino y contempla la luna; trata, si puedes,

de evocar las muertas civilizaciones que alumbró en su apogeo.

LVII

Escucha lo que la sabiduría te repite día tras día:

La vida es breve.

En nada eres semejante a las plantas

que retoñan luego de podadas.

11. “Malas manos tomaron tu vida”, de Gabriela Mistral

Del nicho helado en que los hombres te pusieron,

te bajaré a la tierra humilde y soleada.

Que he de dormirme en ella los hombres no supieron,

y que hemos de soñar sobre la misma almohada.

Te acostaré en la tierra soleada con una

dulcedumbre de madre para el hijo dormido,

y la tierra ha de hacerse suavidades de cuna

al recibir tu cuerpo de niño dolorido.

Luego iré espolvoreando tierra y polvo de rosas,

y en la azulada y leve polvoreda de luna,

los despojos livianos irán quedando presos.

Me alejaré cantando mis venganzas hermosas,

¡porque a ese hondor recóndito la mano de ninguna

bajará a disputarme tu puñado de huesos!

II

Este largo cansancio se hará mayor un día,

y el alma dirá al cuerpo que no quiere seguir

arrastrando su masa por la rosada vía,

por donde van los hombres, contentos de vivir…

Sentirás que a tu lado cavan briosamente,

que otra dormida llega a la quieta ciudad.

Esperaré que me hayan cubierto totalmente…

¡y después hablaremos por una eternidad!

Solo entonces sabrás el por qué no madura

para las hondas huesas tu carne todavía,

tuviste que bajar, sin fatiga, a dormir.

Se hará luz en la zona de los sinos, oscura:

sabrás que en nuestra alianza signo de astros había

y, roto el pacto enorme, tenías que morir…

III

Malas manos tomaron tu vida desde el día

en que, a una señal de astros, dejara su plantel

nevado de azucenas. En gozo florecía.

Malas manos entraron trágicamente en él…

Y yo dije al Señor: “Por las sendas mortales

le llevan. ¡Sombra amada que no saben guiar!

¡Arráncalo, Señor, a esas manos fatales

o le hundes en el largo sueño que sabes dar!

¡No le puedo gritar, no le puedo seguir!

Su barca empuja un negro viento de tempestad.

Retórnalo a mis brazos o le siegas en flor”.

Se detuvo la barca rosa de su vivir…

¿Que no sé del amor, que no tuve piedad?

¡Tú, que vas a juzgarme, lo comprendes, Señor!

12. “La vida es sueño”, de Vicente Huidobro

Los ojos andan de día en día

Las princesas posan de rama en rama

como la sangre de los enanos

que cae igual que todas sobre las hojas

cuando llega su hora de noche en noche.

Las hojas muertas quieren hablar

son gemelas de voz dolorida

son la sangre de las princesas

y los ojos de rama en rama

que caen igual que los astros viejos

con las alas rotas como corbatas.

La sangre cae de rama en rama

de ojo en ojo y de voz en voz.

La sangre cae como corbatas

no puede huir saltando como los enanos

cuando las princesas pasan

hacia sus astros doloridos.

Como las alas de las hojas

como los ojos de las olas

como las hojas de los ojos

como las olas de las alas.

Las horas caen de minuto en minuto

como la sangre

que quiere hablar.

13. “Eternidad”, de William Blake

Quien a sí encadenare una alegría

malogrará la vida alada.

Pero quien la alegría besare en su aleteo

vive en el alba de la eternidad.

14. “Aprenderás”, de William Shakespeare

Después de algún tiempo aprenderás la diferencia entre dar la mano y socorrer a un alma…

Y aprenderás que amar no significa apoyarse, y que compañía no siempre significa seguridad…

Comenzarás a aprender que los besos no son contratos, ni regalos, ni promesas…

Comenzarás a aceptar tus derrotas con la cabeza erguida y la mirada al frente,

con la gracia de un adulto y no con la tristeza de un niño…

Y aprenderás a construir hoy todos tus caminos,

porque el terreno de mañana es incierto para los proyectos y el futuro tiene la costumbre de caer en el vacío.

Después de un tiempo aprenderás que el sol quema si te expones demasiado…

Aceptarás que incluso las personas buenas podrían herirte alguna vez y necesitarás perdonarlas…

Aprenderás que hablar puede aliviar los dolores del alma…

Descubrirás que lleva años construir confianza y apenas unos segundos destruirla,

y que tú también podrás hacer cosas de las que te arrepentirás el resto de la vida…

Aprenderás que las verdaderas amistades continúan creciendo a pesar de las distancias…

Y que no importa qué es lo que tienes, sino a quién tienes en la vida…

Y que los buenos amigos son la familia que nos permitimos elegir…

Aprenderás que no tenemos que cambiar de amigos, si estamos dispuestos a aceptar que los amigos cambian…

Te darás cuenta que puedes pasar buenos momentos con tu mejor amigo haciendo cualquier cosa o nada,

solo por el placer de disfrutar su compañía…

Descubrirás que muchas veces tomas a la ligera a las personas que más te importan,

y por eso siempre debemos decir a esas personas que las amamos, porque nunca

estaremos seguros de cuándo será la ultima vez que las veamos…

Aprenderás que las circunstancias y el ambiente que nos rodea tienen influencia sobre nosotros,

pero nosotros somos los únicos responsables de lo que hacemos…

Comenzarás a aprender que no nos debemos comparar con los demás,

salvo cuando queramos imitarlos para mejorar…

Descubrirás que se lleva mucho tiempo para llegar a ser la persona que quieres ser,

y que el tiempo es corto.

Aprenderás que no importa a dónde llegaste, si no a dónde te diriges

y si no lo sabes cualquier lugar sirve…

Aprenderás que si no controlas tus actos,

ellos te controlarán y que ser flexible no significa ser débil o no tener personalidad,

porque no importa cuán delicada y frágil sea una situación:

siempre existen dos lados.

Aprenderás que héroes son las personas que hicieron lo que era necesario, enfrentando las consecuencias…

Aprenderás que la paciencia requiere mucha práctica.

Descubrirás que algunas veces, la persona que esperas que te patee cuando te caes,

tal vez sea una de las pocas que te ayuden a levantarte.

Madurar tiene más que ver con lo que has aprendido de las experiencias, que con los años vividos.

Aprenderás que hay mucho más de tus padres en ti de lo que supones.

Aprenderás que nunca se debe decir a un niño que sus sueños son tonterías,

porque pocas cosas son tan humillantes y sería una tragedia si lo creyese porque

le estarás quitando la esperanza…

Aprenderás que cuando sientes rabia, tienes derecho a

tenerla, pero eso no te da el derecho de ser cruel…

Descubrirás que solo porque alguien no te ama de la forma que quieres,

no significa que no te ame con todo lo que puede,

porque hay personas que nos aman, pero que no saben cómo demostrarlo…

No siempre es suficiente ser perdonado por alguien,

algunas veces tendrás que aprender a perdonarte a ti mismo…

Aprenderás que con la misma severidad con que juzgas,

también serás juzgado y en algún momento condenado…

Aprenderás que no importa en cuántos pedazos tu corazón se partió,

el mundo no se detiene para que lo arregles…

Aprenderás que el tiempo no es algo que pueda volver hacia atrás,

por lo tanto, debes cultivar tu propio jardín y decorar tu alma,

en vez de esperar que alguien te traiga flores.

Entonces, y solo entonces, sabrás realmente lo que puedes soportar;

que eres fuerte y que podrás ir mucho más lejos de lo que pensabas cuando creías que no se podía más.

Es que realmente la vida vale cuando tienes el valor de ¡enfrentarla!

15. “Muere la vida y vivo yo sin vida”, de Lope de Vega

Muere la vida, y vivo yo sin vida,

ofendiendo la vida de mi muerte,

sangre divina de las venas vierte,

y mi diamante su dureza olvida.

Está la majestad de Dios tendida

en una dura cruz, y yo de suerte

que soy de sus dolores el más fuerte,

y de su cuerpo la mayor herida.

¡Oh, duro corazón de mármol frío!,

¿tiene tu Dios abierto el lado izquierdo,

y no te vuelves un copioso río?

Morir por él será divino acuerdo,

mas eres tú mi vida, Cristo mío,

y como no la tengo, no la pierdo.

16. “Vientos del pueblo”, de Miguel Hernández

Vientos del pueblo me llevan,

vientos del pueblo me arrastran,

me esparcen el corazón

y me aventan la garganta.

Los bueyes doblan la frente,

impotentemente mansa,

delante de los castigos:

los leones la levantan

y al mismo tiempo castigan

con su clamorosa zarpa.

No soy de un pueblo de bueyes,

que soy de un pueblo que embargan

yacimientos de leones,

desfiladeros de águilas

y cordilleras de toros

con el orgullo en el asta.

Nunca medraron los bueyes

en los páramos de España.

¿Quién habló de echar un yugo

sobre el cuello de esta raza?

¿Quién ha puesto al huracán

jamás ni yugos ni trabas,

ni quién al rayo detuvo

prisionero en una jaula?

Asturianos de braveza,

vascos de piedra blindada,

valencianos de alegría

y castellanos de alma,

labrados como la tierra

y airosos como las alas;

andaluces de relámpagos,

nacidos entre guitarras

y forjados en los yunques

torrenciales de las lágrimas;

extremeños de centeno,

gallegos de lluvia y calma,

catalanes de firmeza,

aragoneses de casta,

murcianos de dinamita

frutalmente propagada,

leoneses, navarros, dueños

del hambre, el sudor y el hacha,

reyes de la minería,

señores de la labranza,

hombres que entre las raíces,

como raíces gallardas,

vais de la vida a la muerte,

vais de la nada a la nada:

yugos os quieren poner

gentes de la hierba mala,

yugos que habéis de dejar

rotos sobre sus espaldas.

Crepúsculo de los bueyes

está despuntando el alba.

Los bueyes mueren vestidos

de humildad y olor de cuadra;

las águilas, los leones

y los toros de arrogancia,

y detrás de ellos, el cielo

ni se enturbia ni se acaba.

La agonía de los bueyes

tiene pequeña la cara,

la del animal varón

toda la creación agranda.

Si me muero, que me muera

con la cabeza muy alta.

Muerto y veinte veces muerto,

la boca contra la grama,

tendré apretados los dientes

y decidida la barba.

Cantando espero a la muerte,

que hay ruiseñores que cantan

encima de los fusiles

y en medio de las batallas.

17. “Coplas a la muerte de su padre”, de Jorge Manrique

Recuerde el alma dormida,

avive el seso y despierte

contemplando

cómo se pasa la vida,

cómo se viene la muerte

tan callando;

cuán presto se va el plazer,

cómo, después de acordado,

da dolor;

cómo, a nuestro parescer,

cualquiera tiempo passado

fue mejor.

II

Y pues vemos lo presente

cómo en un punto s’es ido

y acabado,

si juzgamos sabiamente,

daremos lo non venido

por passado.

Non se engañe nadie, no,

pensando que ha de durar

lo que espera

más que duró lo que vio,

pues que todo ha de pasar

por tal manera.

III

Nuestras vidas son los ríos

que van a dar en la mar,

qu’es el morir;

allí van los señoríos

derechos a se acabar

y consumir;

allí los ríos caudales,

allí, los otros, medianos

y más chicos,

allegados, son iguales

los que viven por sus manos

y los ricos.

IV

Dexo las invocaciones

de los famosos poetas

y oradores;

no curo de sus ficciones,

que traen yerbas secretas

sus sabores.

A aquel solo m’encomiendo,

A aquel solo invoco yo

de verdad,

que en este mundo viviendo,

el mundo non conosció

su deidad.

V

Este mundo es el camino

para el otro, qu’es morada

sin pesar;

mas cumple tener buen tino

para andar esta jornada

sin errar.

Partimos cuando nascemos,

andamos mientra vivimos,

e llegamos

al tiempo que feneçemos;

assí que cuando morimos,

descansamos.

VI

Este mundo bueno fue

si bien usásemos dél

como debemos,

porque, segund nuestra fe,

es para ganar aquél

que atendemos.

Aun aquel fijo de Dios

para sobirnos al cielo

descendió

a nescer acá entre nos,

y a vivir en este suelo

do murió.

VII

Si fuesse en nuestro poder

tornar la cara fermosa

corporal,

como podemos hazer

el ánima glorïosa

angelical,

¡qué diligencia tan viva

toviéramos toda hora

y tan presta,

en componer la cativa,

dexándonos la señora

descompuesta!

VIII

Ved de cuán poco valor

son las cosas tras que andamos

y corremos,

que, en este mundo traidor,

aun primero que muramos

las perdemos.

Dellas deshaze la edad,

dellas casos desastrados

que contecen,

dellas, por su calidad,

en los más altos estados

desfallescen.

IX

Dezidme: La hermosura,

la gentil frescura y tez

de la cara,

la color y la blancura,

cuando viene la vejez,

¿cuál se para?

Las mañas y ligereza

y la fuerça corporal

de juventud,

todo se torna graveza

cuando llega el arrabal

de senetud.

X

Pues la sangre de los godos,

y el linaje y la nobleza

tan crescida,

¡por cuántas vías y modos

se pierde su grand alteza

en esta vida!

Unos, por poco valer,

por cuán baxos y abatidos

que los tienen;

otros que, por non tener,

con oficios non devidos

se mantienen.

XI

Los estados y riqueza,

que nos dexen a deshora

¿quién lo duda?,

non les pidamos firmeza,

pues que son d’una señora

que se muda:

que bienes son de Fortuna

que revuelven con su rueda

presurosa,

la cual non puede ser una

ni ser estable ni queda

en una cosa.

XII

Pero digo c’acompañen

y lleguen fasta la fuessa

con su dueño:

por esso no nos engañen,

pues se va la vida apriessa

como sueño,

y los deleites d’acá

son, en que nos deleitamos,

temporales,

y los tormentos d’allá,

que por ellos esperamos,

eternales.

XIII

Los plazeres e dulçores

desta vida trabajada

que tenemos,

no son sino corredores,

y la muerte, la çelada

en que caemos.

Non mirando a nuestro daño,

corremos a rienda suelta

sin parar;

cuando vemos el engaño

y queremos dar la vuelta

no hay lugar.

XIV

Esos reyes poderosos

que vemos por escripturas

ya passadas

con casos tristes, llorosos,

fueron sus buenas venturas

trastornadas;

assí, que no hay cosa fuerte,

que a papas y emperadores

y prelados,

assí los trata la muerte

como a los pobres pastores

de ganados.

XV

Dexemos a los troyanos,

que sus males non los vimos,

ni sus glorias;

dexemos a los romanos,

aunque oímos y leímos

sus vitorias;

non curemos de saber

lo d’aquel siglo passado

qué fue d’ello;

vengamos a lo d’ayer,

que también es olvidado

como aquello.

XVI

¿Qué se hizo el rey don Joan?

Los infantes d’Aragón

¿qué se hizieron?

¿Qué fue de tanto galán,

qué de tanta invención

como traxieron?

Las justas y los torneos,

paramentos, bordaduras

y cimeras,

¿fueron sino devaneos,

qué fueron sino verduras

de las heras?

XVII

¿Qué se hizieron las damas,

sus tocados e vestidos,

sus olores?

¿Qué se hizieron las llamas

de los fuegos encendidos

d’amadores?

¿Qué se hizo aquel trovar,

las músicas acordadas

que tañían?

¿Qué se hizo aquel dançar,

aquellas ropas chapadas

que traían?

XVIII

Pues el otro, su heredero

don Enrique, ¡qué poderes

alcançaba!

¡Cuánd blando, cuánd halaguero

el mundo con sus plazeres

se le daba!

Mas verás cuánd enemigo,

cuánd contrario, cuánd cruel

se le mostró;

habiéndole sido amigo,

¡cuánd poco duró con él

lo que le dio!

XIX

Las dávidas desmedidas,

los edeficios reales

llenos d’oro,

las vaxillas tan febridas

los enriques e reales

del tesoro,

los jaezes, los caballos

de sus gentes e atavíos

tan sobrados

¿dónde iremos a buscallos?;

¿qué fueron sino rocíos

de los prados?

XX

Pues su hermano el innocente

qu’en su vida sucesor

se llamó,

¡qué corte tan excellente

tuvo, e cuánto grand señor

le siguió!

Mas, como fuesse mortal,

metióle la Muerte luego

en su fragua.

¡Oh jüicio divinal!,

cuando más ardía el fuego,

echaste agua.

XXI

Pues aquel grand Condestable,

maestre que conoscimos

tan privado,

non cumple que dél se hable,

sino sólo que lo vimos

degollado.

Sus infinitos tesoros,

sus villas y sus lugares,

su mandar,

¿qué le fueron sino lloros?,

¿qué fueron sino pesares

al dexar?

XXII

Pues los otros dos hermanos,

maestres tan prosperados

como reyes,

c’a los grandes e medianos

truxeron tan sojuzgados

a sus leyes;

aquella prosperidad

qu’en tan alto fue subida

y ensalzada,

¿qué fue sino claridad

que cuando más encendida

fue amatada?

XXIII

Tantos duques excelentes,

tantos marqueses y condes

y varones

como vimos tan potentes,

dí, Muerte, ¿dó los escondes,

y traspones?

Y sus muy claras hazañas

que hizieron en las guerras

y en las pazes,

cuando tú, cruda, t’ensañas,

con tu fuerça, las atierras

e desfazes.

XXIV

Las huestes inumerables,

los pendones, estandartes

y banderas,

los castillos impugnables,

los muros y balüartes

y barreras,

la cava honda, chapada,

o cualquier otro reparo,

¿qué aprovecha?

Cuando tú vienes airada,

todo lo passas de claro

con tu flecha.

XXV

Aquel de buenos abrigos,

amado, por virtuoso,

de la gente,

el maestre don Rodrigo

Manrique, tanto famoso

y tan valiente;

sus hechos grandes y claros

non cumple que los alabe,

pues los vieron;

ni los quiero hazer caros,

pues qu’el mundo todo sabe

cuáles fueron.

XXVI

Amigo de sus amigos,

¡qué señor para criados

y parientes!

¡Qué enemigo d’enemigos!

¡Qué maestro d’esforçados

y valientes!

¡Qué seso para discretos!

¡Qué gracia para donosos!

¡Qué razón!

¡Qué benino a los sujetos!

¡A los bravos y dañosos,

qué león!

XXVII

En ventura, Otavïano,

Julio César en vencer

y batallar;

en la virtud, Africano;

Aníbal en el saber

y trabajar;

en la bondad, un Trajano;

Tito en liberalidad

con alegría;

en su braço, Aureliano;

Marco Atilio en la verdad

que prometía.

XXVIII

Antoño Pío en clemencia;

Marco Aurelio en igualdad

del semblante;

Adriano en la elocuencia;

Teodosio en humanidad

y buen talante.

Aurelio Alexandre fue

en desciplina y rigor

de la guerra;

un Constantino en la fe,

Camilo en el grand amor

de su tierra.

XXIX

Non dexó grandes tesoros,

ni alcançó muchas riquezas

ni vaxillas;

mas fizo guerra a los moros

ganando sus fortalezas

y sus villas;

y en las lides que venció,

cuántos moros y cavallos

se perdieron;

y en este oficio ganó

las rentas y los vasallos

que le dieron.

XXX

Pues por su honra y estado,

en otros tiempos passados

¿cómo s’hubo?

Quedando desamparado,

con hermanos e criados

se sostuvo.

Después que fechos famosos

fizo en esta misma guerra

que hazía,

fizo tratos tan honrosos

que le dieron aun más tierra

que tenía.

XXXI

Estas sus viejas estorias

que con su braço pintó

en juventud,

con otras nuevas vitorias

agora las renovó

en senetud.

Por su gran abilidad,

por méritos y ancianía

bien gastada,

alcançó la dignidad

de la grand Caballería

dell Espada.

XXXII

Y sus villas y sus tierras,

ocupadas de tiranos

las halló;

mas por çercos y por guerras

y por fuerça de sus manos

las cobró.

Pues nuestro rey natural,

si de las obras que obró

fue servido,

dígalo el de Portugal,

y, en Castilla, quien siguió

su partido.

XXXIII

Después de puesta la vida

tantas vezes por su ley

al tablero;

después de tan bien servida

la corona de su rey

verdadero;

después de tanta hazaña

a que non puede bastar

cuenta cierta,

en la su villa d’Ocaña

vino la Muerte a llamar

a su puerta,

XXXIV

diziendo: “Buen caballero,

dexad el mundo engañoso

y su halago;

vuestro corazón d’azero

muestre su esfuerço famoso

en este trago;

y pues de vida y salud

fezistes tan poca cuenta

por la fama;

esfuércese la virtud

para sofrir esta afruenta

que os llama”.

XXXV

“Non se os haga tan amarga

la batalla temerosa

qu’esperáis,

pues otra vida más larga

de la fama glorïosa

acá dexáis.

Aunqu’esta vida d’honor

tampoco no es eternal

ni verdadera;

mas, con todo, es muy mejor

que la otra temporal,

peresçedera”.

XXXVI

“El vivir qu’es perdurable

non se gana con estados

mundanales,

ni con vida delectable

donde moran los pecados

infernales;

mas los buenos religiosos

gánanlo con oraciones

y con lloros;

los caballeros famosos,

con trabajos y aflicciones

contra moros”.

XXXVII

“Y pues vos, claro varón,

tanta sangre derramastes

de paganos,

esperad el galardón

que en este mundo ganastes

por las manos;

y con esta confiança

y con la fe tan entera

que tenéis,

partid con buena esperança,

qu’estotra vida tercera

ganaréis”.

[Responde el Maestre:]

XXXVIII

“Non gastemos tiempo ya

en esta vida mesquina

por tal modo,

que mi voluntad está

conforme con la divina

para todo;

y consiento en mi morir

con voluntad plazentera,

clara y pura,

que querer hombre vivir

cuando Dios quiere que muera,

es locura”.

[Del maestre a Jesús]

XXXIX

“Tú, que por nuestra maldad,

tomaste forma servil

e baxo nombre;

tú, que a tu divinidad

juntaste cosa tan vil

como es el ombre;

tú, que tan grandes tormentos

sofriste sin resistencia

en tu persona,

non por mis merescimientos,

mas por tu sola clemencia

me perdona”.

XL

Assí, con tal entender,

todos sentidos humanos

olvidados,

cercado de su mujer

y de sus hijos y hermanos

y criados,

dio el alma a quien ge la dio

(el cual la ponga en el cielo

en su gloria),

que aunque la vida perdió,

dexónos harto consuelo

su memoria”.

18. “Rima LI”, de Gustavo Adolfo Bécquer

De lo poco de vida que me resta

diera con gusto los mejores años,

por saber lo que a otros

de mí has hablado.

Y esta vida mortal, y de la eterna

lo que me toque, si me toca algo,

por saber lo que a solas

de mí has pensado.

19. “Salutación del optimista”, de Rubén Darío

Ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda,

espíritus fraternos, luminosas almas, ¡salve!

Porque llega el momento en que habrán de cantar nuevos himnos

lenguas de gloria. Un vasto rumor llena los ámbitos;

mágicas ondas de vida van renaciendo de pronto;

retrocede el olvido, retrocede engañada la muerte;

se anuncia un reino nuevo, feliz sibila sueña

y en la caja pandórica de que tantas desgracias surgieron

encontramos de súbito, talismática, pura, riente,

cual pudiera decirla en su verso Virgilio divino,

la divina reina de luz, ¡la celeste Esperanza!

Pálidas indolencias, desconfianzas fatales que a tumba

o a perpetuo presidio, condenasteis al noble entusiasmo,

ya veréis el salir del sol en un triunfo de liras,

mientras dos continentes, abonados de huesos gloriosos,

del Hércules antiguo la gran sombra soberbia evocando,

digan al orbe: la alta virtud resucita,

que a la hispana progenie hizo dueña de los siglos.

Abominad la boca que predice desgracias eternas,

abominad los ojos que ven solo zodiacos funestos,

abominad las manos que apedrean las ruinas ilustres,

o que la tea empuñan o la daga suicida.

Siéntense sordos ímpetus en las entrañas del mundo,

la inminencia de algo fatal hoy conmueve la Tierra;

fuertes colosos caen, se desbandan bicéfalas águilas,

y algo se inicia como vasto social cataclismo

sobre la faz del orbe. ¿Quién dirá que las savias dormidas

no despierten entonces en el tronco del roble gigante

bajo el cual se exprimió la ubre de la loba romana?

¿Quién será el pusilánime que al vigor español niegue músculos

y que al alma española juzgase áptera y ciega y tullida?

No es Babilonia ni Nínive enterrada en olvido y en polvo,

ni entre momias y piedras que habita el sepulcro,

la nación generosa, coronada de orgullo inmarchito,

que hacia el lado del alba fija las miradas ansiosas,

ni la que tras los mares en que yace sepulta la Atlántida,

tiene su coro de vástagos, altos, robustos y fuertes.

Únanse, brillen, secúndense, tantos vigores dispersos;

formen todos un solo haz de energía ecuménica.

Sangre de Hispania fecunda, sólidas, ínclitas razas,

muestren los dones pretéritos que fueron antaño su triunfo.

Vuelva el antiguo entusiasmo, vuelva el espíritu ardiente

que regará lenguas de fuego en esa epifanía.

Juntas las testas ancianas ceñidas de líricos lauros

y las cabezas jóvenes que la alta Minerva decora,

así los manes heroicos de los primitivos abuelos,

de los egregios padres que abrieron el surco prístino,

sientan los soplos agrarios de primaverales retornos

y el rumor de espigas que inició la labor triptolémica.

Un continente y otro renovando las viejas prosapias,

en espíritu unidos, en espíritu y ansias y lengua,

ven llegar el momento en que habrán de cantar nuevos himnos.

La latina estirpe verá la gran alba futura,

en un trueno de música gloriosa, millones de labios

saludarán la espléndida luz que vendrá del Oriente,

Oriente augusto en donde todo lo cambia y renueva

la eternidad de Dios, la actividad infinita.

Y así sea Esperanza la visión permanente en nosotros,

¡Ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda!

20. “Canto de otoño”, de José Martí

Bien; ya lo sé!: -la Muerte está sentada

A mis umbrales: cautelosa viene,

Porque sus llantos y su amor no apronten

En mi defensa, cuando lejos viven

Padres e hijo. -Al retornar ceñudo

De mi estéril labor, triste y oscura,

Con que a mi casa del invierno abrigo-,

De pie sobre las hojas amarillas,

En la mano fatal la flor del sueño,

La negra toca en alas rematada,

Ávido el rostro, -trémulo la miro

Cada tarde aguardándome a mi puerta.

En mi hijo pienso, y de la dama oscura

Huyo sin fuerzas devorado el pecho

De un frenético amor! Mujer más bella

No hay que la muerte! Por un beso suyo

Bosques espesos de laureles varios,

Y las adelfas del amor, y el gozo

De remembrarme mis niñeces diera!

…Pienso en aquel a quien mi amor culpable

trajo a vivir, -y, sollozando, esquivo

de mi amada los brazos: -mas ya gozo

de la aurora perenne el bien seguro.

Oh, vida, adiós: -quien va a morir, va muerto.

Oh, duelos con la sombra: oh, pobladores

Ocultos del espacio: oh formidables

Gigantes que a los vivos azorados

Mueren, dirigen, postran, precipitan!

Oh, cónclave de jueces, blandos solo

A la virtud, que nube tenebrosa,

En grueso manto de oro recogidos,

Y duros como peña, aguardan torvos

A que al volver de la batalla rindan

–como el frutal sus frutos–

de sus obras de paz los hombres cuenta,

de sus divinas alas!… de los nuevos

árboles que sembraron, de las tristes

lágrimas que enjugaron, de las fosas

que a los tigres y vívoras abrieron,

y de las fortalezas eminentes

que al amor de los hombres levantaron!

¡Esta es la dama, el Rey, la patria, el premio

apetecido, la arrogante mora

que a su brusco señor cautiva espera

llorando en la desierta espera barbacana!:

este el santo Salem, este el Sepulcro

de los hombres modernos: -No se vierta

más sangre que la propia! No se bata

sino al que odia el amor! Únjase presto

soldados del amor los hombres todos!:

la tierra entera marcha a la conquista

de este Rey y señor, que guarda el cielo!

…Viles: el que es traidor a sus deberes,

muere como traidor, del golpe propio

de su arma ociosa el pecho atravesado!

¡Ved que no acaba el drama de la vida

en esta parte oscura! ¡Ved que luego

tras la losa de mármol o la blanda

cortina de humo y césped se reanuda

el drama portentoso! ¡Y ved, oh viles,

que los buenos, los tristes, los burlados,

serán een la otra parte burladores!

Otros de lirio y sangre se alimenten:

¡Yo no! ¡Yo no! Los lóbregos espacios

rasgué desde mi infancia con los tristes

penetradores ojos: el misterio

en una hora feliz de sueño acaso

de los jueces así, y amé la vida

porque del doloroso mal me salva

de volverla a vivir. Alegremente

el peso eché del infortunio al hombro:

porque el que en huelga y regocijo vive

Y huye el dolor, y esquiva las sabrosas

penas de la virtud, irá confuso

del frío y torvo juez a la sentencia,

cual soldado cobarde que en herrumbre

dejó las nobles armas; ¡y los jueces

no en su dosel lo ampararán, no en brazos

lo encumbrarán, mas lo echarán altivos

a odiar, a amar y a batallar de nuevo

en la fogosa y sofocante arena!

¡Oh! ¿Qué mortal que se asomó a la vida

vivir de nuevo quiere? …

Puede ansiosa

la Muerte, pues, de pie en las hojas secas,

esperarme a mi umbral con cada turbia

tarde de otoño, y silenciosa puede

irme tejiendo con helados copos

mi manto funeral.

No di al olvido

las armas del amor: no de otra púrpura

vestí que de mi sangre.

Abre los brazos, listo estoy, madre Muerte:

al juez me lleva!

Hijo!… Qué imagen miro? ¿Qué llorosa

visión rompe la sombra, y blandamente

como con luz de estrella la ilumina?

Hijo!… ¿qué me demandan tus abiertos

brazos? ¿A qué descubres tu afligido

pecho? ¿Por qué me muestran tus desnudos

pies, aún no heridos, y las blancas manos

vuelves a mí?

Cesa! calla! reposa! Vive: el padre

no ha de morir hasta que la ardua lucha

rico de todas armas lance al hijo! –

Ven, oh mi hijuelo, y que tus alas blancas

de los abrazos de la muerte oscura

y de su manto funeral me libren!

21. “El puente”, de Manuel Benítez Carrasco

¡Qué mansa pena me da!

El puente siempre se queda y el agua siempre se va.

I

El río es andar, andar

hacia lo desconocido;

ir entre orillas vencido

y por vencido, llorar.

El río es pasar, pasar

y ver todo de pasada;

nacer en la madrugada

de un manantial transparente

y morirse tristemente

sobre una arena salada.

El puente es como clavar

voluntad y fundamento;

ser piedra en vilo en el viento,

ver pasar y no pasar.

El puente es como

cruzar aguas que van de vencida;

es darle la despedida

a la vida y a la muerte

y quedarse firme y fuerte

sobre la muerte y la vida.

Espejo tienen y hechura

mi espíritu y mi flaqueza,

en este puente, firmeza,

y en este río, amargura.

En esta doble pintura

mírate, corazón mío,

para luego alzar con brío

y llorar amargamente,

esto que tienes de puente

y esto que tienes de río.

II

¡Qué mansa pena me da!

El puente siempre se queda y el agua siempre se va.

Tristemente para los dos, amor mío,

en el amor, uno es puente y otro, río.

Bajo un puente de suspiros agua de nuestro querer;

el puente sigue tendido, el agua no ha de volver.

¿Sabes tú, acaso, amor mío,

quién de los dos es el puente, quién, el río?

Si fui yo río, qué pena

de no ser puente, amor mío;

si fui yo puente, qué pena de que se me fuera el río.

Agua del desengaño,

puente de olvido;

ya casi ni me acuerdo

que te he querido.

Puente de olvido.

Qué dolor olvidarse

de haber querido.

III

Ruinas de mi claridad,

derrumbado en mi memoria tengo un puente de cristal.

Yo era como un agua clara cantando a todo cantar,

y sin que me diera cuenta pasando a todo pasar.

El puente de mi inocencia se me iba quedando atrás;

un día volví los ojos,

¡qué pena!, y no lo vi más.

IV

Y seguramente,

y seguramente

que no lo sabía;

de haberlo sabido…

no se hubiera roto el puente.

Ay… pero este puente…

¿pero es que no lo sabía…?

¿pero no sabía el puente

que yo te quería… ?

y seguramente que no lo sabía;

de haberlo sabido…

no se hubiera roto el puente.

¡Pero este maldito puente…!

¿Pero es que no lo sabía?

Pero no sabía el puente

que yo lo quise pasar

tan solo por verte;

y seguramente

que no lo sabía;

de haberlo sabido…

no se hubiera roto el puente.

V

¡Qué miedo me da pensar!

y mientras se van los ríos

qué miedo me da pensar

que hay un gran río que pasa

pero que nunca se va.

Dios lo ve desde su puente

y lo llama: eternidad.

VI

Difícil conformidad:

el puente dice del río:

¡quién se pudiera marchar!

y el río dice del puente:

¡quién se pudiera quedar!

VII

Agua, paso por la vida;

piedra, huella de su paso;

río, terrible fracaso;

puente, esperanza cumplida.

En esta doble partida

procura, corazón mío,

ganarle al agua con brío

esto que tienes de puente,

y que pase buenamente

esto que tienes de río.

y aquí termino el cantar

de los puentes que se quedan,

de las aguas que se van.

22. “A un poeta muerto”, de Luis Cernuda

Así como en la roca nunca vemos

La clara flor abrirse,

Entre un pueblo hosco y duro

No brilla hermosamente

El fresco y alto ornato de la vida.

Por esto te mataron, porque eras

Verdor en nuestra tierra árida

Y azul en nuestro oscuro aire.

Leve es la parte de la vida

Que como dioses rescatan los poetas.

El odio y destrucción perduran siempre

Sordamente en la entraña

Toda hiel sempiterna del español terrible,

Que acecha lo cimero

Con su piedra en la mano.

Triste sino nacer

Con algún don ilustre

Aquí, donde los hombres

En su miseria solo saben

El insulto, la mofa, el recelo profundo

Ante aquel que ilumina las palabras opacas

Por el oculto fuego originario.

La sal de nuestro mundo eras,

Vivo estabas como un rayo de sol,

Y ya es tan solo tu recuerdo

Quien yerra y pasa, acariciando

El muro de los cuerpos

Con el dejo de las adormideras

Que nuestros predecesores ingirieron

A orillas del olvido.

Si tu ángel acude a la memoria,

Sombras son estos hombres

Que aún palpitan tras las malezas de la tierra;

La muerte se diría

Más viva que la vida

Porque tú estás con ella,

Pasado el arco de tu vasto imperio,

Poblándola de pájaros y hojas

Con tu gracia y tu juventud incomparables.

Aquí la primavera luce ahora.

Mira los radiantes mancebos

Que vivo tanto amaste

Efímeros pasar junto al fulgor del mar.

Desnudos cuerpos bellos que se llevan

Tras de sí los deseos

Con su exquisita forma, y solo encierran

Amargo zumo, que no alberga su espíritu

Un destello de amor ni de alto pensamiento.

Igual todo prosigue,

Como entonces, tan mágico,

Que parece imposible

La sombra en que has caído.

Mas un inmenso afán oculto advierte

Que su ignoto aguijón tan solo puede

Aplacarse en nosotros con la muerte,

Como el afán del agua,

A quien no basta esculpirse en las olas,

Sino perderse anónima

En los limbos del mar.

Pero antes no sabías

La realidad más honda de este mundo:

El odio, el triste odio de los hombres,

Que en ti señalar quiso

Por el acero horrible su victoria,

Con tu angustia postrera

Bajo la luz tranquila de Granada,

Distante entre cipreses y laureles,

Y entre tus propias gentes

Y por las mismas manos

Que un día servilmente te halagaran.

Para el poeta la muerte es la victoria;

Un viento demoníaco le impulsa por la vida,

Y si una fuerza ciega

Sin comprensión de amor

Transforma por un crimen

A ti, cantor, en héroe,

Contempla en cambio, hermano,

Cómo entre la tristeza y el desdén

Un poder más magnánimo permite a tus amigos

En un rincón pudrirse libremente.

Tenga tu sombra paz,

Busque otros valles,

Un río donde del viento

Se lleve los sonidos entre juncos

Y lirios y el encanto

Tan viejo de las aguas elocuentes,

En donde el eco como la gloria humana ruede,

Como ella de remoto,

Ajeno como ella y tan estéril.

Halle tu gran afán enajenado

El puro amor de un dios adolescente

Entre el verdor de las rosas eternas;

Porque esta ansia divina, perdida aquí en la tierra,

Tras de tanto dolor y dejamiento,

Con su propia grandeza nos advierte

De alguna mente creadora inmensa,

Que concibe al poeta cual lengua de su gloria

Y luego le consuela a través de la muerte.

Como leve sonido:

hoja que roza un vidrio,

agua que acaricia unas guijas,

lluvia que besa una frente juvenil;

Como rápida caricia:

pie desnudo sobre el camino,

dedos que ensayan el primer amor,

sábanas tibias sobre el cuerpo solitario;

Como fugaz deseo:

seda brillante en la luz,

esbelto adolescente entrevisto,

lágrimas por ser más que un hombre;

Como esta vida que no es mía

y sin embargo es la mía,

como este afán sin nombre

que no me pertenece y sin embargo soy yo;

Como todo aquello que de cerca o de lejos

me roza, me besa, me hiere,

tu presencia está conmigo fuera y dentro,

es mi vida misma y no es mi vida,

así como una hoja y otra hoja

son la apariencia del viento que las lleva.

Como una vela sobre el mar

resume ese azulado afán que se levanta

hasta las estrellas futuras,

hecho escala de olas

por donde pies divinos descienden al abismo,

también tu forma misma,

ángel, demonio, sueño de un amor soñado,

resume en mí un afán que en otro tiempo levantaba

hasta las nubes sus olas melancólicas.

Sintiendo todavía los pulsos de ese afán,

yo, el más enamorado,

en las orillas del amor,

sin que una luz me vea

definitivamente muerto o vivo,

contemplo sus olas y quisiera anegarme,

deseando perdidamente

descender, como los ángeles aquellos por la escala de espuma,

hasta el fondo del mismo amor que ningún hombre ha visto.

23. “Vida”, de Alfonsina Storni

Mis nervios están locos, en las venas

la sangre hierve, líquido de fuego

salta a mis labios donde finge luego

la alegría de todas las verbenas.

Tengo deseos de reír; las penas

que de donar a voluntad no alego,

hoy conmigo no juegan y yo juego

con la tristeza azul de que están llenas.

El mundo late; toda su armonía

la siento tan vibrante que hago mía

cuando escancio en su trova de hechicera.

Es que abrí la ventana hace un momento

y en las alas finísimas del viento

me ha traído su sol la primavera.

24. “¡Ah de la vida!”, de Francisco de Quevedo

“¡Ah de la vida!”… ¿Nadie me responde?

¡Aquí de los antaños que he vivido!

La Fortuna mis tiempos ha mordido;

las Horas mi locura las esconde.

¡Que sin poder saber cómo ni a dónde

la salud y la edad se hayan huido!

Falta la vida, asiste lo vivido,

y no hay calamidad que no me ronde.

Ayer se fue; mañana no ha llegado;

hoy se está yendo sin parar un punto:

soy un fue, y un será, y un es cansado.

En el hoy y mañana y ayer, junto

pañales y mortaja, y he quedado

presentes sucesiones de difunto.

25. “La vida”, de la Madre Teresa de Calcuta

La vida es una oportunidad, aprovéchala,

la vida es belleza, admírala,

la vida es una bendición, disfrútala,

la vida es un sueño, hazla realidad.

La vida es un reto, afróntalo;

la vida es un juego, juégalo,

la vida es preciosa, cuídala;

la vida es riqueza, consérvala;

la vida es un misterio, descúbrelo.

La vida es una promesa, cúmplela;

la vida es amor, gózalo;

la vida es dolor, supéralo;

la vida es un himno, cántalo;

la vida es un combate, acéptalo.

La vida es aventura, vívela;

la vida es una tragedia, enfréntala;

la vida es suerte, merécela;

la vida es vida, defiéndela.