Conocimiento intuitivo: características, para qué sirve, ejemplos
El conocimiento intuitivo es todo aquel que aparece de manera automática, sin necesidad de análisis, reflexión o experiencia directa. Debido a que no puede ser obtenido de ninguna de estas formas, se considera que proviene de una fuente independiente, que generalmente se asocia con la mente subconsciente.
Diferentes autores utilizan la palabra “intuición” para referirse a distintos fenómenos. Así, por ejemplo, podemos asociar este término con el conocimiento o el razonamiento inconscientes; pero también con el reconocimiento de patrones, o la capacidad de entender algo instintivamente sin necesidad de realizar un razonamiento lógico.
La palabra “intuición” viene del término latino intueri, que puede significar “considerar” o “contemplar”. Este fenómeno se lleva estudiando desde la época de la Antigua Grecia: algunos filósofos como Platón o Aristóteles ya hablaban del conocimiento intuitivo y lo consideraban fundamental para nuestra experiencia cotidiana.
En tiempos más recientes, el estudio del conocimiento intuitivo ha recaído en disciplinas como la psicología. Especialmente desde la aparición de la rama cognitiva de esta ciencia, se han realizado numerosas investigaciones para tratar de comprender el funcionamiento de este fenómeno.
Índice del artículo
- 1 Características del conocimiento intuitivo
- 2 ¿Para qué sirve?
- 3 Ejemplos
- 4 Temas de interés
- 5 Referencias
A continuación veremos algunas de las características más importantes del conocimiento intuitivo, que separan este fenómeno de otras formas de conocimiento.
La característica más importante del conocimiento intuitivo es que se trata de un fenómeno que no está relacionado con nuestra mente racional. Por el contrario, sus productos son creados por nuestra mente inconsciente. Somos capaces de acceder voluntariamente a los resultados de este proceso, pero no comprendemos cómo se han formado.
Hoy en día, aún no sabemos exactamente cómo se genera el conocimiento intuitivo. Algunos investigadores creen que aparecería de forma innata en nuestra especie, de manera similar a lo que ocurre con los instintos en otros animales. Un ejemplo de esto sería la capacidad de reconocimiento de caras que poseen los bebés recién nacidos.
Sin embargo, otros expertos piensan que el conocimiento intuitivo surge a través de la experiencia. Cuando se recogen muchos datos sobre situaciones similares, nuestro cerebro es capaz de encontrar patrones de manera automática, dando lugar a este fenómeno. Esto les ocurre, por ejemplo, a aquellas personas que son expertas en un tema concreto.
Probablemente, el conocimiento intuitivo pueda pertenecer a ambas categorías. Así, algunos ejemplos de este fenómeno serán innatos, mientras que otros habrían aparecido con la experiencia.
Otra de las características más importantes del conocimiento intuitivo es que al contrario que otras formas de sabiduría, no requiere de un proceso para aparecer. Por el contrario, surge repentinamente, de una manera que no entra dentro de nuestro control.
En este sentido, el conocimiento intuitivo guardaría relación con el proceso de insight. En ambos casos, solamente somos conscientes del resultado del procesamiento de información, pero no somos capaces de acceder al proceso por el que se ha creado o estudiarlo de manera racional.
Generalmente se cree que este tipo de conocimiento puede surgir o bien de la relación de varios conceptos, o bien del reconocimiento de un patrón. En cualquier caso, para la persona que experimenta su aparición, no existe ningún tipo de esfuerzo consciente: la nueva información surge de manera automática.
La gran mayoría de las veces, los productos del conocimiento intuitivo provocan un estado emocional concreto en la persona que lo experimenta.
Así, por ejemplo, un individuo puede sentirse incómodo frente a alguien que acaba de conocer, y no sabría por qué; o una persona podría ponerse en alerta en una situación de peligro de manera automática.
La relación del conocimiento intuitivo con las emociones no es clara. Sin embargo, se cree que el proceso por el cual se forma implicaría a ciertas estructuras cerebrales más antiguas evolutivamente hablando, como el sistema límbico, que también tiene que ver con los sentimientos y su regulación.
Relacionado con el punto anterior está el hecho de que el conocimiento intuitivo nunca expresa sus resultados mediante palabras. Por el contrario, cuando experimentamos este fenómeno, lo que tenemos son sensaciones y emociones que nos llevan a actuar de una determinada manera.
Así, por ejemplo, un luchador profesional sabe cuándo su oponente está a punto de lanzar un golpe, pero no podría explicar con palabras el proceso que le ha llevado a desarrollar esa conclusión. Lo mismo ocurre cuando somos capaces de reconocer una expresión facial, o de detectar si nos están mintiendo o no.
A simple vista, el conocimiento intuitivo puede parecernos muy sencillo. Esto se debe a que no tenemos que realizar un esfuerzo consciente para, por ejemplo, saber si alguien está enfadado o alegre o intuir dónde va a caer una pelota cuando nos la lanzan. Sin embargo, estudios recientes demuestran que estos procesos son realmente muy complicados.
Así, en campos como la robótica y la inteligencia artificial, los intentos de reproducir el fenómeno del conocimiento intuitivo en máquinas han demostrado la enorme complejidad de este fenómeno.
Todo parece apuntar a que, para conseguir tener una intuición, nuestro cerebro tiene que manejar una cantidad gigantesca de datos y experiencias previas.
Como ya hemos visto, parte del conocimiento intuitivo tiene que ver con la acumulación de datos en situaciones parecidas. Cuando tenemos mucha experiencia en un aspecto concreto de nuestra vida, es más probable que surja el conocimiento intuitivo.
De hecho, muchos investigadores consideran que este tipo de conocimiento es lo que diferencia a los expertos en una disciplina de aquellos que todavía no han alcanzado la maestría. Los expertos, a base de enfrentarse a los mismos problemas una y otra vez, habrían acumulado una gran experiencia en su campo.
Debido a ello, los expertos desarrollarían conocimientos intuitivos más a menudo que las personas que no le han dedicado tanto tiempo a una disciplina. Esto implica, entre otras cosas, que es posible entrenar este tipo de conocimiento de manera indirecta, enfrentándonos a situaciones similares de manera continua.
Debido a su naturaleza emocional y no verbal, el conocimiento intuitivo no guarda ninguna relación con la teoría o con la razón. Por el contrario, sus productos están encaminados a ayudarnos a tomar decisiones, cambiar nuestro comportamiento, evitar peligros y en definitiva mejorar nuestra situación.
Cuando surge un conocimiento intuitivo en nuestra mente, generalmente sentimos el impulso de movernos o realizar un cambio en nuestra forma de actuar, no de ponernos a analizarlo. Además de esto, es imposible estudiar de manera racional los contenidos de la intuición, por lo que de intentar hacerlo estaríamos malgastando recursos y tiempo.
El conocimiento intuitivo, como todos los fenómenos asociados a las partes más primitivas de nuestro cerebro, está asociado con una mejor de la capacidad de supervivencia y replicación en nuestra especie. Así, la mayoría de situaciones en las que aparece tienen que ver o bien con nuestro bienestar físico, o con nuestras relaciones con los demás.
Por otra parte, el conocimiento intuitivo asociado con la experiencia es ligeramente distinto. En lugar de estar directamente relacionado con la supervivencia o la reproducción, su papel es el ahorro de recursos cognitivos cuando nos enfrentamos constantemente a situaciones similares.
Como ya hemos visto, a nivel práctico ambos tipos de conocimiento intuitivo están destinados a cambiar nuestro comportamiento en lugar de a hacernos reflexionar. Generalmente, se habla de tres tipos de intuiciones en función de las situaciones con las que están relacionadas.
Este tipo de conocimiento intuitivo tiene que ver con la capacidad de detectar estados emocionales en otras personas, así como ciertos rasgos de su personalidad o manera de ser.
Se trata de la versión del conocimiento intuitivo que nos ayuda a resolver un problema inmediato o a enfrentarnos a una situación específica. Está muy relacionado con el conocimiento experto, y se puede ver, por ejemplo, en deportistas, o en aquellos que viven constantemente situaciones de riesgo.
Este tipo de intuición tiene que ver con la capacidad de escoger un camino para superar una dificultad a largo plazo, como por ejemplo para tomar una decisión que va a afectar al futuro laboral o sentimental.
En algunas culturas y corrientes, tanto filosóficas como psicológicas, se habla en ocasiones de otros tipos de intuiciones que no entrarían dentro de ninguna de las categorías que acabamos de ver. Así, podríamos encontrarnos por ejemplo con los insights, o con los estados de iluminación de la religión budista y la hindú.
En mayor o menor medida, todos tenemos intuiciones constantemente. Algunos de los ejemplos más reconocibles de este fenómeno son los siguientes:
– La capacidad de detectar el estado emocional de una persona con la que nos relacionamos habitualmente, escuchando tan solo su tono de voz o viendo su expresión facial.
– La habilidad para saber dónde va a caer una pelota cuando nos la lanzan y ser capaces de cogerla al vuelo.
– La capacidad de un bombero que lleva muchos años trabajando en su campo de detectar si una estructura está a punto de derrumbarse debido a las llamas.
– Nuestra habilidad innata para detectar si alguien nos está mintiendo o si está siendo honesto.
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