Lengua y literatura

15 poemas sobre la muerte originales y de autores clásicos


La muerte es uno de los temas de conversación más evitados por los seres humanos. No sabemos qué hay detrás de la muerte y muchos le tienen miedo, no solo a la muerte de uno mismo, también a la muerte de personas queridas.

Hoy te dejamos una recopilación de poemas sobre la muerte de poetas como Pablo Neruda, Victor Hugo, Mario Benedetti, Lope de Vega, entre otros. Hablan sobre el afrontamiento de la muerte, el dolor, los funerales, el deseo de morir o la brevedad de la vida. Además, al final encontrarás poemas originales de nuestro autor.

Poemas sobre la muerte de autores clásicos

“Recuérdame” (David Harkins)

Puedes llorar porque se ha ido, o puedes

sonreír porque ha vivido.

 

Puedes cerrar los ojos

y rezar para que vuelva o puedes abrirlos y ver todo lo que ha

dejado;

tu corazón puede estar vacío

porque no lo puedes ver,

o puede estar lleno del amor

que compartisteis.

 

Puedes llorar, cerrar tu mente, sentir el

vacío y dar la espalda,

o puedes hacer lo que a ella le gustaría:

sonreír, abrir los ojos, amar y seguir.

  • Reflexión: el poema habla de cómo afrontar la muerte.

“La belleza y la muerte” (Victor Hugo)

La belleza y la muerte son dos cosas profundas,

con tal parte de sombra y de azul que diríanse

dos hermanas terribles a la par que fecundas,

con el mismo secreto, con idéntico enigma.

 

Oh, mujeres, oh voces, oh miradas, cabellos,

trenzas rubias, brillad, yo me muero, tened

luz, amor, sed las perlas que el mar mezcla a sus aguas,

aves hechas de luz en los bosques sombríos.

 

Más cercanos, Judith, están nuestros destinos

de lo que se supone al ver nuestros dos rostros;

el abismo divino aparece en tus ojos,

 

y yo siento la sima estrellada en el alma;

mas del cielo los dos sé que estamos muy cerca,

tú porque eres hermosa, yo porque soy muy viejo.

  • Reflexión: el poema expresa lo cerca que está del cielo de una persona por su belleza y de otros por su edad.

“¿Quién muere?” (Pablo Neruda)

Muere lentamente quien no viaja,

quien no lee,

quien no oye música,

quien no encuentra gracia en sí mismo.

 

Muere lentamente

quien destruye su amor propio,

quien no se deja ayudar.

 

Muere lentamente quien se transforma en esclavo del hábito

repitiendo todos los días los mismos trayectos,

quien no cambia de marca,

no se atreve a cambiar el color de su vestimenta

o bien no conversa con quien no conoce.

 

Muere lentamente quien evita una pasión y su remolino de emociones,

justamente estas que regresan el brillo

a los ojos y restauran los corazones destrozados.

 

Muere lentamente quien no gira el volante cuando esta infeliz

con su trabajo, o su amor,

quien no arriesga lo cierto ni lo incierto para ir detrás de un sueño

quien no se permite, ni siquiera una vez en su vida,

huir de los consejos sensatos…

 

¡Vive hoy!

¡Arriesga hoy!

¡Hazlo hoy!

¡No te dejes morir lentamente!

¡No te impidas ser feliz!

  • Reflexión: el poema brinda palabras que animan a vivir la vida de verdad y no estar muerto en vida.

“¡Adiós!” (Alfonsina Storni)

Las cosas que mueren jamás resucitan,

las cosas que mueren no tornan jamás.

¡Se quiebran los vasos y el vidrio que queda

es polvo por siempre y por siempre será!

 

Cuando los capullos caen de la rama

dos veces seguidas no florecerán…

¡Las flores tronchadas por el viento impío

se agotan por siempre, por siempre jamás!

 

¡Los días que fueron, los días perdidos,

los días inertes ya no volverán!

¡Qué tristes las horas que se desgranaron

bajo el aletazo de la soledad!

 

¡Qué tristes las sombras, las sombras nefastas,

las sombras creadas por nuestra maldad!

¡Oh, las cosas idas, las cosas marchitas,

las cosas celestes que así se nos van!

 

¡Corazón… silencia!… ¡Cúbrete de llagas!…

-de llagas infectas- ¡cúbrete de mal!…

¡Que todo el que llegue se muera al tocarte,

corazón maldito que inquietas mi afán!

 

¡Adiós para siempre mis dulzuras todas!

¡Adiós mi alegría llena de bondad!

¡Oh, las cosas muertas, las cosas marchitas,

las cosas celestes que no vuelven más!…

  • Reflexión: el poema tiene palabras en un tono triste por las pérdidas que nunca volverán.

“En los funerales de un amigo” (Ciro Mendía)

Qué exequias más hermosas, qué gentío,

cuántas flores y sombras, cuánta pena,

con su mutis quedó sola la escena,

cuántas hojas caídas sin rocío.

 

Qué silencio en las voces, y qué frío

por el amigo muerto. Gime llena

de angustia el alma por el alma buena,

cómo me dueles, compañero mío.

 

La amistad y el amor están presentes,

la pluma y el talento están de luto,

nieblas hay en los ojos, en las frentes.

 

Y pienso al ver el fúnebre ajetreo

que por razones de mi ceño hirsuto

no irá a mi entierro nadie, ni yo, creo.

  • Reflexión: el poema describe la escena de un funeral de una persona querida.

“La muerte para aquél será terrible” (Lope de Vega)

La muerte para aquél será terrible

con cuya vida acaba su memoria,

no para aquél cuya alabanza y gloria

con la muerte morir es imposible.

 

Sueño es la muerte y paso irremisible,

que en nuestra universal humana historia

pasó con felicísima vitoria

un hombre que fue dios incorruptible.

 

Nunca de suyo fue mala y culpable

la muerte a quien la vida no resiste;

al malo, aborrecible; al bueno, amable.

 

No la miseria en el morir consiste;

solo el camino es triste y miserable,

y si es vivir, la vida sola es triste.

  • Reflexión: el poema habla sobre lo triste de la muerte para alguien que no va a ser recordado.

“Pasatiempo” (Mario Benedetti)

Cuando éramos niños

los viejos tenían como treinta

un charco era un océano

la muerte lisa y llana

no existía

 

luego cuando muchachos

los viejos eran gente de cuarenta

un estanque era océano

la muerte solamente

una palabra

 

ya cuando nos casamos

los ancianos estaban en cincuenta

un lago era un océano

la muerte era la muerte

de los otros

 

ahora veteranos

ya le dimos alcance a la verdad

el océano es por fin el océano

pero la muerte empieza a ser

la nuestra.

  • Reflexión: el poema refleja la percepción de la vida y la muerte desde niño hasta la vida adulta. 

“A una vieja que traía una muerte de oro” (Francisco de Quevedo)

No sé a cuál crea de los dos,

viéndoos, Ana, cual os veis:

si vos la muerte traéis,

o si os trae la muerte a vos.

 

Queredme la muerte dar

por que mis males remate:

que en mí tiene hambre que mate

y en vos no hay ya qué matar.

  • Reflexión: el poema expresa la llegada de la muerte a alguien moribundo.

“Poemas póstumos 19” (Vicente Huidobro)

La muerte que alguien espera

la muerte que alguien aleja

la muerte que va por el camino

la muerte que viene taciturna

la muerte que enciende las bujías

la muerte que se sienta en la montaña

la muerte que abre la ventana

la muerte que apaga los faroles

la muerte que aprieta la garganta

la muerte que cierra los riñones

la muerte que rompe la cabeza

la muerte que muerde las entrañas

la muerte que no sabe si debe cantar

la muerte que alguien entreabre

la muerte alguien hace sonreír

la muerte que alguien hace llorar

 

la muerte que no puede vivir sin nosotros

 

la muerte que viene al galope del caballo

la muerte que llueve en grandes estampidos.

  • Reflexión: el poema que describe a la muerte en varios escenarios.

“¡Oh muerte!” (Amado Nervo)

Muerte, ¡cómo te he deseado!,

¡con qué fervores te he invocado!,

¡con qué anhelares he pedido

a tu boca su beso helado!

 

¡Pero tú, ingrata, no has oído!

¡vendrás, quizá, con paso quedo

cuando de partir tenga miedo,

cuando la tarde me sonría

y algún ángel, con rostro ledo,

serene mi melancolía!

 

Vendrás, quizá, cuando la vida

me muestre una veta escondida

y encienda para mí una estrella.

 

¡Qué importa! llega, ¡oh prometida!

¡siempre has de ser la bien venida,

pues que me juntarás con ella!

  • Reflexión: el poema habla sobre alguien que desea morir para reunirse con la persona amada.

Poemas sobre la muerte originales

“Cuando me siembre en la madera” (Juan Ortiz)

Cuando me siembre en la madera

vendrán todas las voces

—calladas en otrora—

a hablar de cómo llegué a la raíz del mundo,

cómo toqué las cosas desde el alma misma del silencio;

vendrán,

pulcras,

cercanas y dulces

—como nunca habían sido—

a duplicar mi vida simple con bondades

para desprender quejidos

de los hermanos que escogí en este evento inusitado.

 

Cuando me siembre en la madera,

no les oiré,

deben saberlo,

aunque sé que igual harán lo suyo,

amontonarse,

como las moscas a la gracia del infante

para tener su momento de gloria en el importunio,

el abismo selecto

donde mejor saben habitar.

  • Reflexión: un poema que muestra reflexiones sobre el cariño que se suele demostrar cuando alguien muere, pero cuando está vivo, nada se dice.

“La muerte y la infancia” (Juan Ortiz)

Tenía siete cuando comprendí que me iría.

Previo a eso,

ni una marca,

ni una herida,

los años fueron sutiles,

me habían otorgado por entero el don de la inocencia.

 

Pero los gusanos llegaron para abrir los ojos,

se sembraron en Octavio después de una caída

y a la semana se lo llevaron,

sin resistencias,

con todo y amistad,

borrando su correr del campo de fútbol,

su risa de cuadra y media,

sus charlas por las tardes

en el porche de la casa.

 

Un niño deja de ser niño cuando comprende la muerte;

ese martes,

Octavio la encarnó,

dejó su papel reciente,

se fue,

y,

con él,

mi infancia.

  • Reflexión: un poema que expresa cómo la infancia acaba al tener conciencia de que se morirá.

“Paseo sin retorno” (Juan Ortiz)

La calesita, gris, giraba

las rondas de los difuntos,

estábamos todos juntos

y la Parca nos miraba.

Una niña allí cantaba:

“Llegaron donde los tuertos,

tierra de niebla, de inciertos,

desde aquí no hay retorno,

no vale cargo o soborno,

se encuentran ustedes muertos”.

  • Reflexión: una décima espinela que dibuja un paisaje sombrío en el cual las almas de los muertos comprenden que están en el “otro lado”, y que no hay retorno. Lo que ocurrirá luego, queda en incierto.

“De las partidas y los supuestos” (Juan Ortiz)

Si mi felicidad acabara con el suicidio de una gaviota furibunda en mi pecho,

o algún otro arte poético de irse,

tarde o temprano,

me amarán hasta los que me odian,

y no faltarán canciones buenas que me nombren,

frases magnánimas,

y lágrimas que jamás hubiesen pensado tocar tierra por mí.

 

Si mi felicidad acaba en partida inusitada,

una bala perdida,

a puñal en la esquina oscura,

un infarto rotundo,

algo repentino,

divino,

por simplemente dar una connotación que nada tiene que ver,

seguirán los trenes a todos lados,

como pasa con el resto de los idos.

 

De suceder esto,

puede que mis letras repercutan en los muros,

en corazones de carne y de concreto,

y quizá otra mujer me ame después,

y la voz será mi casa,

el papel,

una pared,

un recuerdo recurrente cuando se vea a un alcatraz llegar,

o a la sal,

como siempre,

visitar a la boca que es orilla y Norte de tantos barcos,

puerto y puerta para irse en el aliento.

 

Apuesto el descanso adonde sea que sea blanco y azul,

leve sepia y poco verde;

cualquier lugar de respirar y salpresar hasta los huesos,

un sitio de descomponerse tranquilo

y ser bocado de gaviotas y demás aves de estómago libre y viajero;

un sitio donde no falten los cangrejos al banquete;

con ellos, el mar recibe denso,

metálico,

y su silencio de silicio gris arena cala en lo callado de la oscuridad,

en el frío del frío de cuando se mira al sol desde adentro de la bestia que es el agua.

Allí,

donde se es abortivo tras cruzar la superficie,

en la orilla,

los barcos suelen decir que hay retornos para todos,

regresos elocuentes,

tranquilos,

en trozos y sin culpas,

vueltas para ser felices sobre caracolas blancas.

 

Puede ser que mi muerte

—venga de donde venga—

termine en una vida extraña,

o en una suerte de muertes consecutivas cuando perezcan los que se atrevan a recordarme.

 

Este es el riesgo más fuerte de hacerse memoria,

la posibilidad de permanecer entre esta estirpe tan de mentira,

y quedarse al lado del deseado y necesario descanso.

  • Reflexión: un poema que habla de lo fugaz de la vida, de cómo podemos irnos en cualquier momento, de las actitudes habituales de la gente cuando morimos y del descanso que debe haber al partir.

“Pena de muerte” (Juan Ortiz)

Su nombre coronaba la cruel lista.

Los mil doscientos días hasta ese instante

pasaron lentamente, un frío quemante

le recorría el cuerpo, nubló su vista.

 

Un muy perfecto estado de conciencia

le invadió, se lo cedió el veredicto

tras el golpe de aquel martillo invicto

del juez de turno que dio la sentencia.

 

El oír a sus treinta: “Pena de muerte”,

descalabró planes, grandes, pequeños,

cambió por completo toda su suerte.

 

Pero esta vida, en sí, no tiene dueños,

lo sabe el hombre al quien él dejó inerte

en la acera, rompiéndole sus sueños.

  • Reflexión: el poema muestra la desdicha de un hombre condenado a muerte y la justa causa que lo llevó a merecerla.

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Referencias

  1. (S. f.). (N/A): Mario Benedetti. Recuperado de: poeticous.com.
  2. Poemas que te ayudarán a superar la muerte de alguien querido. (2018). (N/A): Anylu Ayala. Recuperado de: culturacolectiva.com.
  3. ¡Adiós! (S. f.). (N/A): Alfonsina Storni. Recuperado de: poemas-del-alma.com.
  4. Poemas sobre la muerte. (2014). Colombia: Edwin Alejandro Hurtado. Recuperado de: lacoladerata.co.
  5. ¡Oh muerte! (2008). (N/A): Amado Nervo. Recuperado de: caballodeletras.blogspot.com.