Calendario azteca: historia, descripción, significado, materiales
¿Qué es el calendario azteca?
El calendario azteca, también conocido como la Piedra del Sol, es un círculo monolítico que se encuentra rodeado por una serie de discos tallados. Cada figura retratada refleja el orden temporal del mundo y describe el destino de la humanidad.
Este monumento no solo explica la organización social que poseía un pueblo, sino que detalla los conocimientos astronómicos, históricos y religiosos que tenían los indígenas centroamericanos. De esa manera se aprecia que el calendario es el patrimonio de una antigua comunidad estructurada.
En consecuencia, es posible observarlo como un mapa, donde se exhibe el principio y el final de las eras. En realidad se puede afirmar que exterioriza las leyes que rigen al universo. Con el transcurrir del tiempo ha tenido varios significados.
Primero fue una reliquia sagrada que le indicaba a los aborígenes cuáles eran los días indicados para cultivar y hacer ceremonias con el fin de alabar a las deidades. El objetivo era conquistar la liberación del espíritu, así como evitar la catástrofe y el sufrimiento.
Luego pasó a ser un instrumento profano, puesto que era la alegoría del vicio y el pecado. Mostraba los castigos que experimentaba el individuo si dudaba de la existencia de Dios o se oponía a la doctrina cristiana. Años más tarde se visualizó como un objeto para practicar tiro al blanco.
Historia
El origen de la Piedra del Sol aún es desconocido y no se han encontrado elementos o documentos específicos que revelen cuándo se creó. Sin embargo, algunos antropólogos e historiadores manifiestan que el calendario pudo haber sido elaborado durante las últimas etapas del Imperio azteca.
Dicho testimonio se basa en el suceso de que la escultura no expone únicamente la cosmovisión de los mexicas, sino la percepción astral que tenían los toltecas. Para comprender la historia de este monumento es fundamental mencionar los acontecimientos ocurridos a lo largo de cuatro épocas.
Período posclásico mesoamericano
Durante esta etapa, la población azteca poseía el dominio territorial. Los mexicas fueron los que establecieron la jerarquía social y contribuyeron en la conformación de la Triple Alianza en 1430. Esta unión fue pactada por los caciques de Tenochtitlán, Texcoco y Tacuba.
De acuerdo a la investigación realizada por fray Diego Durán (1537-1588), esos aspectos son esenciales porque muestran cómo los proyectos debían ser aprobados por los jefes antes de llevarse a cabo.
Una de las ideas más importante fue presentada en 1094 por los artesanos toltecas, quienes diseñaron una especie de plano circular que estaba constituido por varios anillos donde se esculpirían los días y meses del año.
La obra se comenzó a edificar a mediados del siglo XV bajo la supervisión de Itzcóatl (1381-1440) y fue culminada durante el mandato de Axayácatl (1449-1481); aunque, según el estudio de Juan de Torquemada (1557-1624), la escultura se finalizó en el gobierno de Moctezuma II (1466-1520).
Aun así, ambos cronistas concuerdan en que el monolítico fue colocado en posición horizontal cerca del templo de Huitzilopochtli y se le otorgó el nombre de Xihuitl, que significa período solar. Sin embargo, en 1521 fue derribado por los soldados hispanos.
Conquista española
Después de que las tropas ibéricas, dirigidas por Hernán Cortés (1485-1547), destruyeran la Triple Alianza, conquistaran las tierras y asesinaran al jefe azteca, se empezó a colonizar la región centroamericana. Tanto las normas sociales como la estructura paisajística se fueron modificando.
Los sacerdotes iniciaron su labor evangelizadora y desplazaron todos los objetos que tuviesen una connotación pagana, entre ellos la Piedra del Sol. El monumento fue trasladado hacia el fondo del Templo Mayor y lo colocaron al oeste del Palacio Virreinal.
Esa zona estaba prohibida para los aborígenes, motivo por el cual no podían visitar su calendario. La estatua permaneció al descubierto por varias semanas hasta que a finales de 1550 fue sepultada por órdenes del arzobispo Alonso de Montufar (1489-1572).
Durante la colonia
La obra permaneció enterrada alrededor de dos siglos. De cierta forma se estaba cumpliendo el ideal de Montufar, que era suprimir la memoria primitiva del pueblo azteca. Por ello ocultó los instrumentos que se relacionaban con los sacrificios.
Sin embargo en la década de 1790, el conde Juan Vicente de Güemes (1738-1799) –quien ejerció el cargo de virrey y presidente de la Junta Superior de la Real Hacienda– intentó modernizar el territorio y aprobó la reestructuración de la capital de Nueva España.
Cuando estaban remodelando la Plaza Mayor, el arquitecto José Damián Ortiz (1750-1793) notificó que habían encontrado una escultura con extraños símbolos. Luego de un año de debates científicos y religiosos se optó por ubicarla en la catedral Metropolitana el 02 de julio de 1791.
Recuperación del nombre
Uno de los primeros humanistas que realizó numerosos análisis sobre la iconografía de la Piedra del Sol fue Alexander Von Humboldt (1769-1859), quien la estudió cuando se hallaba en la catedral; pero la investigación más relevante la hizo Antonio de León y Gama (1735-1802).
En 1792, este astrónomo planteó que en la escultura se retrataba el transcurso del tiempo a través de la luna, el sol y el planeta Venus; movimientos astrales que se oponían, aunque configuraban la totalidad del monolito.
Así mismo, expresó que la obra había sido tallada para responder las dudas que tuviesen las personas sobre el pasado y el futuro del mundo. Por ello la denominó calendario azteca. Aparte, su argumento fue primordial para que se exhibiera el monumento ante el público.
Intervención estadounidense en México
Pocos años después de haber conseguido la independencia, México enfrentó un nuevo conflicto bélico con Estados Unidos. Este último país buscaba la expansión territorial, en cambio los centroamericanos procuraban defender sus espacios.
A partir de 1846, los ejércitos norteamericanos comenzaron a desembarcar en Veracruz y llegaron a la capital. En este lugar encontraron, dentro de la basílica, una escultura circular que transportaron a una plaza y la utilizaron como instrumento para ensayar sus destrezas con los armamentos.
Así fue como surgieron las grietas que posee la Piedra del Sol. No obstante, es conveniente señalar que los soldados no lograron destruir la escultura, la cual fue trasladada en 1855 al Museo Arqueológico. Posteriormente, en 1964, fue ubicada en la Galería Nacional de Antropología e Historia.
A continuación un video del calendario azteca en el Museo Nacional de Antropología e Historia de la Ciudad de México:
¿Qué representa el calendario azteca?
La Piedra del Sol es la representación de la historia cósmica. No se enfoca en narrar los sucesos que determinan la existencia del hombre, sino que muestra cómo el pasado geológico y mítico influirá en el futuro de la humanidad, que es difuso pero perceptible.
Esto es porque los individuos no aprenden de los hechos pretéritos, ya que se caracterizan por repetir de algún modo los errores que ocasionaron la destrucción de los primeros mortales. De esa manera es posible observar que en el calendario se contraponen y entrelazan dos concepciones del tiempo.
Se percibe un tiempo inalterable que es conducido por los dioses, quienes lo usan para crear las distintas eras y ordenar el mundo. A la vez se opone al ciclo humano, el cual está en constante movimiento y es limitado e imperfecto. Ambos se unen para guiar el destino de las personas.
Este monumento azteca es un tratado filosófico que relata por medio de las imágenes la creación del universo y los desastres que han devastado las diferentes edades. Basándose en el sistema religioso, retrata cómo fue, es y será la vida y ruina de la tierra.
Descripción y significado de los símbolos
La estructura del calendario azteca es cíclica y está formada por cinco planos, las cuales detallan que la mortalidad es breve. Como unidad, la obra designa la edad actual. Período que será destruido mediante un temblor, de acuerdo al análisis de los investigadores.
Las secciones que conforman al monolítico se identifican por ser sucesivas y coherentes entre sí. Es decir, las etapas suelen tener organizaciones similares, pero las constituyen elementos diversos. De ese modo se observará en las siguientes líneas:
Disco central
En el centro de la piedra se percibe un rostro que puede ser Tonatiuh, deidad del sol. Esta divinidad tiene una daga en los labios que es la figuración de su lengua. Sobre la cabeza lleva una especie de tiara, los oídos se encuentran cubiertos por orejeras y su torso está adornado con perlas.
En las manos, que tienen formas de garras de jaguar, sostiene dos corazones humanos. Dicha figura se vincula con el gran el tiempo, época donde los hombres son racionales, aunque muchos usan su inteligencia para arruinar la realidad.
Los ornamentos que posee el símbolo no solo indican que el dios era de la realeza, sino que prescriben que es necesario el trabajo arduo para conquistar el albedrío espiritual. Es como expresar que cada acto implica valor y sacrificio, así se aprecia con el significado de las prendas:
– El cuchillo de pedernal es una alegoría de los instintos primitivos, tales como la guerra y la expresión erótica. A pesar de que el individuo se esté civilizando, exhibe que al final termina recurriendo a sus sentidos.
– Las orejeras son signos de aprendizaje, pues señalan que es fundamental saber escuchar.
– El tocado muestra el desarrollo de la glándula pineal.
– Las perlas representan la dualidad del universo.
– La garra del jaguar exterioriza la búsqueda del poder.
Tonatiuh
Continuando con lo expuesto, se puede sugerir que Tonatiuh es la manifestación de la acción. Ocupa el primer plano porque es la personificación de la luz y el creador de la quinta era. Al mismo tiempo simboliza el amor y la generación. Por tanto es la encarnación del ser.
Alrededor de esta deidad se hallan cuatro cuadros que cuentan las leyendas de las edades anteriores y se vinculan con los puntos cardinales.
Anillos del calendario
El primer anillo, ubicado en el lado superior derecho, era la etapa del jaguar donde las personas fueron consumidas por monstruos. Este apartado contiene los veinte días que conformaban el mes azteca.
El segundo anillo, situado en la parte alta de la izquierda, fue la era en la cual vientos huracanados desolaron el planeta. Dicha sección se subdivide en ochos segmentos que hacen referencia a los rayos solares.
El tercer anillo, localizado en el punto inferior izquierdo, fue el lapso donde los individuos padecieron debido a la lluvia de fuego. Es la representación más alegórica y comprende dos aristas. En la primera se expone los cincuenta y dos ciclos que forman un siglo.
Mientras que en la segunda se visualizan dos serpientes de fuego que conducen al sol. De las fauces de los reptiles emergen los rostros Tonaituh y Xiuhtecuhtli, dios del fuego. Esas figuras recrean el episodio sobre cómo se forjó la quinta edad. Figuran el inicio y el fin de la existencia.
El cuarto anillo, colocado en el sector inferior derecho, representa aquel período en el que hubo un diluvio y algunos habitantes se transformaron en peces. Ese disco describe los cielos y los movimientos astrales.
Materiales y tamaño
El calendario azteca fue creado con basalto de olivino, una roca ígnea que se caracteriza por adquirir diversas formas y resistir el clima de la corteza terrestre. Posiblemente los aborígenes mexicas extrajeron la piedra del volcán Xitle, ubicado en la cordillera de Ajusco.
También utilizaron talladores, hachas y cuchillos de obsidiana, material que les permitió trazar las líneas más sutiles. El monumento sobresale por su simetría. Pesa 2400 kilogramos. Mide 3,5 metros de diámetro y su densidad es de 122 centímetros.
¿Cómo se lee la Piedra del Sol?
Han sido muy pocos los investigadores que han comprendido cómo funciona la Piedra del Sol. Sin embargo, se manifiesta que su sistema de lectura es contrario al de las agujas del reloj. Por eso es fundamental saber que el año iniciaba con el signo del caimán y finalizaba con la imagen de la flor.
Es decir, las figuras no se repetían durante doscientos sesenta jornadas, tiempo que indicaba el comienzo de un nuevo ciclo. Los aztecas consideraban que el período anual estaba constituido por veinte meses de trece días cada uno. Cuando transcurría cincuenta y dos años empezaba otro siglo.
En esa época, los indígenas empleaban varios días para festejar. Realizaban ceremonias con el objetivo de consagrar a las divinidades mediante las penitencias. La finalidad era asegurar que el astro solar brillara por cinco décadas más.
Temas de interés
Referencias
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