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Diferencias entre socialismo y comunismo

Te explicamos cuáles son las diferencias entre el socialismo y el comunismo, qué tienen en común y cuál es la historia de ambos términos.

¿Cuál es la diferencia entre socialismo y comunismo?

Muy frecuentemente, los términos comunismo y socialismo se utilizan como si fueran sinónimos, para referirse a cualquier postura política izquierdista que se desee tachar de radical.

La razón de ello es que ambos conceptos provienen de una filosofía política y económica similar, desarrollada a lo largo del siglo XIX y comienzos del XX como una respuesta a los problemas de desigualdad insalvable, oligopolio y explotación de la clase obrera por parte de los grandes capitalistas, dueños de los medios de producción.

Pero a pesar de las similitudes que entrañan ambos términos, es importante conocer las diferencias que los distinguen, para que podamos referirnos a uno o a otro con absoluta propiedad.

Comencemos por decir que tanto “comunismo” como “socialismo” son términos que agrupan, cada uno, a un conjunto de escuelas de pensamiento y de visiones filosóficas de la sociedad. Es decir, no se trata de conceptos absolutos y universales, sino de orientaciones filosóficas y políticas que se pueden traducir, en la práctica, en propuestas muy diferentes entre sí.

Históricamente, el primer término en surgir fue socialismo, cuyas primeras menciones se remontan a la segunda mitad del siglo XVIII, cuando era usado por los defensores del contrato social como el monje Ferdinando Facchinei (1725-1814) o el filósofo Appiano Bonafede (1716-1793). Posteriormente pasó a ser usado por los seguidores del filántropo galés Robert Owen (1771-1858), quien predicaba la doctrina de la fraternidad humana.

Con su sentido actual, el término socialismo apareció en 1830, cuando numerosas sectas políticas surgidas de la Revolución Francesa de 1789 se declaraban seguidoras de Robert Owen, Henri de Saint-Simon, Charles Fourier y otros pensadores revolucionarios. Con ese nombre se agrupaba las posturas críticas al mundo tremendamente desigual que trajo consigo la Revolución Industrial, y al sistema capitalista que la sustentaba.

Por su parte, comenzó a hablarse de comunismo alrededor de diez años después, en Francia, a raíz de un célebre banquete de más de mil comensales empobrecidos que se dio en París el 1 de julio de 1840, y en el que se discutió la necesidad de impulsar cambios sociales y políticos para alcanzar una “igualdad verdadera”.

Los “comunistas” de la época se consideraban a sí mismos cabetistas (seguidores de Étienne Cabet) y neobabuvistas (herederos de Francois Babeuf), y sus esfuerzos cobraron tanta notoriedad nacional e internacional (sobre todo en la Alemania de la época) que el término “comunista” comenzó a desplazar o al menos a usarse de manera conjunta con el de “socialista”.

Sin embargo, los comunistas se distinguían de sus primos los socialistas en que profesaban una visión política más confrontativa, que daba a la lucha de clases un lugar central en su propuesta de Revolución obrera. Fue esta la razón por la cual Karl Marx (1818-1883) y Friedrich Engels (1820-1895), los filósofos alemanes que reinventaron esta terminología, prefirieron siempre hablar de comunismo en sus escritos.

Marx rebautizó a las tendencias socialistas previas a su obra filosófica como “socialismo utópico”, queriendo decir con ello que proponían caminos al socialismo que no se sustentaban en el estudio riguroso de la realidad, ni proponían un método para ello, a diferencia de su propuesta -hoy conocida como marxista– que llamó “socialismo científico” o simplemente comunismo.

En la obra de Marx, sin embargo, todo ello se refería a la marcha histórica hacia una sociedad despojada de clases sociales; una sociedad que bautizó con muchos términos, como “humanismo positivo”, “reino de la individualidad libre”, “asociación libre de productores”, “socialismo” o “comunismo”.

Estudiosos posteriores de su obra, en cambio, comprendieron que estos últimos dos términos debían entenderse como etapas diferentes en dicho largo camino: siendo así que para el marxismo el socialismo sería la etapa de transición, intermedia entre el capitalismo y el comunismo.

Pensadores posteriores a Marx, como Max Weber (1864-1920), por ejemplo, prefirieron ser más prácticos y llamar socialismo a una variante “racional” de comunismo, que distinguía del “comunismo doméstico” en que la producción de bienes y servicios, así como su consumo, debía ser orquestado en el socialismo de manera colectiva, mientras que en “comunismo doméstico” eran enteramente libres, pero tenían un objetivo y origen siempre comunes.

En todo caso, y como hemos visto hasta aquí, el uso de estos términos ha cambiado mucho a lo largo del tiempo y no siempre se utiliza con fidelidad histórica o precisión teórica.

A lo largo del siglo XX hubo muchos intentos de aplicación del comunismo, con resultados catastróficos que condujeron a genocidios, dictaduras y otros horrores similares, mientras que variantes más modernas y laxas del socialismo lograron un éxito relativo bajo la forma de la socialdemocracia, es decir, a través de su convivencia con el libre mercado y con el sistema político democrático.

En un sentido absolutamente estricto, sin embargo, no ha existido nunca una nación capaz de implementar el comunismo o el socialismo totales. Para bien y para mal.

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Diferencias entre comunismo y socialismo

Al igual que el uso de sus términos, las diferencias concretas entre el socialismo y el comunismo pueden variar dependiendo de quién las enuncie o en qué contexto histórico las discutamos. En la actualidad, la distancia entre comunismo y socialismo puede resumirse más o menos en los siguientes términos:

Comunismo Socialismo
Es el resultado de una insurgencia violenta y revolucionaria de las clases obreras, que imponen así una “dictadura del proletariado” y eliminan cualquier intento de oposición. Al tratarse de una ideología menos rígida, es posible aproximarse al socialismo a través de procesos paulatinos de reforma y transformación, en vez de un estallido revolucionario.
Se elimina totalmente la propiedad privada, todos los bienes pasan a ser propiedad comunitaria, manejada por un Estado central fuerte. Se respeta la propiedad privada, pero las dinámicas de producción y redistribución de la riqueza son conducidas por un Estado democráticamente electo en pro del bienestar común.
El Estado central dictamina qué recibe gratuitamente cada quien, dependiendo de sus necesidades básicas de alojamiento, alimentación, educación y cuidados médicos. Se sostiene un sistema de libre mercado en el que se recompensa el esfuerzo individual, pero el Estado dispone de sus recursos en pro de redistribuir la riqueza y alcanzar una sociedad más igualitaria en asuntos básicos: alimentación, educación, cuidados médicos.
El Estado central controla y dirige la producción económica y cultural, dando lugar a sociedades más o menos totalitarias. El Estado puede patrocinar y subsidiar los bienes que se consideran de interés social, y eventualmente tomar acciones para interferir en el mercado, siempre bajo el amparo de la ley y respetando el orden republicano.
Hoy en día se considera el sistema económico de países como China, Cuba, Corea del Norte, Laos y Vietnam. Hoy en día la socialdemocracia es la forma de socialismo que coexiste con sistemas democráticos y de libre mercado, con notorio éxito en países como Noruega, Dinamarca, Suecia y otras naciones europeas.

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Referencias