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Conciencia

Te explicamos qué es la conciencia y las diferencias con la consciencia. Además, la conciencia social, moral, ambiental y de clase.

¿Qué es la conciencia?

La palabra conciencia (y, en algunos casos, consciencia) posee diferentes significados, todos relacionados con la mente humana y con la lucidez, es decir, con la capacidad para percibir nuestro entorno. No se trata de un término simple de definir, y de ello se han ocupado disciplinas tan distintas como la filosofía y la psicología.

En su origen, tanto conciencia como consciencia provienen del vocablo latino conscientia, fruto del prefijo con- (“unión”, “junto”) y el verbo scire (“discernir” o “separar mentalmente una cosa de otra”), y que provenía del adjetivo conscius (“confidente”).

Alrededor del siglo I a. C. esta palabra se utilizaba para referirse a los saberes compartidos, al conocimiento general y, por lo tanto, al autoconocimiento del ser humano, o sea, al conocimiento que tenía que ver con su existencia, su pensamiento y sus acciones.

En ese mismo siglo, sin embargo, el término fue empleado por primera vez con el sentido de “remordimiento”, por el poeta latino Horacio (65-8 a. C.), para traducir el término griego syneidesis (equivalente más o menos a “capacidad imaginativa”). A partir de entonces comenzó a usarse con el sentido de “tener algo en la conciencia”.

Como podemos apreciar, la palabra ha tenido una historia de cambios y matices que han ido engrosando su significado. Hoy en día le atribuimos casi todos esos sentidos provenientes del latín, en especial los que se relacionan con el conocimiento de sí mismo (como en “ser consciente”) y el juicio moral de las propias acciones (como en “tener limpia la conciencia”).

Por lo tanto, cuando hablamos de conciencia nos estamos refiriendo a:

  • La capacidad de conocer nuestro entorno y ubicarnos en él, o sea, la lucidez.
  • La capacidad de reflexionar sobre la realidad y asumir una postura frente a ella.
  • La capacidad de juzgar nuestras acciones desde una perspectiva moral (buenas o malas).

Los mismos sentidos aplican cuando catalogamos a alguien de consciente o inconsciente, y para empleos mucho más específicos de la palabra, como los que veremos más adelante.

Por último, debemos decir que la conciencia, entendida como la capacidad de percibir, entenderse y juzgar la propia existencia, es una capacidad, que sepamos, exclusiva de los seres humanos.

Además, constituye, paradójicamente, uno de los misterios no resueltos más grandes de nuestra existencia: ¿dónde reside la conciencia? ¿qué cosa exactamente es? ¿de qué manera se genera? Son preguntas que muchas religiones intentaron responder con la noción de “alma” o “espíritu”, y que todavía no tienen una respuesta científica definitiva.

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¿Conciencia o consciencia?

De acuerdo con el Diccionario Panhispánico de Dudas de la Real Academia Española, conciencia y consciencia son intercambiables en la mayoría de los contextos en los que nos referimos de manera general a la percepción o el conocimiento de la realidad, aunque es común optar por la grafía más simple, la que no lleva “s” entre consonantes.

Pero se prefiere el término conciencia a la hora de referirse a la moral, es decir, a la evaluación de las acciones propias o ajenas en términos del bien y el mal.

Así, diremos que “Fulano recuperó la consciencia” (o sea, despertó de un desmayo), pero que luego “lo juzgó su conciencia” (o sea, sintió remordimientos).

Sin embargo, en el caso de los adjetivos derivados siempre se utiliza consciente o inconsciente, es decir, se emplea la fórmula con “s” entre consonantes. No son correctas las formas “conciente” ni “inconciente”.

Conciencia social

Cuando usamos el término “conciencia social”, nos estamos refiriendo a la capacidad o el interés que posee un individuo respecto a las condiciones de vida de los demás miembros de su comunidad.

De modo que una persona socialmente consciente, así, es aquella que se reconoce a sí misma como parte de un colectivo humano, comprende y acepta las responsabilidades que ello implica.

En cambio, las personas que viven sin preocuparse por su comunidad, ni involucrarse en ella, ni sentirse de ningún modo responsable por lo que en ella tenga lugar, son individuos desprovistos de consciencia social.

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Conciencia moral

El término “conciencia moral” puede ser en ciertos contextos redundante, ya que el ejercicio de la conciencia suele ser un ejercicio de la moral, o sea, del discernimiento entre aquello que se considera bueno, apropiado, acorde, y aquello que se considera malo, inapropiado o fuera de lugar.

La moral, sin embargo, cambia conforme al marco cultural en donde se encuentre, o sea, de una cultura a otra, o de una época a otra en la misma cultura. Por ende, la conciencia moral es también cambiante, y en general tiene que ver con la opinión pública, y con la noción de la ética: la responsabilidad hacia los demás que detentamos cuando ejercemos un cargo, un oficio o una autoridad.

Así, la conciencia moral es la capacidad para juzgar las propias acciones de acuerdo al marco cultural al que pertenecemos. Es justamente a este tipo de conciencia al que apelamos cuando percibimos que nuestras acciones podrían resultar dañinas u ofensivas para otro, o cuando implican valores contrarios a los que desearíamos ver reinar en el mundo, si tan solo dependiera de nosotros.

Conciencia ambiental

Similarmente, se habla de “conciencia ambiental” o “conciencia ecológica” para referirse al grado de lucidez y conocimiento de un individuo respecto al impacto medioambiental de sus acciones, de su manera de vivir y de sus hábitos cotidianos.

De una persona dotada de conciencia ambiental se espera que viva tomando en consideración la contaminación y los grados de daño ambiental que pueden prevenirse de manera cotidiana, a través de pequeñas acciones o hábitos: reciclar y reusar, ahorrar energía, no consumir ciertas marcas de productos, etc.

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Conciencia de clase

El término “conciencia de clase” proviene del marxismo, y se emplea para referirse al grado de conocimiento que una persona posee respecto a su propia ubicación dentro de las relaciones socioeconómicas y de poder que hay en la sociedad.

Dicho más simplemente, una persona con consciencia de clase sabe a qué estrato socioeconómico pertenece, y por lo tanto sabe qué sectores se oponen al desarrollo y mejoramiento de las condiciones de vida de su clase social, y qué sectores, por el contrario, son favorables a su causa.

Este concepto tiene sentido dentro de la lógica de la “lucha de clases” propuesta por la filosofía marxista como explicación al cambio histórico: las clases sociales competirían entre sí por el control de los medios de producción, a medida que unos intentan explotar a los otros para generar riquezas (“La explotación del hombre por el hombre”).

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Referencias