Josefa Ortiz de Domínguez: biografía
Josefa Ortiz de Domínguez (1768-1829), llamada popularmente “La Corregidora”, fue una mujer decidida y de ideas propias que participó en los inicios de la Independencia de México de manera clave. Sin su desafiante acción no se habría podido realizar la primera insurrección exitosa de la nación azteca.
Esta mujer dejó a lo largo de su vida constancia de su resolución y carácter desde muy joven. Tuvo la voluntad de solicitar el ingreso al Colegio San Ignacio a través de una carta escrita por ella misma, en una época en que no era común que las mujeres supieran leer y escribir.
También actuó con coraje, mucho después, al insubordinarse ante su marido, el Corregidor. Este la encerró dentro de su casa en una ocasión para impedirle que avisara a los revolucionarios de que había sido descubierto un plan insurreccional. Pese al encierro, logró darles advertencia e iniciar, con su acción, el proceso independentista.
Incluso, Ortiz de Domínguez se rebeló ante la situación opresiva que los españoles mantenían en tierra mexicana durante la colonia. Participó de discusiones políticas en su hogar y se involucró en aventuras sediciosas. Estas transformaron el curso de la historia del país mediante la lucha insurgente.
La Corregidora también tuvo un espíritu altruista y bravío. Se ocupó de los más necesitados. No solo les dio apoyo en concreto mediante visitas a enfermerías y hospitales, también defendió los derechos de los indígenas.
Cuestionó el impedimento que los criollos tenían para ejercer cargos de importancia en la milicia o en la vida administrativa virreinal.
En definitiva, Josefa Ortiz no representó el estereotipo de mujer típico de la época de la colonia. Todo lo contrario, subvirtió el patrón de mujer sumisa hasta el final de su vida. No se arrepintió de sus acciones y mantuvo firme su talante indómito y sagacidad.
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Biografía
Nacimiento
Josefa Ortiz de Domínguez nació en Ciudad de México el 19 de abril de 1773, en México. La bautizaron el 16 de septiembre del mismo año como María de la Natividad Josefa Crescencia Ortiz Téllez-Girón.
Esta criolla fue hija de María Manuela Tellez-Girón y Calderón y de Don Juan José Ortiz, quienes formaron una familia que no poseía mucha fortuna.
La madre murió aproximadamente a los cuatro años de vida de Josefa y el padre, que fue capitán del regimiento, falleció en pleno ejercicio de guerra alrededor de los nueve años de la niña.
Cuando quedó huérfana fue su hermana mayor, María Sotero Ortiz, quien se encargó de su cuidado y formación.
Estudios y formación
Hizo estudios en el Colegio San Ignacio de Loyola de Ciudad de México, más conocido como las Vizcaínas.
Ahí obtuvo la privilegiada y típica educación que una mujer recibía en aquella época: bordar, coser, cocinar, nociones básicas de matemática, lectura y escritura.
Las jóvenes criollas y españolas de ese entonces eran educadas para ser esposas entregadas a la vida familiar. También para dedicarse a la crianza y al cuidado de niños y a la conducción del hogar.
El espacio asignado para ellas era, básicamente, el privado. Mientras que el espacio público, el de las plazas, instituciones, calles y descampados, correspondía a los hombres.
Fue en ese colegio donde la joven, de tan solo 17 años, conoció a Miguel Domínguez Trujillo. Para ese momento era un reconocido abogado, oficial mayor del gobierno del virreinato, funcionario de la Real Hacienda.
En una de las visitas que realizó al recinto educativo –efectuadas en razón de que colaboraba financieramente con la institución– este burócrata de reciente viudez conoció a Josefa. Se enamoró apasionadamente de ella.
Se casaron, en secreto, el 24 de enero de 1793 y a lo largo de su vida matrimonial tuvieron once hijos. Además estaban otros tres, fruto del anterior matrimonio de Miguel Domínguez; de forma que, en suma, criaron 14 hijos.
Un plan insurgente descubierto
Gracias a que Miguel Domínguez llegó a hacer suficientes méritos, el Virrey Félix Berenguer de Marquina lo nombró, en 1802, Corregidor de Santiago de Querétaro.
Así, Doña Josefa aprovechó la posición aventajada de su marido para ir más allá del trabajo doméstico y de su constante labor en el terreno social.
Defendía a los indígenas de los múltiples maltratos y vejaciones a los que estaban sometidos en una época en que los consideraban menos que animales. De esta manera promovían un espacio de discusión política en su casa.
Llevaron a cabo reuniones que pasaron de supuestas tertulias literarias a debates en torno a los ideales de la Ilustración francesa. Esto estaba prohibido por la corona española porque no les convenía un discurso basado en los valores de la libertad y la igualdad.
Esto dio pie a la elaboración de planes insurgentes que dieron inicio al movimiento revolucionario de la región con la posteriormente denominada conspiración de Santiago de Querétaro.
De modo que, animado por su esposa, el Corregidor se fue haciendo simpatizante de las aspiraciones independentistas. Así, fue admitiendo en su hogar, sin participar de forma activa en las juntas, a personajes vinculados con una visión revolucionaria en la fase naciente de la independencia mexicana.
Los capitanes Arias, Ignacio Allende, Mariano Jiménez, Juan Aldana y el cura Miguel Hidalgo y Costilla acudían a estas reuniones. Ahí se acordó un complot para alcanzar la liberación del yugo español.
No obstante, la conflagración se descubrió y Miguel Domínguez se enteró, por boca del juez eclesiástico Rafael Gil de León, de la fecha en que el plan estaba dispuesto a emprenderse.
Ante la solicitud por parte de su superior de intervenir en el asunto, el Corregidor hizo las primeras diligencias para el apresamiento de los insurgentes. Advirtió a su mujer sobre la noticia, al tiempo que la dejó encerrada bajo llave en su casa para prevenir cualquier aviso por parte de ella a los agitadores.
Rebelión a golpe de tacón
Pese a que Doña Josefa no podía salir a informar a los conspiradores sobre el desvelamiento de los planes, ya habían acordado un plan. En caso de algún imprevisto, avisaría golpeando un muro de la casa del Corregidor.
Esta pared era contigua al recinto donde se encontraba el director de la cárcel, Alcaide Ignacio Pérez. De forma que la dama descalzó uno de sus pies y dio tres fuertes golpes con el tacón de su zapato en la pared.
Finalmente, el toque fue escuchado y la Corregidora logró comunicarle al Alcaide, a través de la cerradura del portón de su casa, que avisara a Allende y a Hidalgo que la conspiración había sido descubierta.
La insurrección pautada para principios de octubre de 1810, se adelantó para el 16 de septiembre del mismo año. Miguel Hidalgo hizo el llamado a sus feligreses del Municipio de Dolores (Guanajuato) para que se levantaran en armas contra el virreinato de Nueva España.
Fue así como consiguió su objetivo, ya que el grueso de los congregados eran indígenas. Estos se hallaban en deplorables condiciones de opresión, miseria y desigualdad.
Delación y aprehensión
Era difícil que Josefa y su esposo no salieran perjudicados después de tan temeraria maniobra.
Fue así como, una vez recibidas novedades de parte de Hidalgo, el 14 de septiembre la Corregidora envió una misiva dirigida al capitán Joaquín Arias donde le aconsejaba que se dispusiera lo mejor posible para la contienda.
Este, al recibir la carta, la traicionó delatándola ante las autoridades, lo que trajo como consecuencia su detención el día que hoy es considerado como el principio de la guerra de independencia de México, bautizado con el nombre de Grito de Dolores.
Doña Josefa fue trasladada al convento de Santa Clara, donde eran recluidas las insurgentes de posición acomodada.
Miguel Domínguez, por su parte, fue llevado al convento de Santa Cruz. Sin embargo, fue liberado en poco tiempo gracias a que el pueblo, agradecido por su solidaridad con los desposeídos, presionó para lograr su absolución.
En 1814 Josefa fue llevada a Ciudad de México para ser recluida en el convento de Santa Teresa la Antigua. Ahí se llevó a cabo su enjuiciamiento, en el cual, pese a haber sido defendida de forma lúcida por su marido, fue señalada como culpable de traición.
Tiempo más tarde fue liberada, aunque no por mucho tiempo, puesto que el Virrey Félix María Calleja ordenó que fuese inspeccionada por el canónigo José Mariano de Beristaín. Esta investigación la llevó a un nuevo encarcelamiento debido a que la tenaz mujer continuaba participando en actividades conspirativas.
Su última reclusión transcurrió en el convento de Santa Catalina de Siena, donde estuvo condenada durante cuatro años, en un lugar con condiciones aún más severas que los anteriores.
Liberación y muerte
En junio de 1817, el virrey Juan Ruiz de Apodaca liberó a la Corregidora. Años más tarde, Agustín de Iturbide, el 18 de mayo de 1822, tras la proclamación de la independencia, se nombró emperador de México.
El nuevo emperador le planteó a Josefa la propuesta de pertenecer a su corte ejerciendo el rol de dama de honor de su consorte, Ana Duarte, quien portó el título de emperatriz.
Algo así no podía sino ser inadmisible para una mujer de sólidas convicciones, pues consideraba que fundar un imperio era lo opuesto al ideario por el cual había combatido a lo largo de toda su vida. De manera que no aceptó un cargo que, además, habría rebajado su talla moral.
En la última etapa de su vida, Doña Josefa no descansó en su actitud aguerrida. Estuvo vinculada con grupos liberales extremistas en labores conspirativas. Además, hizo una contribución permanente en causas humanas y progresistas.
Por otra parte, tuvo una actitud enérgica al no dejarse seducir por la lisonja. Eludió reconocimientos o retribuciones económicas, puesto que afirmaba que ella tan solo había cumplido con su deber patrio.
El 2 de marzo de 1829, en Ciudad de México, murió de una pleuresía. Sus restos se encuentran en el panteón de Querétaro, dentro de un mausoleo en el cual también se hallan los de su esposo.
El lugar de Ortiz de Domínguez en la historia
Resulta curioso que Doña Josefa Ortiz de Domínguez haya sido objeto de veneración, al grado que uno de los billetes mexicanos se encuentra adornado con su estampa.
Según la opinión de algunos historiadores y escritores, por lo general, a las mujeres se les ha asignado un rol secundario en el transcurso de la historia. Esto representa una honda deuda con la memoria de los diversos pueblos.
También, esto evidencia una invisibilización de una parte fundamental de la ciudadanía que llevó a cabo tareas primordiales que cambiaron de forma definitiva el rumbo de las naciones.
Tal vez en el caso de la Corregidora haga falta una mirada justa respecto a la densidad que tuvo en un sentido político, social e ideológico en medio de la circunstancia histórica en la que estuvo inmersa.
Le tocó vivir en un siglo lleno de restricciones y sujeciones respecto a la actuación política, social y económica de la mujer.
Doña Josefa actuó con valentía, integridad, aplomo y agudeza durante toda su vida. Demostró habilidad para liberarse de circunstancias opresivas. Demostró destreza para influir en las ideas y actitudes de algunos hombres de su época.
Con su actitud influyó en el devenir de los sucesos nacionales de México.
Referencias
- Elvira Hernández Garbadillo. Ustedes, ellas y nosotras. Relatos de vidas femeninas. Hidalgo (México), 2013. Recuperado en: uaeh.edu.mx
- Rebeca Orozco. “A sus pies, doña Josefa” en el libro de varios autores Las revoltosas. Ciudad de México: Selector, 2010. Recuperado en: books.google.co.ve
- Analía Llorente. “Quién era la Corregidora de Querétaro, una de las mujeres fuertes de México”. Recuperado en: bbc.com
- Entrevista a Rebeca Orozco. Recuperada en: youtube.com
- Montoya Rivero, Patricia. “Diversas miradas en torno a La Corregidora”. Revista Fuentes humanísticas, 2011.
- Reseña de “Los corregidores Don Miguel Domínguez y doña María Josefa Ortiz y los inicios de la Independencia”. Recuperado en: redalyc.org