Miguel Hidalgo y Costilla: biografía, batallas, captura y muerte
Miguel Hidalgo y Costilla (1753 – 1811) fue uno de los líderes de los inicios de la Guerra de Independencia mexicana contra el dominio español. Este sacerdote lanzó el 16 de septiembre de 1810 el conocido como Grito de Dolores, que supuso el comienzo a varios años de conflicto que desembocaron en la creación de un país independiente de la Corona española.
Las descripciones que han llegado hasta nuestros días lo describen como un hombre culto que se preocupó siempre por los problemas de los más desfavorecidos, como los trabajadores indígenas de las haciendas. A pesar de su llamada a la lucha armada, siempre intentó que no su produjeran actos sangrientos desproporcionados contra sus enemigos.
Antes de lanzar el Grito de Dolores, Hidalgo había participado en la Conspiración de Querétaro, cuyo fracaso precipitó su llamamiento a tomar las armas. En las primeras semanas de guerra, los sublevados obtuvieron importantes victorias, aunque algunos errores estratégicos impidieron que tomaran Ciudad de México.
Hidalgo formó en Guadalajara el que está considerado como el primer gobierno independiente del país, pero la reacción de las tropas del virreinato provocó que los líderes patriotas tuvieran que huir. Algunos de ellos, incluido Hidalgo, fueron traicionados y capturados por los españoles. Tras ser juzgado, fue ejecutado en julio de 1811.
Índice del artículo
- 1 Primeros años de Miguel Hidalgo
- 2 De Querétaro al Grito de Dolores
- 3 Comienzo de la guerra
- 4 Gobierno revolucionario de Guadalajara
- 5 Referencias
Primeros años de Miguel Hidalgo
Miguel Gregorio Antonio Ignacio Hidalgo y Costilla Gallaga, nombre completo del conocido como Cura de Dolores, nació el 8 de mayo de 1753 en la Hacienda de Corralejo, cerca al actual Pénjamo (Guanajuato). Su familia, criolla, gozaba de una buena posición económica gracias al trabajo de su padre como administrador de la hacienda.
Esta buena posición permitió al joven Hidalgo acudir a uno de los mejores centros educativos de Valladolid, la actual Morelia. Así, en 1765, junto con su hermano José Joaquín, realizó sus primeros estudios en el colegio San Francisco Xavier, propiedad de los jesuitas.
El colegio debió cerrar dos años más tarde cuando el rey Carlos III de España ordenó la expulsión de la Compañía de Jesús del virreinato. Esto hizo que Hidalgo debiera continuar sus estudios en el Colegio de San Nicolás de Valladolid, donde permaneció hasta 1780.
Formación
Hidalgo recibió una formación académica muy amplia y humanista. Entre otras materias, estudió letras latinas y leyó a autores clásicos como Cicerón, Ovidio o Virgilio. Sus buenos resultados le convirtieron en maestro en filosofía y teología y su inteligencia hizo que sus amigos le impusieran el apodo de El Zorro.
Además de esas materias, Hidalgo aprendió francés, idioma en el que comenzó a leer a Molière. Más adelante, siendo ya cura en Dolores, organizaría representaciones de las obras de ese autor.
Por otra parte, Hidalgo había aprendido muchas de las lenguas indígenas que se hablaban en Nueva España gracias al contacto que tuvo con los trabajadores de la hacienda en la que trabajaba su padre. Entre esos idiomas se encontraban el otomí, el náhuatl y el purépecha.
Para completar sus estudios, Hidalgo se trasladó a Ciudad de México. Allí se graduó como bachiller en latín y teología en el año 1773.
Cátedra en San Nicolás
Su brillante historial académico hizo que Hidalgo consiguiera una cátedra en San Nicolás. Su labor fue muy exitosa y en 1790 fue nombrado rector del colegio.
En esa institución tuvo como alumno a otro joven brillante que, con el tiempo, los sustituiría como líder del movimiento independentista y de la defensa de los indígenas: José María Morelos.
Trabajo como sacerdote
Además de su carrera docente, Miguel Hidalgo tenía una fuerte vocación religiosa. Así, en 1778 fue ordenado sacerdote y, en pocos años, se hizo cargo de la parroquia de Dolores, en Guanajuato.
En esa localidad comenzó a realizar una importante labor social. Hidalgo enfocó sus esfuerzos en tratar de mejorar las condiciones de los indígenas. Además de sus tareas religiosas, se convirtió en una especie de maestro que les enseñó a cultivar viñedos, el arte de la apicultura y a gestionar pequeñas empresas.
También en esa época empezó a frecuentar a los círculos intelectuales en los que se planteaban una relación diferente con España. En esos encuentros empezó a germinar la idea de independencia.
De Querétaro al Grito de Dolores
En 1808, una importante crisis política comenzó en el virreinato a causa, entre otros factores, de la invasión francesa de España. El virrey José de Iturrigaray fue depuesto del cargo a manos de los propios españoles, golpe al que siguió la captura y ejecución de varios políticos simpatizantes de las ideas independentistas, como Francisco Primo de Verdad y Melchor de Talamantes.
El siguiente virrey fue Pedro de Garibay, quien duraría en el cargo solo hasta mayo de 1809, cuando fue sustituido como Francisco Xavier de Linaza, arzobispo de México.
En diciembre de ese mismo año, las autoridades virreinales evitaron la Conjura de Valladolid, un movimiento que pretendía crear una junta que se encargara de gobernar el territorio en ausencia de Fernando VII, el rey español que se encontraba preso de los franceses en Bayona.
Linaza perdonó la vida a los conjurados, una decisión que provocó que la Junta de Sevilla lo destituyera del cargo. En su lugar fue nombrado Francisco Javier Venegas de Saavedra, un militar con experiencia.
En la primavera de 1810, toda España estaba ya en manos de los franceses. La Archidiócesis de Zaragoza ordenó a los párrocos de todo el Imperio español predicar en contra de Napoleón. Hidalgo cumplió la orden.
Conspiración de Querétaro
Después de la Conjura de Valladolid, cuyos fines no eran, en principio, independentistas, el ambiente en la colonia era convulso. Uno de los lugares en el que aparecieron movimientos similares fue Querétaro, donde el corregidor Miguel Domínguez y su esposa Josefa Ortiz habían comenzado a reunir partidarios para iniciar una revuelta.
Entre los participantes en las reuniones convocadas por el corregidor se encontraban Ignacio Allende y Juan Aldama.
El primero recibió el encargo de contactar con Hidalgo, a quien consideraban alguien muy valioso por su predicamento entre los indígenas y los campesinos. Además, el sacerdote tenía buenas relaciones con personajes influyentes en el campo religioso y en el político.
En un primer momento, la Conspiración de Querétaro tenía el mismo objetivo que la de Valladolid. Sus participantes no hablaban de independencia, sino de crear una junta de gobierno que dirigiera Nueva España en nombre de Fernando VII.
Los conspiradores fijaron una fecha para comenzar sus acciones: el 1 de diciembre, día de la virgen de San Juan de Lagos. Sin embargo, por cuestiones militares y estratégicas, Allende adelantó el inicio de la revuelta al día 2 de octubre.
Fracaso de la conspiración
Francisco Javier Benegas, nombrado nuevo virrey, llegó desde España en septiembre y enseguida fue informado acerca de la conspiración que se estaba preparando en Querétaro.
El intendente de Guanajuato, Juan Antonio Riaño, ordenó al comandante de la ciudad que investigara esos rumores. El día 11 de septiembre se realizó una redada en Querétaro para capturar a los responsables. En esta acción, las autoridades apresaron a Epigmenio González y cursaron una orden para encontrar a Allende, quien había conseguido escapar.
El alcalde de Querétaro, Balleza, informó a Josefa Ortiz acerca de los movimientos llevados a cabo por las autoridades del virreinato. La esposa del corregidor intentó dirigirse a Dolores para advertir a Hidalgo, pero fue encerrada por su marido en una habitación para que no pudiera hacerlo.
A pesar de eso, Josefa Ortiz se las arregló para poder enviar un mensaje a Allende, quien enseguida puso rumbo a Dolores.
El Grito de Dolores
Ignacio Allende llegó a la casa en la que se encontraba Miguel Hidalgo en Dolores a primeras horas del 16 de septiembre. Después de despertarlo, ambos mantuvieron una conversación en la que decidieron llamar sin demora a la lucha armada contra los españoles. Según sus biógrafos, el cura manifestó esa noche lo siguiente:
“Sí, lo he pensado bien, y veo que estamos perdidos y que no queda más recurso que ir a coger gachupines”.
Antes de que amaneciera, Hidalgo habló con sus parroquianos para pedir apoyo. Junto a un grupo de ellos, procedió a liberar a los presos políticos y, después, convocó una misa para la mañana siguiente.
Gran parte de los habitantes del pueblo respondieron a la llamada de Hidalgo. Reunidos alrededor de la iglesia, el cura lanzó una proclama en la que pedía tomar las armas contra los españoles. Este llamamiento pasó a la historia como el Grito de Dolores.
Esta acción de Hidalgo no fue solo el inicio de la Guerra de Independencia. Gracias a su predicamento entre los indígenas y campesinos, el movimiento emancipador dejaba de ser solo un intento de establecer un autogobierno en manos de los criollos hasta que Fernando VII regresara al trono. Al partir de ese momento, la revuelta adquirió también un carácter popular.
Comienzo de la guerra
Las primeras semanas de guerra fueron muy favorables para Hidalgo y sus seguidores. Junto con Allende, Aldama y Abasolo, sus tropas lograron tomar Salamanca y Celaya.
Poco después, en Acámbaro, Miguel Hidalgo fue nombrado general de los sublevados. En Atotonilco, el sacerdote eligió al estandarte de la virgen de Guadalupe como el símbolo de su causa. Junto a la imagen de la virgen podía leerse la frase “Viva la religión. Viva nuestra madre Santísima de Guadalupe. Viva Fernando VII. Viva la América y muera el mal gobierno”.
Primeras victorias
El 28 de septiembre tuvo lugar una de las batallas más importantes de la primera fase de la guerra: la Toma de la Alhóndiga de Granaditas, en Guanajuato. A pesar de que Miguel Hidalgo trató de negociar la rendición de la localidad, el intendente de la misma prefirió resistir militarmente. Los rebeldes acabaron tomando la ciudad y todos los españoles que allí vivían resultaron muertos.
Después de esa victoria, Hidalgo y los suyos se dirigieron a Valladolid para intentar conquistarla. Esta ciudad era en esos momentos una de las más importantes del virreinato.
Ante la llegada de las tropas de Hidalgo, los españoles empezaron a huir de Valladolid. El ejército del sacerdote entró en la ciudad el 17 de octubre y tomó 400 mil pesos de la catedral para financiar la causa insurgente.
El día 20 de octubre, Hidalgo se reunió con Ignacio López Rayón o Tlalpujahua y, el mismo día, habló en Charo con José María Morelos. Este le solicitó permiso para unirse a la lucha e Hidalgo lo envió al sur para levantar en armas la zona.
Tras tomar Toluca, el 25 de octubre, el avance hacia la capital parecía imparable.
Batalla del Monte de los Cruces
El 30 de octubre, las tropas del virreinato se enfrentaron a las de Hidalgo en la batalla del Monte de las Cruces. Los realistas fueron derrotados, pero causaron a los insurgentes un importante número de bajas.
El destino siguiente era tomar Ciudad de México. Sin embargo, Hidalgo decidió no atacar la ciudad. La causa de esa decisión no está demasiado clara.
Una de las versiones afirma que el cura quería evitar una nueva masacre y envió emisarios para negociar la rendición con el virrey. Ante la negativa de este, Hidalgo prefirió retirarse al Bajío, sin hacer caso a la opinión de Allende.
El 7 de noviembre, Hidalgo fue derrotado en la batalla de Aculco por un ejército realista comandado por Félix María Calleja.
Gobierno revolucionario de Guadalajara
Entre los momentos más importantes de la vida del Miguel Hidalgo fue la creación de un gobierno revolucionario. Este hito de la historia mexicana tuvo lugar en noviembre de 1810.
Entre otras medidas, Hidalgo proclamó la independencia del país, aprobó una reforma agraria y abolió la esclavitud. Además, eliminó los impuestos que los indígenas tenían que pagar a los españoles y devolvió las tierras que habían sido usurpadas.
La situación militar, en cambio, comenzó a marchar mal para los intereses de los sublevados. Los españoles, con el general Calleja al frente de las tropas, derrotaron al ejército de Hidalgo en la batalla de Puente Calderón, el 17 de enero de 1811.
Dentro del bando independentista empezaron a aparecer las primeras disensiones. Los dos jefes principales de la insurrección, Hidalgo y Allende, acrecentaron sus diferencias después de la derrota en Puente Calderón.
El propio Allende confesó haber planeado envenenar al que llamó “bribón del cura”. Finalmente, Hidalgo fue depuesto como jefe militar, el 25 de febrero.
Para esos momentos, los realistas habían logrado recuperar buena parte de las posiciones perdidas. Los líderes insurgentes se dispusieron a huir a Estados Unidos para comprar armas y continuar la lucha.
Traición y captura
Miguel Hidalgo huyó hacia Aguascalientes en su intento de llegar a la frontera con Estados Unidos, donde pretendía encontrar aliados para su causa.
Los líderes insurgentes fueron contactados entonces por Ignacio Elizondo, un antiguo realista que parecía haberse pasado a las fuerzas revolucionarias. Sin embargo, no era más que un espía del gobierno virreinal.
Elizondo los convocó para reunirse en su zona de influencia, en las Norias de Acatita de Baján, en la frontera entre Coahuila y Texas, entonces parte de Nueva España.
Cuando llegaron al lugar de reunión, el 21 de mayo de 1811, el ejército del virreinato estaba esperando para capturarlos.
Juicio civil y eclesiástico
Al ser sacerdote, Miguel Hidalgo tuvo que enfrentarse a dos procesos judiciales diferentes: el eclesiástico y el militar.
El primer fue realizado por el tribunal de la Santa Inquisición, que lo apartó de su cargo de sacerdote, una condición necesaria para que pudiera ser ejecutado.
El juicio militar se celebró en Chihuahua y condenó a muerte a Hidalgo el 3 de julio de 1811. El líder insurgente intentó defenderse alegando que era su deber como ciudadano defender la patria.
Muerte
Después de confesarse y comulgar, Miguel Hidalgo fue conducido al lugar elegido para la ejecución en la mañana del 30 de julio de 1811.
La ejecución tuvo lugar en el patio del antiguo Colegio de los Jesuitas de Chihuahua, que había sido convertido en cárcel. Hidalgo pidió que no le vendaran los ojos ni le dispararan por la espalda, que era la manera con la que se fusilaba a los traidores.
En lugar de eso, pidió que le dispararan a su mano derecha, que situó sobre el corazón. Fueron necesarias dos descargas de fusilería y dos tiros de gracias para acabar con su vida. Después, le cortaron la cabeza con un machete.
El cadáver fue enterrado en una capilla del templo de San Francisco de Asís de Chihuahua, mientras que la cabeza fue enviada a Guanajuato y colocada en una jaula de hierro situada en Alhóndiga de Granaditas. Allí, como ejemplo de lo que esperaba a los que se sublevaran contra las autoridades del virreinato, permaneció diez años.
En 1821, con la independencia de México conseguida, su cuerpo y su cabeza fueron enterradas en el Altar de los Reyes de la catedral Metropolitana de la Ciudad de México. Desde 1925, sus restos reposan en el Ángel de la Independencia, en la capital.
Referencias
- Ruiza, M., Fernández, T. y Tamaro, E. Miguel Hidalgo. Obtenido de biografiasyvidas.com
- Milenio Digital. ¿Quién fue Miguel Hidalgo y Costilla, ‘El Padre de la Patria’?. Obtenido de milenio.com
- Círculo de Estudios de Filosofía Mexicana. Miguel Hidalgo y Costilla. Obtenido de filosofiamexicana.org
- The Editors of Encyclopaedia Britannica. Miguel Hidalgo y Costilla. Obtenido de britannica.com
- Biography.com Editors. Miguel Hidalgo y Costilla. Obtenido de biography.com
- Minster, Christopher. Biography of Father Miguel Hidalgo y Costilla, Mexico’s Founder. Obtenido de thoughtco.com
- New World Encyclopedia. Miguel Hidalgo y Costilla. Obtenido de newworldencyclopedia.org