Definición de tundra
La tundra es un tipo de bioma propio del clima subglacial, caracterizado por el subsuelo helado y la ausencia de árboles. Se trata de terrenos llanos, con el suelo cubierto de musgos y líquenes.
La mayor parte de la tundra se extiende por Siberia, Alaska, el norte de Canadá, el sur de Groenlandia y la costa ártica europea. En el hemisferio sur, es posible encontrar porciones de tundra en el extremo sur de Argentina y Chile, las islas subantárticas y las zonas del norte de la Antártida que están próximas al nivel del mar.
Las estadísticas señalan que la tundra ocupa cerca de un quinto de la superficie emergida de nuestro planeta. Es posible distinguir entre dos tipos de tundra: la tundra alpina o de alta montaña (que aparece a grandes alturas) y la tundra ártica (surge en zonas más bajas y exhibe una mayor vegetación).
La geología denomina permafrost a la capa de hielo permanente que existe en los niveles superficiales del suelo de las regiones de temperaturas muy bajas. En la tundra, las grandes superficies congeladas durante el invierno se convierten en pantanos o turberas cuando sube la temperatura, ya que el permafrost no permite que se filtre el agua del deshielo.
Las focas, los lobos de mar, el oso blanco y el lobo son algunos de los animales que habitan en la tundra. Otras especies, como el reno, migran hacia otras zonas en las épocas más frías del año. En cuanto a la flora, no suele sobrepasar los 10 centímetros de altura debido a la acción del viento.
El deshielo de los casquetes polares ha puesto en peligro de extinción a la fauna de la tundra, y el oso polar es una de sus principales víctimas. Lamentablemente, no existen medidas concretas para luchar contra esta situación. Por otro lado, cientos de miles de focas que no pasan el año de edad son asesinadas a golpes para comerciar con su piel y su grasa en forma de productos dietéticos y afrodisíacos.
Los incendios y el cambio climático
Luego de haberse ausentado durante unos diez milenios, los incendios han vuelto a la tundra ártica, lo cual acentúa la gravedad del cambio de clima. Un estudio demuestra que estos incendios pueden afectar de manera negativa a zonas muy alejadas de los puntos específicos en los cuales tienen lugar.
En el año 2007, un equipo de ecólogos de la Universidad de Florida, Norte América, realizó una investigación con el propósito de cuantificar la cantidad de carbono que se había emitido en un incendio de ese mismo año en el río Anaktuvuk, de Alaska. Los resultados fueron alarmantes: 2 millones 100 mil toneladas de carbono fueron liberadas a la atmósfera, alrededor del doble de la emisión anual de la ciudad de Miami, y lo suficiente como para impactar en el clima del mundo entero.
El humo proveniente del incendio envió gas de efecto invernadero a la atmósfera, aunque esto representa tan solo una pequeña porción del impacto en el medioambiente, ya que por otro lado consumió un tercio de la capa aislante de materia orgánica que se encarga de proteger el permafrost.
Dado que el suelo de la tundra ártica es rico en material combustible, como la turba, el permafrost queda expuesto y se forma sobre éste una capa muy absorbente al calor del sol, lo cual puede colaborar con su derretimiento. Cuando esto ocurre, la materia orgánica que el hielo había mantenido aislada comienza a ser descompuesta por los microbios, con la consecuente liberación de carbono que había permanecido atrapado por siglos o milenios.
La tundra es un gran depósito de carbono, y por eso un incendio en sus extensiones tiene un impacto especialmente negativo en el Planeta.