Definición de censura
Censura es la corrección o reprobación de algo. El término, que proviene del latín censura, se utiliza para nombrar al juicio y dictamen que se hace sobre una obra. Por ejemplo: “El escritor denunció censura por parte de la editorial que se negó a publicar su texto sobre la vida del presidente”, “Los periodistas tienen el deber moral de combatir la censura en todas sus formas”, “La censura del público se sintió a través de chiflidos y gritos contra el jugador”.
El uso más habitual de la noción de censura refiere a la intervención que realiza un censor sobre el contenido o la forma de una obra, atendiendo razones morales, políticas, ideológicas, religiosas o de otro tipo. La censura, de esta manera, supone prohibir o limitar una expresión por considerar que sus contenidos pueden ser ofensivos o dañinos.
La censura, por lo general, está asociada a la intención de un gobierno de impedir la difusión de información contraria a sus intereses. En las sociedades democráticas, la censura previa suele estar prohibida: es decir, los gobernantes no tienen derecho de impedir la publicación de ningún material. En caso que dicho material, una vez hecho público, incurra en un delito, la Justicia puede tomar las medidas correspondientes.
La censura también puede ser moral. En algunas legislaciones, un censor se encarga de analizar distintas obras (películas, libros, etc.) para eliminar aquellos materiales que puedan resultar obscenos o que se consideren contrarios a la moral del pueblo. Así pueden recortarse escenas de desnudos en un filme o borrar groserías en un texto.
Para muchos, el concepto de censura parece lejano, como una de esas enfermedades que fueron erradicadas hace décadas. Sin embargo, en ciertos ámbitos, esta mano autoritaria sigue actuando, cortando partes de obras por considerarlas inadecuadas para el público, ocultando absurdamente la homosexualidad de un personaje a través de un doblaje mediocre, cubriendo con más ropa a ciertos personajes de videojuegos japoneses para que los seres humanos de occidente no se horroricen ante un cuerpo de su misma especie, el mismo que ven desnudo todos los días durante el aseo personal.
El problema de la censura no acaba en el perjuicio que pueda ocasionar a los autores, quienes ven sus creaciones manoseadas y deben aceptar las múltiples y poco creativas mutilaciones que éstas sufren para adaptarse a la mente cerrada de unos pocos que tienen mucho poder; el público, al no poder recibir espontáneamente contenido artístico, también pierde, y quizás lo hace en mayor proporción que los creadores.
Por otro lado, si tan sólo la censura fuera una medida orquestada por los gobiernos para impedir que sus pueblos vieran la verdad, el mundo tendría más esperanzas de salir adelante; pero la realidad es que esta macabra medida para ocultar información se utiliza a menudo dentro de las familias y en los centros educativos, con el objetivo de moldear a los más pequeños según ciertas pautas e impedir que se expongan a ciertos conocimientos que podrían ayudarlos a volverse más libres.
El ser humano vive con miedo de lo que no conoce, de lo que no quiere aceptar, de sí mismo. La censura y la homosexualidad fueron de la mano durante décadas en el ámbito cinematográfico, aunque algunos cineastas astutos consiguieron disimular los romances de sus películas a tal punto que pasaran desapercibidos por los inertes censores, y fueran descodificados por la porción del público a la cual iban dirigidos. Al día de hoy, sí es posible plasmar en el cine una relación sentimental entre dos personas del mismo género; sin embargo, casi nunca se hace.
Nos enseñan desde pequeños que la verdad no ofende, pero al mismo tiempo practican la censura a diario para esconder lo que no quieren que veamos, la verdad, información que a muchos niños podría salvarles la vida en casos de abuso sexual, información que les daría paz al descubrir que son homosexuales porque no se sentirían monstruos de los cuales no se habla, información que, como tal, no ofende.