Definición de agua dura
El agua es una sustancia insípida, inodora e incolora cuyas moléculas se componen de dos átomos de hidrógeno y un átomo de oxígeno. Se trata de un elemento indispensable para el desarrollo de la vida. Algo duro, por otra parte, no está blando, ejerce resistencia o resulta áspero.
Se conoce como agua dura a aquella que dificulta el desarrollo de espuma al estar en contacto con jabón, debido a que presenta una elevada cantidad de bicarbonatos y carbonatos de magnesio y de calcio. Para calcular la dureza del agua, se suelen sumar las concentraciones de magnesio y de calcio que están presentes en cada litro de agua.
Lo opuesto al agua dura es el agua blanda: el líquido que tiene una cantidad muy reducida de sales minerales. Cuando en el agua no existe ningún mineral (es decir, cuando está formada solo por hidrógeno y oxígeno), se habla de agua destilada.
Además del magnesio y del calcio, la dureza del agua se determina de acuerdo a la cantidad de zinc, manganeso o hierro, entre otros cationes (un catión es un ion cuya carga eléctrica es positiva, por lo cual se deduce que ha sufrido una pérdida de electrones; su estado de oxidación es positivo). Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), este valor debe expresarse en miligramos de sustancias equivalentes al carbonato por litro de agua; cuando no alcanza los 60, entonces nos encontramos ante agua blanda.
La dureza del agua puede ser permanente o temporal. En el caso del agua dura permanente, por más que se hierva, los cloruros y los sulfatos de magnesio y de calcio se conservan ya que, después de alcanzar una determinada temperatura, su solubilidad comienza a disminuir.
El agua dura temporal, en cambio, puede perder su dureza cuando se le añade hidróxido de calcio o cuando se hierve. Esto se debe a que sus carbonatos pueden disolverse y, por lo tanto, ser eliminados.
Es importante saber que el agua dura genera diversos problemas. Cuando se utiliza agua dura en las planchas de ropa, los calefones o calentadores, los lavarropas o lavadoras y las calderas, es habitual que los carbonatos queden incrustados en los depósitos y conductos. De este modo, los artefactos pueden taparse y dejar de funcionar correctamente.
Con respecto al impacto que el agua dura puede tener en nuestra salud, el debate no se ha cerrado aún, ya que para hacer frente a sus detractores existen quienes aseguran que su consumo es clave para satisfacer la necesidad que nuestro organismo tiene de magnesio y de calcio. Algunos investigadores señalan que ambas posturas presentan inconsistencias y falta de exactitud, por lo cual es importante encarar el tema con la mente abierta y enfocarse en las pruebas antes de tomar una decisión definitiva.
La dureza del agua afecta directamente sus propiedades organolépticas, es decir, en todos aquellos parámetros que podemos utilizar para describir sus características físicas de acuerdo con la percepción que de ellas tienen nuestros sentidos, entre las que se encuentran su textura, olor, sabor, temperatura y color.
La OMS asegura que el agua cuya dureza supere los 200 mg/l acarrea el riesgo de formación de incrustaciones en depósitos y tuberías, mientras que si se encuentra por debajo de los 100 mg/l puede darse una corrosión a largo plazo.
Dejando a un lado las máquinas y las tuberías, hay expertos que aseguran que en el ser humano puede derivar en la aparición de cálculos renales, aunque ninguno de los estudios realizados específicamente sobre este tema desde el año 1984 han arrojado evidencias científicas que sustenten los riesgos que muchos le adjudican al agua dura. La tendencia general, de todos modos, es evitar su consumo en los niños y las personas con problemas urinarios.