Definición de isquemia
Los vocablos griegos íschein (que se traduce como “detener”) y haîma (que significa “sangre”) permitieron la construcción del término íschaimos, que alude a lo que “detiene la sangre”. Dicha noción llegó al latín científico como ischaemia, raíz etimológica de isquemia.
En el terreno de la medicina, se denomina isquemia a la mengua temporal o permanente de la irrigación sanguínea de un sector del organismo. Este trastorno se genera por una alteración que se produce en las arterias.
Recordemos que la sangre, que circula por las venas y las arterias, permite la distribución de nutrientes y oxígeno entre las células del cuerpo, además de posibilitar la recolección de los desechos del metabolismo. Cuando las células empiezan a recibir menos sangre, ya sea de manera momentánea o sostenida en el tiempo, padecen un estrés que puede llegar a provocarles la muerte e incluso causar la necrosis de los tejidos.
La isquemia, por lo tanto, hace que las células no obtengan la energía que necesitan para subsistir, ya que les llega una menor cantidad de sangre (y, por lo tanto, menos oxígeno). La tolerancia a esa disminución del oxígeno varía de acuerdo al tipo de tejido.
Se conoce como isquemia crónica a la caída del riego sanguíneo que se desarrolla de forma gradual y progresiva. Este problema afecta a las extremidades, sobre todo a las inferiores. La isquemia aguda, en cambio, irrumpe repentinamente y puede perjudicar a las extremidades, el cerebro o los riñones.
Cuando el flujo sanguíneo del cerebro disminuye, se produce la isquemia cerebral. Esta clase de isquemia, que acontece con mayor asiduidad entre quienes padecen hipertensión arterial, diabetes o ateroesclerosis o son consumidores de drogas, puede ocasionar desde afasia y parálisis hasta la muerte.
La isquemia cardíaca, también llamada isquemia miocárdica, es otro tipo de isquemia, que tiene lugar cuando el flujo de la sangre que se dirige al corazón se ve reducido. La principal consecuencia de este fenómeno es que el corazón no pueda recibir la cantidad necesaria de oxígeno para funcionar de manera correcta.
Por lo general, dicha reducción del flujo sanguíneo ocurre porque las arterias coronarias (es decir, las del corazón) sufren una obstrucción, ya sea parcial o total. La isquemia miocárdica puede provocar daños en el músculo cardíaco y afectar negativamente su capacidad de bombeo. Si la obstrucción se da de forma repentina y es considerable, puede dar lugar a un ataque al corazón. En el resto de los casos, pueden aparecer ritmos cardíacos anómalos de variada gravedad.
Con respecto al tratamiento, el objetivo principal es mejorar el flujo de la sangre al músculo cardíaco y puede consistir en el consumo de ciertos medicamentos, en una cirugía o en un procedimiento que permita abrir las arterias en las cuales se encuentra la obstrucción. La mejor manera de prevenir este problema es llevar una vida saludable.
Es importante señalar que en algunos casos no se advierten síntomas, y entonces debemos hablar de isquemia asintomática. Para el resto de las personas, los más frecuentes son los siguientes:
* dolor o presión en el pecho (por lo general, esto ocurre en el lado izquierdo);
* dolor en la mandíbula o en el cuello;
* el corazón late a demasiada velocidad;
* dificultad para respirar en plena actividad física;
* vómitos o náuseas;
* sudoración excesiva;
* cansancio por encima de lo normal.
En cuanto percibimos un dolor en el pecho, en especial si es intenso o si se extiende más allá de unos pocos minutos, debemos pedir cita con nuestro médico de confianza. Tomando en cuenta todas las características antes mencionadas de la isquemia, sobra decir que si no la tratamos a tiempo puede acarrear consecuencias muy graves.