Definición de harina
La raíz etimológica de harina se halla en el vocablo latino farīna. La harina es el polvo fino resultante de la molienda de semillas o de otros elementos sólidos.
La molienda es el acto de moler: reducir un cuerpo a partes muy pequeñas. La máquina que permite desarrollar la molienda para la producción de harina es el molino, compuesto por una solera, una muela y un mecanismo que posibilita la transmisión y la regulación del movimiento que genera el viento, el vapor, el agua u otra fuerza motriz. Actualmente la molienda se realiza principalmente con máquinas eléctricas.
Las harinas de origen vegetal son las más comunes. Entre las más populares aparecen la harina de trigo, la harina de maíz, la harina de garbanzo, la harina de mandioca y la harina de arroz. Todas ellas pueden emplearse para elaborar un gran número de productos alimenticios, como panes, tortillas, tortas, fideos y muchos otros.
A la harina con un elevado nivel de proteínas se la llama harina de fuerza. Una harina de fuerza tiene un mínimo de 12 gramos de proteínas por cada 100 gramos de harina. Si a la harina se le añade un agente leudante, se la denomina harina leudante. La harina tostada, por su parte, se genera con la molienda de cereales tostados.
Entre las harinas de origen animal, en tanto, se destacan la harina de pescado (obtenida mediante el procesamiento del pescado y la posterior eliminación del aceite y el agua) y la harina de huesos (que se genera por la molienda de huesos).
La versatilidad de la harina
Si entrevistamos a diez personas al azar y les preguntamos qué han comido el día anterior, muy probablemente todas nombren al menos un plato elaborado con harina. Más allá de los gustos de cada una, dado que este ingrediente es tan versátil, nos brinda la posibilidad de preparar productos muy diferentes.
Pero los beneficios o las bondades de este ingrediente no acaban en su admirable versatilidad, sino también en que se trata de un producto muy económico y, como si esto fuera poco, que nos puede sacar de un apuro con tan sólo agua, sal y alguna que otra verdura. Si bien la levadura es un complemento ideal de la harina para hacer panes y pizzas, entre otras recetas, no resulta imprescindible.
El pan casero es algo que no mucha gente disfruta en la actualidad, dado que estamos más tiempo en el trabajo que en el hogar, y nos resulta más práctico pasar por el supermercado o, si tenemos la suerte de encontrar una, por la panadería que disponernos a amasar y hornear nuestras propias hogazas. Sin embargo, el pan no requiere un procedimiento complejo y el sabor de lo casero suele superar el de lo comprado.
La masa para empanadas y empanadillas es otra de las recetas con harina más comunes. En este caso, hay quienes utilizan aceite de oliva y otros que prefieren la mantequilla, aunque es posible prescindir de ambos ingredientes si no los tenemos o si preferimos un resultado más liviano. En este sentido, la masa varía mucho dependiendo de su grosor, de su forma y de su cocción, tanto como una patata o una berenjena, por lo cual los ingredientes usados para elaborarla no siempre son determinantes.
La pasta casera es otro de los manjares que ya no mucha gente saborea, aunque en países como Italia siguen teniendo fuerza. Si no sabemos prepararla o si no tenemos tiempo, lo ideal es comprar la pasta «menos» industrial posible, ya que las diferencias en textura, sabor y consistencia son imposibles de ignorar. El ingrediente «comodín» de la pasta casera es el huevo.