Definición de grasas saturadas
La noción de grasa puede aludir a la sustancia que se forma con la combinación de ácido graso y glicerina. Las grasas desarrollan funciones muy importantes en la fisiología, formando parte de diversos tejidos.
Las grasas saturadas son aquellas compuestas por ácidos grasos saturados: ácidos de cadena larga que carecen de dobles enlaces entre sus átomos de carbono. Alimentos como la panceta (tocino) y la manteca de maní (también conocida como crema de cacahuetes) presentan una elevada cantidad de grasas saturadas.
Es importante tener en cuenta que las grasas son nutrientes indispensables para el organismo ya que le proporcionan energía. Sin embargo, el exceso de grasas es perjudicial. Por otro lado, hay que tener en cuenta que las grasas de origen vegetal son más saludables que las grasas de origen animal.
En este marco, el consumo de grasas saturadas no es recomendado por los médicos ya que incrementan el nivel de colesterol malo. Esto hace que aumenten el riesgo de accidentes cerebrovasculares y de problemas cardíacos a causa de una obstrucción en las arterias.
Los nutricionistas recomiendan que las grasas saturadas representen menos del 6% de las calorías que se ingieren a diario. Por eso no es recomendable excederse en el consumo de leche entera, manteca (mantequilla) y carnes grasosas. Hay aceites vegetales, como el aceite de coco y el aceite de palma, que también presentan grasas saturadas.
Por lo tanto, si bien las grasas saturadas se hallan principalmente en los productos de origen animal, también podemos encontrarlas en algunos vegetales. A temperatura ambiente, estas grasas se presentan en estado sólido y algunas veces son visibles, tal como ocurre con la de la carne vacuna o el pollo, pero también invisibles, como en ciertos productos procesados de manera industrial, que las contienen como parte de sus ingredientes (la bollería es un claro ejemplo).
A nivel general, puede decirse que la comida chatarra y los alimentos industriales presentan un nivel excesivo de grasas saturadas. Por eso lo ideal es restringir su consumo y mantener una dieta equilibrada y saludable.
El concepto de grasas saturadas comenzó a masificarse en la década de 1970, cuando varios grupos lanzaron una campaña en favor de la salud pública, alegando que el colesterol dietético y las grasas saturadas acarreaban un alto riesgo de problemas cardiovasculares, razón suficiente para eliminarlas de la dieta. Se trataba de una teoría basada en una hipótesis que relaciona directamente la dieta con la salud del corazón, la cual se apoya en tres razonamientos de aparente lógica:
* el colesterol dietético y las grasas saturadas aumentan la concentración de colesterol en la sangre;
* el colesterol sanguíneo acaba acumulándose en las arterias;
* dicho depósito de colesterol en las arterias conduce a una enfermedad cardiovascular.
Dicho todo esto, resultaría contradictorio asegurar que las grasas saturadas poseen beneficios para nuestro organismo; y no es que sean «buenas» para nuestra salud, pero no dejan de ser nutrientes que necesitamos para funcionar correctamente. Claro que estos mismos se pueden conseguir por medio de otras grasas.
En medio de tantos movimientos en contra del consumo de grasas saturadas, nos encontramos con ciertos datos que no las vuelven precisamente «las malas de la película», ya que las necesitamos en cierta medida para absorber correctamente las vitaminas liposolubles (las que solamente se disuelven en aceites y grasas, como las A, D, E y K) y llenar las células del tejido adiposo, para colaborar con el aislamiento de nuestro cuerpo y mantener su temperatura a un nivel adecuado. Como si todo esto fuera poco, es gracias a los ácidos grasos que nuestro organismo puede regular la coagulación de la sangre, desarrollar el cerebro y controlar las inflamaciones.