Definición de ablactación
El término ablactación no es reconocido por la Real Academia Española (RAE); por lo tanto, no forma parte de su diccionario. Su uso, de todos modos, es frecuente en el ámbito de la pediatría para referirse al proceso gradual que posibilita la inclusión de otros alimentos más allá de la leche materna en la dieta de un niño.
La ablactación, de este modo, permite que el bebé comience a recibir otros nutrientes que no están presentes en la leche de la madre, más allá de la gran importancia que tiene este alimento para el crecimiento de los niños. Se trata de un procedimiento que forma parte del crecimiento natural del ser humano.
Por lo general, la ablactación comienza cuando el bebé tiene entre cuatro y seis meses de vida. La puesta en marcha del proceso, de todas formas, depende de las indicaciones que realiza el pediatra de acuerdo a las características físicas del bebé.
A grandes rasgos, puede decirse que el médico suele sugerir el inicio de la ablactación cuando el niño ya no tiene el reflejo de extrusión (que lo lleva a expulsar los elementos sólidos que están en el interior de su boca) y evidencia una producción de saliva que confirma que su sistema digestivo ya puede recibir otro tipo de alimentos además de la leche materna. El bebé, por otra parte, debe tener la capacidad de sentarse y controlar los movimientos de su cabeza.
Ofrecerle de a un alimento por vez, permitir que se acostumbre a la textura y la consistencia y no forzarlo a comer son algunas de las sugerencias que realizan los especialistas para que la ablactación sea exitosa.
Dado que la ablactación es un cambio importante de las características de la alimentación de los niños, es necesario tener en cuenta que acarrea ciertos ajustes de tipo inmunológico, microbiológico, nutricional e incluso psicológico. Precisamente, no se trata de un proceso mediante el cual se interrumpe de forma abrupta la lactancia materna para pasar a ingerir otros productos, sino que debe existir una transición fluida y supervisada en todo momento.
Entre las razones por las cuales las madres no deben dejar de amamantar a sus hijos durante el proceso de ablactación se encuentran algunos beneficios, además del aporte de nutrientes, como ser una mayor estimulación de la digestión y un aumento en las defensas contra diversas enfermedades de tipo infeccioso que suelen aparecer en esta etapa. En pocas palabras, dar el pecho al niño mientras se incorporan alimentos sólidos es la mejor combinación para conseguir un buen desarrollo físico y psicológico.
Existen ciertas reglas básicas que la mayoría de los profesionales de la salud recomiendan a las madres para respetar a lo largo del proceso de la ablactación:
* además de no agregar más de un alimento por vez, es importante no mezclarlos;
* darle al niño un plazo de dos o tres días para que se acostumbre a cada alimento nuevo. Al mismo tiempo, esto sirve para asegurarse de que lo tolere de forma adecuada;
* relacionado con el paso anterior, si existe un rechazo a un alimento en particular, entonces debemos dejarlo y probar con otro. Lo mismo ocurre con las proporciones;
* darle al niño en primer lugar la leche materna y después el alimento blando;
* la ablactación debe incluir alimentos de origen natural. Por ejemplo, es importante evitar productos que contengan saborizantes, conservantes y colorantes;
* a la hora de cocinar los alimentos sólidos y semisólidos, debemos prescindir de cualquier tipo de condimento, como ser sal y azúcar;
* procurar que los alimentos nuevos se mantengan a temperatura ambiente, ya que fríos o calientes pueden generar rechazo o incluso dificultades para realizar la digestión.