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Igualdad

Te explicamos qué es la igualdad, su relación con la discriminación y la equidad. Además, igualdad de derechos, de género y social.

¿Qué es la igualdad?

La palabra igualdad significa, de acuerdo a la Real Academia Española, el “principio que reconoce la equiparación de todos los ciudadanos en derechos y obligaciones”.

Esto quiere decir que ante la ley, todos los ciudadanos tendríamos que ser iguales y ser medidos con la misma vara, para que todos tengamos las mismas oportunidades de recibir recompensas, o de ser castigados por nuestra mala conducta. Por desgracia, esto no siempre es así.

La igualdad es lo contrario a la desigualdad, que es uno de los males que aquejan a la humanidad desde sus tiempos más antiguos, en los que era frecuente la presencia no sólo de pobres y ricos, nobles y plebeyos, sino incluso de esclavos que eran tratados como mercancía.

Ha habido siempre movimientos y luchas organizadas en torno a la conquista de la igualdad, cosa que, en comparación, pareciera mucho más próxima en nuestros días que en el pasado. Sin embargo, aún existen formas de discriminación, es decir, de aplicar criterios de legitimación o exclusión a los ciudadanos de manera selectiva, esto es, de manera no igualitaria.

Son conocidos los casos en que se limitan formal o informalmente los derechos de las minorías, especialmente de las desfavorecidas económicamente, como pueden ser los migrantes, las razas y religiones minoritarias, o incluso de las mujeres, ejerciendo la ley de manera desigual.

Contra ello luchan múltiples colectivos sociales, movimientos civiles e incluso organizaciones internacionales y no gubernamentales, reunidas bajo el sueño de un mudo futuro más igualitario, es decir, más justo.

Ahora bien, cuando hablamos de igualdad, podemos estar hablando de muchas formas de igualdad (o de desigualdad), dependiendo del carácter en el que fundamente la discriminación: sexo, raza, nivel socioeconómico, etc. A continuación, exploraremos algunas de ellas.

Ver también: Valores humanos

Derecho a la igualdad

La lucha por la igualdad no contempla, como algunas personas parecieran creer, la idea de que todos debamos ser idénticos y de que se deba impedir que algunos individuos sobresalgan en base a sus talentos o sus virtudes, o incluso a las herencias de sus predecesores.

Por el contrario, la lucha social en este sentido persigue la igualdad ante la ley, esto es, el derecho a la igualdad: el que todos los ciudadanos sean medidos con la misma, idéntica vara, sin importar quiénes sean o de qué estrato de la población provengan.

Esta lucha tiene lejanos e importantes antecedentes. En la Revolución Francesa de 1789 por primera vez se promulgó una carta de derechos fundamentales del ser humano, inspiración para la posterior Declaración Universal de los Derechos Humanos llevada a cabo por la Organización de las Naciones Unidas.

Pero a pesar de que en esta declaración se vela por la igualdad de todos los seres humanos ante la ley, muchos colectivos necesitan seguir dado la lucha por su derecho a la igualdad en sectores de la sociedad y de la cultura a menudo insospechados.

Sea como sea, el derecho a la igualdad significa que todo ser humano posea un trato idéntico ante la ley, con las mismas oportunidades de defenderse, que se le juzgue conforme a las mismas interpretaciones de la ley, de manera justa, sin fijarse en detalles que podrían inclinar de antemano la balanza de la justicia a su favor, o en su contra.

Igualdad y equidad

Estos dos términos a menudo son tratados como sinónimos, aunque no lo sean realmente. Por igualdad, como hemos dicho antes, comprendemos la uniformidad ante el conjunto, o sea, la aplicación de las mismas medidas y los mismos principios en el juicio de unos, al juicio de otros.

En cambio, la equidad tiene que ver con la justicia, en base al reconocimiento de las desigualdades que ya existían de antemano, para ser realmente ecuánimes. Esto significa que si la igualdad propone “a todos según el mismo criterio”, la equidad propone “a cada quien de acuerdo con sus necesidades y a cada uno de acuerdo a sus capacidades”.

He allí la diferencia entre lo igualitario y lo equitativo: esto último implica partir de una situación de desigualdad, para intentar corregirla o al menos no incrementarla. En ese sentido, igualdad y equidad pueden ser realmente complementarios, pues la segunda es una vía para alcanzar la primera.

Más en: Equidad

Igualdad de género

Por igualdad de género se entiende que tanto a hombres como a mujeres se los debe considerar iguales para efectos de la ejecución de la ley, de la asignación de las recompensas por el trabajo realizado, o del castigo por las leyes incumplidas. Es decir, que la ley se aplique por igual sin distinción de sexo y que las recompensas por el mismo trabajo hecho sean siempre las mismas.

Este reclamo por igualdad entre hombres y mujeres surgió en tiempos modernos de la humanidad. Se debe a que durante gran parte de nuestra historia la mujer se halló en un peldaño de inferioridad ante el hombre.

Por ejemplo, se la consideraba botín de guerra, se le negaba la participación política o incluso económica (la democracia ateniense, por ejemplo, no las consideraba como ciudadanos; pero tampoco tenían derecho al voto en las democracias occidentales hasta prácticamente el siglo XX), y se las educaba para someterse a los designios masculinos.

Esto, gracias a las sucesivas olas feministas, ha ido cambiando en nuestras sociedades contemporáneas, pero sigue siendo hoy en día materia de debate.

Igualdad de oportunidades

De manera similar, la idea de la igualdad de oportunidades plantea que todos los seres humanos, sin distinción de su raza, sexo, credo o nacionalidad, tendrían que venir al mundo con las mismas oportunidades de crecer, esforzarse y recibir las recompensas de su esfuerzo, accediendo así al bienestar social y a sus derechos políticos en pleno.

Esta es una idea que a menudo se ignora cuando se habla de meritocracia, la supuesta organización social y política en la que aquellos que acumulen los mayores méritos, detentarán el mayor poder de decisión.

El problema es que si no todos venimos al mundo con las mismas oportunidades, ¿cómo podríamos ser juzgados de manera igualitaria? Y del mismo modo, ¿cómo podríamos juzgar el mérito de alguien que vino al mundo con todas sus necesidades satisfechas, y el de alguien que tuvo primero que luchar por satisfacérselas a sí mismo?

En muchos casos, el Estado existe como un garante de la igualdad de oportunidades, razón por la cual controla la educación pública, la salud pública y otros beneficios a los que los descendientes de las clases desfavorecidas no podrían acceder, no por falta de méritos, sino por razones de otro tipo.

Sigue en: Igualdad de oportunidades

Igualdad de derechos

La igualdad de derechos es, más o menos, lo mismo que el derecho a la igualdad, sólo que visto desde una perspectiva jurídica. La igualdad de derechos es el fundamento de cualquier sistema digno de justicia: todos los ciudadanos de un Estado son iguales ante la ley.

Los ciudadanos se someten a la ley de manera voluntaria y absoluta, porque confían en que las instituciones jurídicas la ejerzan sin distinciones, razón por la cual se suele decir que “la justicia es ciega”.

Igualdad social

Finalmente, la igualdad social es la condición de total equidad entre los ciudadanos de un Estado, en el cual gozan de la satisfacción plena de sus derechos civiles, jurídicos, económicos y políticos (sus derechos humanos fundamentales) en condición de iguales. Esto es, que la igualdad social equivale a la sumatoria de la igualdad ante la ley, la igualdad de oportunidades y la igualdad de resultados (castigos y recompensas).

La igualdad social es, obviamente, lo contrario a la desigualdad social, que tiene lugar cuando los criterios de socialización en una comunidad se ejercen de manera discriminatoria: atendiendo a la raza, religión, sexo, orientación sexual, edad, idioma o alguna otra condición que sirva para negar la justa recompensa, el merecido servicio o, incluso peor, los mínimos derechos.

Referencias