Neuropsicología

Memoria a largo plazo


La memoria a largo plazo es un almacén de memoria muy duradero y de capacidad aparentemente ilimitada; un recuerdo a largo plazo puede durar desde varias horas hasta varios años. En cuanto al plano fisiológico, este tipo de memoria lleva consigo un proceso de cambios físicos en las estructuras y conexiones de las neuronas, las células de nuestro cerebro.

Los recuerdos que llegan a la memoria a corto plazo pueden convertirse en recuerdos a largo plazo a través de un proceso llamado “consolidación”. En él interviene la repetición, las asociaciones significativas y las emociones.

Según estos factores, los recuerdos pueden ser más fuertes (tu fecha de nacimiento) o más débiles o difíciles de recuperar (un concepto que aprendiste hace años en la escuela).

Por lo general, la memoria a corto plazo es más de tipo acústico y visual. Mientras que en la memoria a largo plazo la información se codifica, sobre todo, visual y semánticamente (más vinculada a asociaciones y significados).

¿Cómo se forma la memoria a largo plazo?

El proceso de la memoria a largo plazo en el que se producen cambios en las estructuras y conexiones de las neuronas se conoce como potenciación a largo plazo (PLP). Implica que, cuando aprendemos algo, se crean nuevos circuitos neuronales, se modifican, fortalecen o debilitan.

Es decir, se da una reorganización neuronal que nos permite guardar en nuestro cerebro los nuevos conocimientos. De esta forma nuestro cerebro está en continuo cambio.

Hipocampo

El hipocampo es la estructura cerebral donde temporalmente la información se almacena, y sirve para consolidar las memorias desde el almacén a corto plazo hasta el de largo plazo. Se cree que puede participar en la modulación de conexiones neuronales por periodos de más de 3 meses tras el primer aprendizaje.

El hipocampo posee conexiones con múltiples áreas cerebrales. Parece que para que las memorias se fijen en nuestro cerebro, esta parte del cerebro transmite la información a zonas corticales donde quedan almacenadas de forma duradera.

Evidentemente, si de alguna forma se dañaran estas estructuras cerebrales, alguna forma de memoria a largo plazo se vería perjudicada. Esto es lo que ocurre en los pacientes con amnesia. Además, según la zona del cerebro dañada se afectarían algunos tipos de memoria o recuerdos, pero otros no. 

Por otro lado, cuando olvidamos algo, lo que ocurre es que las conexiones sinápticas responsables de ese conocimiento se debilitan. Aunque también puede ocurrir que se active una nueva red neuronal que se superponga sobre la anterior, provocando interferencias.

Por eso, hay un debate sobre si llegamos a borrar información de manera definitiva en nuestra memoria o no. Puede ser que los datos almacenados nunca se eliminen del todo de nuestra memoria a largo plazo, sino que se hagan más difíciles de recuperar.

Tipos de memoria a largo plazo

Existen dos tipos de memoria a largo plazo, la explícita o declarativa y la implícita o no declarativa.

Memoria declarativa o explícita

La memoria declarativa abarca todo el conocimiento que puede evocarse conscientemente; puede verbalizarse o transmitirse de manera sencilla a otro individuo. En nuestro cerebro, el almacén parece localizarse en el lóbulo temporal medial. 

Dentro de este subtipo de memoria se encuentra la memoria semántica y la memoria episódica. La memoria semántica se refiere al significado de las palabras, las funciones de los objetos y otros conocimientos sobre el entorno.

La memoria episódica, por otro lado, es aquella que almacena las experiencias, vivencias y eventos importantes o emocionalmente relevantes de nuestra vida. Por eso también se llama memoria autobiográfica.

Memoria no declarativa o implícita

Esta clase de memoria, como podrás deducir, se evoca de manera inconsciente y sin esfuerzo mental. Contiene una información que no se puede verbalizar fácilmente, y se puede aprender inconscientemente e incluso de manera involuntaria.

Dentro de esta categoría se sitúa la memoria procedimental o instrumental, que implica el recuerdo de capacidades y hábitos. Algunos ejemplos serían tocar un instrumento, montar en bici, conducir, o cocinar algo. Son actividades que se han practicado mucho y, por tanto, están automatizadas.

La parte de nuestro cerebro que se encarga de almacenar estas habilidades es el núcleo estriado. Además de los ganglios basales y cerebelo.

La memoria no declarativa también abarca los aprendizajes por asociación (por ejemplo, relacionar cierta melodía con un lugar, o vincular un hospital con sensaciones desagradables).

Estos son el condicionamiento clásico y el condicionamiento operante. El primero provoca que se asocien dos eventos que han aparecido varias veces de manera conjunta o contingente.

Mientras que el segundo implica aprender que cierta conducta tiene consecuencias positivas (y por tanto se repetirá), y que otras conductas producen consecuencias negativas (y se evitará su realización).

Las respuestas que tienen componentes emocionales se almacenan en un área del cerebro llamada núcleo amigdalino. En cambio, las respuestas que implican la musculatura esquelética se sitúan en el cerebelo.

También se almacena en la memoria implícita aprendizajes no asociativos como la habituación y la sensibilización, en las vías reflejas.

Memoria a largo plazo y sueño

Se ha demostrado en diversos estudios que un descanso adecuado es fundamental para almacenar recuerdos de forma estable.

Parece ser que nuestro organismo aprovecha el periodo de sueño para fijar recuerdos nuevos, ya que no hay interferencias del medio exterior que dificulten el proceso. Así, en la vigilia codificamos y recuperamos información ya guardada, mientras que durante el sueño consolidamos lo aprendido durante el día.

Para que esto sea posible, se ha observado que durante el sueño se producen reactivaciones en la misma red neuronal que se activó mientras estábamos aprendiendo. Es decir, se puede inducir potenciación a largo plazo (o depresión a largo plazo) mientras dormimos.

Curiosamente, los estudios han demostrado que dormir después de un aprendizaje tiene efectos beneficiosos en la memoria. Ya sea durante un sueño de 8 horas, una siesta de 1 o 2 horas, e incluso un sueño de 6 minutos.

Además, cuanto menor sea el tiempo que pase entre el periodo de aprendizaje y el sueño, más beneficios tendrá en el almacenamiento de la memoria a largo plazo.

Trastornos de la memoria a largo plazo

Existen condiciones en las que la memoria a largo plazo puede verse afectada. Por ejemplo, en situaciones en las que estamos cansados, cuando no se duerme adecuadamente o pasamos por momentos estresantes.

También la memoria a largo plazo tiende a empeorar paulatinamente a medida que envejecemos.

Por otro lado, las condiciones patológicas que están más vinculadas a problemas de memoria son los daños cerebrales adquiridos y los trastornos neurodegenerativos como la enfermedad de Alzheimer.

Evidentemente, cualquier daño que se produzca en estructuras que sustentan o participan en la formación de la memoria (como los lóbulos temporales, el hipocampo, la amígdala, etc.) producirían secuelas en nuestro almacén de memoria a largo plazo.

Pudiendo darse problemas tanto para recordar información ya guardada (amnesia retrógrada), como para almacenar nuevos recuerdos (amnesia anterógrada).

Referencias

  1. Long-Term Memory. (s.f.). Recuperado de brainhq.com.
  2. Long-term memory. Obtenido de The human memory: human-memory.net.