¿Qué estás haciendo para que tu hijo ame la comida?
Interiorizar dinámicas de alimentación saludables ya desde la infancia es muy importante tanto para evitar la malnutrición como para no desarrollar Trastornos de la Conducta Alimentaria en la etapa de la adolescencia y de la juventud en general.
Veamos varios consejos para lograrlo desde nuestro rol como padres o madres.
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Empecemos por lo básico: ¿qué es alimentarse?
El acto de alimentarnos va más allá de una mera necesidad fisiológica, es un verdadero símbolo de cómo nos enfrentamos a la vida, sobre todo a través de la primera figura significativa con la que establecemos un vínculo importante: nuestra madre.
Al nacer ella nos alimenta a través de su pecho, y es quien habitualmente nos da de comer en nuestros primeros años, comer es el principal acto que nos conecta con la vida, nos nutre y nos permite estar vivos.
Por otro lado, se convierte en un acto social que nos une a otros seres queridos.
Para ser más precisos podríamos analizar con más detalle qué función cumple el hecho de alimentarnos: ¿nos comemos la vida a través del alimento, cómo lo hacemos: de forma enérgica, con disfrute, con brusquedad, con ansia?
La boca nos permite además desarrollar otras muchas acciones, como hablar o expresarnos, y es una pieza clave de nuestra apariencia, de lo que mostramos a los demás.
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¿Está nuestra sociedad enferma?
La sociedad actual nos sigue exigiendo (a pesar del cambio de perspectiva) una determinada imagen y unas medidas concretas, exaltando la juventud y la apariencia por encima de todo, el postureo en las redes sociales es cada vez más enfermizo y un sector de la adolescencia no se identifica con nada más que con sus propias fotos, corriendo el riesgo de confundirse en ellas, perdiendo así de vista su identidad personal.
En definitiva, se perciben como lo hacen los demás, en función de las valoraciones que hacen de ellos, dejando en manos externas su autoconcepto, lo cual resulta muy peligroso, ya que no tienen control sobre su vida, dando como resultado un ego frágil y una psique maleable. Todo se reduce a un número de “me gusta”.
Si nos trasladamos al entorno de Internet hallaremos contenido en medios digitales que fomenta los trastornos alimentarios como la anorexia o la bulimia, siendo muy significativa la existencia de páginas web que alientan a prácticas potencialmente dañinas para la salud encaminadas a reducir el número de calorías ingeridas y a alcanzar medidas por debajo de lo que podría calificarse como saludable.
Tal es así que se fomentan tácticas como rociar con detergente la comida para conducir a la sensación de asco, el empleo de laxantes, pautas para autolesionarse y evadirse de la sensación de hambre o modos de ocultar a la familia determinadas señales corporales. Igualmente ofrecen tablas de medidas corporales irreales por insanas y presionan a los niños y adolescentes a identificarse inevitablemente con una determinada apariencia y estilo de vida, además fomentan el autocastigo y la mala valoración de uno mismo.
La gran paradoja es que este tipo de plataformas no pueden clausurarse, dado que supuestamente no infringen la ley, afortunadamente eso está cambiando y un ejemplo de ello es el siguiente: en el mes de marzo de 2019 se aprobó en Cataluña un Decreto ley que actúa contra aquellas empresas o plataformas que hacen apología de la anorexia y la bulimia en las redes sociales e Internet.
Dichas plataformas podrían ser sancionadas, si, a pesar de tener conocimiento de ese contenido en sus plataformas, no tomasen acciones para eliminarlo.
De hecho, el 18 de diciembre de 2019 se publicó la siguiente noticia: la empresa irlandesa Automatic Inc fue multada con 85.000 euros por hacer apología de la anorexia y por no haber atendido adecuadamente a los requerimientos previos de la Generalitat.
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¿Qué son la anorexia y la bulimia?
Los dos Trastornos de Conducta Alimentaria más habituales son la anorexia nerviosa y la bulimia.
Mientras que la primera es una patología severa que se caracteriza por un temor irrefrenable a la ganancia de peso y por el desarrollo de acciones encaminadas a una pérdida excesiva del mismo, la segunda (que se inicia también mediante restricción de la alimentación) consiste en la manifestación de atracones de comida y conductas purgativas conducentes a compensar la posible ganancia de peso.
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¿Cómo influye la familia en el desarrollo de estos trastornos?
Cada familia es un sistema diferente, no queda claro si las relaciones entre sus miembros son el origen del trastorno, sin embargo, podemos asegurar que se han identificado una serie de patrones comunes que suelen aparecer en aquellas con miembros con esas patologías.
En el caso de la anorexia, suele tratarse de familias caracterizadas por la sobreprotección, la implicación de los hijos en los conflictos paternos, las relaciones se manifiestan en forma de amalgama, evitan los conflictos y hay rigidez a la hora de aceptar los cambios.
En el caso de la bulimia, destaca un excesivo interés por los logros académicos y laborales en detrimento de otros objetivos como el ocio, las cuestiones morales o intelectuales, importa mucho la apariencia y el qué dirán, los padres protagonizan un desbordamiento emocional en forma de angustia que a simple vista puede parecer desinterés por la enfermedad del miembro, en concreto el padre suele manejarse con negligencia y falta de implicación, mientras que la madre tiende a culpar a la hija enferma del problema.
Esto le sucede a las familias debido a su incapacidad para manejar las situaciones estresantes, su baja tolerancia a la frustración, falta de cohesión y poca conexión emocional que contrasta con la ausencia de privacidad tanto de pertenencias como de espacios que son compartidos sin permiso previo, el error (aún el más mínimo) no es tolerado en este tipo de familias.
La terapia familiar ha demostrado ser de gran utilidad en el tratamiento de estas patologías.
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¿Qué podemos hacer por nuestros hijos desde pequeños?
Aquí encontrarás varios consejos a tener en cuenta para lograrlo.
1. No dar una connotación negativa a los momentos de la comida
No debe ser una lucha de poder, es importante poner éfasis en lo positivo de la experiencia.
2. Evitemos premiar o castigar con la comida
El acto de comer ha de ser placentero y estar enmarcado en un ambiente agradable y relajado, por lo que habremos de esforzarnos en crear un espacio de calma y positivismo, sin gritos ni discusiones.
Por otro lado, obligar a comer un alimento por las malas puede provocar rechazo hacia el mismo.
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3. No ver la televisión o emplear otros dispositivos durante las comidas
Es importante ser consciente del acto de comer. Hagamos partícipes a los niños en la elaboración de comidas sencillas, aunque manchen más de la cuenta.
4. Educar acerca de los alimentos
Llevémosles al mercado y enseñémosles los nombres y las características de los alimentos. Además, es importante que eduquemos en una dieta y unos hábitos saludables. El objetivo es que desarrollen una buena relación con la comida, que lleguen a amarla.
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5. Aprovechar el potencial de la creatividad
Es más educativo intentar que prueben los diferentes alimentos mediante el uso de la creatividad, haciéndolos más apetecibles y siendo flexibles con respecto a sus preferencias; si somos realistas a nadie le gustan absolutamente todos los alimentos, aunque sí es importante que mantengan una actitud receptiva a los nuevos sabores y texturas.
Con los más pequeños se puede enfocar el acto de comer de un modo lúdico e imaginativo siempre que nos centremos en la comida.
6. Potenciar su autoestima
Cultivemos una buena autoestima en ellos, poniendo el énfasis en sus cualidades personales en lugar de en las físicas
Hay que ser cuidadoso con los comentarios sobre el aspecto físico (“he visto que estás engordando”) especialmente en la pubertad y adolescencia, etapas en las que la imagen es primordial para su autoestima.
Conclusión
En definitiva y como siempre, la educación emocional de nuestros hijos es el arma más poderosa que tenemos para transmitirles fortaleza y valores que les permitan hacer frente a los mensajes negativos de nuestra sociedad y a sus propias inseguridades.
Si les tratamos con respeto y dedicación, si mantenemos con ellos una buena comunicación se convertirán en adultos maduros y responsables. Y no olvidemos que nosotros somos siempre su modelo de conducta.