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Terapia de Fairburn: características, funcionamiento y fases


La bulimia nerviosa es un trastorno de la conducta alimentaria en la que la paciente lleva a cabo atracones en donde consume ingentes cantidades de comida. Tras ellos, siente arrepentimiento, vergüenza y culpa y, para reducir estas emociones negativas y “corregir” la situación, lleva a cabo conductas purgativas como vomitar o usar laxantes.

De entre las intervenciones para ayudar a las personas con este trastorno, la que se considera como la más eficaz es la terapia de Fairburn, un método que consta de tres fases cuyo tratamiento dura unos 5 meses.

A continuación descubriremos qué se hace en estas etapas y cómo se trabaja para mejorar la vida de las personas con bulimia nerviosa.

¿Qué es la terapia cognitivo-conductual de Fairburn?

La bulimia nerviosa es un trastorno de la conducta alimentaria en el que la paciente lleva a cabo frecuentes episodios de atracones de comida, seguidos por conductas compensatorias que, por lo general, implican producirse el vómito o usar laxantes.

Estos comportamientos se dan como respuesta a la gran ansiedad que padece la paciente al haber comido ingentes cantidades de comida, sintiendo vergüenza y culpabilidad y, con la intención de “arreglar” lo que ha hecho, lleva a cabo la purga de todo alimento ingerido o hace ejercicio en exceso.

Es un trastorno en clave femenina, puesto que a pesar de que los hombres también lo pueden sufrir, es mucho más común en las mujeres, presionadas por los cánones de belleza donde se glorifica a las chicas delgadas y demoniza a las que están gordas.

El miedo a engordar perdiendo el control de lo que se come es un aspecto clave en el trastorno, motivo por el cual las pacientes siguen dietas muy restrictivas con la finalidad de alcanzar el peso y la silueta corporal ideales. Sin embargo, debido a que son dietas muy poco nutritivas, el hambre no tarda en aparecer, lo cual incrementa el riesgo de atracarse.

Se considera que el tratamiento más eficaz para tratar la bulimia nerviosa es la terapia de Fairburn, intervención creada por Christopher G. Fairburn específicamente para tratar este trastorno de la conducta alimentaria. Es un método tan eficaz que se ha convertido en uno de los más comunes en la práctica clínica en el contexto de la terapia cognitivo-conductual, además de extrapolarse a otros trastornos relacionados con episodios de atracones y comportamientos de reducción de la ansiedad.

El tratamiento con el método Fairburn se hace en formato individual, con una duración de alrededor de cinco meses. El procedimiento es semiestructurado, orientado al problema y centrado principalmente en el presente y en el futuro de la paciente, más que en su pasado. Esta terapia consta de tres etapas diferenciadas, cuyos objetivos prioritarios se centran en que el paciente adquiera el control sobre su alimentación, modificar sus cogniciones acerca del peso, la silueta e imagen corporal y que los cambios se mantengan en el tiempo.

La terapia ubica la responsabilidad por el cambio en el paciente, concediéndole un papel activo en su mejoría y superación de la bulimia nerviosa. El terapeuta tiene el rol de motivar, apoyar y aportar la información y la guía que necesite el paciente a lo largo de la terapia.

Terapia para la bulimia

Las etapas de la terapia de Fairburn

Las etapas de la terapia de Fairburn para la bulimia nerviosa son principalmente las siguientes tres.

Etapa 1

La primera etapa de la terapia de Fairburn tiene una duración de aproximadamente 8 semanas (2 meses) y se realiza con entrevistas semanales. En aquellos casos en los que la paciente muestre un gran descontrol en sus comportamientos alimentarios, se tendrá que estirar un poco más la duración de esta etapa, realizándose más de una sesión semanal en caso de que pertoque.

El primer paso es conocer la historia personal de la paciente e identificar los principales puntos de interés para diseñar el tratamiento. Tras ello, se pasa a explicarle cuál es el modelo cognitivo de la bulimia nerviosa en la que se fundamenta la terapia, basada en la idea de que el trastorno funciona mediante un círculo vicioso de dietas, atracones y conductas purgativas.

El factor crucial en la bulimia nerviosa es la ideación del peso y la silueta corporal, ideas que llevan a la paciente a intentar adelgazar mediante los métodos más extremos con tal de adquirir su peso y silueta ideales. Para ello, la paciente ha seguido dietas hipocalóricas, con pocos nutrientes y, por regla general, muy poco variadas (p. ej., la dieta de la piña, del pomelo, del sirope de arce...)

Seguir este tipo de dietas tiene como efecto colateral incrementar los atracones puesto que, al ser poco nutritivas y poco variadas, la paciente siente mucha hambre y, además, como su comida es monótona y repetitiva, le aburre e incrementa más sus ganas de comer alimentos “prohibidos” (p. ej., chocolate, hamburguesas, caramelos, helado, pizza...). Esta situación es insostenible, llegando el momento en el que no puede aguantar más y realiza un atracón, comiendo ingentes cantidades de comida hipercalórica, grasienta e hiperpalatable.

Finalizado el atracón llegan los sentimientos negativos, sobre todo la culpa y la vergüenza. Para tratar de reducirlas y, también, evitar engordar por la ingente cantidad de calorías que acaba de consumir, la paciente hace comportamientos purgatorios como vomitar o tomar laxantes, creyendo que así no va a absorber las grasas de toda la comida que acaba de comer. Pasado un tiempo, tras liberar sus emociones negativas, la paciente vuelve a intentar estar a dieta hasta que se dé el siguiente atracón y, posteriormente, realice purgas.

De acuerdo con esta terapia, el factor cognitivo fundamental de la bulimia nerviosa está en basar la autoestima en la imagen corporal, aspecto considerado clave en el trastorno. La alteración cognitiva típica de la bulimia nerviosa tiene dos aspectos principales:

  • Insatisfacción con la propia silueta corporal.
  • Ideas sobrevaloradas acerca del peso y la figura.

Durante esta primera etapa de la terapia de Fairburn es también necesario que la paciente monitorice su ingesta, apuntando en un diario qué comidas toma, la hora de ingesta y su cantidad. La idea detrás del autorregistro es conseguir que la paciente se vuelva más consciente de su problema y, así, identificar qué precipita sus atracones. Los registros de comida deben analizarse meticulosamente sesión a sesión, y es necesario que la paciente conecte con cómo se sentía y qué hacía antes de llevar a cabo el atracón.

Hay casos de pacientes que no se pesan nunca, que no quieren saber qué es lo que pesan realmente (conducta de evitación) mientras que otros son capaces de pesarse 7 o más veces a la semana, queriendo controlar en todo momento el más mínimo cambio que haya podido haber en su peso (conducta de reaseguración). Se considera conveniente que la paciente empiece a pesarse solamente una vez por semana.

Para tratar de hacer que sus hábitos alimentarios sean saludables, se prescribe a la paciente un patrón de conducta regular, por el que deberá hacer preferiblemente 5 comidas al día y en cantidades moderadas. De conseguirlo, la paciente evitará el hambre, sensación fisiológica que predispone a la realización de atracones.

Finalmente, en esta etapa se entrena a la paciente a llevar a cabo un control estimular. Algunas pautas que se le aconsejan son: no hacer ninguna actividad mientras está comiendo, comer siempre en el mismo lugar, dejarse algo de comida en el plato y limitar la exposición a comidas “tentadoras y peligrosas”.

Entre otras estrategias que se llevan a cabo durante la etapa inicial son: información y psicoeducación sobre las pautas alimentarias, las conductas compensatorias como el uso de laxantes o diuréticos o los efectos adversos para la salud que suponen las dietas extremas.

Etapa 2

La segunda etapa se centra en la parte cognitiva, siendo este el momento en el que se aplica la reestructuración como técnica estrella. La duración es también de 8 semanas, con una sesión cada semana. En este período la prioridad se centra en la total eliminación de la dieta, puesto que el hambre y la monotonía alimenticia que provoca predispone y facilita los atracones. Por eso es clave que deje de hacerla.

Se recomienda a la paciente empezar a comer esos alimentos tentadores, que ve como prohibidos y peligrosos. Estos alimentos evitados se jerarquizarán según el grado de rechazo, clasificándose en 4 grupos de dificultad creciente. Cada semana, el psicoterapeuta le indicará al paciente que debe tomar alguno de esos alimentos prohibidos, empezando por los del grupo más fácil.

Tras ponerse en práctica estas técnicas, se da comienzo a la terapia cognitiva propiamente dicha. Como en la primera etapa la paciente ya identificó aquellos pensamientos negativos sobre el peso y la silueta corporal, es el momento de enseñarle las diferentes distorsiones cognitivas que existen, descubriendo y analizando cuáles son aquellas con las que se siente más identificada.

Una vez se haya superado este paso, se le enseña al paciente a hacerse a sí mismo un diálogo socrático. Por medio de preguntas varias, la paciente descubrirá que sus pensamientos negativos acerca del peso y la forma corporal son totalmente irrealistas o exagerados, y que deberá modificarlos.

Para facilitarle el proceso de identificación de pensamientos y, así, poder tener la oportunidad de trabajarlos, el psicoterapeuta puede proponer diferentes experimentos conductuales o mandar tareas para casa como mirarse al espejo, vestir ropa ceñida, dibujar en un papel la silueta que cree tener y compararla con la que realmente tiene...

A partir de estas tareas, la paciente deberá anotar lo que le pasa por su cabeza, para llevarlo a la sesión con el psicólogo y analizar su veracidad, coherencia y la conveniencia de pensar así.

Etapa 3

La tercera y última fase de la terapia de Fairburn se realiza en 3 sesiones de forma quincenal. Este último tramo de la intervención se centra en el objetivo de prevenir las recaídas.

Es esperable que, al final del tratamiento, las pacientes se encuentren mucho mejor, aunque la mayoría todavía arrastra algún síntoma cognitivo. En este sentido, se entrena a la paciente a diferenciar las caídas y las recaídas.

Podemos definir a una caída como un pequeño tropiezo o desliz en el camino de la recuperación y superación del trastorno. Son incidentes que forman parte del proceso, y se deben ver como algo normal, algo que no lo echa al traste y que, aunque se den, se debe continuar.

En cambio, una recaída implica volver al punto inicial, con seguimiento de dietas restrictivas, atracones y conductas purgativas, todo ello comportamientos que se deben controlar y evitar. Dada la gravedad que implican las recaídas, es necesario que antes de que termine la terapia de Fairburn la paciente cuente con un plan estratégico personal y por escrito en el que se especifique qué es lo que hará en caso de identificar una recaída, y evitar así a que vaya a más.

En la actualidad, la terapia de Fairburn para la bulimia nerviosa es considerada uno de los tratamientos que goza de mayor apoyo empírico. Dada su gran eficacia con la bulimia, esta intervención se ha extendido a otros trastornos de la conducta alimentaria como lo es el trastorno por atracón en el que también tiene grandes resultados.