10 Ejemplos de
Autorretrato
El autorretrato es un recurso literario que consiste en la descripción que hace una persona sobre sí misma a partir de la apreciación propia. Se trata de un tipo de descripción que es subjetiva, ya que el autor selecciona y destaca los rasgos que lo definen desde un punto de vista personal y los ejemplifica en forma de narración (tanto en prosa como en poesía). Por ejemplo: Mi nombre es Rolando, tengo treinta años, soy alto y me considero una persona misericordiosa.
Existen dos tipos de autorretrato, que usualmente aparecen combinados:
- Autorretrato físico. Es aquella descripción que se enfoca en la fisonomía del autor. Por ejemplo: Tengo ojos celestes y, a pesar de que me estoy quedando calvo, tengo unos pocos cabellos de color castaño claro.
- Autorretrato moral o psíquico. Es aquella descripción que se enfoca en las características de su personalidad, sus sentimientos y su espíritu. Por ejemplo: Muchos me dicen que tengo carácter fuerte porque me enojo seguido; sin embargo, yo soy así porque me molestan las injusticias y me considero un luchador de las causas que me representan.
El autorretrato es una autodescripción que suele estar escrita en primera persona del singular (aunque hay quienes utilizan la tercera persona singular) y suele usar muchos adjetivos calificativos de personas . El autorretrato literario por excelencia es la autobiografía, en tanto abarca los aspectos de la vida del autor desde una perspectiva subjetiva y personal.
Cabe destacar que el concepto de autorretrato se puede adjudicar a distintos ámbitos además del literario, como ser la fotografía o la pintura.
- Ver además: Descripción subjetiva
Figuras retóricas presentes en el autorretrato
Dado que el autorretrato es la descripción de una persona (que coincide con el autor del texto), suele utilizar las siguientes figuras retóricas:
- Prosopografía. Es la descripción de los rasgos físicos de una persona, de su apariencia externa.
- Etopeya. Es la descripción de rasgos psicológicos y de carácter de una persona, tanto así como de sus costumbres.
- Retrato. Es la descripción combinada de los dos puntos anteriores, en la que se describen tanto las características físicas como psicológicas de la persona.
- Caricatura. Es un tipo de descripción en la que los rasgos físicos y psicológicos más destacados de la persona se presentan de forma exagerada.
¿Cómo se escribe un autorretrato?
Al escribir un autorretrato es necesario presentar la información en un cierto orden, para facilitar su lectura. Para ello, se pueden seguir el siguiente esquema:
- Introducción. Primero, hacer una presentación general (nombre, apodo, edad, etc.). Por ejemplo: Soy Martina Rivas, pero mis amigos y familiares, excepto mi mamá, me dicen “Martu”, y tengo 18 años.
- Rasgos físicos. Segundo, observar las características físicas y crear una lista de los rasgos superficiales que se destaquen más (estatura, tipo y color de pelo, aspecto de rostro, estilo de ropa). Exponerlos en forma narrativa. Por ejemplo: Soy bajita, apenas de un metro cincuenta, tengo ojos grandes de color castaño y uso gafas de color rosado. Tengo el cabello morocho rizado, es por ello que muchos admiran mi melena. Pero lo que más les gusta de mí es mi estilo: soy muy refinada al vestirme, porque suelo usar vestidos con estampados alocados, que diseño junto a mi amiga Pía.
- Rasgos psicológicos. Tercero, crear una lista de las características psicológicas (carácter, forma de actuar, de sentir, de pensar) y combinarlas en un texto, sumando adjetivos calificativos. Por ejemplo: Me considero una persona extrovertida y muy sociable (¡hablo y hablo sin parar!). Soy muy entusiasta y creativa, y genero proyectos y emprendimientos que escribo en mi diario para, cuando se presente la oportunidad, llevarlos a cabo.
- Aficiones. Cuarto, enumerar los gustos: vocación, comidas, hobbies, deportes, música. Por ejemplo: Soy una persona muy creyente… ¡en mi carta natal! Amo estudiar todo lo referente a la Astrología. Y, claro, soy de Piscis con luna en Leo. También me encanta leer Novela Policial de mediados del siglo XIX, sobre todo la ficción de Agatha Christie.
- Espacio. Por último, añadir un espacio o entorno, que brinde imágenes y sensaciones al lector. Por ejemplo: Me gusta veranear en la playa, aunque las últimas vacaciones viajé con mis tíos a la montaña. Aunque si me tienen que imaginar en un espacio donde soy mi verdadero yo, es en mi habitación, llena de posters de mi cantante favorita (Taylor Swift) y una biblioteca que va del suelo al techo. Ese es mi refugio.
Ejemplos de autorretrato literario
- Autorretrato de Miguel de Cervantes Saavedra
Este que veis aquí, de rostro aguileño, de cabello castaño, frente lisa y desembarazada, de alegres ojos y de nariz corva, aunque bien proporcionada; las barbas de plata, que no ha veinte años que fueron de oro, los bigotes grandes, la boca pequeña, los dientes ni menudos ni crecidos, porque no tiene sino seis, y esos mal acondicionados y peor puestos, porque no tienen correspondencia los unos con los otros; el cuerpo entre dos extremos, ni grande, ni pequeño, la color viva, antes blanca que morena; algo cargado de espaldas, y no muy ligero de pies; este digo que es el rostro del autor de La Galatea y de Don Quijote de la Mancha, y del que hizo el Viaje del Parnaso, a imitación del de César Caporal Perusino, y otras obras que andan por ahí descarriadas y, quizá, sin el nombre de su dueño. Llámase comúnmente Miguel de Cervantes Saavedra.
Fue soldado muchos años, y cinco y medio cautivo, donde aprendió a tener paciencia en las adversidades. Perdió en la batalla naval de Lepanto la mano izquierda de un arcabuzazo, herida que, aunque parece fea, él la tiene por hermosa, por haberla cobrado en la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros, militando debajo de las vencedoras banderas del hijo del rayo de la guerra, Carlo Quinto, de felice memoria.
- Autorretrato de Guillermo de Torre (fragmento)
Pero cómo soy yo?
Ved los cuadros amicales
Gallien me cree un Pierrot
Barradas una figura de dos dimensiones
Delaunay me pulveriza en colores
Vázquez Díaz halla el reverso pensativo de mi medalla
Y Norah profundiza en el boj
las líneas de mi sonrisa apasionada
Todo yo superpuesto
a un paisaje de feria urbana
Constelación de leit-motivs
en el zodíaco de mi adolescencia
La Girándula
La Hélice
Y el Vértice
Circuito de mis evoluciones:
Del barroquismo a lo jovial
Un síncope de esdrújulos
acelera mi vida mental
Un silbido de locomotoras
y un perfume transoceánico
me echan al cuello sus brazos
La pleamar sube hasta mi espejo
Quisiera estrenar la vida cotidianamente
practicar el simultaneísmo estético-accional
y oprimir todas las mañanas
el resorte de horizontes dispares
Amo la bodeleriana soledad poblada
y la elegancia siempre fresca en el ojal
Tras el intermedio cómico
y el tacteo preliminar:
Construcción noviestructural
Un viento de estrellas
mueve mi corbata y mi nostalgia
(En los entreactos
con un gesto burlesco
de jugador experto
arrojo sobre los acéfalos
el cubilete de mi léxico)
Mi mejor amigo el espejo
Una meta siempre en la altura
Y un amor pluricorde
de la mujer tangencial
Iconografía provisional?
- Autorretrato de Manuel Machado
Esta es mi cara y esta es mi alma: leed.
Unos ojos de hastío y una boca de sed…
Lo demás, nada… Vida… Cosas… Lo que se sabe…
Calaveradas, amoríos… Nada grave,
Un poco de locura, un algo de poesía,
una gota del vino de la melancolía…
¿Vicios? Todos. Ninguno… Jugador, no lo he sido;
ni gozo lo ganado, ni siento lo perdido.
Bebo, por no negar mi tierra de Sevilla,
media docena de cañas de manzanilla.
Las mujeres… —sin ser un tenorio, ¡eso no!—,
tengo una que me quiere y otra a quien quiero yo.
Me acuso de no amar sino muy vagamente
una porción de cosas que encantan a la gente…
La agilidad, el tino, la gracia, la destreza,
más que la voluntad, la fuerza, la grandeza…
Mi elegancia es buscada, rebuscada. Prefiero,
a olor helénico y puro, lo “chic” y lo torero.
Un destello de sol y una risa oportuna
amo más que las languideces de la luna.
Medio gitano y medio parisién -dice el vulgo-,
con Montmartre y con la Macarena comulgo…
Y antes que un tal poeta, mi deseo primero
hubiera sido ser un buen banderillero.
Es tarde… Voy deprisa por la vida. Y mi risa
es alegre, aunque no niego que llevo prisa.
- Autorretrato de Pablo Neruda
Por mi parte soy o creo ser duro de nariz,
mínimo de ojos, escaso de pelos en la cabeza,
creciente de abdomen, largo de piernas,
ancho de suelas, amarillo de tez,
generoso de amores, imposible de cálculos,
confuso de palabras, tierno de manos,
lento de andar, inoxidable de corazón,
aficionado a las estrellas, mareas, maremotos,
admirador de escarabajos, caminante de arenas,
torpe de instituciones, chileno a perpetuidad,
amigo de mis amigos, mudo de enemigos,
entrometido entre pájaros, maleducado en casa,
tímido en los salones, arrepentido sin objeto,
horrendo administrador, navegante de boca
y yerbatero de la tinta, discreto entre los animales,
afortunado de nubarrones, investigador de mercados,
oscuro en las bibliotecas, melancólico en las cordilleras,
incansable en los bosques, lentísimo de contestaciones,
ocurrente años después, vulgar durante todo el año,
resplandeciente con mi cuaderno, monumental de apetito,
tigre para dormir, sosegado en la alegría,
inspector del cielo nocturno, trabajador invisible,
desordenado, persistente, valiente por necesidad,
cobarde sin pecado, soñoliento de vocación,
amable de mujeres, activo por padecimiento,
poeta por maldición y tonto de capirote.
- Autorretrato “Breve descripción de mi persona”, de Cuarteto de Nos
Mido un metro ochenta y uno
Tengo un sillón azul
En mi cuarto hay un baúl
Y me gusta el almendrado
Me despierto alunado
Mi madre es medio terca
Aunque nunca estuve preso, anduve cerca.
Soy de Aries, pelo castaño
Algo tacaño y no colecciono nada
Guardo la ropa ordenada
Me aburro en nochebuena
Si estornudo no hago ruido
Y no hablo con la boca llena.
Puedo decir que soy de pocos amigos
Pero de mis enemigos, no sé cuántos cosecho
Tengo el ojo derecho desviado
Dicen que soy bueno, aunque no sea bautizado.
- Autorretrato en Poemas y antipoemas, de Nicanor Parra
Considerad, muchachos,
Este gabán de fraile mendicante:
Soy profesor en un liceo obscuro,
He perdido la voz haciendo clases.
(Después de todo o nada
Hago cuarenta horas semanales).
¿Qué les dice mi cara abofeteada?
¡Verdad que inspira lástima mirarme!
Y qué les sugieren estos zapatos de cura
Que envejecieron sin arte ni parte.
En materia de ojos, a tres metros
No reconozco ni a mi propia madre.
¿Qué me sucede? -¡Nada!
Me los he arruinado haciendo clases:
La mala luz, el sol,
La venenosa luna miserable.
Y todo ¡para qué!
Para ganar un pan imperdonable
Duro como la cara del burgués
Y con olor y con sabor a sangre.
¡Para qué hemos nacido como hombres
Si nos dan una muerte de animales!
- Autorretrato «El liberal» de Antonio Machado
Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierra de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.
Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido
—ya conocéis mi torpe aliño indumentario—,
mas recibí la flecha que me asignó Cupido,
y amé cuanto ellas pueden tener de hospitalario.
Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.
Adoro la hermosura, y en la moderna estética
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no amo los afeites de la actual cosmética,
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.
Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.
¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
mi verso, como deja el capitán su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada.
Converso con el hombre que siempre va conmigo
—quien habla solo espera hablar a Dios un día—;
mi soliloquio es plática con este buen amigo
que me enseñó el secreto de la filantropía.
Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.
Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.
- Autorretrato en Cantos de vida y esperanza, de Rubén Darío (fragmento)
Yo soy aquel que ayer no más decía
el verso azul y la canción profana,
en cuya noche un ruiseñor había
que era alondra de luz por la mañana.
El dueño fui de mi jardín de sueño,
lleno de rosas y de cisnes vagos;
el dueño de las tórtolas, el dueño
de góndolas y liras en los lagos;
y muy siglo diez y ocho y muy antiguo
y muy moderno; audaz, cosmopolita;
con Hugo fuerte y con Verlaine ambiguo,
y una sed de ilusiones infinita.
Yo supe de dolor desde mi infancia,
mi juventud…. ¿fue juventud la mía?
Sus rosas aún me dejan su fragancia…
una fragancia de melancolía…
Potro sin freno se lanzó mi instinto,
mi juventud montó potro sin freno;
iba embriagada y con puñal al cinto;
si no cayó, fue porque Dios es bueno.
En mi jardín se vio una estatua bella;
se juzgó mármol y era carne viva;
una alma joven habitaba en ella,
sentimental, sensible, sensitiva.
Y tímida ante el mundo, de manera
que encerrada en silencio no salía,
sino cuando en la dulce primavera
era la hora de la melodía (…).
- Autorretrato Una palabra tuya de Elvira Lindo
No me gusta ni mi cara ni mi nombre. Bueno las dos cosas han acabado siendo la misma. Es como si me encontrara feliz dentro de este nombre pero sospechara que la vida me arrojó a él, me hizo a él y ya no hay otro que pueda definirme como soy. Y ya no hay escapatoria. Digo Rosario y estoy viendo la imagen que cada noche se refleja en el espejo, la nariz grande, los ojos también grandes pero tristes, la boca bien dibujada pero demasiado fina. Digo Rosario y ahí está toda mi historia contenida, porque la cara no me ha cambiado desde que era pequeña, desde que era niña con nombre de adulta y con un gesto grave.
- Autorretrato de Gabriel García Márquez
Apenas si podía mantenerme en pie agarrado a los barrotes de la cuna, tan pequeña y frágil como la canastilla de Moisés. Esto ha sido motivo frecuente de discusión y burlas de parientes y amigos, a quienes mi angustia de aquel día les parece demasiado racional para una edad tan temprana. Y más aún cuando he insistido en que el motivo de mi ansiedad no era el asco de mis propias miserias, sino el temor de que se me ensuciara el mameluco nuevo […] y por la forma como perdura en mi memoria creo que fue mi primera vivencia de escritor.
Ejercicio interactivo para practicar
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