Economía del Imperio bizantino
La economía del Imperio bizantino (siglos IV – XV) fue uno de los pilares de su expansión. Basada en el comercio y la interconexión entre sus dominios por vía marítima, supuso un elemento de unión e intercambio de productos.
Entre los siglos IV y XV d.c, la economía del Imperio bizantino se erigió como un poderoso sistema basado en el dominio marítimo en el Mar Mediterráneo. Además, gracias a su localización geográfica, facilitaba la conexión entre los pueblos de Asia y Europa.
Para poder realizar dicho control, el Imperio romano de oriente proveía de gran cantidad de barcos. Esta gran flota tenía un destacado peso a nivel tanto militar como logístico. Además de ello, conseguía conectar la capital Constantinopla con los principales puertos ubicados a lo largo y ancho del mar, uniendo posiciones tanto en Hispania como el norte de África.
Dicha expansión territorial permitía a los diferentes puntos del Imperio oriental establecer importantes rutas de comercio y distribución. Como resultado, el Imperio ganó en diversidad y heterogeneidad en lo referente a productos comercializados.
En ese sentido, se dice que la economía bizantina era la dominante en su marco histórico. Su capacidad de interconexión territorial y la variedad de los productos comercializados la colocó como un motor de avance social, político y económico.
Vocación de la economía del Imperio bizantino
El Imperio romano de occidente basó su propia existencia en el constante crecimiento y el dominio de nuevos territorios. Es decir, al priorizar su expansión, precisaba de elementos de financiación y una fuerte estructura económica que lo pudiera costear.
Los dirigentes bizantinos –con especial relevancia del emperador Justiniano– pretendían alcanzar la antigua gloria de Roma y reunir sus antiguas conquistas. Por ello –y con una marcada vocación intervencionista– acometieron importantes misiones militares y de reconquista en distintos puntos del Mar Mediterráneo.
Otro de los puntos clave del sistema económico planteado durante el Imperio romano de oriente fue la apuesta por el abastecimiento de los grandes núcleos de población. A consecuencia de ello, se originaron nuevas infraestructuras para la logística, la distribución de alimentos y nuevas condiciones de salubridad e higiene en las ciudades.
Pilares de la economía del Imperio bizantino
Destacando la importancia del comercio textil y la agricultura, el sistema económico de los bizantinos tenía en cuenta su gran extensión y la diversidad de sus pueblos.
Así, el Imperio romano de oriente basó su funcionamiento económico en una serie de puntos clave a destacar:
- Actividades de carácter agropecuario: La agricultura era predominantes gracias a la cantidad y diversidad de tierras pertenecientes al Imperio. Los principales productos eran los cereales y multitud de frutos.
- Incipiente poder textil: El desarrollo técnico y científico ayudó a crear una incipiente fuerza industrial. Ejemplo de ello es la evolución en el tratamiento textil y la comercialización de bienes como el algodón y la seda.
- Desarrollo de la artesanía: En los grandes núcleos de población se crearon talleres y pequeños productores. Compartían sus productos en mercados y grandes bazares.
- Control del Mar Mediterráneo: Traducible en una destacada red de mercados de intercambio cultural y de productos diversos.
- Predominancia del latifundio: El concepto de propiedad de las tierras bizantinas pasaba por el modelo de latifundios. Es decir, unos pocos propietarios de grandes extensiones de terreno.
- Destacada presión fiscal: En aquellos puntos de dominio bizantino existió un importante peso tributario. El destino de los impuestos era la financiación del ejército y la acometida de nuevas empresas de conquista.