Latifundio

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El latifundio es, en general, una explotación agraria de gran extensión. Sin embargo, no existe una dimensión mínima exigida (y universalmente aceptada) para determinar que un terreno pertenece a esta categoría.

En otras palabras, un latifundio es una amplia porción de tierra donde se desarrollan actividades agropecuarias. Así, los criterios para definir a detalle este concepto varían según el país y la cultura.

Etimológicamente, latifundio proviene de ‘latus’, que significa alta extensión, y ‘fundus’ que quiere decir base o raíz de algo. Este último término también da origen a la palabra fondos, utilizada en el mundo financiero con conceptos como los fondos de inversión.

A pesar de lo comentado en la definición del concepto, hay países que establecen que un latifundio lo es a partir de una extensión de 100 hectáreas.

Características de los latifundios

Entre las características de los latifundios destacan:

  • No necesariamente pertenecen a una sola persona. Puede tratarse de un grupo de fincas, por ejemplo, agrupadas en una cooperativa o asociación de productores. Por esa razón, un latifundio es una explotación, pero no siempre una propiedad agrícola.
  • Al propietario del latifundio se le conoce como latifundista.
  • El término suele utilizarse con una carga negativa porque se asocia a la explotación de trabajadores campesinos por parte del latifundista.
  • Lo contrario de un latifundio es un minifundio.
  • Usualmente se atribuye a los latifundios un baja productividad y el uso de mano de obra precaria, es decir, con una baja remuneración y calidad de vida.
  • Al igual que en el punto anterior, se asocia el latifundio al uso de tecnología poco productiva. Es decir, se relaciona con técnicas de explotación y/o recolección rudimentarias.
  • El latifundio, aunque suele vincularse más a la propiedad de una élite de agentes privados, también puede pertenecer al Estado.

Origen del latifundio

El término latifundio tiene sus orígenes en la época del Imperio Romano, cuando se diferenciaba a los ciudadanos entre los ‘proletarii’, que significa «los que solo tienen hijos” (pero no terrenos), y a los poseedores de tierras.

Posteriormente, en la Edad Media tomaron relevancia los señores feudales, que eran aristócratas con poder militar. Ellos brindaban protección a los campesinos que habitaban las parcelas de su propiedad. A cambio de dicho resguardo, los trabajadores debían entregar al latifundista una parte de los alimentos producidos.

Siglos después, los conquistadores europeos que llegaron al continente americano se repartieron las tierras invadidas. Así, se convirtieron en latifundistas.

El tiempo pasó y, aunque con la Primera Revolución Industrial la actividad rural fue perdiendo relevancia, siguieron existiendo las grandes extensiones de tierras explotadas por terratenientes. Así, en dichas unidades productivas, persistió la desigualdad entre empleadores y trabajadores.

En ese contexto, a mediados del siglo XX, se desataron revoluciones campesinas en América Latina. Por ejemplo, en la década de 1970, en Perú se dio la Reforma Agraria. Esto significó la expropiación de la tierras, por parte del Estado, para entregarlas a los agricultores que las trabajaban.