Definición de proselitismo
El diccionario de la Real Academia Española (RAE) define el proselitismo como la intención de sumar prosélitos. Un prosélito, por su parte, es un sujeto que se incorpora a una cierta agrupación o parcialidad.
El proselitismo, por lo tanto, es el conjunto de actividades que una organización o una persona lleva adelante con el objetivo de ganar adeptos para su causa. El uso más habitual del concepto aparece en el ámbito de la política.
Todos los candidatos que aspiran a ser elegidos por el pueblo para acceder a un cargo público realizan proselitismo. Las campañas políticas que se desarrollan antes de una elección, de hecho, constituyen actos de proselitismo.
El candidato podrá recorrer los barrios para conversar con la gente, grabar publicidades para radio y televisión, posar para afiches que se pegan en la vía pública y participar en debates con otros políticos, por ejemplo, con la finalidad de mostrar sus propuestas y de convencer a la gente de la conveniencia de votarlo.
Uno de los clichés del proselitismo es tomarse fotos sosteniendo niños en brazos y besándolos durante la campaña. Con este tipo de acciones, los candidatos buscan mostrarse cercanos al pueblo y hacer gala de su sensibilidad.
Si bien la palabra proselitismo no acarrea en sí mismo ninguna connotación negativa, en el caso de las acciones de los políticos para convencer a los votantes de escoger su partido muchos la utilizan con un tono ciertamente despectivo y descalificativo. Esto se debe a que lo más usual es que, a lo largo de una campaña política, los candidatos intenten engañar al pueblo para conseguir más votos, decirles lo que quieren oír, prometerles aquellas reformas que vienen persiguiendo desde hace mucho aunque no piensen llevarlas acabo una vez en el poder.
Lejos se encuentra tal estrategia del trabajo duro y constante que debería caracterizar el proselitismo en su búsqueda de personas que se interesen por una causa. Claro está que todo esfuerzo por llamar la atención de los demás puede ser tomado como un acto de manipulación, que impide el descubrimiento espontáneo y las decisiones libres de influencias externas. La línea entre la demagogia y la divulgación legítima de una idea o de una serie de principios es tan delgada que muchas veces resulta difícil entender ante cuál de las dos caras de la moneda nos encontramos.
Como si dicha ambigüedad no fuera suficiente para poner en duda cualquier manifestación de proselitismo, los gustos y las ideas de cada persona juegan un papel innegable a la hora de juzgar las actitudes de quienes profesan sus convicciones públicamente. En otras palabras, sucede a menudo que la misma escena es calificada por un grupo como un acto legítimo y por otro, como pura demagogia. La forma de ser y pensar de cada ser humano puede ser tan diferente, tan particular, que es prácticamente imposible obtener una opinión unánime por parte de un grupo de personas.
El proselitismo también aparece en la religión. Muchas colectividades religiosas tienen como premisa la conversión de las personas a su doctrina, bajo la creencia de que su fe es aquella que respeta los mandatos de Dios. La evangelización es un ejemplo de proselitismo desarrollado por la Iglesia católica desde la Antigüedad, que consiste en difundir la palabra de Dios para convertir a los no creyentes o a los adherentes a otras religiones.
Cabe mencionar que las autoridades de la Iglesia católica no están de acuerdo con el hecho de que la evangelización se considere una forma de proselitismo; el Papa Francisco Bergoglio señaló en una ocasión que no se trata de una serie de acciones que buscan confundir y convencer a los no creyentes de unirse a su religión, sino de atraer con el propio testimonio a los que se han alejado.