Definición de prebiótico
El adjetivo prebiótico se emplea para aludir a aquello que resulta previo al desarrollo de la vida en el planeta Tierra. Más allá de esta definición dada por la Real Academia Española (RAE), la idea de prebiótico suele utilizarse en el terreno de la alimentación.
Se entiende por prebiótico, en este marco, a un tipo de fibra alimentaria que ayuda a incrementar la cantidad de bacterias beneficiosas en el intestino. Se trata de un sustrato que ciertos microorganismos presentes en el organismo aprovechan y así luego contribuyen a producir un beneficio en la salud de la persona.
Es importante recordar que al conjunto de las bacterias que habitan en el intestino se lo denomina flora intestinal. La mayoría de los integrantes de este grupo cumplen con funciones positivas para el ser humano, colaborando con la absorción de los nutrientes, por ejemplo.
Los prebióticos son sustancias que favorecen el desarrollo de estas bacterias. Los galactooligosacáridos, los fructooligosacáridos y la inulina, entre otros, no son absorbidos por el intestino y resisten la acidez gástrica, permitiendo la estimulación selectiva de ciertas cepas de bacterias que son buenas para mantener un estado saludable.
Puede decirse que los alimentos prebióticos son fertilizantes que hacen que aquellas bacterias saludables crezcan y se multipliquen en el intestino. Como el cuerpo no los digiere, pasan por el aparato digestivo convirtiéndose en alimento de los microbios.
Los espárragos, la cebolla, el puerro, el ajo, la avena, el trigo, la soga y las bananas (plátanos) son algunos de los alimentos que contienen prebióticos. Por eso, en general, deben formar parte de la dieta. De todos modos, un nutricionista es quien tiene que indicar cuál es el mejor tipo de alimentación según las características particulares e individuales.
A grandes rasgos, podemos decir que una dieta rica en tubérculos, frutas y hortalizas es el mejor camino para aumentar la presencia de prebióticos en nuestra alimentación. Por diferentes razones, tanto culturales como individuales, por gusto o por problemas específicos de salud, no todas las personas pueden comer cualquier producto, razón por la cual a veces es necesario consultar con un especialista, como se menciona anteriormente.
Dos de los productos más recomendados para incluir prebióticos son la zanahoria y la manzana. Las dos tienen un alto contenido en pectina, una fibra alabada por su capacidad de fermentación y por sus efectos positivos en la diversidad de microbios. Se recomienda cocerlas y comerlas con piel para obtener la mayor cantidad de beneficios.
Entre los tubérculos destacan el boniato y la patata, aunque hayan sido dos de los grandes enemigos de las dietas de adelgazamiento durante mucho tiempo por contener hidratos de carbono de absorción rápida en grandes cantidades. Con un punto de vista diferente, podemos aprovechar esta propiedad para alimentar las bacterias beneficiosas de nuestro organismo.
Otros alimentos menos populares son los espárragos, los puerros, las alcachofas y las cebollas, todos ricos en una fibra muy beneficiosa llamada fructano. A diferencia de la manzana y la zanahoria, cocerlos demasiado puede reducir sus efectos.
Llegado este punto, podemos elaborar un resumen de los beneficios fundamentales que nos aportan los prebióticos para mantener nuestra salud general:
* estimulan nuestro sistema inmune, una acción cuyos efectos son incalculables ya que, en pocas palabras, nos vuelven «más fuertes» para hacer frente a un sinfín de enfermedades, tanto existentes como futuras;
* colaboran con el crecimiento de ciertas bacterias de la microbiota intestinal (todos los microorganismos que hay en el intestino) que nos pueden beneficiar;
* promueven la absorción del magnesio y del calcio, entre otros minerales esenciales para el correcto funcionamiento de nuestro organismo;
* participan de la síntesis de algunas vitaminas;
* son esenciales para la regularidad intestinal;
* reducen las probabilidades de sufrir enfermedad inflamatoria intestinal y cáncer de colon.