Definición de píloro
Píloro tiene su antecedente etimológico más lejano en un vocablo griego que llegó al latín como pylorus. El término permite nombrar a una hendidura que se halla en el estómago del ser humano y de diversos animales, que posibilita el paso de la comida ingerida hacia el duodeno.
Se trata de una válvula que se abre o se cierra según se deba permitir, o no, el paso de un alimento hacia el intestino. De este modo, se evita que la comida llegue al intestino de manera prematura, permitiendo el desarrollo de la digestión.
A través de la digestión, el alimento se convierte en el bolo alimenticio y luego, mediante la acción de los jugos gástricos, se transforma en una sustancia conocida como quimo. Es en esa etapa cuando se produce la apertura del píloro, lo que posibilita que el quimo ingrese al intestino y siga avanzando el proceso digestivo.
Existen diversas complicaciones que pueden afectar al píloro. La estenosis pilórica, que también puede denominarse hipertrofia congénita del píloro, es un trastorno hereditario que causa un ensanchamiento del píloro, generando un bloqueo que impide el paso de los alimentos desde el estómago hacia el intestino delgado, algo que debe ocurrir con facilidad en situaciones normales y organismos sanos.
Con respecto a las causas de este trastorno, si bien se cree que los factores genéticos pueden influir en alguna medida (ya que las personas con padres que hayan sufrido de hipertrofia congénita del píloro son más propensas a padecerla), se desconocen sus orígenes precisos.
Por lo general, la hipertrofia congénita del píloro aparece más frecuentemente en niños que en niñas, especialmente antes de cumplidos los 6 meses de edad, momento en el cual se suele diagnosticar. En la mayoría de los pacientes, el primer síntoma es el vómito, el cual:
* suele tener lugar después de cada comida, aunque también se da de manera menos frecuente;
* por lo general, comienza aproximadamente a las tres semanas de vida, aunque puede aparecer en cualquier punto entre una semana y cinco meses de edad;
* es fuerte (algo que se conoce como vómito explosivo;
* suele derivar en deseos de volver a comer inmediatamente después de haber ocurrido.
Además de los vómitos, la hipertrofia congénita del píloro puede presentar los siguientes síntomas, que por lo general se manifiestan una cuantas semanas después del nacimiento:
* dolor en el abdomen;
* flatulencia;
* sensación constante de apetito;
* deshidratación, condición que se vuelve más grave a causa de los vómitos;
* imposibilidad de bajar o aumentar de peso;
* movimiento ondulatorio en la zona abdominal al poco tiempo de ingerir alimentos y justo antes de que ocurran los vómitos.
Los signos de deshidratación antes mencionados pueden detectarse a través de un examen físico, en el cual también se suele observar el vientre hinchado. Durante la palpación de la zona abdominal, el médico debe notar una masa de forma similar a la de una aceituna, un claro indicio de píloro anormal. Otros exámenes que suelen realizarse en estos casos son una ecografía abdominal, una radiografía con bario (para comprobar la estrechez del píloro) y un análisis bioquímico de sangre (el cual suele revelar un desequilibrio de electrólitos).
Para tratar la hipertrofia congénita del píloro, es necesario realizar una intervención quirúrgica, que suele concretarse antes de que el niño cumpla seis meses.
La operación es sencilla: el cirujano debe acceder al píloro del bebé a través de una pequeña incisión abdominal. Una vez en contacto con el píloro, corta la capa del músculo engrosada para que el canal se dilate y la comida pueda llegar al intestino sin problemas.