Definición de lamento

Lamento, del latín lamentum, es una queja que puede incluir diversas muestras de aflicción, como gritos, suspiros o llanto. El lamento es una expresión de dolor, angustia o disconformidad. Por ejemplo: “No hay nada más triste que el lamento de una madre que ha perdido a su hijo”, “Tu lamento no me conmueve: devuélveme el dinero si no quieres problemas”, “El lamento del delantero tras desperdiciar la oportunidad de gol se escuchó en todo el estadio”.

El lamento, por lo tanto, refleja una pena o un sentimiento similar. Sus manifestaciones varían de acuerdo a la intensidad de la emoción en cuestión. Si a una persona que está por abrir una puerta, se le caen las llaves al piso y se tiene que agachar a recogerlas, puede lamentarse con un suspiro o con una expresión breve como “¡Uh!”. En este caso, el lamento es una reacción casi instintiva por una incomodidad.

Un sujeto que acaba de sufrir una tragedia (como la muerte de un ser querido en un accidente), en cambio, se lamentará de manera más evidente y extendida debido a la gravedad del hecho y a lo que éste genera en su interior. Es probable que el individuo grite, llore y tenga otras reacciones sobresaltadas.

Otra forma de entender el concepto de lamento es como una declaración o expresión verbal que incluye quejas. Si un hombre le comenta a otro que está muy cansado porque tiene mucho trabajo y no dispone de tiempo libre, su interlocutor puede responderle: “Termina con el lamento y agradece que tienes empleo”.

La cultura del lamento

En muchos países, la cultura popular suele girar en torno al lamento, como si se tratara de un acto reflejo, de la primera reacción que nos viniera a la mente ante una situación difícil de superar. Pero esta forma de encarar la vida se extiende a los problemas más simples y, a veces, se convierte en un hábito que surge incluso cuando las noticias son positivas, simplemente porque la gente se olvida de sonreír, de mirar hacia adelante.

La cultura del lamento es mucho más que simplemente quejarse de los problemas; es no hacer nada por resolverlos, esperar a que vengan otras personas y se encarguen, o bien autoconvencerse e intentar convencer a los demás de que no hay una salida posible. Esto, que en tantas partes del mundo es el aire que se respira a diario en las calles de los barrios más trabajadores, supone un gasto de energía muy alto, que acaba por bloquear los deseos de salir del pozo y nos acostumbra a vivir entre obstáculos, a acomodarnos.

El lamento como sinónimo de queja se encuentra en una delgada línea entre advertir los problemas y dejarse inhibir por ellos, por lo cual es muy importante aprender a evitarlo siempre que sea posible, canalizando las energías de forma productiva, para ejercitar nuestra capacidad de sobreponernos a los obstáculos en lugar de dejarnos avasallar por ellos.

¿Cómo se consigue cambiar el lamento por una acción constructiva? De la misma forma que cuando decidimos cuidar nuestra alimentación para perder peso aprendemos a comer lo justo y necesario y a evitar ciertos productos, ante las malas noticias podemos escoger ponernos a pensar inmediatamente en qué hacer para superarlas, usando las energías que, en otro momento, habríamos usado para quejarnos.

Lejos de ser un rasgo de la personalidad de cierta gente, el lamento llevado al extremo puede convertirse en la razón que nos impida alcanzar nuestros objetivos, o bien que nos haga olvidarlos por completo. Si no encontramos la forma de salir adelante por nuestra cuenta, entonces siempre podemos mirar a nuestro alrededor y dejarnos inspirar por aquellas personas que parecen tener una capacidad natural para reaccionar de forma productiva ante los problemas.

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