Definición de contractura
El vocablo latino contrahĕre, traducible como “contraer”, derivó en contractūra, que llegó a nuestro idioma como contractura. Así se denomina a la contracción prolongada, que se produce involuntariamente, de uno o de varios músculos.
Las contracturas se diferencian de los calambres por su duración y su intensidad: mientras que las contracturas son muy dolorosas y pueden extenderse varias semanas, los calambres provocan menos dolor y finalizan más rápido. Además los calambres pueden aliviarse en el momento con masajes o ejercicios de alargamiento.
Estos espasmos y contracciones se producen por la pérdida de las sales minerales y los líquidos del organismo o por una oxigenación deficiente. Dichos trastornos, a su vez, se pueden generar por un movimiento brusco, esfuerzos intensos o bajas temperaturas. Cuando aparece la contractura, el músculo se hincha o endurece.
Una mala postura corporal, la tensión nerviosa y hasta un problema psicológico también pueden provocar una contractura. El tratamiento puede desarrollarse mediante fármacos antiespasmódicos y antiinflamatorios.
Para prevenir los problemas musculares, se recomienda realizar el estiramiento y el calentamiento de los músculos antes de llevar a cabo una actividad física e ingerir bebidas isotónicas durante y después del ejercicio. También se sugiere aumentar el consumo de alimentos ricos en potasio, como el tomate o la banana (plátano).
Por lo general las contracturas no necesitan de asistencia médica. De todos modos, si el dolor es muy intenso, se puede acudir a un médico para que indique un tratamiento o para que identifique la causa exacta de la contracción muscular, que puede llegar a vincularse a la irritación de un nervio.
En la mayoría de los casos, por lo tanto, el tratamiento que seguimos para aliviar una contractura es casero, y se basa en consejos que se van pasando a través de la experiencia. Uno de los más comunes consiste en darse un baño aromático, ideal para calmar el dolor. Para ello es necesario un cuarto kilo de sales de Epsom y cinco gotas de cada una de los siguientes aceites esenciales: mejorana, lavanda y romero.
Para obtener los mejores resultados posibles, se recomienda mezclar las sales con los aceites esenciales antes de echar la mezcla en la bañera. La sal gruesa es también ideal para preparar un baño terapéutico para tratar las contracturas. En este caso también se pueden agregar aceites esenciales, incluyendo la verbena. Una variante de este baño puede hacerse simplemente agregando dos vasos de vinagre en agua caliente, y luego sumergirnos durante un mínimo de diez minutos, hasta sentir que los músculos se hayan relajado.
Si preferimos un ungüento, entonces podemos preparar una infusión de romero o de tomillo, dejarla reposar durante unos minutos, colarla y finalmente mezclarla con arcilla roja o verde hasta conseguir una densidad comparable con la de una crema. Se debe aplicar sobre la zona afectada mientras todavía se encuentra tibia y dejarla aproximadamente veinte minutos para que actúe.
Entre las muchas recetas provenientes de los países orientales destaca una receta a base de raíces de jengibre y hojas de col, las cuales se deben asar durante una hora, cortarlas en rodajas y aplicarlas sobre la parte contracturada. Si es necesario, podemos sujetarlas con una gasa. Así como el remedio anterior, el tiempo recomendado es de veinte minutos, aunque el punto en el cual debemos retirar las verduras es cuando se hayan enfriado.
El ejercicio físico también es muy recomendable para tratar las contracturas, aunque debe hacerse con precaución y conocimientos técnicos para evitar que la situación empeore. Los estiramientos son esenciales antes y después de cualquier sesión de deporte o práctica física, para ayudar al cuerpo a hacer la transición desde y hacia la inactividad.