Definición de bárbaro

El término bárbaro proviene del latín barbarus que, a su vez, deriva de un vocablo griego que significa “extranjero”. Se conoce como bárbaro al sujeto que vivió en algunas de las poblaciones que, a partir del siglo V, atacaron al Imperio romano.

Bárbaro también permite nombrar a todo aquel o aquello que tuvo que ver con estas poblaciones, que podían dividirse en las de raza blanca eslava, las de raza blanca no eslava y las de raza amarilla. Los hunos, los germanos y los galos fueron algunos de los principales pueblos bárbaros.

Las invasiones bárbaras fueron parte de un proceso migratorio que se desarrolló desde el siglo III hasta el siglo VIII en diversas regiones europeas. Dichas migraciones son señaladas por los expertos como el eslabón entre la Historia Antigua y el periodo denominado como Edad Media.

Al principio (período helenístico), el término no tenía un sentido peyorativo sino tan sólo de distinción; posteriormente (período medieval), adquirió una connotación negativa que hacía referencia a la falta de educación y a costumbres poco refinadas. Así el concepto ligó a estos pueblos a actitudes de crueldad, tosquedad y violencia.

Si bien el comportamiento de estos pueblos puede encuadrarse en esta descripción, el resto de los pueblos no obraba de forma menos violenta, aunque puede que más ordenada. De todas formas, todos estos preconceptos llevaron a que se creara el adjetivo bárbaro para hacer alusión a aquellas personas que se comportan con vulgaridad.

En un sentido casi contrario, bárbaro es aquello extraordinario, fuera de lo común, positivo o muy bueno: “En una actuación bárbara, Argentina derrotó tres a cero a Brasil”, “Mi profesor estuvo bárbaro con su explicación sobre la Segunda Guerra Mundial”, “El tío se emborrachó e hizo un lío bárbaro”.

Civilización y barbarie

Bajo este título se comprende la conquista española de las poblaciones y territorios indígenas, uno de los temas más controversiales de la historia de América Latina. En este trozo de la historia se establecieron dos figuras contrapuestas: la del civilizado y la del bárbaro. La primera, representada por los conquistadores, que poseían una forma de vida considerada más correcta o estilizada, y la segunda, por los nativos, quienes llevaban una vida más natural, aferrada a una cultura basada en tradiciones y una relación de igualdad con el resto de la naturaleza.

Sarmiento, al que muchos alaban, fue propulsor de la conquista del desierto, cuyo objetivo era eliminar a los indígenas de su territorio para repoblarlo con personas criollas (nacidas de la cruza entre españoles y nativos, pertenecientes a la civilización). Dicha conquista consistió en una sangrienta guerra sin precedentes, cuatrocientos años después de la primera llegada de los españoles a América Latina.

Este hombre aseguraba que las duras condiciones de vida en las zonas rurales exigía que los pueblos tuvieran que asemejarse más a los animales, creando estilos de vida rústicos donde lo político y lo educativo no tenían cabida. Por eso creía necesario conquistar esas tierras, llevar la industria y los medios de transporte para conseguir formar un Estado donde todas las personas se encontraran reunidas. Lamentablemente, esa idea de unificación no era altruista, sino que buscaba eliminar y repoblar, crear un Estado casi monárquico donde la libertad fuese un bien y no un derecho.

Las ideas planteadas por Sarmiento aún tienen vigencia en nuestras sociedades, donde los inmigrantes reciben un trato diferente dependiendo de su país de origen; el término de barbarie se encuentra tan arraigado en la vida social, que lleva a ubicar a ciertas culturas sobre otras jerárquicamente, sin asumir sus diferencias como aspectos que puedan enriquecerlas mutuamente. Tal es así que ciertas personas provenientes de países de bajo poder adquisitivo, son vistos como seres inferiores y condenados a realizar labores en condiciones poco propicias, mientras que otros son tratados como «señores» tan sólo por el color de su pasaporte.

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