Definición de anegamiento
Se conoce como anegamiento al acto y el resultado de anegarse o anegar. Este verbo, por su parte, alude a rellenar, tapar o colmar con agua. Un anegamiento, por lo tanto, es una inundación.
El concepto suele emplearse con referencia a lo que sucede cuando un cuerpo de agua inunda un lugar e impide o dificulta acceder a éste. Supongamos que, en un pueblo, llueve de manera intensa durante tres jornadas consecutivas. Estas precipitaciones hacen que un río que atraviesa la localidad se desborde, generando un anegamiento. La situación lleva a que la gente deba abandonar temporalmente sus viviendas porque el agua cubre las calles e ingresa a las casas, poniendo en riesgo a todos los habitantes del pueblo.
El anegamiento también puede afectar a un camino: una calle, una avenida, una carretera o ruta, etc. Una calle de tierra, en el marco de un temporal, puede quedar anegada e impedir la circulación de vehículos.
No todas las ciudades están preparadas para hacer frente a un fenómeno de este tipo, ya sea por la falta de responsabilidad por parte de los gobiernos locales o bien a causa de los cambios que haya sufrido el clima a lo largo de las décadas. El anegamiento y la inundación en el ámbito urbano pueden provocar grandes pérdidas de dinero, así como en el campo, y por eso es importante contar con sistemas de desagüe capaces de despejar los caminos de la forma más eficiente posible.
Aunque en el lenguaje coloquial las nociones de anegamiento e inundación se utilizan como sinónimos, la geología distingue entre ambas ideas. Un anegamiento se produce cuando un terreno no consigue drenar el agua y la retiene. Una inundación, en cambio, se debe a un curso de agua ya existente que se desborda. El anegamiento, por otra parte, también puede producirse por una subida del agua subterránea (es decir, por un incremento del nivel freático).
Se conoce con el nombre de nivel freático al superior de un acuífero, es decir, de un conducto o una capa en la cual se aloja una masa de agua subterránea, siempre bajo la superficie terrestre. Un ejemplo preciso es la capa freática, una acumulación que se halla a poca profundidad (otros acuíferos pueden encontrarse mucho más lejos del nivel del suelo).
En un campo, el anegamiento provoca diferentes daños al suelo. Entre las consecuencias más habituales se encuentra el desarrollo de salinización y la falta de oxígeno para las raíces de las plantas.
La salinización, por su parte, es un proceso que también puede tener lugar como consecuencia de la acción del ser humano, como ocurre con algunos sistemas de riego, y consiste en la acumulación de sales solubles en agua en el suelo. También puede ocurrir tras una inundación proveniente del agua de arroyos o ríos, si el suelo es plano y de poca altitud. En este contexto, hablamos de suelo salino para hacer referencia a dicho exceso de sales solubles, o bien de suelo salino-sódico, ya que el cloruro de sodio es la sal predominante en la mayoría de los casos.
Cabe mencionar que este proceso acarrea consecuencias muy negativas para la economía basada en la agricultura, como ser la pérdida de fertilidad del suelo, una de las mayores pesadillas de quienes viven de la tierra. Si bien existen formas de detener y revertir la salinización, se trata de procedimientos muy costosos, como los lavados que consiguen la lixiviación de las sales (lixiviar consiste en disolver los componente solubles por medio del uso de un disolvente líquido).
Otra medida para combatir la salinización provocada por el anegamiento del suelo es el cambio repentino en las especies que se cultivan, comenzando a sembrar algunas que soporten la salinidad.