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Relativismo

Te explicamos qué es el relativismo, su origen y características. Además, el relativismo cognitivo, moral, cultural y lingüístico.

¿Qué es el relativismo?

En general, se llama relativismo a la consideración de que lo verdadero y lo falso, lo bueno y lo malo, y los procedimientos a través de los cuales justificamos estas categorías, dependen siempre de un conjunto de convenciones y que por lo tanto sólo pueden determinarse prestando atención a su contexto.

O sea que, según el punto de vista del relativismo, las propiedades que damos a algunas cosas o situaciones no son intrínsecas, propias y universales, sino que están determinadas por el modo en el que las abordamos, y que por ende pueden variar.

Hay quienes acusan al relativismo de proponer que todo en la vida es igualmente válido y que nada puede afirmarse porque todo “es relativo”. Esta es una acusación muy común entre los detractores de este punto de vista, que sin embargo no es exactamente lo que el relativismo propone.

En ese sentido, el relativismo y el objetivismo son posiciones contrarias en torno a la sociedad y a los aspectos humanos: el primero propone que el marco contextual determina la verdad en algunas situaciones, mientras que el segundo propone que la verdad es siempre una cosa identificable, independientemente de quién la piense o en qué situación.

El relativismo no es una doctrina única sino que existe en diversas formas dependiendo del área del saber a la que uno se refiera. Sin embargo, sus raíces provienen de la Antigüedad Griega, especialmente de la escuela de los sofistas que habitaron Atenas en el siglo V a. C., y contra los cuales escribieron muchos de los grandes filósofos griegos: Sócrates, Platón y Aristóteles.

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Características generales del relativismo

A grandes rasgos, el relativismo se caracteriza por lo siguiente:

  • Rechaza la idea de que la verdad sea una sola y sea objetiva, prefiriendo entenderla a partir de su contexto determinante. A partir de allí, cuestiona también otros conceptos metafísicos, como lo bueno y lo malo, por ejemplo.
  • No es relativismo el hecho de admitir que cada quien puede tener una opinión en torno a un asunto concreto, sino el hecho de considerar que ninguna opinión es “verdadera” en sí misma, sino que depende del contexto en que se enuncie.
  • Fundamentalmente se reconocen tres categorías dentro del relativismo: el cognitivo, el moral y el cultural.
  • Se puede ser relativista sólo en algunos aspectos de la realidad y objetivista en otros, sin que ello implique una contradicción.

Relativismo y subjetivismo

El relativismo y el subjetivismo pueden parecer modelos de pensamiento similares, dado que ambos desconfían de la existencia de una verdad objetiva y cognoscible para el ser humano.

Sin embargo, el relativismo propone que la verdad de un asunto depende de su marco contextual, tanto internos como externos al individuo. Por el contrario, el subjetivismo hace depender la verdad de la individualidad psíquica, esto es, de la constitución personal del individuo, subjetiva, o sea, a lo que el sujeto conoce y por ende puede juzgar.

Relativismo cognitivo

Se habla de relativismo cognitivo para referirnos en general a todos los sistemas posibles de pensamiento en los que no se contempla la existencia de una verdad universal, válida en todos los casos posibles, sino que la buscan en las condiciones contextuales en que aparezca.

Así, su premisa fundamental es la imposibilidad para el ser humano de formular verdades universalmente válidas, ya que cada afirmación que haga siempre dependerá de un conjunto de estructuras condicionantes.

Esta distinción es importante porque se plantea en base al conocimiento humano (lo cognitivo). Permite, por ejemplo, el desarrollo de modelos educativos que no contemplen una única manera de enseñar y de aprender, sino que fomenten el aprendizaje en sus diversas posibilidades, o sea, relativizarlo.

Relativismo moral

El relativismo moral, en cambio, no se interesa por el conocimiento humano sino por su capacidad de distinguir el bien del mal, y plantea algo semejante: que las ideas mismas de lo bueno y de lo malo, dependen del marco en el que se las inserte.

En consecuencia, no es posible pensar en términos de un bien absoluto y universal, o de un mal absoluto y universal, porque, entre otras cosas, lo que es bueno para alguien puede ser malo para otros, o puede ser malo a largo plazo, y viceversa.

El relativismo moral, sin embargo, no propone que dichas categorías sean olvidadas o superadas, sino que superemos la pretensión de hacerlas universales. Apunta a poder formular un código ético que juzgue las situaciones en su contexto.

Es así, a fin de cuentas, que la justicia puede surgir: para moverse dentro de las coordenadas generales de lo bueno y lo malo de una sociedad en una época determinada, para juzgar el contexto en que los hechos ocurrieron. Esa es la razón de que exista un relativismo moral, pero no un relativismo ético.

Relativismo cultural

También llamado “culturalismo”, el relativismo cultural niega la existencia de valores morales, éticos o sociales universales, y propone que éstos sólo pueden comprenderse dentro del encuadre que ofrece una cultura determinada. De modo que todas las culturas poseen manifestaciones igualmente válidas, cada una en su respectivo contexto.

Así, el relativismo se opone al etnocentrismo, o sea, a la consideración de que los preceptos de una cultura sean tenidos por universales y lógicamente impuestos a las demás, o que otras naciones al diferir en asuntos morales o sociales sean tenidas por bárbaras, salvajes o incluso por faltas de cultura.

Es lo que ocurría, por ejemplo, con la antropología a sus inicios, que consideraba a las culturas no industrializadas como más próximas a lo salvaje y por tanto menos elevadas moral e intelectualmente.

Relativismo lingüístico

Se llama así a un conjunto de hipótesis lingüísticas sobre el impacto de la lengua materna en la psique y en el aprendizaje, comprendida dentro de un marco cultural de referencia.

Esto significa que, según el relativismo lingüístico, dos personas dotadas de dos lenguas radicalmente distintas, conceptualizarán la realidad y pensarán, en el fondo, de maneras muy distintas entre sí, sin que ninguna pueda ser tenida por “correcta” o “verdadera”.

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Referencias