Biografías de personajes históricos

Constantino I: biografía, gobierno, guerras, muerte


Constantino I (c. 272 – 337), también conocido como el Grande, fue un emperador de Roma (306 – 337). Es famoso por haber dado rango legal a la religión cristiana dentro del Imperio romano. Así mismo, estableció la ciudad de Constantinopla, que se había llamado Bizancio hasta entonces.

Gracias a sus políticas comenzó la transición de Roma a un Imperio cristiano. Además, Constantino logró unificar bajo su mando el Imperio romano, que se hallaba dividido entre el este y oeste.

Fue proclamado emperador en Occidente tras la muerte de su padre, Constancio Cloro, en el 306. Dos años más tarde el coregente de su padre, Galerio, se reunió con los emperadores previos: Diocleciano y Maximiano, los tres decidieron anular su proclamación como césar.

En 312 derrotó a Majencio en las cercanías de la capital y, de ese modo, Constantino se hizo con el título de emperador romano. Un año después en el Imperio romano de Oriente, Licino se alzó como gobernante al derrocar a Maximino.

Licino y Constantino decidieron otorgar libertad de culto a los seguidores de Jesucristo dentro de las fronteras romanas. De ese modo comenzó a practicarse la religión sin que los que la profesaban fuesen perseguidos y castigados.

Constantino decidió que el Imperio romano debía estar gobernado por un solo brazo, el suyo. Entonces, procedió a derrotar a Licino en el 324 y logró el sueño de unidad dentro de las fronteras de Roma.

En el 325 se aprobó el Concilio de Nicea. Constantino I reconstruyó parte de la ciudad de Bizancio a la que bautizó como Constantinopla y designó como capital. El emperador falleció en el 337.

Índice del artículo

Biografía

Primeros años

Flavio Valerio Aurelio Constantino nació el 27 de febrero c. 272 en la ciudad de Naissus, actual Niš, en lo que ahora es Serbia. Era hijo de un militar llamado Flavio Valerio Constancio, no se sabe si este había contraído matrimonio con la madre de Constantino, una griega de nombre Helena.

Probablemente su padre no fue una figura constantemente presente en su crecimiento, porque este ostentaba un alto cargo: guardaespaldas del emperador Aureliano y luego césar del Imperio romano.

A pesar de que la familia paterna de Constantino era de orígenes ilirios, su padre logró conseguir el título de césar en el 293. Entonces, Constantino se mudó a la corte de Diocleciano y luego a la de Galerio.

Allí recibió su formación que abarcaba tanto el idioma latín como el griego, literatura y filosofía. No solo estaba allí con el propósito de educarse, sino de coaccionar a su padre para que se desempeñara de la mejor forma posible.

Constancio fue césar hasta 305, cuando se convirtió en augusto junto con Galerio. Se pensaba que los seleccionados serían Constantino y Majencio, el hijo de Maximiano.

Sin embargo, los antiguos césares fueron ascendidos a augustos, mientras Severus y Maximino tomaron el título de césar. En ese tiempo Constantino pudo ir al lado de Constancio en la Galia, donde se hacían los preparativos para incursiones en Britania.

Muerte de Constancio

El cargo de augusto no fue desempeñado durante mucho por Constancio, puesto que el emperador de Roma falleció al año siguiente en Eboracum, actual York. Constantino se encontraba con su padre y las legiones que los acompañaban lo proclamaron emperador.

Posteriormente, Constantino le envió un mensaje a Galerio en el que le notificaba que había sido nombrado augusto por los hombres de su ejército. Además, le solicitó que reconociera su ascensión al trono romano.

Galerio al recibir esa solicitud se sintió indignado, pues consideró que se le estaba pasando por encima a sus designios. El antiguo colega de su padre decidió concederle a Constantino el título de césar, que era subordinado a su respectivo augusto.

Sin embargo, los consejeros de Galerio le habían asegurado que si tomaba esa decisión era casi seguro que desataría una guerra.

El seleccionado por Galerio para servir como augusto fue Severo, quien previamente había sido designado césar. Así mismo, le envió a Constantino el traje púrpura, como un modo de reafirmar su autoridad.

El trato final fue aceptado por Constantino quien de ese modo supo que podría hacerse con la legitimidad de su clamor al Imperio romano.

Inicios en el gobierno

Tras comenzar a ejercer sus funciones como césar, Constantino decidió permanecer en Britania, desde donde continuó algunas obras y planes comenzados por su padre antes de morir, como la reparación de fuertes y caminos.

Luego partió a las galias, específicamente a Augusta Treverorum. Su zona de control se extendía desde las islas británicas hasta la Galia e Hispania. Fortaleció la zona de Tréveris y promovió grandes construcciones en las tierras galas.

Forjó su nombre gracias a propaganda fundada en la fama de Constancio, lo que ubicaba a Constantino como la continuación del legado familiar. Sin embargo, su buena gestión le proveyó de más motivos para ser comparado con el antiguo augusto.

Además, mostró la superioridad romana sobre las tribus germanas en diferentes oportunidades, especialmente, en las monedas cuyas leyendas alababan sus victorias sobre los Alemanni.

En Roma se sucedía uno de los eventos que haría que el Imperio cambiara definitivamente. La proclamación como augusto de Majencio, hijo de Maximiano, desató un intrincado juego político  de uniones y traiciones que renovaban el panorama rápidamente.

Rebelión de Majencio

Tras ver el éxito que había tenido Constantino y el poder que ostentaba, Majecio decidió hacer lo propio en el 306 e hizo que le proclamaran augusto en la ciudad de Roma, respaldado por su ejército, que permanecía leal a Maximiano.

Después de eso, Maximiano regresó al convulso plano político de la época y también se proclamó augusto. Ante los sucesos, Galerio decidió enviar a Severo a marchar sobre Roma para intentar retornar el orden a la ciudad y consolidar los designios que habían sido pactados previamente.

Las fuerzas de Severo contaban con una gran proporción de soldados que le eran fieles a Maximiano, puesto que habían servido bajo sus órdenes durante un largo tiempo. De ese modo desertaron altos números y el intento de retomar Roma fue frustrado.

Severo huyó a Rávena tras la derrota y allí se fortificó. Maximiano decidió hacer un acuerdo de paz con el augusto designado por Galerio y este aceptó, con lo que fue apresado y trasladado a una villa pública en condición de prisionero.

Galerio intentó una vez más hacerse con el poder en la capital del Imperio romano en el 307, pero sus planes fallaron una vez más y tuvo que volver al norte con sus tropas, cuyos números menguaron.

El pacto de Maximiano

Más tarde en el 307, Maximiano se reunió con Constantino, allí ambos lograron llegar a un acuerdo en el que se establecieron tres puntos principales. El primero era la unión familiar a través del matrimonio entre Constantino y Fausta, hija de Maximiano.

Luego, se ratificó por igual el clamor de Constantino y de Majencio al título de augusto, del mismo modo que la alianza entre Constantino y Maximiano, como antaño había existido entre este y Constancio.

Y, finalmente, Constantino debería permanecer neutral en la disputa que había con Galerio.

Al año siguiente, las desavenencias entre Maximiano y Majencio se hicieron insoportables y el padre estalló en público contra su hijo, considerando que sería apoyado por las tropas presentes que, en cambio, tomaron partido por Majencio.

En el 308 Galerio decidió que era prudente llegar a un acuerdo con Diocleciano y Maximiano, para lo que se reunieron en Carnuntum. En el acuerdo se estableció que Maximiano debía renunciar a su título de augusto.

También se planteó que Constantino debía volver a portar el título de césar que le había sido concedido por Galerio y que el oficial de confianza de este último, llamado Licino, sería nombrado augusto.

Traición de Maximiano

En el 309 Maximiano volvió a la corte de su yerno. Sin embargo, durante una ausencia de Constantino su suegro decidió traicionarlo. Declaró que Constantino había muerto y se ciñó el traje de emperador.

Maximiano no previó la fidelidad que existía entre los soldados y funcionarios de Constantino, quienes no sucumbieron ante sus ofrecimientos de riquezas y posiciones. Escapó y consiguió resguardarse en la actual ciudad de Marsella.

Cuando Constantino se enteró de esa revuelta, decidió ir tras la pista de Maximiano y la ciudad, que también le era leal, abrió sus puertas traseras al césar. Poco tiempo después Maximiano se ahorcó tras renunciar a sus títulos.

La primera versión ofrecida por Constantino no tuvo grandes detalles al respecto de la muerte de su suegro y lo mostró como un asunto familiar. Luego aclaró que tras un intento de asesinato frustrado contra Constantino, Maximiano decidió acabar con su vida.

Majencio aprovechó la oportunidad para mostrarse como un buen hijo en busca de venganza por la muerte de Maximiano, aunque las diferencias que había tenido con su padre eran públicas, al igual que la separación que existió entre ambos.

Preparaciones de guerra

En el año 310 la dinámica política tuvo grandes cambios, especialmente, porque Galerio, que era uno de los augustos más influyentes, se enfermó gravemente y luego falleció un año después. Eso sumió al Imperio en un profundo desorden por las constantes luchas de poder que comenzaron.

Antes de morir, Galerio se ocupó de dictar un decreto final desde Nicomedia: declaró que se daba fin a la persecución a los cristianos en el territorio imperial, además aprobó la tolerancia religiosa para ese grupo.

Los primeros en enfrentarse fueron Maximino y Licino, que se encontraba en Asia Menor. Luego de eso y temiendo ser atacado por Constantino, que era su rival más poderoso, Majencio fortificó el norte de Italia.

En cuanto a los cristianos en Roma, Majencio hizo un movimiento que le permitió ganar su favor: les concedió que pudiesen escoger un obispo en la capital del Imperio, que fue Eusebio. Sin embargo, su actitud abierta con la que cumplió los designios finales de Galerio no le salvó del rechazo popular.

El comercio decayó por los problemas que discurrían entre ambos augustos; eso junto al alza en los impuestos y las numerosas revueltas y saqueos en todo el reino, constituyeron verdaderos traspiés para el gobierno eficiente de Majencio.

Además, en África se levantó Domicio Alejandro, quien también se proclamó augusto en el 310.

Camino a Roma

En el año 311 Majencio decidió que la oportunidad para irse contra Constantino había llegado y usó como excusa su sed de venganza a causa de la muerte de su padre, Maximiano.

Constantino se hizo con la alianza de Licino, el otro augusto que acababa de ser humillado por Maximino. La buena fe se selló con la unión entre Constancia, la hermana de Constantino, y Licino entre el 311 y el 312.

Maximino, que para entonces era el único césar del Imperio se sintió ofendido por tal accionar de Constantino, pues pensó que su autoridad estaba siendo pisoteada al buscar primero una alianza con Licino.

Entonces, Maximino decidió pactar con Majencio a quien reconoció como legítimo gobernante y Augusto del Imperio romano.

Todo se había perfilado para el choque entre los más poderosos contendientes por la púrpura: Constantino y Majencio. Cuando supo que su oponente preparaba sus fuerzas, Constantino decidió cargar primero contra Majencio, contraviniendo a sus asesores.

En el 312 cruzó los Alpes Cotios con un ejército conformado por cerca de 40.000 hombres. La primera ciudad a la que llegaron fue Segusium, que se encontraba fortificada. El talento militar de Constantino le concedió la plaza rápidamente y su sagacidad lo impulsó a prohibir el saqueo.

Italia un campo abierto

Después de tomar Segusium los hombres de Constantino continuaron su marcha hacia la capital. Sometieron a las poblaciones que hallaron en su camino. La segunda ciudad con la que se toparon fue la actual Turín.

Allí estaban ubicadas tropas leales a Majencio quienes se proponían a mantener la ciudad leal a quien consideraban el augusto real. Constantino y sus hombres rodearon a la caballería enemiga y rápidamente tornaron el escenario en una victoria.

Entonces, la ciudad se negó a refugiar a los derrotados, mientras que recibió tanto a Constantino como a sus hombres con las puertas abiertas tras salir vencedores del campo de batalla. Fue entonces cuando otras ciudades comenzaron a enviar delegaciones para congratular su victoria.

Luego, cuando arribaron a Milán, la ciudad también los recibió como héroes, sus puertas abiertas de par en par mostraron un preludio de lo que aguardaba en Italia. Aunque sí se sucedieron otras batallas antes de que lograran entrar victoriosos a Roma.

Verona y la victoria

Verona fue el último bastión leal a Majencio en el trayecto de Constantino. Allí estaba estacionado un campamento en una buena posición defensiva.

Al ver el terreno, Constantino decidió enviar una pequeña cantidad de soldados hacia el norte. Esos hombres lograron derrotar a los enviados para acabar con ellos por Ruricio, un guardia pretoriano de Majencio.

Luego, Ruricio intentó volver acompañado de más hombres para hacer frente a Constantino. Su retorno, no solo fue un fracaso, también llevó al militar leal a Majencio a su propia muerte en el campo de batalla.

Junto con la victoria, llegó el fin de la oposición al paso de Constantino por el territorio Italiano. Aquileia, Mutina (conocida actualmente como Modena) y Rávena le dieron la bienvenida y lo aguardaron con grandes agasajos, como era propio para el emperador de los romanos.

El único punto que hacía falta para declarar la victoria de Constantino en el Imperio era la capital, Roma, en donde se hallaba apostado Majencio. El otro augusto pensó que se enfrentaría a una batalla convencional y confiaba en que podría alcanzar la victoria fácilmente.

Al dejar el resto de Italia desprotegida, Majencio únicamente logró que Constantino se hiciera con el favor del resto de la región.

Enfrentamiento contra Majencio

En Roma se prepararon para un asedio, recolectaron suficiente grano y se resguardaron dentro de las imponentes murallas de la ciudad, que consideraban impenetrables por un invasor.

Además, Majencio encargó que se cortaran los accesos a la ciudad por el Tíber, de modo que se hiciera imposible la llegada del ejército de Constantino a pie.

En el 312 una gran zozobra se cernió sobre el pueblo romano, que no sabía lo que deparaba el resultado del enfrentamiento entre los hombres más poderosos del Imperio. Majencio se preparó para el combate y se dirigió a los oráculos.

Las profecías le vaticinaron las siguientes palabras: “El enemigo de Roma morirá hoy”. Eso fue considerado por Majencio una clara señal de que no podía perder en la batalla contra Constantino y se dirigió con plena confianza al campo, que tuvo lugar en la otra orilla del Tíber.

Sus hombres tomaron posiciones de espaldas al río, entonces llegaron las tropas de Constantino que portaban el signo de Cristo en sus escudos.

En poco tiempo se supo que Constantino había vencido: su caballería rompió filas entre los hombres de Majencio y permitió la entrada de infantería. Rápidamente los antiguos ocupantes de Roma intentaron huir hacia el Tíber.

Muchos se ahogaron en las aguas del río, entre ellos estuvo Majencio, cuyo cadáver fue rescatado para luego ser decapitado. El 29 de octubre del 312 Constantino entró a Roma.

Constantino en la capital

La entrada de Constantino a Roma llevó consigo felicidad a los moradores de la ciudad y centro político del Imperio romano. Fue muy importante para su gobierno aprovechar la simpatía que había generado en los ciudadanos.

Cartago, que había continuado ofreciendo resistencia al poder de Constantino, se tornó sumisa al recibir la cabeza del antiguo augusto, Majencio.

Constantino decidió hacer sus sacrificios en el Templo de Júpiter. Luego acudió ante la Curia Julia y a estos les prometió restablecer el antiguo puesto que ostentaban sus miembros en el gobierno del Imperio.

Además, continuó incrementando el agrado entre su pueblo al perdonar a todos los que habían sido partidarios de Majencio, excepto a los militares, a quienes separó de sus cargos.

Cuando Constantino se presentó ante el Senado, dejó en claro que retornaría las propiedades confiscadas por Majencio a sus legítimos dueños y que daría libertad y perdón a todos los presos políticos que por el anterior gobernante de la ciudad habían sido perseguidos.

Eso le concedió el título de “el más grande augusto”, al tiempo que pasó a ser el primero de su nombre en todos los documentos oficiales.

Propaganda

De acuerdo con la propaganda que comenzó a difundirse en la época el Imperio romano, Majencio debía ser considerado un opresor y Constantino quedó como el liberador del yugo que se había cernido sobre Roma.

Además, inició la remodelación y mejoramiento de todas las obras públicas que habían sido erigidas en tiempos de Majencio, para de ese modo borrar de la memoria de los romanos todo indicio de que había sido un gobernante adecuado.

Alianza con Licino

En el 313 Constantino se reunió con Licino en la ciudad de Milán con la intención de sellar el pacto que se había propuesto tiempo atrás mediante el matrimonio del augusto de oriente con Constancia, hermana del emperador Constantino.

En esa misma oportunidad, ambos gobernantes promulgaron el conocido Edicto de Milán, mediante el cual se decretó la tolerancia de la religión cristiana, al igual que de otros credos, dentro del Imperio romano.

Entre lo prometido se dijo que se restablecerían las propiedades incautadas en tiempos de Diocleciano a aquellos que profesaban su devoción por las enseñanzas de Jesús.

También se repudiaron las formas usadas por los anteriores gobiernos al reprimir a los adeptos a otras religiones.

Maximino, el único césar que quedaba en el Imperio entonces, se hallaba en Armenia cuando sucedió la alianza entre Licino y Constantino. Sintió que habían pisoteado su autoridad, puesto que mientras Licino controlaba Europa del este, él dominaba Asia.

De ese modo se desató el enfrentamiento entre el césar y el augusto del Imperio romano de Oriente.

Licino contra Maximino

Cuando Maximino regresó a Siria decidió tomar 70.000 hombres y cargar contra Licino para intentar reafirmar su poder en el campo de batalla. El mal clima que enfrentó el ejército de Maximino provocó que sufriera algunas bajas, pero de cualquier modo arribó a su destino en abril del 313.

Licino por su parte se preparó para el enfrentamiento en Adrianopolis con cerca de 30.000 soldados. Se encontraron en la batalla de Tzirallum. A pesar de ser evidente la inferioridad numérica de Licino, este logró ganar el encuentro rápidamente.

Maximino logró escapar junto con varios de sus partidarios, pero los historiadores han inmortalizado la masacre que representó el encuentro de los dos emperadores para el bando del césar.

En su retirada, Maximino llegó a Nicomedia y trató de fortificarse en Cilicia. Después de eso continuó su camino hasta Tarso, donde eventualmente murió durante el mismo año 313.

Algunos han especulado que Maximino fue asesinado, mientras que otros consideraron que se suicidó debido a la humillación de su derrota.

La diarquía

Al principio, las relaciones entre Constantino y Licino habían sido cordiales, puesto que ambos necesitaban del apoyo (o neutralidad) del otro para lograr consolidar sus respectivas posiciones dentro del gobierno.

Sin embargo, al haber eliminado a los otros enemigos, ambos augustos comenzaron a sentir ansias por obtener el control absoluto de Roma. Así fue como las diferencias entre ellos comenzaron a ser cada vez más evidentes.

Licino deseaba ascender al puesto de césar en sus dominios dentro del Imperio a un hombre muy allegado a él llamado Senecio. Luego se supo que ese candidato realizó un complot con la finalidad de asesinar a Constantino.

Mientras tanto, el augusto de Roma había ascendido a dicho puesto de césar a Basiano, esposo de su prima y, además, hermano de Senecio. Licino interpretó esa acción como una afrenta, al igual que Constantino con el atentado en su contra por un hombre tan cercano a su colega.

Licino ordenó que se removieran las estatuas de Constantino de Emona. Al mismo tiempo, Constantino solicitó que se le entregara a Senecio para castigarlo por su delito.

Tiempo después, la rivalidad entre ambos no tuvo freno e intentaron resolverlas respaldados por sus respectivos ejércitos.

Lucha entre los augustos

No se sabe con precisión el año, pero alrededor de 314 al 316 se llevó a cabo la batalla de Cibalis. Constantino decretó la ascensión de Basiano a césar y solicitó la ratificación de Licino, quien se negó a dar su visto bueno.

Constantino aprovechó la situación para marchar contra Licino en una zona conocida como Cibalis, que se ubicaba dentro de la actual Croacia. La batalla fue ardua y estuvieron luchando de forma pareja durante todo el día.

Al caer la noche un movimiento de Constantino cambió el resultado de la contienda. Su caballería atacó el flanco izquierdo de las tropas de Licino, rompieron el orden dentro de las formaciones enemigas y masacraron a los partidarios del augusto de Oriente.

Con pérdidas humanas que ascendían a los 20.000 soldados, Licino huyó a Sirmio, actual Serbia, y de allí continuó a Tracia. En esa época, Licino decidió elevar a un gobernante de la zona que le prestó apoyo llamado Valerio Valente a augusto (317).

Batalla de Mardia

Constantino y Licino volvieron a verse frente a frente en la batalla de Mardia. El combate comenzó con los arqueros, de los que hicieron uso hasta que la existencia de flechas se agotó en ambas partes. Después prosiguieron a enfrentarse cuerpo a cuerpo.

Cuando el verdadero combate comenzó, quedó clara la superioridad de los hombres de Constantino. Sin embargo, Licino logró escapar una vez más, a pesar de que 5.000 hombres fueron enviados tras su pista.

Constantino pensó que su colega y enemigo se dirigiría a Bizancio y partió en esa dirección, pero Licino tomó rumbo norte y se refugió en Augusta Trajana. Quedó en una posición privilegiada, ya que desde allí pudo cortar las líneas de suministros y comunicación de Constantino.

Paz de Sérdica

Para ese momento ambos augustos habían quedado en una posición vulnerable de cara al enemigo y la solución más razonable parecía ser llegar a un acuerdo. El 1° de marzo del 317 en Sérdica Constantino y Licino se reunieron para realizar un pacto.

Los principales acuerdos que lograron fueron: que Licino reconociera a Constantino como un gobernante superior a él, aunque ambos serían nombrados cónsules del Imperio romano. Además, Licino cedió las provincias bajo su control en Europa y se contentó con conservar las asiáticas.

Valerio Valente fue depuesto y asesinado. También acordaron que tanto el hijo de Licino, Licino II, como los de Constantino, Crispo y Constantino II serían nombrados césares del Imperio romano.

Enfrentamiento final

La paz entre Constantino y Licino se mantuvo, aunque el acuerdo era frágil e inestable. El Augusto de Oriente se ocupó de problemas limítrofes con los sármatas a partir del 318.

Algunas versiones indican que a partir del 320 Licino rompió con lo prometido en el Edicto de Milán y volvió a perseguir a aquellos que profesaban la fe cristiana en el Imperio romano de Oriente, motivo por el cual Constantino comenzó a buscar un enfrentamiento con su colega.

En el 321, Constantino persiguió a un grupo de sármatas que se hallaba causando problemas en el Imperio occidental hasta Tracia, lo que se suponía fuera de su autoridad.

A pesar de que en esa oportunidad Licino se quejó, Constantino volvió a hacerlo tiempo después mientras iba tras unos godos.

La segunda queja fue más que suficiente razón, desde el punto de vista de Constantino, para marchar con 130.000 hombres hacia los dominios de Licino en Tracia, específicamente hacia la ciudad de Adrianópolis.

Batalla de Adrianópolis

Los hombres de Licino acampaban en una orilla del río Hebro, mientras que los partidarios de Constantino llegaron por la otra: Su estrategia para engañar al enemigo fue dividir a su ejército y hacer pensar que construirían un puente en determinado punto del río.

Al mismo tiempo, Constantino divisó un espacio oculto gracias a una arboleda, que fue perfecto para cruzar con parte de sus hombres. Envió adelante a una porción de los soldados mientras el grueso de su ejército permaneció frente al de Licino, separados por el Hebro.

La sorpresa fue un éxito y al caer la noche lograron convertir la escena en una indudable victoria tras la cual el resto de las tropas atravesó el río para respaldar a sus compañeros.

Licino se retiró a un punto alto, pero las fuerzas que le quedaban fueron superadas por las de Constantino que, acompañadas por el símbolo cristiano del lábaro, conseguían acrecentar su fervor y ferocidad en batalla.

Al caer la noche, a pesar de haber perdido gran parte de sus hombres, Licino logró escapar bajo el amparo de la oscuridad. Mientras los soldados de Constantino descansaron y se prepararon para continuar las hostilidades.

Batalla del Helesponto

Tras escapar, Licino se dirigió a Bizancio, pero considerando la proximidad de los hombres de Constantino, dejó la ciudad guarnecida y siguió su camino hacia el continente asiático, separado por un estrecho conocido como Helesponto o, actualmente, los Dardanelos.

Para poder controlar las comunicaciones y asegurar su posición, Licino debía poseer el control de ese estrecho. Mientras tanto, Constantino y sus hombres arribaron a Bizancio, ciudad a la que pusieron bajo asedio.

El hijo de Constantino, Crispo, fue el encargado de abrir el paso al ejército del Augusto occidental a Asia. La flota de Licino, comandada por Abanto era harto superior a la de Crispo. Se cree que la primera constaba de aproximadamente 200 embarcaciones mientras que la segunda de 80.

Gracias a la mayor movilidad en el agua, los hombres de Crispo lograron contrarrestar a los barcos de Abanto y ganaron el primer enfrentamiento, tras lo cual el partidario de Licino se retiró y consiguió refuerzos.

La nueva flota de Abanto sufrió grandes pérdidas debido a una tormenta que disminuyó sus números y le permitió a Crispo, nuevamente, salir victorioso y entregar a su padre el control de Helesponto para el paso de sus hombres.

Batalla de Crisópolis

El ejército de Licino que salió de Bizancio tras la derrota en Helesponto, se le unió en la región de Calcedonia, asistido por mercaderes visigodos liderados por Alica.

Constantino, tras la victoria de Crispo, logró pasar sin altercados por el estrecho junto con sus tropas y llegó al Bósforo, desde donde se dirigió a Calcedonia y de allí a Crisópolis, lugar del enfrentamiento final entre los augustos.

Los hombres de Constantino arribaron primero campo de batalla y, en consecuencia, tuvieron la iniciativa en los ataques.

Licino acompañado de imágenes de los dioses paganos tradicionales de Roma se encontraba de un lado, mientras que Constantino y su ejército portaban el lábaro cristiano, que a esas alturas provocaba un gran temor en el enemigo.

El ataque de Constantino fue frontal y el combate duró largo tiempo. La consecuencia del choque fue una victoria indudable para el emperador occidental y bajas en los números de Licino entre 25.000 y 30.000 hombres.

Acompañado de lo que restaba en sus filas (cerca de 30.000 hombres), Licino partió a Nicomedia y allí decidió que su única alternativa era entregarse a Constantino usando a su esposa, Constancia, como mediadora.

La vida de Licino fue perdonada brevemente y luego fue ordenada su ejecución, como posteriormente se hizo con Licino II, el hijo del antiguo augusto de Oriente.

Constantinopla

Tras eliminar a Licino en el 324, Constantino pasó a ser el único emperador de Roma, cosa que no había sucedido desde tiempos de Diocleciano.

La capital del Imperio romano se trasladó a la antigua Bizancio, que fue renombrada Constantinopla (la ciudad de Constantino). La fundación de esa ciudad se hizo el mismo año 324, pero fue dedicada el 11 de mayo del 330 con grandes celebraciones.

Constantino creyó que llevando la capital del Imperio a oriente conseguiría crear, finalmente, la integración de los dominios romanos bajo una sola cultura, además de proveerle de seguridad en cuanto al control efectivo de esa zona.

Así mismo, pensó que era propicio cultivar el cristianismo en sus tierras orientales para que todos los pobladores pudiesen considerarse iguales dentro de las fronteras romanas y acabar finalmente con el paganismo.

A la ciudad se le dieron algunas reliquias religiosas para ser exhibidas, entre otras: el arca de Moisés y la verdadera cruz en la que fue colgado Cristo. Luego se dijo que Constantino había tenido visiones de ángeles que le indicaron que Bizancio debía ser transformada en la nueva capital.

También se erigió una catedral dedicada a los apóstoles en donde previamente se hallaba el Templo de Afrodita.

A la ciudad, normalmente, se le hacía referencia como “Nueva Roma de Constantinopla”.

Años finales

Tras la victoria final, Constantino emprendió una serie de reformas. Entre los cambios más importantes estuvo el de la remoción de privilegios a los caballeros de la orden ecuestre, que se había conformado como la verdadera clase dominante sobre la aristocracia.

Otro de los eventos que marcó los días finales de Constantino I fue la ejecución de su hijo mayor, Crispo, y de Fausta, segunda esposa y madre de los otros hijos varones del emperador romano.

Los motivos no fueron aclarados, pero se cree que pudo ser la consecuencia de un ardid de Fausta.

Según algunos historiadores, la esposa del emperador se encontraba celosa del poder de su hijastro y pensó que eso podría debilitar a sus propios hijos ante Constantino de cara a la sucesión.

Por eso se insinuó a Crispo y fue rechazada, pero contó a su esposo que el joven había sido el que le propuso yacer junto a ella. Ambos murieron por órdenes de Constantino en el 326.

Otras campañas

En el 332 Constantino I se enfrentó a los godos y dos años más tarde fue contra los sármatas, que habían depuesto a sus propios líderes. Hizo que grandes cantidades de los guerreros se unieran a su propio ejército y a otros los envió a lugares remotos del Imperio como granjeros.

Gracias a esas acciones militares fue que Constantino realizó uno de sus grandes sueños, recuperar, al menos en parte, la región conocida como Dacia romana, que había sido abandonada desde hacía muchos años por los emperadores.

Constantino también había preparado cuidadosamente un conflicto con Persia para intentar conquistar aquellos territorios. Utilizó a los cristianos perseguidos por el shah como excusa de sus pretensiones bélicas.

En el 335 envió a su hijo Constancio a resguardar la frontera oriental. Al año siguiente, Narseh invadió el estado cliente de Armenia e instaló a un gobernante que le debía lealtad a los persas.

Constantino comenzó a preparar una batalla contra Persia a la que le dio las características de una cruzada: obispos y una tienda con forma de iglesia habrían de acompañar al ejército.

Aunque los persas enviaron delegaciones intentando conseguir la paz, la guerra solo fue evitada por la enfermedad de Constantino I.

Muerte

Constantino murió el 22 de mayo del 337, cerca de Nicomedia. Se piensa que su enfermedad comenzó a partir de la pascua del mismo año, tras la cual su salud decayó rápidamente, por lo que se retiró a Helenópolis para darse baños termales en la zona.

Sin embargo, al estar allí fue evidente para Constantino que su muerte era inminente, por lo que en lugar de seguir esperando un cambio en su destino, decidió volver con prisa a Constantinopla.

Comenzó a hacer la catequesis y cuando estaba cerca de Nicomedia hizo llamar a los obispos para solicitarles el bautizo. Algunos piensan que dejó ese sacramento como una de las últimas acciones de su vida para intentar que todos los pecados cometidos se purificaran.

Tras su deceso, sus restos mortales fueron trasladados a Constantinopla donde había preparado en secreto un lugar de descanso para sí mismo en la Iglesia de los Santos Apóstoles.

Fue sucedido por sus tres hijos con Fausta: Constantino II, Constancio II y Constante. Varias personas que poseían vínculos sanguíneos con el difunto emperador fueron asesinados por sus sucesores, que intentaron mantener clara la línea hereditaria.

Gobierno de Constantino I

Cumplió las promesas que había realizado al Senado cuando derrotó a Majencio en Roma. Restauró sus privilegios, que poco a poco habían sido usurpados por la clase de los caballeros que, generalmente, controlaban el poder militar.

Al mismo tiempo ascendió al rango de senador a los más altos funcionarios militares y estableció que se pudiese convertir a un individuo en miembro del Senado al escogerlo como pretor o a otro cargo cuyas funciones estuviesen en el rango senatorial.

Sin embargo, el poder efectivo solo podía ser ejercido por aquellos que poseían cierta jerarquía imperial, lo que contentó a unos y otros de los implicados en la disputa.

En la época de Constantino se hizo a un lado el argenteus puro que comenzó a ser acuñado en tiempos de Diocleciano. La moneda más popular fue el solidus, de oro. Los materiales para acuñar las monedas provenían de las cosas confiscadas a los templos paganos.

Otros

Además,  Constantino I estrechó su relación con los cristianos, quienes no solo obtuvieron la libertad de culto con el Edicto de Milán del 313, sino que también consiguieron abundantes ayudas económicas del Imperio romano.

Algunas reformas legales de gran envergadura fueron promulgadas por Constantino I, como el hecho de que los judíos no podrían circuncidar a sus esclavos, que los condenados a pena de muerte no podrían ser marcados en la cara o crucificados, pena que fue conmutada por la horca.

También dio rango legal al derecho a celebrar la pascua y se estableció desde entonces el domingo como un día de descanso general en el Imperio.

El cristianismo y Constantino I

Conversión

La conversión de Constantino a la religión cristiana no tiene un origen claro, algunos historiadores han afirmado que pudo darse por la exposición temprana al culto por parte de su madre, Helena, que era de origen griego.

Otras cuentas aseguran que se dio luego, y que aceptó a Jesús como el Mesías un tiempo antes de la batalla del puente Milvio en donde sus hombres comenzaron a llevar el emblema “Ji Ro”, que eran las iniciales griegas de Cristo.

Sin embargo, fue en el Edicto de Milán donde dejó testimonio de que sus victorias se debían a su confianza en Jesús. El emperador Constantino I realizó el bautismo pocos momentos antes de su fallecimiento.

Gobierno e iglesia

Al llegar al trono se convirtió en el patrón de la religión cristiana con sus aportes de protección legal y colaboración económica a la religión.

Proporcionó fondos, construyó iglesias, redujo los impuestos y dio acceso a mejores cargos a los que profesaban el cristianismo.

Además, restituyó las propiedades que habían sido confiscadas en tiempos previos a los seguidores de Jesucristo. Sin embargo, más de la mitad de sus funcionarios practicaban las costumbres paganas romanas, incluso, hasta el final de los días de Constantino.

Se ha dicho que la religión cristiana era la más asimilable al culto del Sol Invicto practicado por gran parte de los romanos y por eso fue la seleccionada por Constantino para consolidar su nueva visión del imperio.

En el 325 colaboró en el Primer Concilio de Nicea en el que se llegó a un conceso con respecto a los dogmas fundamentales del cristianismo. Además de eso, allí se establecieron las primeras 20 leyes canónicas.

Influencia

Constantino consiguió importantes victorias por las armas, la más grande de ellas fue el poder convertirse en el único emperador de Roma.

También triunfó contra varios pueblos bárbaros que se rebelaron como los francos y los alemanes o los visigodos y los sármatas, lo que le permitió reconquistar parte de la Dacia romana.

Estableció, gracias a sus victorias, los cimientos de la monarquía absoluta y hereditaria. Para eso fue sumamente importante el cristianismo y darle poder político a la iglesia, lo que tuvo como consecuencia ulterior la creación de conceptos como el derecho divino de un gobernante.

Constantino es considerado un santo por la iglesia ortodoxa, además de darle el rango de isapostolos, que lo iguala a los apóstoles de Cristo.

Referencias

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