Macroblastos: características e importancia científica
Los macroblastos son conocidos en botánica como ramas largas, caracterizadas por un importante crecimiento del área entrenudos, por lo cual las hojas quedan muy separadas entre sí. Estas ramas se diferencian de los braquiblastos, que son ramas cortas con escaso crecimiento entrenudos, por lo cual las hojas están muy próximas entre sí.
En biología celular, por su parte, los macroblastos, macrocitos o megaloblastos, son células nucleadas del torrente sanguíneo que derivan de una formación o maduración anormal de los eritrocitos. Y se pueden observar en patologías humanas como anemias megaloblásticas y perniciosas.
Ambos términos serán considerados en el presente artículo, donde se analizarán varios aspectos de los macroblastos tanto desde el punto de vista botánico como de la biología celular.
Índice del artículo
En las plantas, las estructuras que comúnmente llamamos ramas son consideradas por los botánicos como tallos más cortos unidos al tallo principal, de mayor longitud.
Por otra parte, el tallo es definido como un órgano de sostén, alargado, cilíndrico o subcilíndrico cuya función es dar sostén mecánico a otros órganos como son las hojas, flores y frutos.
El tallo también facilita el transporte de agua y nutrientes desde la raíz hasta dichos órganos. Del tallo principal surgirán tallos más cortos (ramas), que sostendrán mayor número de hojas, flores y frutos, y que en muchas especies serán los únicos en hacerlo
Las ramas pueden clasificarse en macroblastos y braquiblastos, que como ya se señaló, se diferencian por su crecimiento entrenudo y por la disposición de las hojas.
Los macroblastos sanguíneos o macrocitos son eritrocitos anormales. Los eritrocitos son células sanguíneas también llamadas glóbulos rojos y son las encargadas, en su madurez, del transporte de gases en los vertebrados.
En mamíferos se caracterizan por carecer de núcleo y por su forma bicóncava, con diámetros que oscilan entre los 5 y 7 micrómetros, algunas veces más. También tienen un grosor de 1 micrómetro aproximadamente.
La célula cuando es inmadura es grande, con citoplasma abundante y un gran núcleo que luego pierde junto con las mitocondrias al madurar.
Los macroblastos son las ramas largas de crecimiento ilimitado, que tienen un prolongado crecimiento entre nudos, teniendo como consecuencia hojas con largas separaciones entre sí. Surgen a partir del tallo.
Los macroblastos se forman por un desarrollo anormal de los eritrocitos y se caracterizan por ser células anómalas de gran tamaño, nucleadas y con alteraciones puntuales de la cromatina. Lo que podría interpretarse como una célula joven que no alcanzó su desarrollo normal.
Tanto macroblastos como los braquiblastos son considerados por muchos autores como tallos secundarios, ramas altas y/o ramas de segunda clase (dependiendo del taxón de la planta).
En una planta en desarrollo, el crecimiento del vástago ocurre porque el meristemo apical alarga el tallo (crecimiento primario), además de desarrollar hojas que se unirán al tronco en lugares determinados llamados nudos. Justo encima de esa unión se forma una yema axilar.
El meristemo apical inhibe el crecimiento de las yemas axilares por medio de una hormona llamada auxina. Conforme crece el tronco, el meristema apical se aleja de la yema, de esa manera disminuye la concentración de auxina y se desbloquea el crecimiento de la yema axilar.
En una primera fase se da el crecimiento apical de la yema debido a la multiplicación de células del meristema, de esta forma se desarrollan primordios foliares separados por entrenudos muy cortos.
Mientras la yema se sigue desarrollando, el tallo se alarga por crecimiento intercalar de entrenudos, creciendo primero los basales y posteriormente los apicales. Este desarrollo o crecimiento de ramas secundarias se da principalmente por alargamiento de las células existentes y no tanto por división celular.
Los glóbulos rojos en mamíferos se forman en la médula ósea, en sitios denominados islas eritroblásticas, de los huesos largos, el esternón y en las costillas. En otros vertebrados se forman en los riñones y en el vaso.
La formación de los eritrocitos conlleva varios procesos, que van desde la proliferación celular hasta la maduración de los glóbulos rojos, pasando por varias etapas de diferenciación celular. Durante dicho proceso, las células van sufriendo divisiones mitóticas, por lo que disminuyen su tamaño y el del núcleo.
Posteriormente pierden el núcleo y demás orgánulos (como las mitocondrias) y van a entrar en el sistema circulatorio en un proceso que tarda entre 5 y 6 días aproximadamente.
Generalmente cuando las concentraciones de ácido fólico y cobalamina son muy bajas, el material genenético nuclear de las células precursoras de los glóbulos rojos no puede ser sintetizado, por lo que estas no son capaces de realizar la mitosis.
Por otra parte, el volumen citoplasmático se hace mayor, fenómeno denominado macrocitosis, dando como resultado una célula muy grande que es el denominado macroblasto o macrocito (otros autores lo llaman megaloblasto).
El estudio de los macroblastos es una herramienta empleada en la sistemática y taxonomía botánica, debido a que características de estas estructuras, así como de los braquiblastos varía de un taxón de plantas a otro.
Por ejemplo, una de las características que define a las gimnospermas del género Pinus es que las hojas presentes en los macroblastos son escamosas y no fotosintéticas, mientras que las de los braquiblastos presentan formas aciculares, son fotosintéticas y se disponen en fascículos.
El empleo de esta herramienta ha sido relevante para análisis filogenéticos e incluso para la descripción de nuevas especies.
Los macroblastos son de importancia clínica, debido a que la formación de células megaloblásticas o macroblastos originan una variedad de enfermedades sanguíneas que reciben el nombre de anemias macroblásticas, entre ellas la más frecuente es la llamada anemia perniciosa.
Esta patología surge principalmente porque la vitamina B12 no puede ser absorbida por parte del intestino delgado. Otros causantes pueden ser las enfermedades del aparato digestivo, alcoholismo, dietas mal balanceadas e incluso algunas medicinas.
Entre los síntomas de este tipo de anemia se encuentran la coloración del cuerpo anormalmente pálida, tendencia a estar irritado, falta de apetito, deposiciones frecuentes y acuosas, cefaleas, problemas motrices, debilidad muscular y ulceraciones bucales y lingüales.
Para las anemias débiles o leves no se requiere tratamiento, sin embargo, en ocasiones pueden ser controladas suministrando complejos vitamínicos (preferiblemente en inyecciones) o ácido fólico. Anemias graves en algunos casos requieren de transfusiones sanguíneas.
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