Historia

Imperio español: origen, virreinatos, características, colonias


El Imperio español fue el conjunto de territorios gobernados por España entre los siglos XVI y XIX. Sin embargo, algunos historiadores discuten esa denominación, ya que, con la excepción de Carlos I, ningún monarca se otorgó el título de Emperador; la mayoría de historiadores usa el término para clasificar esa etapa de la historia española.

De manera general, se considera el descubrimiento de América como el inicio del Imperio. Poco antes, el matrimonio entre los Reyes Católicos había supuesto la unión de las dos coronas más importantes de la península. Tras la llegada de Colón al nuevo continente, la monarquía española impulsó la colonización de las tierras descubiertas.

Para administrar esos territorios, los españoles crearon dos entidades administrativas, el virreinato de Nueva España y el Virreinato del Perú. Junto a sus colonias en Asia, África y Oceanía, en el momento de máximo apogeo del Imperio, España controlaba cerca de 20 millones de kilómetros cuadrados.

El Imperio comenzó a decaer a partir del siglo XVIII. Las guerras, la mala administración y otros factores provocaron que su economía se deteriorara enormemente, a pesar de los recursos que obtenía de las colonias. Finalmente, durante las primeras décadas del siglo XIX, sus territorios en Latinoamérica se independizaron, marcando el final del Imperio.

Índice del artículo

Origen

La integración de las coronas de Castilla y Aragón mediante el matrimonio de Isabel con Fernando, los Reyes Católicos, supuso el comienzo de la construcción del Imperio español.

A pesar de eso, Fernando e Isabel no unificaron las Coronas y ambos reinos conservaron sus propias instituciones legales. Igualmente, el matrimonio tampoco significó el establecimiento de una unidad económica ni social.

Lo que sí contemplaba al integración era seguir una líneas comunes en la extensión del territorio, comenzando por las zonas de la península que aún seguían en manos de los musulmanes. Igualmente, estaban de acuerdo es intentar aislar políticamente a Francia y en potenciar la presencia de Aragón en el Mediterráneo.

Por otra parte, Castilla mantuvo toda la autoridad sobre los asuntos concernientes a la vertiente atlántica, compitiendo con Portugal en el control del océano.

Por este motivo, el viaje de Cristóbal Colón fue una cuestión solo de Castilla y, una vez realizado el descubrimiento de las nuevas tierras, fue el reino de Isabel el que obtuvo derecho territorial para colonizar.

Descubrimiento de América

El último enclave musulmán en la península, el reino de Granada, cayó en manos de los Reyes Católicos en 1492. Casi de inmediato, la reina Isabel prestó su apoyo a Cristóbal Colón para que intentara encontrar una ruta hacia las indias navegando hacia el oeste, evitando las dificultades de las rutas tradicionales.

Sin embargo, el lugar al que Colón llegó el 12 de octubre no se encontraba en el continente asiático. El navegante genovés se encontró por el camino con nuevas tierras con las que no contaba: América.

El nuevo continente fue reclamado por los Reyes Católicos, aunque encontraron la oposición de Portugal. Fue el papa Alejandro VI quien zanjó la disputa, dividiendo mediante el Tratado de Tordesillas las zonas de influencia española y portuguesa.

Ese acuerdo otorgaba a España el derecho a hacerse cargo de casi la totalidad del nuevo continente, con las excepción de lo que, hoy en día, es el extremo de Brasil. Además, el papa otorgó a España la responsabilidad de evangelizar a los indígenas que encontrara, algo que legitimó la colonización.

A partir de ese momento, los españoles comenzaron a colonizar América, explorando en busca de nuevas tierras en las que instalarse.

Capitulaciones y requerimientos

Con el aval concedido por el papado, los castellanos se hicieron con el poder político y territorial en América. Para ello, crearon las capitulaciones, contratos de vinculación entre la Corona y un particular para regular los descubrimientos y poblamientos en el nuevo continente.

Según estos acuerdos, Castilla cedía parte de sus derechos a los conquistadores, aunque mantenía los principales, especialmente el de soberanía.

Aparte, también establecieron la figura de los requerimientos, un documento que debía ser leído a los indígenas, que posiblemente no entendieran nada, para informarles de que, en caso de no aceptar la conquista, iban a enfrentarse a una guerra.

Además de estas figuras, los españoles organizaron dos instituciones para controlar las relaciones comerciales y jurídicos en América. De las primeras se encargó la Casa de Contratación, mientra que el Consejo de Castilla se hizo cargo de los segundos.

La sucesión en el imperio 

Cuando la reina Isabel falleció, los derechos sobre el nuevo continente fueron heredados por su hija Juana. Esta, acusada de tener problemas mentales, nunca pudo ejercer sus derechos dinásticos y se sucedieron varios regentes que reinaron en su lugar.

El periodo de regencias duró hasta 1516, cuando murió el rey Fernando el Católico. Tras esto, el trono fue ocupado por el hijo de Juana y de Felipe de Habsburgo, Carlos, heredero de Castilla y Aragón. Este sería el primero en gobernar los dos territorios de manera unificada y, por consiguiente, la Indias.

Emperador alemán

El nuevo monarca, como hijo de Felipe de Habsburgo, inauguró una nueva dinastía real en España: los Austria.

Durante el gobierno de Carlos I, que duró hasta 1556, los españoles exploraron y conquistaron la mayor parte del continente americano, comenzado su explotación económica. Se da la circunstancia de que fue el único monarca que recibió el título de Emperador. recibiendo también el nombre de Carlos V de Alemania.

Su sucesor, Felipe II, consolidó y potenció el comercio entre las colonias y la metrópolis. Igualmente, fue el responsable de la organización estamental de la sociedad del nuevo continente.

Las nuevas tierras conquistadas durante el reinado de Carlos I obligó a que las instituciones de gobierno se modernizaran. En 1523, se creó el Consejo Real y Supremo de Indias, con competencias para nombrar a los cargos eclesiásticos´y administrativos, examinar la Hacienda pública, organizar los asuntos militares y preparar leyes.

Esta institución fue completada con la formación de dos grandes entidades administrativas: el Virreinato de Nueva España y el Virreinato del Perú.

Asia, el Pacífico y África

Los territorios coloniales españoles no se limitaron a los establecidos en América. En Asía y algunas islas del Pacífico, por ejemplo, la presencia hispana había comenzado en enero de 1521, durante la expedición de Magallanes.

Poco después, alcanzó el territorio de Filipinas, que se convirtió en la joya de la corona entre las posesiones españolas en esa parte del mundo.

Por otra parte, la proximidad geográfica había provocado que los españoles hubieran establecido algunas posesiones en África aún antes de que se creara el Imperio. Melilla, ciudad situada en el norte de ese continente, fue uno de sus primeros asentamientos. Más adelante, también estableció colonias en el golfo de Guinea.

Virreinatos en América

Como se ha señalado anteriormente, las grandes extensiones conquistadas por los españoles en América obligó a la creación de varias entidades territoriales para facilitar su gobierno. Los dos primeros fueron el Virreinato de Nueva España. Establecido en 1535, y el Virreinato del Perú, creado en 1542.

Cada uno de ellos contaba con varias gobernaciones, encargadas de la gestión política y militar de cada territorio, y de diversas audiencias, instituciones esencialmente judiciales. De esta forma, las colonias americanas cobraron entidad propia, separadas de la Corona de Castilla.

Virreinato de Nueva España

Este Virreinato, en su mayor parte, comprendía los territorios norteamericanos de la Corona: el actual México y los que, posteriormente, se anexionaría Estados Unidos. Además, también ocupaba parte de Centroamérica y, en el momento de su mayor apogeo, englobaba las Filipinas y otras islas en Asia y Oceanía

La creación del Virreinato se produjo tras la conquista de Tenochtitlan, capital del Imperio azteca. Conforme avanzó la conquista, la creciente extensión de territorio conquistado provocó serios problemas administrativos. Para atajarlos, Carlos I, en 1535, firmó el decreto que instauraba el Virreinato.

Como en el resto de los Virreinatos americanos, el rey de España era la figura de más autoridad. Sus funciones eran delegadas en la figura del Virrey. El Virreinato de Nueva España se disolvió en 1821.

Virreinato del Perú

Después de vencer al Imperio inca, los conquistadores españoles mantuvieron una serie de guerras civiles entre ellas que no permitieron estabilizar el territorio. Para tratar de mejorar la situación, el rey español emitió una Cédula Real en 1534 con la que creaba el Virreinato.

Sus territorios fueron muy extensos, abarcando, en su momento de mayor esplendor, los actuales Perú, Ecuador, Bolivia, Colombia, parte de Argentina y Chile. Las reformas borbónicas provocaron que perdiera parte de sus dominios en favor de nuevos virreinatos.

Antes de la pérdida de esos territorios, el Virreinato del Perú había sido la principal posesión del Imperio español. Sus riquezas proporcionaban grandes beneficios a la corona, especialmente gracias a sus yacimientos de minerales.

Como en el resto de los dominios españoles en América, a principios del siglo XIX estallaron varias rebeliones independentistas. Después de varios años de conflicto, los diversos territorios del Virreinato fueron convirtiéndose en países independientes.

Virreinato de Nueva Granada

El Virreinato de Nueva Granada fue creado bastante más tarde que los dos anteriores. Sus territorios habían formado parte del Virreinato del Perú, pero la gran extensión de este provocó que, en el marco de las reformas borbónicas, el rey decidiera dividirlo en 1717 y crear una nueva entidad.

Nueva Granada englobó las actuales Colombia, Venezuela, Ecuador y Panamá. La capital se estableció en Santafé de Bogotá.

Su historia fue corta y convulsa, ya que, tras ser fundado en 1717, los problemas económicos hicieron que desapareciera en 1724. Algo más tarde, en 1740, volvió a refundarse, hasta que el triunfo de las primeras rebeliones independentistas lo hizo desaparecer en 1810.

El Virreinato aún volvería a establecerse durante unos pocos años cuando el rey Fernando VII trató de recuperar el control de la zona de 1816. Finalmente, su desaparición definitiva fue en 1822, cuando los diferentes territorios fueron afianzando su independencia de la Corona española.

Virreinato del Río de la Plata

El último de los Virreinatos creados en América fue el del Río de la Plata. Como el anterior, sus territorios habían formado parte del Virreinato del Perú. Fue Carlos III, en 1776, quien promulgó su formación.

Este Virreinato comprendía, de acuerdo a los nombres actuales, a Argentina, Bolivia, Uruguay, Paraguay, parte de Brasil y el norte de Chile. Si capital fue establecida en Buenos Aires.

Su creación se debió a varios motivos, entre ellos la presión que Portugal estaba ejerciendo sobre las posesiones españolas en Brasil. Igualmente, fue un modo de tratar de reforzar las defensas ante la amenaza de ataques ingleses.

A partir de 1810, se sucedieron una serie de rebeliones que buscaban terminar con el dominio español. El Virreinato comenzó a disgregarse y, tras unos años de guerra, los diferentes territorios fueron declarando su independencia.

Características

El Imperio español, dada su duración, pasó por varias etapas con características diferentes. Sin embargos, hubo algunas que se mantuvieron, en mayor o menor medida, durante toda su existencia.

Fases

Los historiadores distinguen varias etapas dentro de los siglos de existencia del Imperio español:

– Los inicios: desde el matrimonio de los Reyes Católicos al descubrimiento de América impulsado por la reina Isabel I.

– El Siglo de Oro: España vivió un gran momento en el campo de las ciencias y las artes. El oro llegado desde las colonias supuso que pudiera manejar muchos más recursos, aunque la mala gestión dejó al país en bancarrota.

– De la Batalla de Pavía a la Paz de Augsburgo: mediante la Paz de Barcelona, firmada por Carlos I y el Papa, en 1529, reconoció al monarca español como rey de Lombardía. Igualmente, el documento nombraba a España como defensora del catolicismo. En América, aumentó el territorio conquistado.

– De San Quintín a Lepanto: Inglaterra y España fueron, durante unos pocos años, aliados. Sin embargo, el país siguió envuelto en múltiples conflictos bélicos, lo que perjudicó aún más las finanzas.

– Los últimos Habsburgo españoles: el Imperio español comenzó a perder fuerza. Portugal recuperó su independencia y España perdió sus territorios en los Países bajos. Francia empezó a posicionarse como la potencia más importante.

– El Imperio de los Borbones: la gran pérdida de influencia internacional dejó a España a merced de las potencias europeas.

Dinastías que lo gobernaron

Durante el tiempo que el Imperio español mantuvo su poderío, la Corona estuvo ocupada por tres dinastías monárquicas diferentes:

– Los Trastámara: estuvo en el poder hasta el fallecimiento de Juana I “ la loca”, en 1555.

– Los Habsburgo: más conocidos como los Austrias, llegaron al trono en 1555 y lo conservaron hasta 1700, fecha de la muerte de Carlos II. Esta dinastía protagonizó el auge y la decadencia del imperio.

– Los Borbones: sustituyeron a los Austria como dinastía reinante en 1700. El primer Borbón en ocupar el trono fue Felipe V.

Economía extractivista

El sistema económico que los españoles impusieron en América fue el extractivista, esto es, estaba basado en la obtención y aprovechamiento de sus riquezas naturales. Para sacarle partido, debieron utilizar mano de obra esclava procedente de África.

Los españoles fundaron muchas haciendas agrícolas, ricas en productos como el tabaco, la caña de azúcar o el cacao. Sin embargo, los principales beneficios para el Imperio provenían de la explotación de los yacimientos minerales.

A pesar de la riqueza obtenida, la economía imperial siempre pasó por problemas. La principal causa, aparte de las frecuentes guerras en las que participaba, fue la desastrosa administración del país y las colonias.

Sociedad y mestizaje

La sociedad de las colonias españolas fue muy estamental, con diferencias en derechos dependiendo de la raza de cada individuo.

Así, en la parte alta de la sociedad se encontraban los españoles peninsulares, únicos que podían acceder a los altos cargos políticos y eclesiásticos.

Tras ellos, se situaban los criollos, hijos de españoles nacidos ya en América. Estos fueron ganando influencia a lo largo de los años, tanto económica como política. Fueron los protagonistas de las guerras de independencia.

En los últimos escalones se encontraban los mestizos, hijos de padres de razas diferentes. Estas castas, nombre que recibieron, se multiplicaron en número, recibiendo nombres como mestizo (español e indígena), zambo (indígena con negro) o mulato (español con negro), entre muchas otras posibilidades.

Los indígenas también estaban situados en esa parte baja de la escala social. Aunque los reyes españoles promulgaron leyes para evitar su explotación, sobre el terreno raras veces se cumplían.

Por último, la necesidad de mano de obra provocó la llegada de muchos esclavos provenientes de África.

Religión

Los Reyes Católicos expulsaron de la península a todos los que no fueran católicos. Tras la conquista de América, el papa les otorgó la responsabilidad de llevar el cristianismo a ls nuevas tierras descubiertas.

La llamada Conquista Espiritual fue una de las herramientas principales para reforzar el poder de la Corona es los nuevos territorios americanos. Para ello, los misioneros debían eliminar las antiguas creencias de los indígenas y sustituirlas por el cristianismo.

Entre los frailes, curas y misioneros que viajaron a América habia diferentes maneras de afrontar esa evangelización. Así, algunos eligieron la vía de la represión para convertir a los indígenas. Otros, sin embargo, abogaron por el derecho de los nativos a no sufrir malos tratos, defendiendo que debían ser hombres libres.

Además de la labor evangelizadora, la Iglesia católica asumió, casi en exclusiva, las labores educativas. Algunos, aprendieron las lenguas indígenas y elabortaron diccionarios al castellano.

Esta labor educativa tuvo un doble efecto. Por una parte, los indígenas que recibieron formación tuvieron mejores oportunidades. Por otra, sin embargo, se trató de un proceso de aculturación que despojó a muchos pueblos nativos de sus raíces culturales.

Colonias españolas alrededor del mundo

El Imperio español no solo ocupó gran parte del continente americano. También controló diversos territorios en Asia, África y Oceanía.

América

El Virreinato de Nueva España estaba compuesto por los territorios del actual México y patte de los Estados Unidos. Igualmente, comprendía Alaska y el territorio del Yukón, junto con las Antillas. Por último, su dominio se extendía a Guatemala, Nicaragua, El Salvador, Belice, Honduras y Costa Rica.

Por su parte, el Virreinato del Perú englobaba al propio Perú, Colombia, Argentina, Ecuador, Panamá, Chile, Bolivia, Paraguay, Uruguay, Las Galápagos, parte de Brasil y de Venezuela. A partir del siglo XVIII, surgieron dos nuevos virreinatos al dividirse el del Perú.

El Imperio controlaba también muchas islas del Caribe: Antigua y Barbuda, Bahamas, Montserrat, San Martín, Anguila, Bonaire, Granada, San Cristóbal y Nieves, Curazao, Aruba, Jamaica, islas Vírgenes, Martinica, Guadalupe, Barbados, Bermudas, San Bartolomé, islas Turcas y Caicos, Santa Lucía, islas Caimán y el archipiélago de San Andrés y Providencia.

Asia y el Pacífico

En Asia, la principal posesión española fue la Capitanía General de las Filipinas, que abarcaba las islas de ese mismo nombre y varios territorios de las llamadas Indias Orientales.

Estas últimas comprendían Brunéi, Papúa Occidental, el norte de Taiwán, partes de Indonesia: Ternate y Tidore; Macao (China), Nagasaki (Japón), Malaca (Malasia), partes de la India: Goa, Angediva, Damán y Diu; Timor Oriental y Ceilán.

Igualmente, tuvo un par de enclaves en el Golfo Pérsico: Mascate (Omán) y Qeshm (Irán).

Entre todos estos territorios, el más valioso para el Imperio fueron las islas Filipinas. Fue Magallanes el que estableció las primeras alianzas con los habitantes de Cebú. El marino portugués, de hecho, falleció en una batalla al tratar de cumplir su compromiso de ayudarlos en su lucha contra los nativos de la isla vecina de Mactan.

Después, Juan Sebastián Elcano se hizo cargo de la expedición, alcanzando las Molucas en 1521. Tras su vuelta a España, el Imperio reclamó la soberanía de los territorios descubiertos, lo que provocó la protesta de Portugal, que ya controlaba las Molucas.

Finalmente, una nueva expedición española reafirmó sus derechos en 1542 y el archipiélago fue bautizado en honor de Felipe II, entonces príncipe heredero al trono.

África

A pesar de la cercanía geográfica, las posesiones españolas en África no fueron tan extensas como las americanas. Además de las Islas Canarias, gobernaba sobre los actuales Mozambique, Angola, Cabo Verde, Somalia, Guinea-Bissau, Tetuán, Casablanca, Santo Tomé y Príncipe, Cabo Juby, Melilla, Isla de Limacos, Isla de Alborán, Islas Alhucemas, Islas Chafarinas

Además de los anteriores territorios, estableció varios enclaves en el norte del continente, destacando las ciudades de Ceuta y Melilla. Igualmente, en un momento dado controló parte del actual Marruecos, incluido en Sahara.

Otras zonas que pertenecieron brevemente al Imperio español, cedidos luego al Imperio Otomano, fueron Orán, Argel, Bugía, Túnez, Bizerta, Monastir, Susa, Mahdia, La Goleta, entre otros.

Europa

En Europa, España también tuvo varias posesiones. Para empezar, en el año 1580, se anexionó Portugal, aunque solo hasta 1640.

Además, también gobernó partes de Italia, como el reino de Nápoles, Sicilia, Cerdeña, el ducado de Milán, partes de Toscana y el Marquesado de Finale.

Durante algunas épocas, el Imperio controló algunas zonas de Italia, como el Rosellón, el País Vasco Francés, Niza y Livia.

Maxima extensión

La mayoría de los historiadores coinciden en que la máxima extensión del Imperio español alcanzó los 20 millones de kilómetros cuadrados.

Felipe II

Aunque Felipe II no heredó la corona del Sacro Imperio Germánico de manos de su padre, Carlos I, pronto comenzó a ampliar sus dominios. De esta forma, sumó Portugal, algunos territorios italianos y los Países Bajos a las ya extensas posesiones españolas.

Fue en esa época cuando se hizo popular la máxima acerca de que Felipe II gobernaba un imperio en el que nunca se ponía el sol.

Aparte de los territorios antes nombrados, Felipe II tenía bajo su mando a Luxemburgo, el Franco Condado, parte de las costas africanas, la mayoría de América, el litoral indio y zonas del sudeste asiático.

En total, se calcula que sus dominios abarcaban 31 millones de kilómetros cuadrados, aunque dada la separación administrativa de Portugal y sus posesiones decidida por el monarca, la extensión del Imperio español era algo menor.

Decadencia y pérdida de las colonias

Felipe III, heredero de Felipe II, es considerado por los historiadores como un rey poco eficaz. Al fallecer en 1621, subió al trono su hijo, cuarto monarca con el mismo nombre.

Fue con Felipe IV cuando el Imperio español vivió sus últimos años de esplendor. Durante su reinado las guerras fueron frecuentes y tuvieron como resultado la pérdida para la corona española de Portugal y de las Provincias Unidas.

Sin embargo, la decadencia el Imperio comenzó ya en el siglo XVIII. España se vio gravemente afectada por el estallido de una crisis económica mundial. Además, el país se vio envuelto en la Guerra de Sucesión tras el fallecimiento de Carlos II, lo que agravó la situación.

Este conflicto culminó con la firma del Tratado de Utrecht, en 1713. Mediante este acuerdo, España perdió su dominio sobre los territorios italianos y de los Países Bajos que habían mantenido durante años. No obstante, aún conservó todas sus colonias americanas y asiáticas.

A todo lo anterior se le unió su participación en la Guerra de la Cuádruple Alianza, entre 1710 y 1720. El resultado para España fue nefasto, ya que significó el fin de su condición de principal potencia europea.

Ocaso del Imperio

Ya bajo la dinastía de los Borbones, España no fue capaz de recuperar el esplendor de su Imperio. A principios del siglo XIX, comenzó a perder territorios en América.

El primero de ellos fue Luisiana, que llegaba hasta Canadá. Francia, con Napoleón al frente, se hizo cargo del territorio como parte del tratado de paz de 1800, aunque tres años después lo vendió a los Estados Unidos.

La Batalla de Trafalgar, desarrollada en 1805, supuso la destrucción de la flota española, lo que disminuyó su capacidad de defender el Imperio. Tres años más tarde, la invasión de la Península Ibérica por parte del ejército napoleónico, contó la comunicación con los territorios de ultramar.

La ocupación francesa desembocó en el estallido de varios levantamientos populares y tuvo una importante repercusión en las colonias americanas.

La Guerra de la Independencia española, nombre de la lucha contra Napoleón, fue seguida del restablecimiento de una monarquía absoluta, con Fernando VII en el trono.

Independencia de los países latinoamericanos

Como se ha señalado, la invasión napoleónica de España tuvo consecuencias muy importantes en las colonias americanas. El rey español fue sustituido por José Bonaparte, hermano de Napoleón.

En las posesiones españolas en América ya hacía tiempo que existía un poso de descontento hacia las autoridades coloniales.

Los criollos, que habían ganado una importante presencia en la economía y en la política local y regional, no podían acceder a los cargos más importantes. Además, la Corona no permitía que comerciaran por su cuenta con otros países.

Fueron los criollos los que organizaron las primeras rebeliones. En un primer momento, pretendían crear gobiernos autónomos, pero manteniendo la fidelidad al rey español depuesto, Fernando VII. Sin embargo, cuando acabó la invasión francesa de la península, la situación no se calmó.

Además, la reacción de las autoridades coloniales a las primeras rebeliones, a pesar de que manifestaron su lealtad al rey, hizo que los insurrectos fueran cambiando sus objetivos. En poco tiempo, en todos los territorios latinoamericanos estallaron guerras que buscaban la independencia total frente a España.

Para 1824, España había perdido todas sus posiciones americanas, con la excepción del Callao, que los españoles abandonarían dos años después, y de Puerto Rico y Cuba.

En España

La era posterior a la recuperación del trono por parte de Fernando VII estuvo plagada de disputas y enfrentamientos entre conservadores y liberales.

Los primeros, además de conservar un régimen absolutista, pretendían que el país mantuviera su estatus de potencia internacional. Los intentos de conseguirlo desembocaron en una mayor inestabilidad política y económica.

Durante las décadas siguientes, España logró mantener el control de algunas zonas de su antiguo Imperio. Sin embargo, a finales del siglo XIX, aparecieron nuevos movimientos nacionalistas y anti-coloniales que acabaron con su presencia.

Cuba, por ejemplo, se independizó en 1898, cuando España debió enfrentarse en una guerra con los Estados Unidos. Ese mismo año, y también con apoyo estadounidense, Filipinas logró su independencia.

El Tratado de París obligó a España a renunciar definitivamente a Cuba, además de ceder Filipinas, Puerto Rico y Guam a los EE.UU.

Últimos territorios

El resto de los territorios que aún mantenía España, principalmente en África, fueron logrando su independencia tras la Segunda Guerra Mundial. Así, en 1956, España emprendió la retirada de Marruecos, aunque conservó Ceuta, Melilla, el Sahara e Ifni.

A partir de ese momento, los españoles tuvieron que enfrentarse a grupos armados que pretendían anexionar esos territorios a Marruecos, aunque Ceuta y Melilla quedaron incorporadas como provincias españolas en 1959.

Finalmente, en 1969, España debió retirarse de Ifni. Seis años después, hizo lo propio con el Sahara Occidental.

Por su parte, en Guinea también aparecieron movimientos anti-colonialistas tras la Segunda Guerra Mundial. En 1963, España acordó otorgar una autonomía limitada y en 1968 la independencia total.

Referencias

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