Medicina

Tumefacción: qué es, síntomas, causas, tratamiento


¿Qué es la tumefacción?

El término tumefacción significa aumento de volumen localizado o protuberancia. Si bien es una definición ambigua y algo coloquial para el mundo médico, sigue siendo habitual encontrarlo en alguna literatura. Su uso también es frecuente entre la población general, quienes catalogan muchas lesiones ocupantes de espacio como “tumefacciones”.

La palabra tiene un origen etimológico del latín tumefactum, forma impersonal de tumefacĕre, que significa “hinchar” o “tumor”. Sus primeras descripciones datan de hace mucho tiempo atrás; ya Hipócrates hacía mención de las tumefacciones en sus textos médicos, afectando incluso órganos internos como el bazo y el hígado.

Las tumefacciones tienen múltiples causas: desde lo genético hasta lo adquirido y desde lo traumático hasta lo estrictamente médico. Algunas son leves y ceden de forma espontánea, y otras son manifestaciones de enfermedades graves; el tratamiento a aplicarse dependerá de la causa y de la sintomatología asociada.

No se deben considerar las tumefacciones como sinónimos de hinchazón. Si bien comparten algunas características, la tumefacción hace referencia a una lesión bien delimitada en un área precisa y la hinchazón puede afectar amplias zonas, sin límites específicos, llegando a afectar todo un miembro e incluso el cuerpo completo (anasarca).

Síntomas

La tumefacción tiene características muy particulares dependiendo de su causa, ubicación y posibles concomitantes. Sin embargo, cumple con los elementos básicos de cualquier proceso inflamatorio localizado: calor, rubor, dolor e impotencia funcional del órgano o aparato involucrado.

Calor

El aumento de la temperatura local está directamente relacionado con el incremento del flujo sanguíneo local. Entre sus diversas tareas, las sustancias proinflamatorias que se liberan en el área afectada producen vasodilatación para que los elementos defensivos lleguen más rápido al lugar de la lesión.

Rubor

Otra consecuencia inmediata de la vasodilatación es el cambio de coloración en la piel. El tono rojizo que aparece dentro y en los alrededores de la tumefacción se alcanza por los efectos de la luz sobre la mayor cantidad de hemoglobina que se encuentra allí circulando. Además, puede haber pequeñas hemorragias locales que favorezcan el rubor.

Dolor

La reacción inmediata mediada por sustancias proinflamatorias estimula los receptores nociceptivos regionales y ocasiona dolor.

Esta sensación desagradable tiene una importante función: avisar que algo anda mal y que se debe hacer algo al respecto. Además, el mismo dolor estimula la continua producción y liberación de elementos protectores requeridos.

Impotencia funcional

La pérdida de la función del área afectada es la consecuencia final de la tumefacción. Esta incapacidad de trabajar normalmente dependerá de la zona afectada.

Las más evidentes son las tumefacciones en los miembros que pueden imposibilitar la marcha o las tareas manuales, pero las internas también afectan el funcionamiento de algunos órganos.

Otros síntomas

Las tumefacciones pueden ser manifestaciones clínicas de otras patologías. Muchas veces se relacionan con infecciones sistémicas, trastornos circulatorios, enfermedades inmunológicas o cáncer.

Cuando existe la presencia de fiebre, escalofríos, elevación de los glóbulos blancos y malestar general, debe sospecharse de un cuadro infeccioso importante.

La tumefacción puede ser la causa o una consecuencia de dicho proceso. Esta sintomatología también puede asociarse a trastornos autoinmunes, por lo que ciertos descartes son necesarios.

Los trastornos circulatorios, especialmente en miembros inferiores, pueden generar tumefacciones. Las mismas tienen un contenido hemático importante y se acompañan de venas varicosas, dolor y dificultad para deambular. Si existe pérdida crónica de peso, dolor difuso y astenia, es muy probable la presencia de una enfermedad oncológica.

Causas

Los síntomas suelen ser muy orientadores al momento de determinar las causas de las tumefacciones. En términos etimológicos, se pueden resumir las causas en dos grandes grupos: enfermedades locales y enfermedades sistémicas.

Enfermedades locales

Las lesiones cutáneas son una causa frecuente de tumefacciones posteriores. Heridas, laceraciones, escoriaciones y traumatismos directos pueden producir aumento de volumen local con todas las características habituales de la inflamación.

Si estas lesiones se infectan, aumentan las posibilidades de que aparezcan tumefacciones. En estos casos, cuando ya hay presencia de bacterias, la tumefacción se llena de pus y se requieren procedimientos quirúrgicos para drenarlos y lograr una cura definitiva.

Las obstrucciones linfáticas y vasculares también pueden causar tumefacciones. Tienden a ser aumentos de volúmenes con contenido líquido, blandos al tacto, dolorosos a la palpación y ubicados mayormente en miembros inferiores.

Enfermedades sistémicas

Muchas enfermedades de severidad variable pero con componentes globales pueden tener entre sus síntomas la presencia de tumefacciones. Entre las más importantes de estas se encuentran las siguientes:

Infecciones

La septicemia es capaz de ocasionar tumefacciones no solo en la piel sino también en órganos internos. Dependiendo del germen que cause la infección y la puerta de entrada del mismo, pueden producirse lesiones ocupantes de espacios en vísceras sólidas como hígado, bazo, riñones, pulmones, corazón y cerebro.

Enfermedades inmunológicas, reumatológicas y de depósito

Una característica particular de estas patologías es la presencia dispersa de tumefacciones cutáneas. Un ejemplo de estos casos son los nódulos típicos de la artritis reumatoide o de la dermatomiositis. Internamente, la amiloidosis y la sarcoidosis producen lesiones orgánicas compatibles con tumefacciones.

Cáncer

Los tumores sólidos pueden considerarse tumefacciones de hecho, ya que casi siempre cumplen con las condiciones básicas de un proceso inflamatorio; esto último aplica más aún cuando los tumores se infectan. El cáncer óseo o de piel es el mejor ejemplo de estos casos.

Las enfermedades oncológicas sistémicas, incluyendo las hematológicas, pueden manifestarse como tumefacciones en distintos órganos, tanto sólidos como huecos. Esto es habitual en los linfomas y adenocarcinomas.

Trastornos circulatorios

No son inusuales las tumefacciones vasculares en miembros inferiores de pacientes que sufren problemas circulatorios. Lo mismo ocurre con los trastornos linfáticos y, al igual que los tumores malignos, si se infectan pueden ser catalogados como tumefacciones abscedadas.

Tratamiento

Las terapias a aplicar dependerán del origen de la tumefacción. Pueden resumirse en tratamientos médicos y quirúrgicos.

Tratamiento médico

La antibioticoterapia es el tratamiento obvio de las tumefacciones de origen infeccioso. Debido a la presencia habitual de gérmenes gramnegativos, la clindamicina y el metronidazol son los medicamentos de elección.

En el caso de enfermedades oncológicas, la quimioterapia y radioterapia pueden dar buenos resultados iniciales. El uso de esteroides está indicado cuando la causa de la tumefacción es inmunológica, y si existen trastornos circulatorios los vasoprotectores, antiflebíticos y estabilizadores capilares son los tratamientos de primera línea.

Tratamiento quirúrgico

El drenaje de las tumefacciones abscedadas es fundamental para la curación, en conjunto con los antibióticos. Lo mismo ocurre en presencia de trastornos circulatorios, con especial cuidado si hay compromiso vascular.

Ciertas lesiones pueden ser removidas por completo, lo cual ocurre mucho en casos oncológicos. No siempre es posible la excéresis total, pero no deja de ser una opción terapéutica válida al menos para aliviar las molestias.

Otros tratamientos locales se utilizan con cierta frecuencia. Las compresas temperadas (frías o calientes) ofrecen mejoría inmediata, pero limitada de la sintomatología asociada a las tumefacciones; cremas con antibióticos y lociones con esteroides son indicadas para disminuir los procesos infecciosos e inflamatorios locales.