Definición de tortura
Del latín tortura, la tortura es el tormento infligido a alguien a través de diversos métodos e instrumentos. Su finalidad suele ser obtener una confesión o funcionar como castigo al torturado, aunque también puede ejecutarse como placer sádico por parte del torturador.
La tortura consiste en causar de forma intencional un grave dolor físico o psicológico a alguien. Con este dolor, se intenta quebrar la resistencia y la moral del torturado, despojándolo de su integridad.
La rotura de huesos, las mutilaciones, los cortes, las quemaduras, las descargas eléctricas y el ahogamiento son algunas de las torturas físicas más habituales. En cuanto a la tortura psicológica, puede incluir la humillación verbal, la manipulación o falsificación de información sobre los seres queridos de la víctima, la privación sensorial y cualquier otro mecanismo que intente destruir la resistencia moral.
La noción de tortura fue cambiando a lo largo de la historia de la humanidad; de este modo, castigos que hoy son considerados como tortuosos, antes eran aceptados o tolerados. Recién en 1984 se estableció un tratado internacional denominado Convención contra la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes, que persigue la tortura como un delito.
Algunos gobiernos, sin embargo, encuentran la forma de evadir las normativas internacionales que prohíben la tortura. Un procedimiento habitual es considerar a un sospechoso o delincuente común como un sujeto de alta peligrosidad que requiere de las fuerzas armadas para su detención y custodia. Los militares proceden a interrogarlo de acuerdo a sus métodos y, si allí tiene lugar la tortura, queda fuera de la acción penal ya que la Justicia ordinaria no tiene jurisdicción sobre el accionar militar.
Veamos algunas de las torturas más atroces de la historia:
La tortura del agua
Consistía en amarrar a una persona con un alambre de espino y taparle la boca con tela para evitar que vomitase, para luego introducirle agua a través de sus fosas nasales, provocando que su estómago se expandiese y consiguiera que el abdomen se hiriera con las púas del alambre. Inevitablemente, las víctimas se movían bruscamente, ante la terrible sensación de estar a punto de estallar, y esto les causaba más daños externos en varias partes del cuerpo. Literalmente, la muerte les llegaba cuando su estómago explotaba.
La gota china
Se inmovilizaba a la víctima acostado boca arriba, debajo de un dispositivo que dejaba caer gotas de agua fría sobre su frente con intervalos de 5 segundos. Luego de varias horas, el constante goteo les causaba un daño en la piel. Sin embargo, la esencia de la tortura residía en la desesperación que sentía el torturado ante la imposibilidad de dormir, dado el ruido interminable del agua al golpear su cráneo, o de beber, sobre todo al cabo de unos días. Finalmente, la causa de la muerte era un paro cardíaco.
El toro de Falaris
Para llevar a cabo esta tortura, usada por la Inquisición en diversas salas de tortura entre los siglos XVI y XVIII, construían una efigie de un toro a un tirano llamado Falaris y encerraban dentro de la misma al grupo de víctimas. Seguidamente, las quemaban vivas. Se cuenta que sus alaridos, que se oían a través de la boca de la figura, parecían ser emitidos por el animal mismo, como si estuviera mugiendo.
La crucifixión
Sin duda, dado el peso del cristianismo en el mundo, se trata de la primera forma de tortura que muchos aprendemos, probablemente sin llegar a entender cuán terrible era en verdad. La crucifixión consistía en atar o clavar a una persona a una cruz de madera, o bien a dos troncos o un muro, y dejarla allí hasta que cesara de respirar. Fue especialmente usada por los antiguos romanos hasta el año 337 d.C., aunque en la actualidad sigue teniendo vigencia en algunos lugares.