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Bufonofobia (miedo a los sapos): síntomas y tratamiento


Aquellos cuentos de hadas en los que la princesa besaba a un sapo para que este se convirtiera en príncipe, y así acabar felices para siempre, no hubieran sido posibles si alguna de estas princesas sufría de bufonofobia.

Esta fobia específica a un tipo concreto de anfibio no resulta muy incapacitante, pero sí realmente desagradable para aquellos que la sufren. A continuación veremos qué es la bufonofobia, así como sus causas, sus síntomas y su posible tratamiento.

¿Qué es la bufonofobia?

Por bufonofobia entendemos uno de los trastornos de ansiedad según el cual la persona experimenta un miedo exagerado e irracional a los sapos. Se diferencia de la batracofobia en que en esta última la sensación de temor engloba todo lo relacionado con los anfibios incluyendo ranas, tritones y salamandras.

Este tipo de fobia nunca tiende a ser fuertemente incapacitante salvo en aquellas excepciones en las que la persona deba convivir habitualmente con este tipo de animal. En algunas ocasiones muy extremas las personas que padecen de bufonofobia pueden llegar a pensar que el animal puede crecer en tamaño hasta llegar a devorarlos.

No obstante, este trastorno de ansiedad difiere en cada una de las personas que lo padecen debido a las diferencias individuales en cuanto a los patrones de pensamiento asociados a ranas y sapos.

A diferencia de la simple animadversión que cada persona pueda sentir al encontrarse alguno de estos anfibios, en la bufonofobia el individuo puede llegar a reconocer que el animal no representa una amenaza por sí mismo. A pesar de esto, esta es incapaz de resistirse al miedo exacerbado de le provoca.

Al igual que el resto de fobias existentes, una persona con bufonofobia seguramente experimentará una serie de emociones y manifestaciones físicas propias de un estado de ansiedad sumamente elevado.

Sus síntomas

Tal y como se indica en el primer punto, la bufonofobia pertenece a la clasificación de los trastornos de ansiedad. Por lo tanto, la exposición de la persona a la situación o estímulo fóbico, en este caso a los sapos, desencadenará una respuesta extrema.

Esta sintomatología común al resto de fobias puede dividirse en 3 grupos: síntomas físicos, síntomas cognitivos y síntomas conductuales.

1. Síntomas físicos

La aparición o avistamiento del estímulo fóbico provoca una hiperactividad del sistema nervioso autónomo que desencadena una gran cantidad de cambios y alteraciones del organismo. Estos cambios incluyen:

  • Aceleración de la tasa cardiaca.
  • Vértigos y temblores.
  • Sensación de asfixia.
  • Sudoración excesiva.
  • Sensación de presión en el pecho.
  • Náuseas.
  • Alteraciones gastro-intestinales.
  • Sensación de confusión.
  • Desfallecimiento.

2. Síntomas cognitivos

La persona que padece bufonofobia asocia a los sapos y anfibios similares una serie de creencias irracionales. Estas ideas deformadas de la realidad favorecen el desarrollo de esta fobia, y se caracterizan porque la persona asimila una serie de creencias poco fundamentadas acerca de los sapos, así como de sus atributos y cualidades.

Esta sintomatología cognitiva se concreta en las siguientes manifestaciones:

  • Especulaciones obsesivas acerca de los sapos.
  • Pensamientos intrusivos, involuntarios y absolutamente incontrolables acerca del supuesto peligro de los sapos.
  • Imágenes mentales de carácter catastrófico relacionadas con estos anfibios.
  • Temor a perder el control y no poder gestionar la situación satisfactoriamente.
  • Sensación de irrealidad.

3. Síntomas conductuales

Todo trastorno de ansiedad de esta índole va acompañado de una serie de síntomas o manifestaciones conductuales que aparecen como reacción al estímulo aversivo.

Estas conductas o comportamientos tienen como objetivo bien la evitación de la situación temida, o bien la huída una vez aparecido el estímulo. A estas últimas se las conoce como conductas de escape.

Las conductas que tienen como meta evitar el encuentro con sapos y/o ranas, hacen referencia a todos aquellos comportamientos o actos que la persona realice para esquivar la posibilidad de encontrarse con estos. De esta forma se esquiva momentáneamente la experimentación de sentimientos de angustia y ansiedad que generan dichos animales.

Por lo que respecta a los comportamientos de escape, en el caso de que la persona no pueda evitar encontrarse con el estímulo fóbico, llevará a cabo todo tipo de conductas que le permitan escapar de dicha situación lo más pronto y rápido posible.

¿Cuáles pueden ser las causas?

Al igual que el resto de fobias, en la mayoría de casos de bufonofobia, es prácticamente imposible determinar con exactitud el origen de este miedo irracional. No obstante, podemos teorizar que su etiología tendría el mismo fundamento que el resto de trastornos de ansiedad específicos.

Esto significa que una persona con una predisposición genética a padecer un trastorno de ansiedad que haga frente, en algún momento de su vida, a una vivencia emocional traumática o con un carga emocional elevada y relacionada de alguna forma con la aparición de sapos o ranas, tendrá muchas más probabilidades de desarrollar una fobia asociada a estos anfibios.

Por otra parte, aunque también existen adultos con bufonofobia, este trastorno se da sobre todo en niños; por lo que las teorías que ponen a aprendizaje como foco de partida de la fobia cuentan con bastante respaldo.

Estas teorías establecen que en los más pequeños las fobias suelen estar provocadas por la adquisición de conductas observadas en los adultos, los cuales, en alguna ocasión, pueden haber manifestado conductas de ansiedad ante un estímulo concreto. Estas conductas son asimiladas inconscientemente por el niño y fomentadas hasta convertirse en fobia.

¿Existe un tratamiento?

Ya se comentada al principio del artículo que la bufonofobia no tiende a ser incapacitante, excepto en aquellos casos en los que la persona deba convivir diariamente con sapos y ranas. Es decir, debido a la naturaleza del estímulo fóbico, la respuesta de ansiedad no llega a interferir con el día a día de la persona.

Sin embargo, en los pocos casos en los que la persona recurre a ayuda profesional con la intención de reducir su temor a estos animales, la intervención mediante psicoterapia (concretamente mediante la terapia cognitivo-conductual) resulta de gran eficacia.

Utilizando técnicas como la exposición en vivo o la desensibilización sistemática, acompañadas de entrenamiento en técnicas de relajación y reestructuración cognitiva, la persona puede superar su temor fóbico y continuar su vida de manera normal.