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Vascularización del Sistema Nervioso Central: características y estructura


Nuestro cerebro necesita recibir un riego sanguíneo constante y sólido cargado de nutrientes y de oxígeno, puesto que no tiene la capacidad para almacenar la energía proveniente de los alimentos que ingerimos.

Esto es posible gracias a una correcta vascularización del sistema nervioso central (SNC), que se compone de una compleja interconexión de arterias y vasos sanguíneos que se distribuyen a lo largo de la médula espinal y el encéfalo.

La vascularización del SNC permite, además de aportar nutrientes y oxígeno al cerebro, que este y cada una de sus partes puedan desarrollar sus funciones.

Antes de detallar en qué consisten las funciones de la vascularización del sistema nervioso central comentaremos, a modo de resumen, los tipos de arterias de los que está compuesto el sistema nervioso central.

Arterias del Sistema Nervioso Central

La vascularización del sistema nervioso central (SNC) es posible gracias a las arterias que llegan hasta diferentes zonas que componen su estructura.

Para recibir ese riego sanguíneo, tan necesario en el cerebro, hay dos grupos arteriales que se encargan de ello, provenientes del corazón y a través de la arteria aorta, permitiendo así el mantenimiento de la actividad metabólica del organismo.

Por un lado están las arterias vertebrales, que se encargan de abastecer a la zona caudal o posterior del cerebro; uniéndose de manera que componen la arteria basilar que, a su vez, forma la arteria cerebral posterior. Estas se encargan de irrigar sangre al tronco cerebral y al cerebelo.

Por el otro, están las arterias carótidas internas, que tienen el cometido de abastecer la zona rostral o frontal del cerebro, formando las arterias cerebrales anterior y media. Estas arterias son divididas en ramas más pequeñas que se esparcen por el espacio subaracnoideo o espacio leptomeníngeo y se adentran en el tejido encefálico con el fin de asegurar que sea provisto de los nutrientes necesarios para su correcto funcionamiento.

Las arterias anteriormente mencionadas además pueden ser de dos tipos. Un tipo es el compuesto por las de conducción, que están dirigidas hacia las superficies laterales del encéfalo y, el otro tipo es el que se compone de las perforantes, que provienen de las arterias de conducción con el fin de abastecer a zonas más específicas.

Hay una zona en la que se conectan la arteria basilar y las arterias carótidas, una estructura denominada polígono de Willis, que es el área que se encuentra en la parte inferior del cerebro y en la cuál son ramificadas las arterias carótidas internas en arterias de menor tamaño, siendo estas últimas las que se encargan de suministrar sangre cargada de oxígeno al 80% del cerebro.

La vascularización de la médula espinal

La zona del sistema nervioso central, denominada médula espinal, se encuentra dividida entre los siguientes segmentos, al igual que la columna vertebral: cervical, torácico, lumbar, sacro y coccígeo. Todos y cada uno de esos segmentos se encargan de proporcionar ocho pares de nervios espinales que parten desde el conducto vertebral.

Para el correcto funcionamiento de la médula espinal y todos sus segmentos resulta fundamental una correcta vascularización a través de las arterias y conductos venosos que la atraviesan, como se explicará con más detalle a continuación.

1. La irrigación de las arterias de la médula espinal

La médula espinal es el área del sistema nervioso central que se encarga de transmitir mensajes de entrada y de salida desde el cerebro hacia el resto del cuerpo. Ahora bien, para un correcto funcionamiento, es atravesada por tres vasos arteriales de forma longitudinal, siendo estos la arteria espinal anterior y las dos arterias espinales posteriores.

Esa arteria espinal anterior es originada desde las dos arterias vertebrales que se encuentran a la altura de la médula oblongada, también conocida como el bulbo raquídeo, y baja a través de la superficie anterior o frontal de la médula.

Por otro lado, las arterias espinales posteriores, que emergen desde las arterias vertebrales o en las arterias cerebelosas inferiores posteriores y parten hacia la superficie caudal o posterior de la médula.

Las arterias de la médula, anteriormente mencionadas, necesitan ser reforzadas por las arterias radiculares, como son las arterias cervicales ascendentes, la intercostales y las lumbares, con el fin de poder irrigar sangre a través de la médula, por la parte que se encuentra debajo de los segmentos cervicales.

Un trastorno producido en la irrigación de la médula espinal del SNC, como puede ser una oclusión en la arteria espinal anterior, propicia el conocido como “síndrome medular agudo torácico” que conlleva consigo paraplejía e incontinencia, perdiendo además la sensibilidad para la temperatura y el dolor.

2. El drenaje de los conductos venosos de la médula espinal

La acción del drenaje de los conductos venosos de la médula espinal se produce mediante un patrón semejante al de la irrigación arterial de esta zona. Para ello, hay seis conductos venosos interconectados que se encuentran expandidos de forma longitudinal por la médula espinal.

Dichos conductos constituyen las venas espinales anterior y posterior; ambas extendidas hasta la zona media. Por otro lado, están las venas anterolaterales y las venas posterolaterales que se encuentran próximas a la inserción de las raíces venosas anteriores y posteriores.

El conjunto de estos vasos sanguíneos se encargan de drenar, por medio de las venas radiculares anteriores y posteriores, al plexo venoso epidural, también conocido como plexo venoso vertebral interno, que se encuentra ubicado entre el peristilo vertebral y la duramadre, que es la capa exterior que se encarga de cubrir y proteger tanto al cerebro como a la médula espinal.

Además, el plexo venoso interno, se encuentra comunicado con el plexo venoso vertebral externo, por lo que se encuentra interconectado con las venas de la zona lumbar ascendentes y con las venas ácigos y hemiácigos, que cumplen una especial función proveyendo de una ruta alternativa para la circulación sanguínea hacia la aurícula derecha del corazón, si se diera una situación en la que estuvieran bloqueadas las demás cavas.

La vascularización del encéfalo

La parte del sistema nervioso central conocida como encéfalo está compuesta por tres áreas principales: el cerebro, el cerebelo y el tronco encefálico. Todas estas zonas se encuentran a pleno rendimiento gracias a una correcta vascularización.

Vascularización del encéfalo

1. La irrigación de las arterias del encéfalo

La parte del sistema nervioso central conocida como encéfalo, se encuentra irrigada por medio de dos pares de vasos sanguíneos, más conocidos como arterias carótidas internas y arterias vertebrales.

Arteria carótida interna

La arteria carótida interna se encuentra dividida entre dos arterias conocidas como cerebrales anterior y media.

La arteria cerebral anterior pasa sobre el nervio óptico y, posteriormente, atraviesa la fisura longitudinal que se encuentra entre los dos hemisferios cerebrales, siguiendo la curvatura del cuerpo calloso, hasta llegar a irrigar la zona medial de los lóbulos frontales y parietales. También se une con el vaso sanguíneo del lado opuesto a través de la arteria comunicante anterior. Es por ello, que la arteria cerebral anterior se encarga de irrigar las zonas cerebrales de la corteza motora y sensitiva del miembro inferior (las piernas).

La arteria cerebral media, siendo la de mayor tamaño de las tres arterias del cerebro, posee un territorio cortical de mayor extensión que las otras. Partiendo del lugar en el que se origina, continúa hasta penetrar en el surco lateral del cerebro, donde es dividida con el fin de que sus ramas se encarguen de irritar la zona lateral de los lóbulos temporales, parietales y frontales.

Toda esta superficie abarca las cortezas motora y sensitiva primarias de todo el cuerpo, a excepción del miembro inferior. Además de ello, se encarga de irrigar la corteza auditiva y la ínsula, ubicada en las profundidades del surco lateral del cerebro.

Arteria carótida interna

Arteria vertebral

La arteria vertebral surge desde la arteria subclavia, subiendo hacia los agujeros transversos, ubicados en las vértebras cervicales, hasta entrar en la cavidad del cráneo, pasando por el foramen o agujero magno.

En ese viaje, la arteria vertebral se ramifica por unas arterias llamadas espinales anterior y posterior, que se encargan de irrigar la médula espinal y la médula oblongada.

Entre todas esas ramificaciones hay una rama que destaca por encima del resto al tener un tamaño mayor; es conocida como arteria cerebelosa inferior posterior, cuya función es irrigar la parte inferior del cerebelo.

Al atravesar la zona rostral o frontal, las dos arterias vertebrales se unen en la zona del bulbo raquídeo, conformando la arteria basilar.

Arteria basilar

Esta arteria basilar es ramificada a su vez de manera que llega a irrigar múltiples áreas, entre las que cabe destacar las partes inferior y anterior del cerebro, mediante la arteria cerebelosa anterior; también el oído interno, por medio de la arteria laberíntica.

La arteria basilar también está subdividida entre las arterias cerebelosas superiores y las arterias cerebrales posteriores. La cerebelosa superior es la encargada de irrigar la capa superior del cerebelo, mientras que la cerebral posterior tiene el cometido de irrigar la cara inferomedial del lóbulo temporal, así como también la corteza visual del lóbulo occipital.

En composición, la irrigación del encéfalo por parte de las arterias vertebrales y la basilar ha sido denominado como “sistema vertebrobasilar”. Todo ello comprende una red vascular ubicada en la base del encéfalo, el ya mencionado polígono de Willis, también denominado circuito arterial del cerebro.

Arteria vertebral

2. El drenaje de los conductos venosos del encéfalo

Para el drenaje de esta parte del sistema nervioso central hay tres vasos que lo permiten: los senos venosos, las venas superficiales y las venas profundas.

Las venas cerebrales profundas y las superficiales se encargan de drenar los senos venosos, ubicados en la capa conocida como duramadre, y son unas vías que están formadas entre las dos hojas de la duramadre y que a su vez se subdividen entre:

  • Seno sagital superior: encargado de recibir sangre desde las venas cerebrales superiores.
  • Seno sagital inferior: a través del cual son drenadas las venas ubicadas en la cara medial de los hemisferios.
  • Seno recto: en cuya zona se drenan las estructuras más profundas del prosencéfalo, además del seno sagital inferior.

Las venas cerebrales profundas, a su vez, cumplen la función del drenaje de las estructuras ubicadas en la parte interna del prosencéfalo. Cabe destacar las venas coroidea y la talamoestriada, que se encargan de drenar el tálamo, los ganglios basales, el hipocampo, el plexo coroideo y la cápsula interna.

Estas venas se unen de manera que componen la vena cerebral interna y, además, las dos venas cerebrales internas forman la vena cerebral magna o de Galeno, ubicada en la parte inferior del cuerpo calloso, continuando por el seno recto, ubicado en el cerebelo y encargado de drenar la vena yugular interna que recibe sangre del rostro, del cuello y del cerebro.

Las venas superficiales se encuentran ubicadas en el espacio subaracnoideo y su función es drenar la superficie lateral de ambos hemisferios cerebrales, hasta llegar al seno sagital superior.

Venas cerebrales

El daño en la vascularización del sistema nervioso central

El ictus es producido cuando la vascularización del cerebro es interrumpida, siendo lo que equivale en el cerebro a un infarto de miocardio en el corazón. Ello provoca daños que pueden resultar irreversibles en la persona que lo sufre.

Como se ha mencionado anteriormente, el cerebro necesita recibir nutrientes y oxígeno por medio del circuito que compone la vascularización del sistema nervioso central; por ello, si esa vascularización es interrumpida, las células del cerebro empiezan a fallar, llegando incluso a morir y pudiendo provocar lo que se conoce como ictus o infarto cerebral.

Esto se produce en la mayor parte de las veces por la obstrucción de uno de los vasos sanguíneos y, por eso, al haber una carencia de oxígeno, ello obstaculiza el correcto funcionamiento físico y mental de la persona, por lo que puede llegar a sufrir serios daños. Asimismo, con la ayuda de profesionales puede ir recuperando de forma gradual las funciones afectadas e incluso reaprender habilidades.

Los hábitos más conocidos para prevenir un ictus son el control de la presión sanguínea y los niveles de colesterol, así como evitar el hábito de fumar.