8 grandes mitos sobre la psicología moderna
La psicología es una de las disciplinas sobre la cual circulan más mitos, en parte porque su tema de estudio resulta interesante para el público en general y e parte también porque dada la versatilidad de los procesos mentales puede llegar a "inventarse" todo tipo de teorías estrambóticas sobre cómo funciona nuestro cerebro.
Mitos de la psicología actual
En este capítulo repasaremos algunos de los mitos de la psicología más extendidos y veremos por qué son falsos.
1. Los sueños tienen un significado oculto
Una de las ideas más extendidas sobre el funcionamiento de los procesos mentales es que los sueños tienen una forma de ser interpretados que retrata nuestro modo de pensar, nuestros miedos y nuestros deseos.
Este mito, que bebe directamente de las teorías psicoanalíticas nacidas con Sigmund Freud, no se basa más que en creencias que no han sido demostradas, de modo que no hay ningún motivo para suponer que los sueños significan algo en concreto más allá de la interpretación que cada uno les quiera dar partiendo de su propio poder creativo.
2. Gran parte de los problemas psicológicos se solucionan expresándolos
Es muy común pensar que la tarea de los psicoterapeutas es simplemente estar ahí para escuchar los problema que le cuenta el paciente, y que el hecho de expresar verbalmente estos problemas produce una sensación de bienestar que es el fundamento de la solución que ofrece la psicología.
Sin embargo, no hay que olvidar que gran parte de las causas por las que la gente va al psicólogo tienen que ver con factores objetivos y materiales concretos que no van a desaparecer simplemente porque se hable sobre ellos. Situaciones de tensión familiar, trastornos alimenticios, adicción al juego, fobias... todos ellos existen porque existe una dinámica de interacción entre la persona y los elementos de su ambiente que se reproduce a sí misma y se mantiene en el tiempo, independientemente del modo en el que la persona lo experimente o lo interprete
3. Existe un cerebro racional y otro emocional
También existe el mito de que dentro de nuestra cabeza habitan dos cerebros superpuestos: un cerebro racional y otro emocional. Esto tiene una pequeña parte de verdad, ya que las áreas del encéfalo más cercanas al tronco encefálico y al sistema límbico intervienen más directamente en los procesos mentales relacionados con los estados emocionales si los comparamos con zonas de la superficie del cerebro como por ejemplo el lóbulo frontal, pero no deja de ser una simplificación.
Lo que realmente ocurre es que todas las partes del encéfalo están trabajando conjuntamente tanto en aquellos procesos relacionados con lo emocional como en los que se relacionan con el pensamiento "racional", hasta el punto de que es prácticamente imposible saber si un patrón de activación de neuronas es racional o basado en las emociones.
4. Utilizamos únicamente el 10% del cerebro
Este mito goza de gran popularidad, y sin embargo es absurdo en varios sentidos. En primer lugar, cuando se habla de este potencial oculto del 10% de nuestro cerebro muchas veces se confunden interesadamente las afirmaciones basadas en lo material (el modo en el que funciona realmente nuestro cuerpo) con aquellas referidas a nuestro "potencial oculto" como algo más abstracto y basado en la filosofía de vida que seguimos.
Esto hace que sea fácil "tirar la piedra y esconder la mano", es decir, afirmar cosas presuntamente basadas en el conocimiento científico y, cuando son cuestionadas, hacerlas pasar simplemente por ideas sobre la vida que merece la pena ser vivida, el modo en el que podemos encontrarnos a nosotros mismos, etc.
Para saber más acerca de por qué todo lo que sabemos acerca del funcionamiento del cerebro contradice el mito del 10%, puedes leer este artículo.
5. Los mensajes subliminales te hacen comprar cosas
La idea de que un equipo de publicidad puede hacer que sintamos el impulso de comprar un producto concreto introduciendo algunos fotogramas "ocultos" en un vídeo o algunas letras en una imagen no solo no se ha demostrado, sino que se basan en un experimento, el de James Vicary y la Coca-Cola, que nunca llegó a existir como tal, según admitió el propio Vicary.
6. La interpretación de los dibujos de alguien sirve para evaluar su personalidad
Analizar los dibujos de las personas solo es de utilidad a la hora de explorar enfermedades muy concretas, como por ejemplo la heminegligencia, en la que la mitad izquierda de lo que se percibe se ignora (y, por lo tanto, el lado izquierdo de los dibujos se deja inacabado). Es decir, que los test proyectivos como aquellos en los que se analiza los dibujos que hace alguien, no sirven para evaluar detalles sobre la personalidad de las personas y, más allá de opiniones individuales sobre terapeutas que los aplican, bajo la lupa de los estudios que analizan multitud de resultados nunca han demostrado ser eficaces.
Los meta-análisis que se han realizado sobre estos test apuntan a su poca o nula utilidad, entre otras cosas porque no hay un único modo en el que se pueda interpretar un dibujo: por algo es un producto de la creatividad y por lo tanto escapan a esquemas preconcebidos.
7. La hipnosis permite controlar la voluntad de alguien
La hipnosis parece ser poco menos que un poder mágico que hace que alguien entrenado en estas técnicas pueda manejar a su antojo el cuerpo de otras personas, pero la realidad dista mucho de esta visión tan marketiniana y espectacular.
Lo cierto es que la hipnosis se basa fundamentalmente en la sugestión y en el grado en el que la persona está dispuesta a participar en la técnica. Alguien que no quiera ser hipnotizado no se verá influido por la hipnosis.
8. La personalidad queda asignada durante la juventud
Es cierto que los primeros años de desarrollo son fundamentales y que las cosas que nos ocurren en ellos pueden dejar una huella difícil de borrar en lo relativo a nuestra manera de actuar y de percibir las cosas, pero esto no debe ser exagerado.
Aspectos importantes de la personalidad pueden seguir variando una vez dejada atrás la adolescencia y la etapa de la adultez joven de modo similar a lo que le ocurre a Walter White en Breaking Bad (aunque no siempre para mal, claro). A fin de cuentas, nuestro cerebro está cambiando constantemente dependiendo de lo que vamos viviendo, incluso durante la vejez.