Definición de vulgarismo
Si acudimos al diccionario que desarrolla la Real Academia Española (RAE) para saber a qué se refiere la idea de vulgarismo, encontraremos que el término alude a las expresiones que suele usar el vulgo. Esta noción (vulgo), por su parte, se vincula a las personas comunes y corrientes, que no disponen de recursos o conocimientos especiales.
En un sentido amplio, por lo tanto, los vulgarismos son las expresiones que emplea la gente en su vida cotidiana. Siguiendo con este razonamiento, los vulgarismos se asocian al habla coloquial, por lo cual no forman parte de la denominada lengua culta.
El concepto de lengua culta se define como el conjunto de palabras, expresiones y reglas gramaticales correctas, el cual suelen usar los individuos considerados cultos, es decir, aquéllos que han cursado estudios superiores a nivel formal o que gozan de una cultura muy rica a causa de haberse nutrido de diversas fuentes de conocimiento y de haberse interesado por el arte, por ejemplo.
Es importante señalar que la lengua culta no es un conjunto cerrado y absoluto, ya que el contexto social es determinante a la hora de usar el lenguaje; por esta razón podemos distinguir entre la lengua culta formal (la que se emplea en discursos y conferencias de temas específicos, entre otros eventos generalmente regidos por estructuras firmes) y la lengua culta informal (que podemos encontrar en reuniones de amigos que poseen un buen manejo del lenguaje). En ninguno de los dos ámbitos recién citados se utilizan los vulgarismos, aunque esto tampoco significa que no se cometa ningún error.
Un ejemplo de modificación de un término que en el pasado se consideraba un vulgarismo pero que en la actualidad se acepta como una forma correcta la encontramos en la primera persona singular del tiempo Presente del modo Indicativo del verbo adecuar: si bien la conjugación originariamente aceptada era «adecuo», hoy en día también se acepta «adecúo». Casos como éste surgen cuando una gran porción de los hablantes de un idioma adoptan una forma incorrecta sin saberlo, y la academia de la lengua considera que imponer una corrección supondría una fisura innecesaria en la cultura.
De todas maneras, es habitual que el concepto se aplique específicamente a los dichos y las palabras que se emplean en reemplazo de las frases y de los términos correctos. Puede decirse, pues, que los vulgarismos son errores o defectos, aunque muchas veces no son fruto de la ignorancia sino de los modos de hablar regionales o incluso de los cambios que experimenta la lengua con el correr de la historia.
“Estoy enojado con mí mismo”, por ejemplo, es un vulgarismo. La forma correcta de expresar un enfado de este tipo sería la siguiente: “Estoy enojado conmigo”. Como se puede advertir, los vulgarismos no suelen impedir la comprensión de la expresión.
“Me pinché con una abuja”, “¡Delen de comer al perro así se deja de ladrar!”, “Ojalá haiga algún restaurante abierto a esta hora”, “El dotor me dijo que tengo que hacer dieta” y “Es lo pior que me pasó en la vida” son otras expresiones que incluyen vulgarismos y que, por lo tanto, presentan palabras que son incorrectas. En estos últimos ejemplos deberíamos reemplazar los términos abuja, delen, haiga, dotor y pior, por aguja, denle, haya, doctor y peor, respectivamente.
Veamos algunos vulgarismo compuestos de más de una palabra, con la expresión correcta entre paréntesis: a la que (cuando); a pretexto de (con el pretexto de); agarré y (entonces); contra más (cuanto más); de seguro que (seguramente, seguro que); en favor tuyo (a tu favor, en tu favor); estar maldecido (estar maldito); los más (la mayor parte).