Definición de ubicuo
Ubicuo procede del latín ubique, que significa “en todas partes”. El concepto se utiliza sobre todo como un adjetivo atribuible a Dios que señala su capacidad para tener presencia simultánea en todos lados a la vez.
La ubicuidad, por lo tanto, está vinculada con la omnipresencia. Esta cualidad es atribuida a las entidades divinas y, en lo referente a las religiones que sólo creen en una única divinidad, se trata de una perfección propia de Dios.
Esta cualidad de Dios, sumada la omnipotencia (el poder absoluto e ilimitado), genera un problema teológico conocido como Paradoja de Epicuro por el filósofo griego que lo enunció. Este conflicto sostiene que, si Dios se encuentra en todos lados y su poder no tiene límite, no debería existir el mal en la Tierra.
Esta situación implica una de las divisiones más importantes entre las religiones deístas (que afirman que la acción de Dios se limita a la creación del universo) y las teístas (que consideran que la divinidad adquiere un rol más activo).
El cristianismo, por ejemplo, soluciona esta cuestión a través del libre albedrío, que afirma que Dios ha dado a las personas el poder de tomar sus propias decisiones. Por lo tanto, la existencia del mal obedece a las acciones humanas.
Otro conflicto de la ubicuidad de Dios surge con el infierno. Si Dios está en todas partes a la vez, debería estar presente en el infierno, lo cual implica un problema para la lógica.
El adjetivo ubicuo también se utiliza para nombrar a la individuo que pretende observar todo y que está en constante movimiento.
En el campo de la informática se entiende como computación ubicua, también llamada ubicomp, a la integración de las herramientas tecnológicas a la vida de las personas; es decir a fabricar computadores adaptadas a las necesidades de los sujetos, pudiendo servir para múltiples funciones y volver más sencilla la vida de los usuarios. Cabe mencionar que este concepto también se conoce con el nombre de inteligencia ambiental.
Ubicuidad del dios cristiano
Según las enseñanzas bíblicas, Dios está en todas partes. No lo vemos ni lo escuchamos, pero sabemos que está ahí pendiente de sus hijos. Esto lo escuchamos desde que somos pequeñitos y nos acostumbramos a repetirlo.
Diversos estudios científicos han demostrado que las creencias responden a una necesidad intrínseca del ser humano. Ese dios es una creación que permite que el hombre se sienta liberado de los peligros del mundo, del demonio, de la tristeza y de la muerte.
Según lo expuso el filósofo Karl Marx, la religión consiste en una droga que permite tener una felicidad momentánea y falsa. Decía: «es el opio de los pueblos«. La misma permite mantener un orden social y sobre todo, genera que la gente crea en una vida más allá de ésta, que tenga esperanza.
La creencia en esa ubicuidad de Dios permite que se alimente esa sensación de unión y de confianza; los creyentes se sienten protegidos y teóricamente contenidos en un espacio donde son libres y responsables de lo que ocurre. El famoso libre albedrío es la explicación más rebuscada y pícara que ha dado la Iglesia a los males del mundo porque ese dios que está en todas partes prefiere que el ser humano tome decisiones y sea quien provoque el bien o el mal sobre la tierra. De este modo se justifica que Dios no aparezca y los católicos continúan viviendo en ese engaño prefabricado.
Cuando el ser humano se halla dentro de una religión pierde toda su libertad (aunque crea que no es así) y actúa en función del grupo, de forma instintiva y bárbara; mientras que cuando se encuentra separado de toda institución o congregación religiosa, es una persona libre de verdad, capaz de tomar sus propias decisiones y de utilizar la inteligencia adecuadamente. Sabiendo todo esto ¿aún negaremos que la ubicuidad de Dios responde a un engaño milenario de dominio? ¿Preferimos ser súbditos o seres libres?