Definición de romanización

Romanización es el proceso y el resultado de romanizar. Este verbo se refiere a la adopción de la civilización romana o del latín como lengua, o a la promoción y el impulso de ambas.

Se denomina romanización, por lo tanto, al proceso histórico que se desarrolló entre el siglo II antes de Cristo y comienzos del siglo III, provocando cambios culturales en las regiones que fueron conquistadas por el Imperio romano. Debido a la romanización, aquellos pueblos que quedaron bajo el dominio de los romanos terminaron adoptando su idioma, sus tradiciones y sus instituciones.

El proceso de romanización se desarrolló de manera similar en todas las regiones. En un primer momento las élites y los dirigentes adoptaron el latín como lengua. Poco a poco, la vestimenta, el estilo arquitectónico y la moneda del Imperio también penetraron en cada lugar, para dar paso a la adopción de los cultos romanos. La romanización continuaba con el desarrollo local de tecnología para producir los bienes romanos.

Finalmente las clases populares también terminaron adoptando la lengua y las costumbres de Roma, completándose un cambio que llevó a estas regiones a parecerse a la metrópoli central.

Una de las consecuencias de la romanización es la desaparición de lenguas como el etrusco y el galo, además de la pérdida de elementos culturales distintivos de cada pueblo.

La romanización, por último, también puede tratarse de la trascripción y la transliteración de un idioma no latino (como el chino, el ruso, el japonés o el griego, por ejemplo) al alfabeto latino.

Sistema de romanización Hepburn

James Curtis Hepburn, un misionero cristiano y médico norteamericano nacido a principios del siglo XIX, jugó un papel muy importante en la transliteración del japonés a nuestro alfabeto, el latino, y es gracias a su trabajo que en la actualidad resulta mucho más accesible estudiar esta lengua oriental, al menos durante los primeros meses. En el año 1867, publicó su diccionario bilingüe, en el que hizo uso de su sistema de romanización del japonés.

Existe más de una versión del sistema de Hepburn, tanto la original como las revisadas, y todas ellas se utilizan con mayor frecuencia que las alternativas, al menos fuera de Japón. Su principal ventaja es que indica de una manera bastante precisa la pronunciación original de las sílabas, aunque para ello es necesario conocer la fonética inglesa, dado que él lo concibió desde su propia lengua.

Por ejemplo, uno de los sonidos japoneses se representa mediante la sílaba «ja», pero no debe leerse como el comienzo de «jabón», sino pensando en la pronunciación inglesa del nombre «Jack». Como puede apreciarse, en español no contamos con los sonidos necesarios para aventurarnos a leer este sistema de romanización del japonés; por otro lado, las personas de habla inglesa también deben entender que la transliteración no es perfecta. La sílaba «fu», por citar otro caso, no es del todo representativa del sonido original, el cual se encuentra entre «fu» y «hu» (con una ‘h’ inglesa, como en «hello»).

Si bien el sistema Hepburn de romanización consigue una aproximación bastante precisa a la pronunciación correcta, presenta una irregularidad evidente en cuanto a las letras que utiliza para representar los diferentes caracteres japoneses. Continuando con «fu», esta sílaba pertenece a un grupo en el cual las restantes comienzan con la letra ‘h’: ha, hi, fu, he ho. Un ejemplo aún más irregular es el siguiente: ta, chi, tsu, te to, donde se aprecia que la segunda y la tercera sílaba no comienzan con ‘t’, la letra que se asocia a dicho conjunto.

En los sistemas Kunrei-shiki y Nippon-shiki, por otro lado, se da el caso contrario: mayor regularidad ortográfica, pero menor precisión de la fonética. Los dos grupos de sílabas mencionados en el párrafo anterior se escriben ha, hi, hu, he, ho y ta, ti, tu, te, to.

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