Definición de respuesta celular
Se conoce como respuesta celular a la acción desarrollada por una célula después de recibir un estímulo generado por un agente externo. De acuerdo al tipo de estímulo, la respuesta puede desarrollarse de diferentes formas.
La respuesta puede ser estática (es decir, sin que implique un movimiento de la célula), a través de la secreción de una sustancia. Esto puede deberse a un cambio de las condiciones externas, como un incremento intenso de la temperatura. En este caso, es probable que la célula segregue un componente que le permita recubrirse y así aislarse del medio exterior. Un ejemplo de este tipo de respuesta celular es el enquistamiento.
Si, ante el estímulo, las células se mueven, se habla de una respuesta dinámica. Cuando la célula se acerca al estímulo, se produce una respuesta celular positiva; en cambio, si la célula se aleja, la respuesta celular es negativa. Para desarrollar este tipo de respuesta, las células apelan a los flagelos, los cilios o los seudópodos, de acuerdo al caso.
La respuesta celular dinámica puede estar motivada por un estímulo mecánico, químico, luminoso o de otro tipo. Un cambio en la presión osmótica, por otro lado, también puede provocar una respuesta de esta clase.
Cabe destacar que la respuesta celular puede suponer la producción de anticuerpos como defensa ante una agresión. En este caso, la célula desarrolla una barrera para impedir el daño por parte del agente externo.
El conjunto de procesos y sistemas que permiten esta defensa se conoce como sistema inmunitario. Para que funcione de manera adecuada, es necesario que el organismo distinga las células sanas de las células patógenas que debe destruir con fines defensivos.
Esto también se conoce con el nombre de inmunidad mediada por células o, simplemente, inmunidad celular y presenta una especial eficacia cuando el organismo pretende destruir células extrañas que proceden de otro individuo (aunque ambos sean de la misma especie, lo que ocurre luego de un trasplante), células infectadas por algún virus, tumorales o aquellas que tienen microorganismos de crecimiento intracelular (como el protista Leishmania o la bacteria Mycobacterium, por ejemplo).
En la respuesta celular se ven implicadas dos tipos de células: los macrófagos y los linfocitos T.
Macrófagos
Estas células presentan un gran tamaño y pueden deformarse; tienen la capacidad de fagocitar células y partículas. Están repartidas en los diversos tejidos del medio interno, especialmente alrededor de los vasos linfáticos y sanguíneos, así como en el tejido conjuntivo de los ganglios linfáticos. Los macrófagos se forman cuando las células sanguíneas conocidas como monocitos, ubicadas en la médula ósea roja, completan su proceso de maduración, el cual tiene lugar en los tejidos.
Una de sus propiedades le permite distinguir la procedencia de células y fragmentos celulares: ya sean del mismo organismo o extrañas. Esto es posible gracias a la presencia de ciertas proteínas que son diferentes en cada individuo. Tras dicho reconocimiento, la célula o el fragmento ajenos al organismo pasan a ser tratados por las células presentadoras de antígenos, las cuales los degradan y los envían al exterior, donde comienzan a actuar los linfocitos T. Estos últimos, por su parte, se activan y colaboran en la producción de anticuerpos.
Linfocitos T
Atacan directamente las células diana que llevan en su superficie antígenos extraños. Es posible distinguir entre los siguientes dos grupos:
* T4: tienen proteínas llamadas CD4 en su membrana y pueden ser de tipo Th (estimulan a otros T y a los B) o Td (aumentan el número y la actividad de los macrófagos);
* T8: tienen proteínas CD8 en su membrana y se dividen en Tc (destruyen las células diana) y Ts (regulan el exceso o la desproporción de la respuesta celular).